Discursos y otros documentos del Secretario General

ANTE EL PLENO DE LA CÁMARA DEL SENADO DE LA REPÚBLICA DE MÉXICO

8 de septiembre de 2015 - Ciudad de México, México

Solamente podemos pensar como políticos para llevar adelante los cambios necesarios para hacer mejor la vida de nuestras sociedades, para hacer nuestros los valores de la ciudadanía, para reemplazar la falsedad por la verdad. Por eso debemos ser consistentes a la hora de defender la verdad, para que nuestra táctica política sea una práctica ética que vaya redimensionando y absorbiendo nuevos principios, nuevos valores, nuevas demandas de la ciudadanía en función de las necesidades que la sociedad nueva va planteando.

Debemos dar solución a los problemas de la gente, debemos atender la vida de las comunidades. Debemos, en instituciones como ésta, como la nuestra, trasladar los valores que siente el pueblo a nuestras instituciones, hacerlos nuestros, transformarlos en leyes o en regulaciones que permitan la solución a los temas sociales.

La evolución del pensamiento político ha necesitado respuestas fuertes de los políticos, para que hayamos podido llegado a resolver temas como el funcionamiento pleno de la democracia, como la discriminación o la desigualdad, a rechazar variadas formas de discriminación por género, raza o religión.

La desigualdad es causa de las fallas de nuestras democracias; para hacer nuestras democracias más fuertes debemos construir equidad y acceso a derechos.

Una parte importante del ejercicio de nuestros derechos tiene que ver con cómo actuamos para evitar el sufrimiento de otros. Las instituciones, como este Senado, representan todas las tendencias políticas y son, por lo tanto, el instrumento sustancial para construir cada día más democracia, cada día más igualdad, cada día más equidad, cada día más justicia.

Quizá en política podemos medir lo que hemos perdido y lo que hemos ganado, pero ello no sirve de nada en la dimensión humana, social y política cuando el bien y los derechos de otros no son respetados; hacemos enorme daño a las dinámicas del cambio político.

Debemos impulsar, motivar las nuevas soluciones, las que evitan el sufrimiento de la gente, el dolor o la muerte. Debemos asumir la política con valentía para llevar adelante los cambios, porque debemos modificar nuestras sociedades para bien, para hacerlas más justas.

La incapacidad de representar los valores de nuestra sociedades y de resolver sus necesidades nos deslegitima como políticos, en algunos casos nos hace fracasar. Todas las soluciones deben garantizar todos los derechos; hasta la más ínfima minoría debe ser respetada en su opinión.

Nuestros progresos éticos hacen que nuestros juicios de valor tengan en cuenta nuevas características de la vida en sociedad, por eso los avances que promovemos en materia de derechos humanos, por eso nuestra dimensión de un enfoque integral para el tema de las drogas. La ruta social de la humanidad está plagada de formulaciones erróneas, una de ellas fue una fórmula represiva que se repitió cien mil veces en el fracaso.

La práctica ética nos hace buscar nuevos consensos para poder construir nuevos pactos sociales y, atendiendo las diferentes dinámicas sociales, traer soluciones para nuestras comunidades. La dimensión de autoridad que podemos proponer está en el “deber ser”, en las condiciones nuevas que nos imponen las relaciones humanas. La OEA está para aspirar a ese “deber ser”.

Podemos mediar o facilitar el diálogo en algunas ocasiones, pero fundamentalmente debemos proponer a nuestra sociedad hemisférica el bien intrínseco en las relaciones entre los países, en las relaciones de los Estados con los diferentes actores sociales y políticos, y las relaciones del Sistema Interamericano con toda la sociedad hemisférica, con los pueblos y con las personas. Debemos procurar la justicia en nuestra sociedad. Debemos procurar la felicidad de cada una de las personas. Nuestro compromiso ético con el progreso social, con el desarrollo humano, es hacer frente a los problemas evidentes para que podamos trabajar en la solución.

En América Latina y el Caribe las transiciones a la democracia significaron un paso esencial hacia la instalación de una forma de gobierno que respeta las sociedades civiles y los derechos políticos de sus ciudadanos y ciudadanas. México es un Estado Miembro de la OEA que conoce profundamente lo que conlleva un proceso de transición democrática, porque es un pueblo que ha luchado por instalar la democracia. Luchó en su momento, a través de la vía de la revolución, por derrocar a una dictadura, y luchó durante muchos años por instalar una democracia electoral.

Lo cierto es que la gradual transición a la democracia en este gran país se dio por consensos alcanzados al más alto nivel y por la incansable lucha en pos del pluralismo y la competencia electoral por parte de la clase política.

Sin embargo, así como hay una lista respetable de logros, también es una realidad que existen temas pendientes en la agenda del fortalecimiento democrático. Después de todo, la democracia es un proceso continuo cuya finalidad siempre puede mejorar. La democracia mexicana, así como otras jóvenes democracias de la región, enfrenta complejos desafíos para continuar enriqueciendo el sistema y hacerlo más receptivo de las demandas ciudadanas.

El campo de acción en nuestra organización, derivado de un proceso realizado por los propios Estados Miembros, se concentra en cuatro pilares fundamentales: democracia, derechos humanos, desarrollo integral y seguridad multidimensional; ésta es una visión creada y aprobada por los Estados Miembros. El trabajo realizado por el embajador Emilio Rabasa al respecto debe ser reconocido por todos nosotros, así como el paso adelante que dio nuestra organización, redimensionándose estratégicamente para asumir nuevos compromisos en la globalidad mundial.

Estos cuatro pilares están estrechamente relacionados, se condicionan mutuamente y debemos trabajarlos en conjunto. En otras palabras, sin respeto a la democracia, al estado de derecho y a los derechos humanos no puede concebirse una sociedad justa.

El desarrollo integral es condición básica y se ampara necesariamente en el respeto a los derechos humanos, siempre en el contexto de una sociedad democrática. Finalmente, la paz y la seguridad son condiciones previas, necesarias e imprescindibles para la subsistencia de la democracia, el pleno respeto a los derechos humanos y el desarrollo integral de las sociedades.

Aquí, los viejos y los nuevos retos de la democracia se relacionan de una u otra forma con los pilares de la OEA. La desigualdad y la pobreza son retos viejos, pero apremiantes; son desafíos de desarrollo estructurales y persistentes, pero con complicaciones políticas y democráticas sustantivas.

A pesar de los avances en los últimos años en materia de reducción de pobreza, una gran parte de las Américas es víctima de la exclusión. Se trata de ciudadanos que no tienen acceso al sistema de justicia, a una educación de calidad, a un trabajo digno, a vivir sin miedo a la violencia.

Por eso es importante redoblar esfuerzos para atender a este desafío. Además, los conflictos que se suceden dentro de la democracia, surgidos ante la desigualdad y la pobreza, ante la fragilidad de la clase media, son los que nos debe mover a generar las soluciones que nos pide la gente.

Más derechos para más personas es más que un eslogan, es una forma de pensar la democracia; los retos de la democracia se resuelven con más democracia. En el campo de los derechos humanos hay avances, pero queda camino por recorrer.

La desigualdad de nuestro continente no está dada solamente por las condiciones de redistribución o de distribución de la riqueza, están dadas por las diferencias que existen en nuestras sociedades para acceder a los derechos.

En la perspectiva de nuestra organización, tenemos que lograr que se resguarden y protejan efectivamente los derechos humanos de la ciudadanía. En algunos contextos, la protección a los defensores de los derechos humanos, de periodistas, de migrantes, se vuelve una tarea cada vez más prioritaria.
Desde la perspectiva nuestra, debemos fortalecer el papel de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos como órgano de promoción y protección de derechos humanos, y fortalecer el rol de la Corte como órgano jurisdiccional.

Es muy difícil que la gente que ha sufrido la desigualdad y la pobreza no sienta la crueldad y la injusticia sobre sus hombros; la indignación es su expresión cuando falta la capacidad para acceder a los derechos en términos equitativos; debemos ser capaces de levantar esas frustraciones.

Algunos de los nuevos retos han surgido del propio éxito de la democracia; administramos aspiraciones más altas de la gente, el aumento de las demandas sociales, económicas, culturales, ambientales. De la democracia esperamos más y exigimos más. Los ciudadanos y ciudadanas de las Américas quieren más transparencia, quieren menos corrupción.

En cada uno de estos temas debemos poner la impronta de la OEA para colaborar en generar los espacios de justicia y verdad que se necesitan en cada país.

La democracia exige la mayor tolerancia política, implica pluralismo, la convivencia pacífica y la diversidad de opiniones, diálogo, negociación y acuerdos. En este contexto, la OEA tiene un lugar privilegiado como foro político hemisférico para promover una cultura de entendimientos y consensos, especialmente para desafíos internacionales compartidos, como la inseguridad y el combate al crimen organizado.

América Latina y el Caribe son la región más violenta del mundo; la tasa de homicidios per cápita es de 23.4 por cada cien mil habitantes, el doble que África. América Latina y el Caribe corresponden sólo al ocho por ciento de la población mundial, pero un 31 por ciento de los homicidios ocurre en esta región.
Hemos asumido responsabilidades en cuanto a esto, como las hemos asumido en cuanto al tema de las drogas. Es importante destacar cada uno de los nuevos retos y cada uno de los nuevos problemas.

Estamos en tiempos de una democracia digital, de una comunicación multidireccional y de los tuits o videos que se vuelven virales en minutos; a ellos apostamos para la participación política, para que nuestras comunidades políticas puedan ser más fuertes, se enriquezcan y tenga una ida y vuelta mucho más fluida, para transitar los desafíos y los problemas del siglo XXI.

La OEA se propone tener un rol esencial para la promoción de la democracia, ése es esencialmente nuestro trabajo. Los espacios de diálogo, consenso, negociación, los foros plurales y deliberativos, constituyen el contrapeso central en el sistema político. Uno de los principios básicos de los gobiernos democráticos es la separación de poderes. Al mismo tiempo, para que este principio sea efectivo, es muy importante contar con una rama legislativa con la capacidad de representar genuinamente a los ciudadanos y, al tiempo, legislar de manera efectiva.

La OEA, desde 1990, viene trabajando permanentemente con los poderes legislativos en leyes modelo y esquemas de trabajo, para lograr resultados en temas como la lucha contra la corrupción, el acceso a la información, la equidad y, muy puntualmente, trabajar de la mano para revertir la actual desafección ciudadana hacia la labor parlamentaria.

Hemos tomado iniciativas en temas parlamentarios para acompañar los foros interamericanos de presidentes de poderes legislativos, foros de integración, foros parlamentarios; hemos asistido también a reuniones del Foro Interamericano de Jóvenes. Tenemos que seguir construyendo propuestas, considerando la dimensión representativa de ustedes en cuanto a su contacto directo e inmediato con la ciudadanía.

Debemos generar confianza ciudadana, es uno de los retos que enfrentamos y no es propio de las Américas, es un fenómeno mundial. Tenemos la posibilidad de transformar a los parlamentos en mejores instrumentos al servicio de la ciudadanía, de hacer partícipes a los jóvenes, de convertir a la tecnología en una herramienta que incida positivamente sobre una mejor gobernabilidad democrática y de rendición de cuentas, el lazo entre gobernantes y ciudadanía. La OEA tiene un firme compromiso en ese sentido.

La OEA tiene la capacidad de articular esfuerzos, somos facilitadores de soluciones a la medida de los países miembros. La OEA debe ser la fuerza de la democracia y la democratización de las libertades públicas y debe mantener los estándares más altos en materia de derechos humanos, sin dobles discursos.

La OEA es gobierno y oposición, como este Senado; tiene la voz del más débil, del más discriminado, del más pobre. Esa construcción política es para absorber y convertir los valores de nuestra gente en soluciones para ellos, a través de decisiones de gobierno, a través de nuevas leyes.

Nosotros, en ese sentido, proponemos trabajar conjuntamente en la creación de una Escuela de Gobierno, para mejor capacitar y profesionalizar el trabajo parlamentario, apoyarlos en temas de derechos humanos, apoyar también, en la dimensión continental, trabajos respecto de la migración, en clave de derechos.

En ese sentido, proponemos la negociación de una Carta Interamericana de Migración y en cada caso debemos tener una opinión política fuerte, que no permita ni admita discursos contra migrantes, como el realizado por el precandidato norteamericano Donald Trump. Sí a la inclusión y al respeto a los derechos humanos, no a la xenofobia.

La OEA hace suyo el informe del grupo de expertos de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, le hemos dado la bienvenida y creemos que el mismo es una importante contribución en la lucha contra la impunidad.

Saludamos al gobierno del presidente Peña Nieto por asumir también este informe, por aceptar las recomendaciones y por ponerse al frente en la búsqueda de la justicia y la verdad.

Les agradezco a todos la atención.