Discursos

LUIGI R. EINAUDI, SECRETARIO GENERAL ADJUNTO DE LA ORGANIZACION DE LOS ESTADOS AMERICANOS
SESION PROTOCOLAR DEL CONSEJO PERMANENTE PARA CONMEMORAR EL ANIVERSARIO DEL DESCUBRIMIENTO DE AMERICA: ENCUENTRO DE DOS MUNDOS

11 de octubre de 2002 - Washington, D. C.


Embajador Denis Antoine, Presidente del Consejo Permanente
Señor Secretario General, Dr. César Gaviria
Distinguidos Embajadores, Representantes Permanentes y Observadores ante la Organización de los Estados Americanos
Invitados Especiales, Señoras y, Señores

La presencia de España en el Nuevo Mundo

Agradezco al presidente del Consejo la oportunidad que me brinda para hacer uso de la palabra en una fecha de conmemoración tan cara para España como significativa para América y que constituye un símbolo de la comunidad iberoamericana.

Gracias a la audacia de la Reina Isabel, y a la selección acertada de s u Adelantado, el 12 de octubre de 1492 marca el inicio de un proceso histórico de luces y de sombras, de aciertos y de errores, profundamente dinámico.

A lo largo de cinco siglos, nos encontramos, aun hoy, ante una empresa viva que perdura a través de sus transformaciones y cambios. Se han modificado e incluso desvanecido estructuras políticas, rigorismos clasistas y racistas y, tantos otros aspectos del pasado, pero la creatividad esencial perdura.

Y para entender esta dinámica, es menester remontarse a los orígenes y recordar lo que, con exagerado pero ejemplar dramatismo, nos explicó Germán Arciniegas:



“De todas la filosofías de Occidente, ninguna tiene el encanto fascinante de la Utopía, primer momento gozoso del siglo XVI. Fermenta con ella la grande ilusión dormida. Hace del hombre, cautivo de injusticias seculares, un rebelde capaz de lanzarse a las más descabelladas exploraciones y aventuras. Acaba movilizando a millones de europeos en busca de nuevos mundos donde, se piensa desde entonces, quizás exista el bienestar que no encuentran en su tierra nativa. Es el movimiento a favor de la justicia social que por siglos han destruido la monarquía, la nobleza, la Iglesia, la propia burguesía.”


El conflicto entre cambio y tradición, entre futuro e historia, ha marcado la impronta e influencia recíproca entre Europa y América y sigue condicionando la marcha general de los asuntos de nuestras naciones.





Hoy, sin duda alguna, la presencia de España y Francia en la OEA y la incorporación de las naciones americanas a los espacios de diálogo y concertación que ofrecen las Cumbres Iberoamericanas y las reuniones de alto nivel con la Unión Europea son puntos de encuentro y de cooperación esenciales.

No fue siempre así. En el pasado, la presencia de España en América fue tachada por una leyenda oscura, a veces merecida, pero otras muchas divulgada por los que no conocían ni querían conocer. Además, hasta hace una generación, la exportación de las luchas internas de España a América limitó los modelos y posibilidades de nuestros países. Después de la Guerra Civil, muchos de los derrotados encontraron acogida en América, mientras que la Madre Patria a su vez propagaba una visión de Hispanidad que primaba los valores de los vencedores.

El resultado fue conflictivo y, especialmente durante la Guerra
Fría, contribuyó a reforzar concepciones antidemocráticas en las Américas. Tesis como la del “gendarme necesario,” o la del “cesarismo democrático” parecían formar parte de una herencia autoritaria y excluyente de la participación popular.


Y ahora llegamos a la consideración que deseo subrayar hoy.

En poco más de 25 años España ha recuperado su salud pública y ha dejado atrás el autoritarismo, el aislacionismo económico y la sociedad “invertebrada” a la que refería Ortega y Gasset.

España hoy es un claro ejemplo de cómo las transformaciones profundas de las naciones en búsqueda de la libertad perdida son empresas colectivas, que requieren la participación de todas las fuerzas políticas y que adquieren impulso irreversible cuando prevalecen el pragmatismo, la solidaridad y la tolerancia, abriéndose las puertas a la sociedad plural como la base fundacional del renacimiento democrático.

Por eso es que --con marcado acierto-- Su Majestad el Rey Juan Carlos I, hacedor de la unidad española e impulsor de sintonías políticas compartidas, ha dicho que: ” no es sólo la riqueza lo que hace fuertes a las naciones, sino su cohesión social”.

Por eso es que sus Majestades y el Príncipe de Asturias reciben acogidas populares extraordinarias y cariñosas a lo largo de nuestra América

Y por eso es también que hoy si podemos pensar en valores democráticos compartidos entre el mundo iberoamericano y los mundos del norte y del Caribe angloparlante.

Finalmente, por eso es que en una fecha como la de hoy y en el año del primer aniversario de la Carta Democrática Interamericana me parece oportuno que rindamos homenaje, una vez más, a la gran democracia española.

Muchas gracias.