Discursos

CÉSAR GAVIRIA TRUJILLO, SECRETARIO GENERAL DE LA ORGANIZACION DE LOS ESTADOS AMERICANOS
EN LA CEREMONIA POR LA DECLARACION DE PRINCIPIOS SOBRE LIBERTAD DE EXPRESION

2 de marzo de 2001 - Washington, DC


Muchas gracias por concederme la oportunidad de reflexionar brevemente sobre el tema de la libertad de expresión.

En los aproximadamente 50 años en los que se ha ido desarrollando la codificación moderna de los derechos humanos, desde la Declaración Americana y la Declaración de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas, no es arriesgado afirmar que la libertad de expresión ha llegado a ocupar un lugar especial. El porque de esta particularidad es que este derecho se relaciona directamente con la aceptación y consolidación de la democracia como la forma de gobierno dominante. Estamos acostumbrados a considerar a la democracia y a los derechos humanos como las dos caras de una misma moneda. Quizás más que ningún otro precepto consagrado en los documentos vigentes de derechos humanos, es particularmente incuestionable ese vinculo en el caso del derecho a la libertad de expresión. La Corte Interamericana ha convalidado esta lectura al señalar que este derecho es uno de los componentes fundamentales en la construcción de una democracia.

Para nuestro hemisferio el tema es particularmente relevante y urgente. Al ser esta una región que resurge luego de años de despotismo, profundamente comprometida con la consolidación de la democracia, la protección y el fortalecimiento de este derecho adquiere una especial importancia en nuestra agenda colectiva. En este sentido, es preciso subrayar que hoy se perciben importantes avances en la toma de conciencia de la importancia de la protección de este derecho. La urgencia aparece, sin embargo, cuando uno advierte que las Américas se han caracterizado por ser el lugar del mundo más peligroso para el ejercicio de esta libertad. En las últimas dos décadas han sido asesinados más de 150 periodistas en nuestro territorio. Y a nivel de gobierno, es indispensable señalar que existen todavía otras amenazas a la libertad de expresión como la aplicación de la censura previa y las leyes de desacato utilizadas como medio para coartar ese derecho.

Como respuesta a ese flagelo, el proceso de Cumbres de los Primeros Mandatarios ha otorgado un especial énfasis a la libertad de expresión, y le ha dado un empuje a la creación de la relatoría para la libertad de expresión de la CIDH. Si bien esta fue creada por la Comisión, ella contó con el apoyo de los Jefes de Estado y de Gobierno, quienes durante la Segunda Cumbre de las Américas celebrada en Chile en 1998, hicieron pública su preocupación sobre el estado del derecho a la libertad de expresión en los países del hemisferio. Es probable que el Plan de Acción de la Cumbre de Québec incluya un aval similar a esta tarea tan importante.

Desde su creación, la Relatoría ha centrado su labor particularmente en el fortalecimiento de la libertad de expresión como un derecho fundamental garantizado en el sistema interamericano de protección de los derechos humanos. Esa oficina se ha convertido en fuerte propulsora de la reforma legislativa en materia de libertad de expresión, y ha puesto en marcha iniciativas para promover la modificación de leyes que limitan el derecho a la libertad de expresión como así también para la inclusión de leyes que amplíen el derecho de los ciudadanos a participar activamente en el proceso democrático a través del acceso a la información. En esa misma línea, la declaración que nos reúne ese un aporte significativo al establecimiento de un marco jurídico para interpretar estos temas, y ciertamente será objeto de interés y estudio de los países miembros de la OEA.

Nuestra Organización tiene la capacidad y la experiencia, como ninguna otra institución de nuestra región, para escribir el próximo capítulo en la historia de los derechos humanos de las Américas. Afortunadamente, es una tarea para la que estamos calificados y cada día mejor preparados a raíz de las tareas que realizan los órganos de nuestro sistema de protección, quienes en ningún momento han olvidado que el objetivo final de todo este esfuerzo es la persona americana. A ella nos debemos y por ella trabajamos. La Comisión de Derechos Humanos y la relatoría en particular, merecen y se han ganado el fuerte apoyo de los países miembros de la OEA. Por parte de esta Secretaria, sepan ustedes que estoy aquí para reiterarles mi compromiso, y que pueden seguir contando con mi ayuda en todo lo que se refiere al tema de la libertad de expresión.



Muchas gracias.