Discursos

CANCILLER DE COLOMBIA, FERNANDO ARAÚJO PERDOMO
DISCURSO DEL CANCILLER ARAÚJO EN LA OEA PARA PRESENTAR A MEDELLÍN COMO SEDE DE LA ASAMBLEA GENERAL DE LA OEA

8 de febrero de 2008 - Washington, DC


“En nombre del Presidente de la República, doctor Álvaro Uribe Vélez, del Gobierno y del pueblo de Colombia, deseo expresar mi complacencia por tener la oportunidad de compartir este espacio con ustedes, en este histórico recinto. El evento que hoy nos convoca es motivo de gran orgullo para mi país. Me corresponde presentar ante este Consejo Permanente la propuesta que hemos elaborado a fin de atender la honrosa designación de Colombia como sede del Trigésimo Octavo Período de Sesiones de la Asamblea General de la Organización de los Estados Americanos.

Entre los próximos 1º y 3 de junio, Medellín, ciudad de oportunidades, acogerá, con la hospitalidad que la caracteriza, a las más altas autoridades de la diplomacia de nuestros países, así como a representantes de los sectores sindicales y empresariales, de la Academia y de la sociedad civil. De nuestro trabajo conjunto, encaminado a abordar los desafíos del Hemisferio, sin duda resultarán propuestas innovadoras para seguir avanzando en la consolidación de nuestro compromiso con la Democracia.

En esta tarea nos inspirará la convicción de que la misión histórica de América es ofrecer a nuestros ciudadanos una tierra de libertad y un ámbito favorable para el desarrollo de su personalidad y la realización de sus justas aspiraciones; la consciencia de que esa misión está fundada en el anhelo de nuestros pueblos de convivir en paz y de propiciar, mediante su mutua comprensión y su respeto por la soberanía de cada uno, el mejoramiento de todos en la independencia, en la igualdad y en el derecho; la certeza de que la democracia representativa es condición indispensable para la estabilidad, la paz y el desarrollo de la región; y la seguridad de que el sentido genuino de la solidaridad americana y de la buena vecindad no puede ser otro que el de consolidar en este Continente, dentro del marco de las instituciones democráticas, un régimen de libertad individual y de justicia social, fundado en el respeto de los derechos esenciales del hombre. [1]

Este año conmemoraremos el sexagésimo aniversario de la Carta de la OEA, firmada en Bogotá en 1948, y celebraremos la vigencia de los principios que han constituido, desde entonces y hasta ahora, su piedra angular.

Excelencias, señoras y señores, Son profundos y estrechos los vínculos que unen a Colombia con el Sistema Interamericano. Nuestra convicción irrestricta sobre el valor de la Democracia, ha motivado el compromiso y la dedicación de muchos de mis compatriotas, hombres y mujeres admirables, a entregar sus mejores esfuerzos en procura de contribuir a la importante labor que desempeña la Organización en el Continente.

El Estado colombiano comparte con la OEA una identidad de propósitos representados en su tradición democrática, pacifista y apegada al derecho internacional. Son estos valores, tan caros para los pueblos dignamente representados por Ustedes en este recinto, los que deberán ser perpetuados por las nuevas generaciones.

Tenemos la fortuna de vivir en un continente de jóvenes. Cerca de una quinta parte de nuestra población está ubicada en el rango de edad entre los 15 y los 24 años. En muchas ocasiones, considerados exclusivamente en su carácter de beneficiarios de determinadas políticas públicas, es necesario preguntarnos sobre las oportunidades que estamos ofreciendo a la juventud para que su ejercicio ciudadano, su capacidad deliberativa y su participación activa sean expresiones de la vitalidad de nuestras democracias.

La gobernabilidad, presente y futura, el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo del Milenio, el avance hacia la equidad, la sostenibilidad y la prosperidad de nuestros países pasan por el aporte que los jóvenes, en tanto actores de primer orden, tengan la posibilidad de ofrecer a la institucionalidad. Es deber del Estado garantizar su derecho a la libre expresión y acoger sus iniciativas en la formulación, ejecución y evaluación de las políticas públicas.

La juventud, sin embargo, es una población vulnerable. La delincuencia y el pandillismo, la drogadicción, los embarazos precoces, la deserción escolar y el desempleo, plantean retos sobre su capacidad para desarrollarse plenamente y desempeñarse como ciudadanos activos.


Excelencias, señoras y señores,

Colombia quiere hoy invitarlos a que reflexionemos conjuntamente sobre el porvenir de nuestro Continente. La celebración de los primeros sesenta años de existencia de la Organización no puede más que plantearnos desafíos. Por ello, hemos considerado oportuno proponer “La Juventud y los Valores Democráticos” como eje temático del Trigésimo Octavo Período Ordinario de Sesiones de la Asamblea General.

Acoger el tema de la juventud y los valores democráticos significa proyectar el espíritu de la Carta Democrática hacia el futuro. Significa, asimismo, comprometer a nuestros gobiernos con el diseño y ejecución de políticas destinadas a mejorar la calidad de vida de los jóvenes ciudadanos.

La promoción y el fortalecimiento de la Democracia no se aseguran únicamente a través de la realización periódica de elecciones. A su pleno ejercicio están vinculados el desarrollo, el mejoramiento de las condiciones sociales y la erradicación de la pobreza. Por ello, debemos evaluar si asuntos como la educación, la capacitación para el emprendimiento, el empleo, el acceso al crédito y a programas sociales, están siendo debidamente considerados en las agendas de nuestros gobiernos. Debemos, asimismo, convocar al sector privado y a la Academia a que de manera articulada y conjunta nos ayuden a analizar las relaciones existentes entre los programas educativos y las oportunidades laborales.

El fortalecimiento de la Democracia implica remover los obstáculos que restringen la participación de los jóvenes en los asuntos políticos, y promover activamente el uso de los mecanismos de participación existentes. La promoción de un estilo de vida saludable, la satisfacción de las necesidades básicas y el acceso a una educación de calidad deben ser parte de las garantías que los Estados ofrezcan a la juventud para asegurar la superación de dichos obstáculos.

Colombia cree firmemente en que la construcción de valores, competencias y habilidades por parte de la población joven de las Américas es esencial en su preparación para la vida y para su inserción en los ámbitos político, social y productivo. Sus expectativas frente al futuro de la región deberán constituir una guía para los países miembros de la Organización.

En esta coyuntura, los líderes de nuestros países tienen una gran responsabilidad. Más allá de constituir un desafío, satisfacer las necesidades, conocer de cerca las esperanzas y las ilusiones de la juventud e incorporarlas a nuestra gestión, debe convertirse en una oportunidad para afianzar nuestro compromiso de mantener vigentes los valores democráticos que nos han orientado a lo largo de los últimos sesenta años. Me atrevo a decir que ninguno de nuestros gobiernos puede ser inferior a este reto.






Excelencias, señoras y señores,

Permítanme reiterarles el compromiso del Gobierno y del pueblo colombianos con la realización exitosa de este importante encuentro. Para mi país, para el Departamento de Antioquia y para la ciudad de Medellín, será un honor acoger a sus autoridades en este espacio de diálogo. Será además, coyuntura propicia para que el escenario de concertación por excelencia de nuestro Hemisferio, conozca más de cerca lo mejor de nuestra gente, de nuestra cultura y de nuestro territorio.

Colombia marcha de manera infatigable por sostener y consolidar una democracia legítima. La política de seguridad desde la Democracia, que se ha venido implementando como primer pilar fundamental de la gestión de Gobierno del Presidente Álvaro Uribe Vélez, ha arrojado resultados verificables en el mejoramiento de las condiciones de vida de todos nuestros ciudadanos.

Acompañada de una férrea voluntad, y de acciones concretas y contundentes por dar plena aplicación a los Derechos Humanos, esta política ha garantizado la participación de nuestros ciudadanos en la vida democrática a través de los canales permitidos por la Constitución y la Ley. Somos un país abierto a reconocer nuestras dificultades, a escuchar nuevos planteamientos y a esforzarnos por superar los retos que enfrentamos.

La confianza inversionista, segundo pilar fundamental del accionar del Gobierno, busca afianzar la estabilidad macroeconómica e incrementar los niveles de inversión privada, nacional y extranjera, que despejen la senda hacia el crecimiento sostenido. El Estado colombiano está comprometido en proveer reglas claras y estables para la iniciativa privada y asegurar la solidez fiscal de la Nación. Sin embargo, se exige de los empresarios actuar en un marco de responsabilidad social, de manera transparente frente al Gobierno, de manera generosa ante sus empleados y de manera comprometida con la comunidad. Empresas y Gobierno, el pasado mes de diciembre, confirmamos a través de la firma de un Convenio de Cooperación, el establecimiento del Centro Regional en apoyo al Pacto Global de las Naciones Unidas para fomentar las acciones de responsabilidad social al interior de Colombia y en nuestros países hermanos.

Sobre los dos pilares fundamentales enunciados se sostiene el tercero, y tal vez el más significativo, de los que orientan la gestión del Gobierno colombiano: el desarrollo social. Nuestra lucha está encaminada a superar la pobreza, a apuntalar nuestros esfuerzos hacia la plena cobertura de nuestra población en áreas vitales como la salud, la educación y la seguridad social, y a superar las inequidades regionales que todavía persisten en nuestro territorio, para que el cumplimiento de las metas trazadas en los Objetivos de Desarrollo del Milenio, sean garantía efectiva de una mejor calidad de vida para todos mis compatriotas.

A pesar del largo recorrido que aún nos espera, la orientación de nuestras energías hacia el fortalecimiento del capital humano y social, focalizando la oferta de servicios y programas hacia la población más vulnerable, se ha evidenciado en los más recientes indicadores. Tres millones de colombianos dejaron de estar en situación de pobreza, y otros tres millones salieron de la pobreza extrema; la tasa de desempleo a nivel nacional fue de 9,4% para diciembre de 2007, frente a un 11% registrado en noviembre de 2006; los programas sociales pasaron de representar 13,4% del PIB en 2002, al 16,3% del PIB en 2007, siendo el gasto social cuatro veces superior al gasto en defensa.

Estamos muy cerca de alcanzar la vigencia plena de las libertades y los de los derechos económicos, sociales y culturales de todos los ciudadanos. El pueblo de Colombia no tolera el asesinato o secuestro de ciudadano alguno; está comprometido con derrotar la impunidad y enfrentar todas las manifestaciones del terrorismo.

Excelencias, señoras y señores,

El pasado lunes, 4 de febrero, Colombia entera se movilizó para manifestar su rechazo absoluto al secuestro y al terrorismo de las FARC. Esta manifestación pacífica del sentimiento nacional, fue el resultado de la más pura expresión de ciudadanía democrática.

Quisiera resaltar que esta iniciativa no surgió del Gobierno ni de organizaciones con intereses políticos. Fueron los ciudadanos, pero por sobre todo, los ciudadanos jóvenes del país, quienes pusieron en marcha una dinámica que desbordó ampliamente cualquier expectativa. Más de doce millones de personas en Colombia y en cerca de 150 ciudades alrededor del mundo, unieron sus voces para condenar el terror y la violencia. Expresaron de la manera más ferviente el espíritu de la Democracia por la que desde el inicio de nuestra vida republicana hemos clamado en nuestro continente.

La defensa de las libertades, la juventud como protagonista del cambio, y las tecnologías de la comunicación como medios de participación ciudadana dan cuenta del espíritu que motivó este histórico acontecimiento.

Los jóvenes, conscientes de su responsabilidad como ciudadanos con derechos y deberes, dispuestos a involucrarse con las decisiones que afectan los principios y valores democráticos, han dado muestra de que serán la garantía de la consolidación democrática de nuestras sociedades. Ya hace cerca de veinte años, en una manifestación de su capacidad y de su compromiso, los jóvenes habían promovido el movimiento de la séptima papeleta, que dio como resultado la convocatoria de la Asamblea Nacional Constituyente que redactó la Carta de 1991, hoy vigente.

Excelencias, señoras y señores,

Medellín, la ciudad de la eterna primavera, será sede de la Asamblea General de junio próximo. Además de amable, moderna y emprendedora, esta metrópoli, segunda ciudad en importancia de la República de Colombia, mostrará con orgullo sus avances en materia social, gracias a los programas de educación y apoyo a la juventud para su desarrollo integral.

Antes de concluir, quisiera reiterar la vocación de Colombia como un país abierto, comprometido con el multilateralismo. Nuestra tradición ha sido larga y prolífica en ofrecer nuestras mejores y más preciadas capacidades hacia la construcción colectiva, en beneficio de todos.

Considero propicio retomar, entonces, las palabras pronunciadas el 20 de marzo de 1950 por el entonces Secretario General de la Organización de los Estados Americanos, señor Alberto Lleras Camargo, al inaugurar la Sesión Extraordinaria del Consejo Interamericano Económico y Social:

“Los progresos de la humanidad no fueron jamás uniformes a través del planeta. Siempre coexistieron diversos tiempos, aún en una misma región geográfica. Hay grupos humanos que para vivir en nuestro tiempo tendrían que saltar desde la prehistoria, otros desde la edad media, algunos solamente unos siglos. No es sorprendente que vacilen, que traten de protegerse en el aislamiento, ni es imposible que quisieran atajar toda evolución por la fuerza. Pero en el pasado nadie logró detener el progreso humano a golpes. Si estamos seguros de que lo que buscamos es realmente ese progreso, no debemos temer ni a la violencia ni al aislamiento de quienes no lo quieren. El único temor razonable es el de fracasar en el propósito de hacer mejor la vida humana para aquellos que sí aspiran ansiosamente a mejorarla.”

Trabajemos, entonces, en ese empeño. De nuestra parte, les reitero una bienvenida calurosa a mi país. Estaremos esperándolos con los brazos abiertos”.

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[1] Preámbulo, Carta de la OEA, Bogotá, 1948.