Comunicado de Prensa


Declaración del Secretario General de la OEA en el aniversario de la Carta Democrática Interamericana

  11 de septiembre de 2023

Un nuevo aniversario de la Carta Democrática Interamericana nos impone adentrarnos en su esencia y lo que construye y hace para los países del Hemisferio. Es fundamentalmente un instrumento estabilizador, a partir de los principios contenidos y de los mecanismos previstos para su aplicación. Durante estos años hemos debido aplicar la Carta a través de los procedimientos de los artículos 17 y 18 más de diez veces, para promover en varios países gobernabilidad y estabilidad para dejar atrás diferentes crisis políticas y para superar los problemas. La Democracia y los Derechos Humanos hacen parte del ADN de la OEA, la más antigua organización multilateral global y el foro político más importante de las Américas.

La Carta también ha dado pie en este tiempo a condenar a las dictaduras de esta región. La existencia de esas dictaduras nos muestra la importancia de la democracia y la importancia de la Carta. La alteración del orden constitucional de un país es un evento nefasto, un golpe de Estado es un evento nefasto aunque venga disfrazado de gradualidad. Las dictaduras conllevan muerte, tortura, desparecidos, violencia, persecución política, la conculcación de todos los derechos y cada una de las libertades fundamentales, la canibalización de una sociedad, heridas sociales irreparables.

En una dictadura cada derecho es conculcado, las desigualdades se potencian. Aquellos que quedan del lado equivocado para la dictadura pierden hasta el último derecho, hasta el más básico. La Carta no deja lugar a dudas: son las dictaduras las que siempre están del lado equivocado, las que llevan las sociedades al horror, al miedo. El acceso a derechos pierde sentido al desaparecer el estado de derecho. Acceder a los derechos no puede ser un privilegio para los fieles a la dictadura.

Nada, bajo ningún pretexto, justificará jamás el rompimiento del Estado de Derecho en un país con un gobierno legítimamente electo. Nada, bajo ninguna lógica, justificará jamás el asesinato, la desaparición de detenidos, la tortura, o el exilio. No solamente las dictaduras del pasado significan estos crímenes, estas violaciones de derechos humanos: también las del presente han traído crisis humanitarias, crisis migratorias, crímenes de lesa humanidad.

Nunca debemos tener ambigüedad política o ambigüedad moral frente a lo que nos corresponde rechazar. Una dictadura debe ser irredimible para la conciencia humana. No hay nada más nefasto que pretender reconocer logros de las dictaduras. Las perdidas políticas, económicas, sociales, de derechos no son comparables con nada.

Aun hoy hay dictaduras que aplastan el disenso, que torturan el disenso, que asesinan el disenso, que transforman el disenso en prisión política, que hacen desaparecer el disenso. Como hicieron en su momento la dictadura chilena, la dictadura argentina, la dictadura uruguaya. Y cuando se elimina el disenso quiere decir que en esa sociedad hay oprimidos y opresores, que hay discriminados por razones políticas y razones sociales.

Las dictaduras no sólo tienen cómplices, también tienen aprendices. A la derecha y a la izquierda. Nunca hemos tenido un continente libre de dictaduras. Incluso hemos llegado al extremo de un país que salió de una dictadura de derecha para caer en una dictadura de izquierda sin solución de continuidad. Sin olvidar que el apellido –“de izquierda” o “de derecha”- de una dictadura no nos debe importar, porque cualquier totalitarismo es abominable. Por eso no puede haber ambigüedad, ni doblez. Por eso no alcanza con sentir pena, ni con denunciar, ni condenar ni sancionar. Memoria, verdad, justicia, no repetición, recuperar la democracia son antídotos ante el veneno de los dictadores.

La democracia se nutre de nuestra condición espiritual y ética, se nutre de si somos solidarios, justos, se nutre de nuestra humanidad y de si somos tan humanos como para resolver los problemas de la gente. Y cuán inteligentes somos para hacerlo. Y para poner freno a las tentaciones totalitarias. Por eso la democracia no puede ser nunca impuesta, tiene que ser un bien aspirado y ganado. La democracia es un proyecto colectivo que pertenece a todos, pero esencialmente nosotros todos pertenecemos a la democracia y debemos servirla.

Referencia: C-052/23