Discursos

CÉSAR GAVIRIA TRUJILLO, SECRETARIO GENERAL DE LA ORGANIZACION DE LOS ESTADOS AMERICANOS
CELEBRACION DEL 50 VO. ANIVERSARIO DE LA ORGANIZACION DE NACIONES UNIDAS

24 de octubre de 1995 - New York


"Aferrándose a un equivocado sentido de la frugalidad fiscal, algunos quieren ahorrárse unos centavos a costa de sacrificar la viabilidad de un nuevo orden internacional."

La celebración de los cincuenta años de las Naciones Unidas ha movilizado al mundo entero. Líderes de todos los rincones de la tierra han llegado hasta este recinto para rendir tributo a cinco décadas de logros en favor de la paz, el desarrollo y el bienestar.

El hemisferio americano no podría estar ausente de este homenaje. Es por ello que como Secretario General de la Organización de Estados Americanos quiero expresar a la O.N.U. el respaldo de los pueblos de las Américas.

Nuestro continente, que hoy está unido por los valores de la democracia y la libertad, considera a las Naciones Unidas como el instrumento más idóneo y eficaz para impulsar las aspiraciones colectivas de la humanidad.

En estos días muchos han señalado los éxitos del pasado. Queremos sumarnos a ese reconocimiento por medio siglo de actividades y de éxitos. Visto en perspectiva, no deja de impresionarnos lo mucho que se ha logrado. Pero para las Naciones Unidas no ha sido un camino fácil.

Mantener vivo el ideal de un destino comun en un mundo dividido por odios aparentemente irreconciliables ha sido quizás la principal contribución de esta Organización. A pesar de haber estado muchas veces al borde del precipio, gracias a la O.N.U. la humanidad ha perseverado en la fe de unos ideales compartidos. Estas paredes han custodiado, incluso en los momentos más oscuros, el sueño de un mundo unido y en paz.

También muchos han señalado que este es un momento apropiado para hacer un alto en el camino y mirar al futuro. Y es una reflexión necesaria, no solo porque esta celebración es una ocasión propicia, sino porque además no ha existido un momento histórico más promisorio para impulsar la acción colectiva y el multilateralismo.

Los principales desafíos que afectan hoy a la comunidad mundial no pueden ser superados sin la asociación de voluntades de todas las naciones. La pobreza y el hambre, el deterioro ambiental, el crimen organizado internacional, el tráfico de armas, las violaciones a los derechos humanos, el terrorismo, el armamentismo y la proliferación nuclear, por ejemplo, son retos que se proyectan más allá de las fronteras.

Y en un mundo sin la amenaza de la guerra fría", la preservación de la paz y de la seguridad colectiva ha dejado de ser la responsabilidad de unos pocos para convertirse en obligación de todos. Solo con una participación vigorosa y comprometida de los Estados en las Naciones Unidas, y en los demás instrumentos multilaterales regionales y mundiales, será posible encontrar las soluciones que demanda la agenda global.

Quienes hoy defienden como política el aislacionismo y el desentendimiento con los asuntos mundiales, con una míope concepción del interés nacional, están sembrando incertidumbre sobre la estabilidad y la paz mundial. Aferrándose a un equivocado sentido de la frugalidad fiscal, algunos quieren ahorrárse unos centavos a costa de sacrificar la viabilidad de un nuevo orden internacional.

No quiero decir con esto que no sea indispensable hacer una profunda revisión y reforma a las Naciones Unidas y a todos los organismos internacionales para desterrar la ineficiencia, recortar lo superfluo y sintonizar las actividades con las prioridades de los países miembros. En la O.E.A. ya lo estamos haciendo. Pero no podemos dejar que quienes han cargado sobre sus hombros, muchas veces de manera solitaria, el ideal de un mundo en paz, desfallezcan por inanición precisamente cuando el sueño está por fin al alcance de la mano.

Hay quienes se refugian en el egoismo para arguir que en un mundo donde la confrontación estratégica ha dejado de existir, los poderosos pueden darse el lujo de olvidar a los muertos de los demás. Ya no hay enemigo, dicen, por lo tanto ya no hay amenaza. Qué equivocados!

La amenaza ya no es el comunismo, sino el espectro de las guerras del pasado, donde odios ancestrales, ambiciones territoriales y los miedos atávicos, que pueden desatar catástrofes sin fronteras. La amenaza ya no es el capitalismo sino una agenda irresuelta de apremiantes problemas globales.

Es por ello que debemos congratular a los presidentes Clinton y Yeltsin, que inspirados en el espíritu de las Naciones Unidas y de esta celebración, se han elevado por encima de los que en sus países apelan al parroquialismo o al nacionalismo para desvirtuar el inmenso potencial de bienestar y de paz que conlleva la cooperación multilateral.

Señores delegados :

Quiero terminar haciéndo un llamado para que cuando se disipe la euforia de esta celebración persista el ánimo constructivo que hoy se palpa en el ambiente internacional para hacer de las Naciones Unidas el escenario donde se haga realidad la esperanza de un mundo mejor. Que dentro de medio siglo, cuando nuestras palabras sean solo una referencia histórica en un distante pasado, se recuerde este aniversario como el comienzo de una nueva era.