Indice
Parte I: -Capítulo 1 - Capítulo 2 - Capítulo 3
Parte II: - Capítulo 4 - Capítulo 5 - Capítulo 6 - Capítulo 7 - Capítulo 8 
Bibliografía


Justificación de la Intervención Temprana

Las experiencias del niño en sus primeros meses y años de vida determinan si ingresará a la escuela con deseos de aprender o no. Cuando el niño llega a la edad escolar, su familia y las personas encargadas de su atención ya han preparado al niño para su posterior éxito o fracaso. A esa altura, la comunidad ya ha facilitado o entorpecido la capacidad de la familia de alentar el desarrollo del niño.

- Dr. T. Barry Brazelton, Centro Médico del Hospital de Niños, Boston, Massachusetts (citado en: Fundación Bernard van Leer 1994, p. 13)

Doce de cada trece lactantes sobreviven actualmente al primer año de vida, lo cual indica que el número de niños del mundo en desarrollo (donde viven cuatro quintas partes del total mundial de niños) va en aumento (Myers 1995). Hasta hace poco, debido a las alarmantes tasas de mortalidad infantil, los países pobres se vieron obligados a concentrar sus exiguos recursos en asegurar la supervivencia de sus niños y tuvieron que dejar de lado el problema menos inmediato sobre cómo mejorar sus perspectivas para el futuro.

Por lo tanto, en los países en desarrollo se estima que actualmente sólo 1% de las madres obtienen ayuda más allá de lo que reciben de su familia y amistades para la crianza de sus bebés; al sur del Sahara, sólo 1% de los niños están aptos para ser matriculados en programas preescolares; y en otros países en desarrollo ni siquiera alcanzaron una cobertura preescolar de 25 a 30%. En contraste, 80% de los niños de tres años en Bélgica, Dinamarca, Francia e Italia están matriculados en cunas para recién nacidos o centros preescolares (Bennett 1993).

Al mismo tiempo, cada vez es mayor el número de mujeres que ingresan a la fuerza laboral y cada vez son más los hogares encabezados por mujeres solas. Este cambio demográfico se está registrando desde Europa oriental a América Latina y desde África a los Estados Unidos. En los casos en que ambos padres trabajan o si hay sólo un soporte para el niño y éste trabaja, el acceso a un programa de atención infantil y de alta calidad se convierte en una necesidad tanto económica como social.

A la fecha, existe documentación válida que demuestra que los programas integrados de desarrollo infantil pueden hacer mucho para prevenir la malnutrición, el retraso en el desarrollo cognitivo y la preparación insuficiente para la escolaridad. Treinta años de investigación han revelado que los programas mencionados pueden mejorar el desempeño escolar primario y hasta secundario del niño, aumentar sus perspectivas de productividad y de ingresos futuros y reducir la probabilidad de que se convierta en una carga social y de salud pública y presupuestaria. Las intervenciones durante la primera infancia también pueden mejorar la condición de la madre en el hogar y la comunidad, ayudar a reducir la inequidad por razón de

sexo, aumentar la participación de la mujer en la fuerza laboral y mejorar la participación de la comunidad en los esfuerzos de desarrollo.

¿Qué determina la bondad de un programa de desarrollo del niño en su primera infancia? Un requisito básico es mantener a los niños saludables y seguros. En las áreas de estimulación mental y educación, todavía nos queda mucho por aprender.

Durante un cuarto de siglo de investigación preescolar en los Estados Unidos se han identificado varias características comunes a los programas en centros preescolares que han tenido éxito. No obstante, algunas de estas características —como la razón de requerir dos adultos para un grupo de veinte niños —demanda ingentes recursos y no se pueden reproducir en los países en desarrollo. (En Kenya, por ejemplo, esa razón se acerca más a 1:70 que a 1:10.) Pero tanto la investigación como la experiencia nos han enseñado que muchos principios de la educación temprana son universales. La idea de los juegos de exploración como la mejor herramienta didáctica, por ejemplo, tiene la misma utilidad para las madres que cuidan a sus propios niños, la de sus vecinos cuidándolos en sus casas o para los maestros remunerados en centros infantiles. De modo que los estudios occidentales aquí detallados se presentan no tanto como modelos para ser imitados sino como ejemplos de "mejor práctica" que tienen mucho que ofrecer a quienes estén interesados en ayudar a aprender a los niños pequeños.

Este folleto está orientado a los profesionales que ya están trabajando en el desarrollo del niño o están empezando esta labor. Muestra un inventario de las razones que conocemos para invertir en el desarrollo del niño en la primera infancia, los elementos de las intervenciones de calidad durante esta etapa y las opciones de programas complementarios organizados por los gobiernos, las organizaciones no gubernamentales (ONG), los donantes multilaterales y bilaterales. Ciertas preguntas cuyas respuestas ayudarían a guiar el diseño de los programas permanecen sin resolver, como el mérito y los efectos de los servicios formales y no formales para el desarrollo del niño en diferentes condiciones del país, los costos comparativos de programas que varían de formales a no formales, la educación de los padres y la función adecuada del gobierno, el sector privado y las ONG en la financiación de los programas para la primera infancia. Todavía sabemos poco, por ejemplo, sobre el rol del padre en los programas de educación en la primera infancia. Su participación y la de la familia, es sin duda necesaria, pero aún no se ha estudiado qué tipo de participación es aconsejable.

Bases Científicas

Los efectos del cuidado de salud, la nutrición y el estímulo mental en el crecimiento intelectual y emocional del niño —reflejado en su capacidad de vencer actividades cada vez más complejas— y su crecimiento físico son sinérgicos y no pueden dividirse en categorías separadas. Por ende, los programas integrados procuran abordar todas las necesidades básicas del niño. Además de los alimentos, la protección y la atención de salud, los programas de cuidados infantiles también deben proporcionar afecto, estímulo intelectual, interacción humana en un ambiente de apoyo, oportunidades y actividades que promuevan el aprendizaje.

Los estudios realizados en Estados Unidos durante los años sesenta hasta mediados de la década de los 70’s confirmaron que la intervención en los primeros años de vida tiene efectos positivos duraderos. Habiendo resuelto la pregunta básica de la eficacia a largo plazo, una segunda corriente de estudios quedó en libertad de investigar los efectos producidos por diferentes modelos de programas. La investigación actual en este campo procura aprovechar resultados a fin de identificar con mayor precisión qué es lo que determina la eficacia de los programas en pequeña escala y cómo crear formas para ampliarlos a escala nacional (Mitchell, Weiss y Schultz 1992).

Los primeros años son cruciales. Las investigaciones médicas y educacionales han demostrado que el crecimiento mental —o sea, el desarrollo de la inteligencia, la personalidad y el comportamiento social—ocurre más rápidamente en los seres humanos durante la primera infancia. Se calcula, en realidad, que la mitad del potencial de desarrollo intelectual queda establecido a la edad de cuatro años (Bloom 1964). También se sabe ahora que el cerebro responde en mayor grado a las experiencias muy tempranas y que la investigación del cerebro ha documentado el efecto del ambiente sobre la función cerebral. Debido a la importancia de los primeros años, la intervención, inclusive en el jardín de infancia, puede ser demasiado tarde para ayudar a desarrollar la capacidad del niño pequeño. Por contraste, la eficacia de los programas de calidad para activar el desarrollo del niño en la primera infancia en términos de su desarrollo mental, emocional y físico ha sido documentada por treinta años de investigaciones.

Según el Informe del Comité de la Carnegie sobre la satisfacción de las necesidades de los niños pequeños (1994):

  • El desarrollo del cerebro antes del primer año de vida es más rápido y extenso de lo que antes se conocía. Aunque la formación de células está prácticamente completa antes del nacimiento, la maduración cerebral continúa después del mismo.

  • El desarrollo del cerebro es mucho más vulnerable a la influencia del ambiente de lo que se sospechaba. La nutrición inadecuada antes del nacimiento y en los primeros años de vida puede dificultar seriamente su desarrollo y ocasionar trastornos neurológicos y conductuales como discapacidades del aprendizaje y retraso mental.

  • La influencia que ejerce el ambiente de los primeros años en el desarrollo del cerebro es perdurable. Hay pruebas considerables que indican que los lactantes expuestos a buena nutrición, juguetes y compañeros de juego tenían una mejor función cerebral cuantificable a los doce años de edad que los criados en un ambiente menos estimulante.

  • El ambiente afecta no sólo el número de (células cerebrales) neuronas y el número de conexiones entre las mismas, sino también la forma en que éstas se afirman o "cablean". El proceso de eliminación del exceso de neuronas y sinapsis del cerebro denso e inmaduro, que continúa ya avanzada la adolescencia, es más notable en los primeros años de vida, y se guía en gran medida por la experiencia sensorial que tiene el niño del mundo exterior.

  • El estrés en la primera infancia puede afectar la función cerebral, el aprendizaje y la memoria, en forma negativa y permanente. Las nuevas investigaciones aportan una base científica para el hecho reconocido desde hace tiempo de que los niños que presentan excesivo estrés en sus primeros años están en mayor riesgo de desarrollar dificultades cognitivas, conductuales y emocionales en etapas posteriores de su vida.

Cuadro 1 Cinco razones para invertir en los niños pequeños

Formar recursos humanos de manera científicamente comprobada. Las investigaciones han demostrado que la mitad del potencial de inteligencia de la persona está desarrollada a la edad de cuatro años, y que las intervenciones en la primera infancia pueden tener un efecto perdurable sobre la capacidad intelectual, la personalidad y el comportamiento social. Los programas integrados y orientados al niño en sus primeros años de vida son, por lo tanto, críticos para su desarrollo mental y psicosocial.

Generar mayor rendimiento económico y reducir los costos sociales. Al aumentar el deseo y la capacidad del niño de aprender, la inversión en la primera infancia puede aumentar el rendimiento de la inversión en su futura educación al otorgar mayor efectividad a esa educación. También puede habilitarlos a participar ganar más y aumentar su productividad en la fuerza laboral. La inversión en la primera infancia puede reducir los gastos de asistencia pública en el futuro y reducir los costos sociales y financieros asociados con la repetición de grados, la delincuencia juvenil y el uso de drogas.

Lograr una mayor equidad social. Los programas integrados para los niños pequeños pueden modificar los efectos de la inequidad socioeconómica y por razón de género, algunas de las causas más arraigadas de la pobreza. Los estudios de diversas culturas revelan que las niñas matriculadas en programas para la primera infancia están mejor preparadas para la escuela y suelen permanecer más tiempo en la misma. Las intervenciones durante la primera infancia también liberan a las hermanas mayores de cuidar a los niños preescolares, para que de esa forma puedan regresar a estudiar.

Aumentar la eficacia de otras inversiones. Incluir intervenciones durante la primera infancia en programas más amplios puede mejorar la eficacia de los programas. Las intervenciones en los programas de salud y nutrición aumentan las perspectivas de supervivencia del niño; en los programas de educación, preparan al niño para la escuela, mejoran su desempeño y reducen la necesidad de repetir.

Ayudar a la madre y al niño. Con un mayor número de mujeres que trabajan y de hogares encabezados por mujeres, la atención segura del niño se ha convertido en una necesidad. Contar con un centro de cuidado infantil seguro brinda a la mujer la oportunidad de continuar su educación y aprender nuevas destrezas.

Ayudar a los padres a satisfacer las necesidades de cambio del desarrollo de sus niños. Cuanto más joven es el niño, más difícil es identificar con precisión qué factores fisiológicos y psicológicos dominan su salud y sus necesidades; en este sentido, cambian a medida que pasan de ser lactantes a niños pequeños y de preescolares a niños de escuela primaria.

A medida que el bebé se convierte en un niño pequeño, por ejemplo, es sumamente importante proporcionarle un ambiente seguro y limpio, además de alimentos adecuados. La alimentación es un proceso interactivo además de físico, y es que, una necesidad tan directa como la nutrición tiene también aspectos psicológicos. Se ha demostrado que la falta de contacto y afecto adecuado retrasa el crecimiento del niño, tanto como la falta de alimentos adecuados.

Los padres, especialmente los jóvenes o inexpertos, suelen desconocer las necesidades fundamentales de un niño pequeño y las muchas formas simples de satisfacerlas. En muchos casos reciben sus primeras lecciones para la atención constructiva del niño por medio de los programas de desarrollo para la primera infancia.

Por lo mismo, sólo con la participación dedicada de los padres pueden tener éxito dichos programas. Tanto los estudios como la experiencia de campo han revelado que la participación de los padres en los programas preescolares, por ejemplo, produce mejores niveles de matrícula escolar y mejores tasas de asistencia en general. No es sorprendente, por lo tanto, en muchos casos que el grupo objetivo de los programas sean tanto padres, como los lactantes —como sucede en Colombia en el Programa de Mejoramiento de la Educación, la Salud, y el Ambiente (Promesa) y en Haryana, India— donde las tasas de deserción han descendido extraordinariamente. La participación de los padres parece ser esencial, además, de sostener las conquistas de las intervenciones preescolares.

Rendimiento Socioeconómico

Al aumentar la capacidad en la primera infancia, los programas preescolares aumentan tanto en los potenciales ingresos anticipados de un nivel de escolaridad, como en los beneficios netos previstos de la escolaridad adicional. Varios estudios en Estados Unidos han confirmado la eficacia de los programas preescolares como un medio para: aumentar el rendimiento de las inversiones en las escuelas primarias y secundarias, contribuir a la formación de capital humano, aumentar la productividad y los niveles de ingreso de los participantes y —al reducir los costos de salud, asistencia pública y educación— reducir el gasto público. Incluso unos pocos años de escolaridad durante la primera infancia parecen aumentar sustancialmente el valor económico de las aptitudes de un individuo (Selowsky 1981; Psacharopoulos 1986).

Las evidencias. Un análisis de setentiun informes sobre los programas preescolares Head Start de los Estados Unidos halló pruebas de los efectos positivos en el cociente de inteligencia, capacidades mejor desarrolladas en el punto de ingreso a la escuela (preparación para la escuela) y mayores logros al terminar los primeros grados (Schweinhart 1992). Otros siete estudios a largo plazo en los Estados Unidos confirmaron que los programas de educación en centros infantiles, para los pequeños que viven en pobreza, tienen el potencial de otorgar beneficios importantes a largo plazo. También se demostró que la participación de los padres en la educación de sus hijos era decisiva para el éxito perdurable de Head Start (Zigler y Muenchow 1992).

Cuadro 2 UNICEF en Perú: programa Wawa Wasi de cuidado infantil en hogares comunales

Perú necesita urgentemente de centros infantiles de calidad para los niños pequeños, ya que más de la mitad de las familias ganan muy poco para atender sus necesidades básicas. El 37% de las mujeres que trabajan, están fuera del hogar diez horas al día. A pesar de ello, los servicios de cuidado infantil sólo llegan al 25% de los niños de cuatro años y a sólo tres de cada 200 niños menores de tres años.

En 1993, por consiguiente, el Ministerio de Educación y UNICEF iniciaron un plan para diseñar, iniciar y reglamentar los Wawa Wasi —un sistema nacional de cuidado infantil en casas que trabajaría conjuntamente con el Programa Nacional de Ayuda Alimentaria. El sistema, coordinado conjuntamente por el gobierno y UNICEF, fue concebido y operado por los ministerios públicos, el Instituto Nacional de Bienestar Familiar, la iglesia y una confederación de las organizaciones de base.

Ubicado en los barrios pobres urbanos, cada Wawa Wasi establece un "hogar comunal de educación" en la casa de una madre de la localidad a quien se designa para cuidar a los niños de la comunidad y capacita en atención de salud, estímulación temprana y nutrición básica. Por un pago módico, las madres que trabajan pueden dejar a los niños menores de tres años con la encargada de cuidar a los niños. Las madres que usan los servicios de Wawa Wasi también se organizan en asociaciones de padres y se espera que estimulen la participación de otros miembros de la familia.

Los alimentos para los niños se organizan mediante cocinas comunales, comités de "vaso de leche" u otros programas de ayuda alimentaria. Las 280 cocinas comunales que atienden aproximadamente diez hogares comunales Wawa Wasi, cada una, originalmente fueron establecidas para preparar alimentos para adultos y debían recibir capacitación para hacer comidas nutritivas para los niños. Cada hogar comunal recibe equipo básico —colchones, cilindros de agua, mesas, sillas y juguetes— y; de ser necesario, un préstamo para reparar o instalar los baños. Las escuelas vecinas suelen recoger y reciclar materiales para juguetes, móviles y otros elementos útiles para los niños pequeños.

Wawa Wasi ha establecido 5.500 hogares comunales de educación y ofrecieron atención integrada a aproximadamente 700.000 niños menores de seis años. También ha ampliado la cobertura de los programas no formales de educación inicial (Pronoeis) en 10%. Movilizando exitosamente el interés y los recursos de la comunidad, ha firmado convenios para atender las necesidades de los niños preescolares en cuarenta y ocho provincias; ha distribuido materiales sobre la supervivencia materna y el desarrollo del niño, producidos y donados por la Peruvian Education Facts for Life a unos 2 millones de mujeres pobres. Asimismo, ha coordinado la labor del gobierno, el sector privado, el ámbito local y las familias de modo que resulta alentador mantener el éxito del programa.

Fuente: UNICEF 1995, p. 21.

El Estudio Abecederian en Estados Unidos —repetido en el Proyecto CARE y en el Programa de Salud y Desarrollo del Niño —determinó en forma sistemática que los niños pequeños más vulnerables fueron también los más afectados positivamente por la intervención temprana de alta calidad.

El Programa de Salud y Desarrollo del Niño fue un ensayo aleatorio y controlado de ocho locales sobre la eficacia de las técnicas de educación elaboradas en los segmentos preescolares de los experimentos de Abecedarian y CARE. La mayoría de los 985 lactantes de bajo peso al nacer que participaron eran hijos de madres desfavorecidas social y económicamente. Con el programa, la intervención intensiva en la primera infancia demostró prevenir el retraso en el desarrollo. Cuando se comparaba con los controles aleatorios, la incidencia del retraso mental (o sea, de los cocientes de inteligencia que medían menos de 70) fue reducida por un factor promedio de 2,7 (Ramey y otros 1990). El programa de estimulación se inició a la edad de tres meses, mientras que en otros programas comenzó alrededor de los tres años (Campbell y Ramey 1994).

Estudios similares en Asia, Medio Oriente y América Latina confirmaron que la intervención temprana puede aumentar la disposición para ir a la escuela, promover niveles de matrícula oportunos, reducir las tasas de repetición y deserción y mejorar las aptitudes académicas. El examen de R. G. Myers (1995) de diecinueve evaluaciones longitudinales del efecto de la intervención temprana en América Latina determinó que los niños participantes tenían mucho menos probabilidad de repetir los grados en la escuela primaria. Los siguientes beneficios han estado vinculados sólidamente a las intervenciones integradas en la primera infancia:

  • Mejor nutrición y salud. Al proporcionar el estímulo psicosocial, los programas de desarrollo para la primera infancia pueden mejorar la eficacia de la atención sanitaria y las iniciativas nutricionales. También pueden ayudar a asegurar que los niños reciban atención de salud. Los niños que participan en el Proyecto Comunitario de Atención y Nutrición del Niño en Colombia, y los Proyectos Integrados de Desarrollo del Niño en Bolivia, por ejemplo, están obligados a completar sus inmunizaciones dentro de los seis meses de la fecha de ingreso. Los programas también pueden vigilar el crecimiento y brindar suplementos alimentarios y micronutrientes, además de ayudar los esfuerzos de salud pública como son las inmunizaciones masivas.

  • Mayor inteligencia. Los niños que participaron en las intervenciones en la primera infancia con el primer Programa de Visitas a Domicilio de Jamaica, el proyecto de Cali en Colombia, el Programa No Formal de Educación Inicial (Pronoei) de Perú y el Proyecto de Enriquecimiento en la Primera Infancia, de Turquía, sacaron mejor puntuación, en promedio, en las pruebas de aptitud intelectual frente a los niños que no participaron.

  • Mayor nivel de matrícula. El programa Promesa de Colombia obtuvo tasas de matrícula significativamente mayores entre los niños del programa que entre los que no participaron.

  • Menos repetición. Los niños que asistieron a un programa durante su primera infancia repitieron menos grados y avanzaron más en la escuela que los que no participaron en circunstancias similares. Los niños del estudio de Promesa, en Colombia, el estudio de Alagoas y Fortaleza en el noreste de Brasil y el estudio de Argentina registraron en total, en promedio, tasas bajas de repetición.

  • Menos deserciones. Las tasas de deserción fueron bajas para los niños del programa en tres de cuatro estudios. En el programa Dalmau de India —el único estudio en que se midió la asistencia— la asistencia aumentó 16% para los niños del programa entre seis y ocho años. En el proyecto Promesa de Colombia, las tasas de matrícula de tercer grado subieron en 100%, reflejando menores tasas de deserción y repetición. Además, 60% de los niños del programa llegaron a cuarto grado, comparado con sólo 30% del grupo de control.

Ayuda para los desfavorecidos. Son cada vez más las pruebas que indican que las intervenciones en la primera infancia benefician en particular a los pobres y los desfavorecidos. En el proyecto Haryana de India, por ejemplo, las tasas de deserción no experimentaron cambios significativos para los niños de la clase más alta, pero se redujeron notablemente en 46% para la clase baja y un asombroso 80% para la clase media (Chaturvedi y de otros 1987). El estudio de Jamaica demuestra inequívocamente que la administración de suplementos nutricionales para los niños desnutridos —quienes tienen mayor probabilidad de pertenecer a familias desfavorecidas— mejora el desarrollo mental (Grantham-McGregor y otros 1991). Un programa en Argentina fue especialmente exitoso en reducir las edades en que se matriculan los grupos rurales y de bajos ingresos, mientras que en los programas de la India y Guatemala la edad de matrícula sólo descendió significativamente para otro grupo tradicionalmente desfavorecido: las niñas (Myers 1995).

Cuadro 3 ¿Quién está cuidando a los niños de Europa oriental?

En Bulgaria, Hungría, Polonia y Rumania poscomunistas, los servicios sociales que antes ofrecía el Estado —tales como: amplios beneficios de maternidad, subvenciones de dinero en efectivo por maternidad, asignaciones mensuales por los hijos, licencia abierta para los padres (incluida la licencia pagada para cuidar a un hijo enfermo), subsidios de vivienda para las familias con niños, salas de cunas y jardines de infancia —están siendo reducidos progresivamente. Las empresas administradas por el Estado se están despojando de la responsabilidad no lucrativa de proveer centros infantiles para los trabajadores. Los gobiernos nacionales han transferido la responsabilidad de dichos servicios a las autoridades locales, que son más pobres y están menos equipadas para ofrecer el mismo nivel de calidad. Los gobiernos locales están introduciendo tarifas que son abonadas por los usuarios para ayudar a solventar los gastos. Y aun así, a medida que se cierran los centros infantiles administradas por el Estado o su precio las hace inaccesibles, más madres de niños pequeños se ven obligadas a ir a trabajar. Dado que las familias no pueden sobrevivir con un solo sueldo, en Bulgaria, por ejemplo, 20% de las mujeres que trabajan tienen dos empleos. ¿Quién cuida, entonces, a los niños?

Expectativas

En el mejor de los casos, el viejo sistema de centros de atención infantil apoyados por el Estado ofrecía atención apropiada, de alta calidad —con actividades de estimulación mental, atención de salud y de tres a cinco comidas diarias. Aun así, muchas madres, apoyadas por donaciones del Estado, decidieron quedarse en la casa con sus bebés. En los cuatro países estudiados, las matrículas de las salas de cunas nunca sobrepasaron 14% del grupo de edad y las tasas de matrícula eran aún menores en otros países comunistas. Pero los jardines de infancia para los niños de tres a siete años, con una tradición de 170 años en Europa oriental, se usaron ampliamente.

La realidad actual

Todos los países estudiados (excepto Rumania) han descentralizado la responsabilidad de los servicios sociales y recortado los servicios de apoyo a las familias. Sólo la licencia paterna ha quedado intacta, e incluso fortalecida, con la idea de promover la atención del niño en casa. Más que nunca las mujeres jóvenes están sin trabajo, pues los negocios privados que buscan evitar pagar beneficios por maternidad y emplean a mujeres jóvenes con contratos a corto plazo o simplemente no las contratan.

A pesar de la urgente necesidad de las familias jóvenes de percibir ingresos, 70% de las mujeres desempleadas en Bulgaria son menores de treinta años (UNICEF 1994). Por lo tanto, la mayoría de los niños pequeños de Europa oriental hoy pasan sus primeros años en la casa con sus madres o sus parientes. Pero en muchos de estos hogares, los ingresos, la vivienda y aún los suministros alimentarios son insuficientes e impredecibles.

Durante el último decenio ha declinado la tasa de natalidad de la región. Aunque el porcentaje de niños que asisten a los jardines de infancia todavía no ha cambiado extraordinariamente, las matrículas están descendiendo. De los países estudiados, todos menos Polonia tenían más vacantes para preescolares que los niños que se inscribieron. Sin financiamiento estatal, está también descendiendo la calidad de la atención en los centros. Y en la medida que las tarifas a cargo de los usuarios ponen a los centros de atención infantil fuera del alcance de los padres pobres, nacen nuevos temas de equidad.

Qué se puede hacer

  • Explorar formas alternativas de atención del niño. Teniendo accesibilidad a atención de calidad en los centros, los europeos orientales necesitan encontrar maneras de fortalecer la atención del niño con base en la familia y la comunidad.

  • Invertir en materiales y cursos para educar a los padres. Los padres que se criaron en un esquema centrado en el Estado necesitan aprender técnicas y prácticas que se adapten mejor a la atención en el hogar.

  • Brindar apoyo a las organizaciones no gubernamentales. Las ONG, que emergen como actores importantes en el sector de servicio social, necesitan apoyo financiero y capacitación para crear y ejecutar nuevos modelos de servicios a la familia.

  • Vigilar los efectos de las políticas gubernamentales. Se necesitan estudios y sistemas de control para determinar el impacto de los cambios en las políticas socioeconómicas y planificar respuestas más efectivas.

  • Enfocar la atención de los responsables de dictar políticas en el desarrollo de la primera infancia. Los responsables de las políticas deben procurar que las intervenciones en la primera infancia —que benefician a la sociedad entera— continúen accesibles y mantengan normas superiores y uniformes.

Fuente: Evans 1995

Las niñas obtienen considerable beneficio de las intervenciones durante la primera infancia, ya que la barrera de la desigualdad por razón de género les afecta con frecuencia, incluso antes de ingresar a la escuela. En muchos países africanos, un número de niñas menor a la mitad de los varones se matrícula en la escuela primaria. Los estudios de diversas culturas revelan que las niñas que participan en programas durante la primera infancia están mejor preparadas y tienen más probabilidad de asistir la escuela. Existen casos en que el éxito de las niñas en la escuela cambia las expectativas de los padres hacia ellas y les permite continuar su educación.

Lograr equidad educativa entre los sexos se considera actualmente aconsejable tanto económica como éticamente. Las mujeres educadas tienen menos niños y los cuidan mejor. El nivel de escolaridad de la madre es el mejor factor pronóstico del crecimiento cognitivo del niño, su salud y los resultados reproductivos en el ingreso de la familia, la ocupación del jefe de la familia u otras variables domésticas.

Las intervenciones durante la primera infancia orientadas a las niñas reducen la fecundidad materna y las tasas de mortalidad de lactantes y niños pequeños. Aumentar el nivel de matrícula escolar de las niñas, ofrece por ende a los países en desarrollo una manera eficaz, en función de los costos, de mejorar la esperanza de vida, la salud y el control de fecundidad (LeVine y otros 1994).

La inversión en la educación asociada con la estimulación en la primera infancia y la aptitud motora y sensorial produce una tasa de rendimiento mucho mayor que equivale a la inversión en la educación secundaria o superior (Psacharopoulos 1986). En el programa preescolar Perry de High/Scope iniciado en 1962, por ejemplo, se calculó que una inversión de US$1.00 producía US$7.16 en ahorros en educación primaria y en gastos de asistencia pública, combinados con ganancias en la productividad (Schweinhart, Barnes y Weikart 1993). Esa proporción de costo/beneficio puede sobrestimarse si se aplica a los países en desarrollo, porque incluye resultados medidos por los beneficios (tales como menores gastos de asistencia pública) que no existen en los países en desarrollo.

Repercusiones en Materia de Políticas

Los programas integrados de desarrollo infantil pueden ser la intervención más eficaz para ayudar a los niños pobres, sus familias, las comunidades y las naciones para romper el ciclo intergeneracional de la pobreza. Pero para tener éxito y ser sostenibles, dichos programas deben ser parte integrante de la estrategia general de los países para desarrollar el capital humano.

Los gobiernos nacionales —si bien no participan necesariamente en forma directa de la prestación de servicios— se encargan generalmente del dictamen y mantenimiento de las normas de educación del niño. El Ministerio de Educación de Kenya, por ejemplo, registra, inspecciona y supervisa los establecimientos preescolares; crea programas de estudios; asesora a los administradores del programa; formula directrices de las políticas; y capacita a los profesores y supervisores. Kenya también ha establecido un Centro Nacional para la Educación en la Primera Infancia a fin de coordinar la elaboración de los programas de capacitación, proporcionar un sistema nacional de apoyo y evaluar los programas locales.

Perú e India se encuentran entre los pocos países en desarrollo que han establecido una política nacional sobre la educación del niño. La reforma de la educación del Perú de 1972 amplió la responsabilidad del Ministerio de Educación a los niños de menos de cinco años. El ministerio estableció centros preescolares y empezó a experimentar con programas de educación de los padres, brindando apoyo a iniciativas locales ocasionales que incluían atención infantil en centros comunitarios con voluntarios de la misma población. Dentro de las políticas nacionales para niños de la India (dada desde 1975) fue establecida la Junta Nacional de Niños para coordinar la prestación de servicios a los niños.

Aunque la expectativa y el contenido de una política de desarrollo infantil puede variar de acuerdo a las necesidades y recursos de cada país, existen objetivos de programas reconocidos como universales: dándoles a los niños económicamente desfavorecidos la misma oportunidad de desarrollar que otros niños más afortunados, enfrentando las necesidades en su totalidad, ofreciéndoles - lo que es posible financiar - un paquete de atención integral con servicios de salud, nutrición y estimulación psicosocial.

Hasta una consideración superficial de estos objetivos demuestra que el compromiso con una política centrada en el niño como una totalidad podría exigir que los países reordenen sus prioridades nacionales. Pero si hay suficiente decisión política para hacerlo las ganancias potenciales son inmensas. Más de treinta años de experimentación con programas de desarrollo infantil han evidenciado que no hay una forma rápida para optimizar el crecimiento y desarrollo del niño.

Un apoyo sostenido e integral de los padres en el cuidado de la salud (incluyendo acciones de saneamiento y agua potable) desarrollaría una enseñanza apropiada para el buen cuidado infantil y la práctica persistente a través de la infancia. Las necesidades del programa deben ser adecuadas a los requerimientos y presupuesto de la comunidad. Lo que queda claro es que necesitamos reordenar el presupuesto de los programas de desarrollo de la primera infancia, revisar los roles de las ONGs, gobierno y sectores privados e identificar recursos alternativos de financiamiento para sostener los programas.

 

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