Discursos y otros documentos del Secretario General

SESIÓN EXTRAORDINARIA DEL CONSEJO PERMANENTE PARA RECIBIR AL MINISTRO DE RELACIONES EXTERIORES Y CULTO DE LA REPÚBLICA DE COSTA RICA, SU EXCELENCIA MANUEL GONZÁLEZ SANZ

5 de mayo de 2016 - Washington, DC

Reiteramos hoy nuestro llamado al diálogo y a la cooperación para atender la situación humanitaria de los migrantes, que afecta a todos los países del hemisferio. Guiados por un enfoque de derechos, que valore al ser humano, busquemos las soluciones como región, para responder a las urgencias inmediatas de los migrantes. Debemos actuar con solidaridad, allanando los caminos que puedan ayudar a las y los migrantes en tránsito .

Con estas breves palabras quiero resaltar la centralidad del diálogo y la cooperación para resolver situaciones humanitarias en el marco de la migración.

• La confianza y optimismo que debemos tener para atender esta situación humanitaria basada en antecedentes concretos de numerosos países de las Américas que han resuelto con éxito situaciones complejas de diverso tipo – desplazados, refugiados, migración irregular- basados en el reconocimiento y respeto de los derechos humanos de los migrantes.

• Cuando vemos otras realidades a nivel global, las Américas emergen como un hemisferio que ha buscado y seguirá buscando soluciones amparadas en el derecho internacional y la salvaguarda de los derechos humanos de los migrantes.

• Poner a disposición todos los recursos que ofrece la OEA en materia de migración, y en materia de facilitación de soluciones.

Decía el Papa Francisco “que los esfuerzos por tender puentes, canales de comunicación, fijar relaciones y buscar entendimientos nunca son vanos. Señalaba que todas las guerras, todas las luchas, todos los problemas que no se resuelven, con los cuales nos encontramos, se dan por falta de diálogo”.

Hoy nos convoca al diálogo y la solidaridad una situación humanitaria en el marco de un fenómeno que no es nuevo en nuestra región, la migración. Las Américas son un hemisferio donde la migración siempre ha estado presente – tanto la inmigración como la emigración. En particular la migración intrarregional que según datos de nuestro Reporte Internacional de Migración, OEA-SICREMI, tuvo un aumento del 17% para América Latina y el Caribe en el período 2011-2013 (OEA-SICREMI 2015), representando un movimiento de casi 750 mil migrantes entre países de las Américas para el año 2013.

Para todos es sabido que más allá de las Américas, en la Unión Europea se vive en estos momentos una verdadera crisis humanitaria por su magnitud y características. Durante el año 2015 se registraron más de un millón de arribos en las costas mediterráneas de Europa. A fin de abril de este año las cifras eran más de 180.000 arribos y 1232 personas muertas o desaparecidas (Fuente: Datos Organización Internacional de Migración-OIM). Esta crisis humanitaria también vivió la afectación de los derechos humanos por parte de los migrantes. Esto no es una cuestión de estadísticas o propuestas abstractas de política. Es un problema humano del cual hay muchas lecciones a aprender para no repetir malas prácticas, para encontrar soluciones que definitivamente hacen diferencias en la vida de las personas.

Esta confianza y optimismo en arribar a soluciones concretas entre todos los Estados no es de mi parte un simple voluntarismo “políticamente correcto”
Demos una mirada retrospectiva observando cómo han evolucionado la normativa, las políticas y las acciones concretas que los Estados han realizado en los últimos años en migración.

La conceptualización de la migración ha evolucionado de un paradigma que dominó durante décadas, construido exclusivamente con una óptica de seguridad nacional; en donde el migrante era visualizado como sujeto sospechoso y potencialmente peligroso para la sociedad de destino, a un paradigma con una óptica de derechos, donde el migrante es reconocido junto con sus derechos y valorado como actor relevante para el desarrollo.

A lo largo de los últimos años esa conceptualización ha evolucionado positivamente y hoy se da mayor reconocimiento a sus derechos y a la efectiva garantía de los mismos dando paso a nuevas legislaciones sobre migración, en las cuales las niñas y niños tienen derecho a asistir a las escuelas independientemente de su situación migratoria.
También se han verificado en los últimos años numerosos procesos de regularización migratoria los cuales han sacado de la invisibilidad y el temor a cientos de miles de migrantes. Estos procesos de regularización migratoria instrumentados vía amnistías, acuerdos bilaterales o multilaterales o modificación de la ley ordinaria, arrojaron algunos resultados de gran magnitud como el programa Patria Grande de Argentina (423.000 regularizados), el programa Crisol de Razas de Panamá (60.000), la amnistía de Chile (50.000), entre otros, redundando en efectos altamente positivos para los países que los implementaron.
Quiero recordar también la acogida brindada por Ecuador a los hermanos colombianos desplazados o huyendo de la situación de violencia interna. Para 2013 había más de 55.000 refugiados colombianos en Ecuador (SICREMI 2015).

Es muy extensa la lista de hechos concretos donde en las Américas se han resuelto con éxito los más diversos problemas de migración reconociendo y respetando los derechos humanos de los migrantes, y abordándolos colectivamente. Todos estos antecedentes me conducen a pensar con confianza y optimismo en arribar a soluciones concretas a esta situación humanitaria que se nos presenta hoy.

Sin embargo, ese fundado optimismo y esperanza no me impide discernir la complejidad de la situación. Las respuestas institucionales que deben brindar los Estados para la protección de los migrantes no son sencillas de diseñar ni de llevar a cabo, más aun consensuar rutas que sean compatibles y relevantes para cada contexto nacional en particular.

La dura realidad muchas veces presenta que la infraestructura instalada para la atención de este tipo de situaciones humanitarias no existe, o también que la capacidad de respuesta de los sistemas nacionales de protección social y de salud es limitada.

A ello se suma que también no siempre se dispone criterios rectores claros para enfrentarse a este tipo de situaciones las cuales exigen respuestas rápidas.

La OEA cuentas con Secretarías, Departamentos, Organismos Especializados, Comisiones, las cuales en conjunto poseen una gran acumulación de experiencia y conocimientos, además de herramientas e instrumentos que pueden contribuir a resolver situaciones humanitarias de este tipo mediante el apoyo a los procesos que los Estados estimen pertinentes.
Encuentren en la OEA el espacio para esta discusión, y esta Secretaría General dispuesta a colaborar en este desafío colectivo.

MUCHAS GRACIAS