Discursos

ALBERT R. RAMDIN, SECRETARIO GENERAL ADJUNTO DE LA ORGANIZACION DE LOS ESTADOS AMERICANOS
PALABRAS DEL EMBAJADOR ALBERT R. RAMDIN EN LA SESIÓN INAUGURAL DE LA SÉPTIMA REUNIÓN DE NEGOCIACIONES PARA LA BÚSQUEDA DE CONSENSOS

21 de marzo de 2006 - Brasilia, Brasil


Dr. Luiz Paulo Barreto, Secretario Ejecutivo del Ministério de Justicia

Embajador Antonio Patriota, Subsecretario General del Ministerio de Relaciones Exteriores

Embajador León Alvarado, Presidente del Grupo de Trabajo encargado de Elaborar el Proyecto de Declaración Americana sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas
Dr. Azelene Inacio Kaingang, Representante del Cónclave de los Pueblos Indígenas
Representantes del Cuerpo Diplomático
Representantes y Expertos Gubernamentales de los Estados Miembros
Representantes de las Organizaciones y Pueblos Indígenas de las Américas
Distinguidos invitados
Damas y Caballeros,

Bom Dia,

Hace tan sólo cinco meses, tuve la oportunidad de dirigirme a ustedes en Antigua, Guatemala, en ocasión de la Sexta Reunión de Negociaciones para Elaborar el Proyecto de Declaración Americana sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas. Durante los meses transcurridos desde entonces, el Grupo de Trabajo, tan hábilmente presidido por el Embajador Juan León, ha logrado mucho y tengo el honor de estar nuevamente con ustedes en el día de hoy, mientras avanzan en estas importantes negociaciones hacia la elaboración de un proyecto de Declaración Americana sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas.

En Guatemala, expresé claramente que el trabajo de este grupo es muy importante para nuestra labor en la OEA, de promover y proteger los derechos humanos de todos los ciudadanos de las Américas. En el día de hoy, desearía reiterar ese punto y destacar el compromiso de la OEA y de sus autoridades de reconocer, promover, proteger y respetar los derechos de los pueblos indígenas.

Permítanme expresar mi agradecimiento al gobierno de Brasil por su iniciativa de ser el país anfitrión y de facilitar esta reunión, la segunda reunión celebrada fuera de la sede de la OEA, en Washington, DC. El deseo de los Estados Miembros de celebrar estas reuniones sirve para elevar el nivel de las conversaciones en todo el hemisferio, así como dentro de sus fronteras. La celebración de esta reunión es, por lo tanto, una fuerte indicación de parte del gobierno de Brasil sobre el significado y la importancia que Brasil adjudica a este tema y agradezco al gobierno su liderazgo y su visión.

También deseo expresar mi agradecimiento a los funcionarios de la OEA, quiénes a través de su continua y dedicada labor, contribuyen al progreso que se ha logrado hasta el momento.

Esencialmente, una Declaración de Derechos de los Pueblos Indígenas tiene el objetivo de reconocer, respetar y salvaguardar los derechos y libertades básicas.
En mi opinión, esa Declaración debería haberse adoptado hace mucho tiempo.

Creo que, tal como se enuncia en el artículo 1 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, corresponde a los gobiernos y a la sociedad en su conjunto, respetar los derechos y libertades fundamentales, independientemente de la “raza, color, color, sexo, idioma, religión, opiniones políticas o de cualquier índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición social.”

La OEA está adoptando ese mismo enfoque a la vez que también continua trabajando hacia una futura Convención Interamericana Contra el Racismo y Toda Forma de Discriminación e Intolerancia. Se reconoce una vez más la iniciativa y la labor de Brasil en este ámbito.

Tal vez más que cualquier otra región, las naciones del hemisferio occidental tienen la suerte de gozar de una increíble diversidad que pone de manifiesto su composición multicultural, multilingüe, multirracial y de diversidad religiosa. La capacidad de comprender y aceptar diferencias debería ser una fuente de fortaleza y oportunidad y no un motivo de división y descuido. Sin embargo, muy a menudo, los grupos étnicos minoritarios y las comunidades indígenas, entre otras, se excluyen al punto de hacérseles invisibles y de negárseles acceso a oportunidades. En aras de la estabilidad política, la gobernabilidad democrática y la equidad, es necesario enfrentar esta situación.

El racismo, la discriminación y la intolerancia son temas de real interés para todos los Estados Miembros de la OEA. Los prejuicios dañinos se manifiestan tanto de manera sutil como de manera abierta. Afectan el acceso a la educación, asistencia médica, empleo, igualdad salarial y vivienda. Los estudios han indicado que incluso afecta la administración de la justicia. Los grupos que tradicionalmente han sido objeto de discriminación, entre ellos los pueblos indígenas, comunidades africanas y mujeres, representan un porcentaje desproporcionado dentro de los 220 millones de personas que viven en la mayor miseria en este hemisferio.

En 2005, el Banco Mundial publicó un estudio indicando que los pueblos indígenas representan el 10 por ciento de la población de la región y que es el grupo más desfavorecido en América Latina. El estudio llegó a la conclusión de que la incidencia de la pobreza en América Latina es especialmente grave y profunda entre la población indígena. Por ejemplo, en Bolivia y Guatemala, más de la mitad de la población es pobre, pero casi las tres cuartas partes de la población indígena viven en la pobreza. La pobreza entre los pueblos indígenas de Ecuador es aproximadamente del 87%. En México, la incidencia de la pobreza extrema en el 2002 fue 4.5 veces mayor en grupos predominantemente indígenas que en municipalidades no indígenas.

No cabe duda de que los pueblos indígenas han estado excluidos durante demasiado tiempo de la vida política y económica de muchas de nuestras sociedades. Esa injusticia histórica está comenzando a cambiar a medida que los grupos marginados entran en el proceso político, logrando que se escuchen sus opiniones y exigiendo el cambio. Estos reclamos de ser incluidos en los aspectos socioeconómicos y políticos se expresan de muy diversas maneras a través de las Américas – en las elecciones, por medio de la movilización política, en los medios de difusión y en las manifestaciones de protesta en la calle.

Los ciudadanos de las Américas están exigiendo que los gobiernos actúen con la promesa y con la premisa de la democracia.

Un elemento fundamental de nuestras democracias debe ser el compromiso claramente expresado de incluir a todos los sectores de la sociedad. Esto es esencial para que nuestras democracias permanezcan fuertes. Y esto es crucial si nuestras economías logran la capacidad de incentivar un desarrollo integral y sostenible que alcance a muchos y no solamente a unos pocos.

Es evidente que nuestros países no pueden lograr los grados de desarrollo, estabilidad y democracia que se anhelan, si un porcentaje importante de la población carece de oportunidades verdaderas que les permitan desarrollar todo su potencial.

La OEA continúa destacando la importancia vital de garantizar la participación de los pueblos indígenas en todos los niveles de la participación pública, tales como, regional, subregional, nacional, sectorial e institucional.

Muchos de nuestros estados miembros ya han mejorado la estructura normativa referente a los temas que afectan a los pueblos indígenas. Este cambio refleja no solamente el reconocimiento de los gobiernos de la necesidad de cambiar sus políticas, sino también el éxito del trabajo que están realizando los propios representantes de los pueblos indígenas, de publicar y dar más relieve a los temas fundamentales que afectan sus vidas y de participar activamente en organizaciones políticas y en otras organizaciones de la sociedad civil.

Sin embargo, si bien los gobiernos formulan políticas, establecen normas y reglamentos y crean medios conducentes al cambio, en última instancia, las personas e instituciones deben estar dispuestas a aceptar la responsabilidad de actuar y transformar las sociedades para mejor.

Para que las políticas surtan efecto, debemos cultivar verdaderas relaciones de asociación entre el sector público y el sector privado, entre el gobierno y la sociedad civil y entre comunidades de distintos antecedentes étnicos, sociales y económicos. La diversidad es uno de los rasgos característicos, un punto fuerte y de posibilidades para la comunidad de naciones de nuestro hemisferio occidental. Es solamente subsanando las deficiencias y respetando los derechos y libertades fundamentales que podemos avanzar con un programa que ponga de relieve la democracia y los derechos humanos, el desarrollo, la paz y la estabilidad.

Finalmente, sé que este grupo ha trabajado con dedicación y determinación desde su creación en 1999 y en esta etapa final de negociaciones, desde noviembre de 2003. Se negoció el texto de varios artículos. Se trabajó para adaptar y redactar nuevamente una terminología específica. Los puntos de interés se debatieron y se pulieron en la búsqueda de consensos. Ahora, en esta reunión en Brasilia, quisiera instar a los delegados a encontrar soluciones a los problemas pendientes y a avanzar con precisión hacia el proyecto de declaración final.

Les deseo deliberaciones fructíferas y exitosas y como tantos otros, estoy deseoso de progresar en la redacción de la Declaración Americana sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas.

Muchas gracias