Discursos

CÉSAR GAVIRIA TRUJILLO, SECRETARIO GENERAL DE LA ORGANIZACION DE LOS ESTADOS AMERICANOS
DURANTE LA VISITA DE LOS PRESIDENTES CENTROAMERICANOS, EL PRESIDENTE DE LA REPUBLICA DOMINICANA, EL PRIMER MINISTRO DE TRINIDAD Y TOBAGO, Y EL VICEPRESIDENTE DE NICARAGUA

23 de septiembre de 1999 - Washington, DC


Excelentísimos Señores Presidentes de Costa Rica, Guatemala, Honduras, El Salvador y República Dominicana; Señor Primer Ministro de Trinidad, Señor Vicepresidente de Nicaragua, Señor Presidente del Consejo Permanente, Señores Ministros, Señor Secretario General Adjunto, Señores Embajadores, invitados, señores y señoras.

Es motivo de un doble honor y complacencia para las naciones Americanas congregadas en esta Casa, recibir la visita de tan distinguidos amigos, Presidentes de Centro América y República Dominicana, Señor Primer Ministro de Trinidad y Tobago, y Señor Vicepresidente de Nicaragua. Su presencia colectiva en este recinto le da una extraordinaria dimensión a esta visita y le da a la OEA una sin igual ocasión para servir de foro no solo a los países y a sus Jefes de Estado, sino a las regiones que conforman la gran familia Americana.

Y tenerlos en este acto de expresión colectiva es especialmente estimulante. No han pasado diez años desde la caída del muro de Berlín y el fin de la guerra fría que en Centro América tuvo una de sus últimas batallas. No por rutinario deja de tener un enorme valor simbólico que allí, donde para un buen número, hace unos años, las armas eran el método para llegar al poder hoy, por el contrario, la paz esté presente como el fruto del diálogo y el uso de los medios de la diplomacia, de la tolerancia, de la negociación, del respeto por las ideas y los derechos de los contrarios y del enorme esfuerzo de reconciliación. Tenemos que rendir hoy un homenaje a quienes no se dejaron amilanar por las dificultades, a quienes tuvieron fe en la mediación y el acompañamiento de la comunidad internacional, a quienes depusieron sus odios, restañaron heridas, olvidaron venganzas; a quienes se sobrepusieron al escepticismo y a la predica de la inevitabilidad de la guerra; a quienes creyeron en la paz, la buscaron y la alcanzaron para beneficio de todos los pueblos de América.

Y la OEA estuvo atrapada en medio de las contradicciones de la guerra fría, casi inmóvil por la enorme divergencia que los protagonistas tenían sobre el origen de la conflagración. En el post conflicto la OEA ha trabajado en Nicaragua, con la CIAV, en la desmovilización, en el desarme, la repatriación y el reasentamiento, en el reencuentro y la reconciliación, en la protección de los derechos humanos. Y en Guatemala ha actuado en la alfabetización de los excombatientes, en la solución de conflictos a nivel local, en la formulación de proyectos legislativos para implementar los acuerdos de paz y en apoyo al multilinguismo.

Por ello somos buenos testigos de los enormes beneficios que la paz ha traído a Centroamérica y del compromiso férreo e indeclinable del Presidente Arzu, del Presidente Alemán, del Presidente Flores por consolidar esa paz. También nos permiten hablar no solo de la manera como se han apagado los fusiles, sino también de la forma como se han sosegado los espíritus. Ni el más optimista de los observadores hubiera imaginado el espectáculo de esta mañana, rodeado de un esplendor, de un verdadero sentido de convivencia, y de un ánimo de unión y solidaridad que siempre fue esquivo a una región llena de querellas ancestrales.

Sin embargo, el proceso de paz también nos ha mostrado que éste no termina al salir de la mesa de negociaciones. Para lograr la paz, a la que los pueblos centroamericanos se comprometieron, y a la que tienen derecho, es necesario avanzar por el camino de las reformas económicas y sociales. Y no solo porque hay que cambiar las circunstancias en las que germinaron los espirales de violencia, sino porque para alcanzar una vida digna para todos, para disminuir la desigualdad, para atacar de raíz la pobreza, para crear condiciones de prosperidad para todos e insertarse de manera exitosa en la economía internacional, Centroamérica necesita de una alta dosis de cambio político, de desarrollo social y de transformaciones económicas. Y necesita gobiernos y Presidentes siempre de pie, imbuidos de confianza y optimismo, comprometidos con esas transformaciones. Presidentes que vayan mas allá de la simple rutina, dispuestos a afrontar los desafíos con fe de carboneros, con sinigual vigor, conocedores como son de los compromisos con sus pueblos.

Y es por eso también que Centroamérica y el Caribe reclaman la gran Zona de Libre Comercio de las Américas, con un mucho mayor sentido de urgencia que otras regiones, para las cuales las fechas son asunto menos apremiante. Y es por eso que tanto Centroamérica como el Caribe han actuado con una sola voz en las negociaciones del ALCA y por la misma razón su grupo de pequeñas economías es uno de los que ha vivido los debates más intensos y que seguramente producirá mejores frutos. Y por similares razones reclaman que se les dé lo que se denomina la paridad Nafta para acceso al mercado de Estados Unidos, sin la cual sienten que su producción industrial pierde competitividad, y sus países empleo y el derecho a una vida digna.

Y los Presidentes Centroamericanos, el de la República Dominicana y el Primer Ministro de Trinidad y Tobago han participando en el proceso de Cumbres Hemisféricas buscando desarrollos que vayan mucho mas allá que la creación de la Zona de libre Comercio. Ellos de consuno han dispuesto no solo integrar nuestros mercados sino asegurar el desarrollo sostenible, fortalecer los procesos democráticos, consolidar el Sistema Interamericano de Derechos Humanos, adelantar una mucho más vigorosa política social y hacerle frente a los peligros que nos amenazan: la corrupción, el narcotráfico, el terrorismo. Con los embajadores Granillo, Nuñez, Quiñones, Castro, Sevilla, Espinal, Arneaud trabajamos en la OEA con voluntad, seriedad, eficiencia para cumplir los mandatos que nos han otorgado ustedes nuestros gobernantes.

Por esas razones, y otras más, esta reunión de hoy es tan trascendente. Su presencia confirma a la comunidad mundial que sus países mantienen su guardia en alto para actuar de manera unida, mancomunada, solidaria. Que están dando un paso adelante para que a Centroamérica y el Caribe se les considere, se les respete, se les cualifique con el enorme peso que ellos tienen actuando de manera colectiva.

Y tal vez porque Centroamérica se ha curtido en la lucha contra las más ciegas fuerzas del hombre y de la naturaleza, y tiene esa inmarchitable voluntad de avanzar, se puede comprender que el Mitch, sinónimo de destrucción y muerte, haya servido de catalizador para movilizar de una manera admirable las energías subyacentes de toda la región. Frente a los estragos que el huracán infligió a las economías y al tejido social de América Central, fue impresionante ver los valientes esfuerzos de las poblaciones y de los dirigentes de Honduras, Nicaragua, El Salvador y Guatemala. Ningún gobierno y ninguna sociedad se dejó arredrar por las dificultades. Con una prontitud y un vigor excepcionales los cuatro presidentes se pusieron a la cabeza de los programas de emergencia y consiguieron que tanto los recursos internacionales como los nacionales llegaran a centenares de miles de damnificados con oportunidad, de manera equitativa, transparente y eficiente, y fue impresionante ver como lograron preservar en la población el espíritu de lucha, de crecerse frente a la adversidad. La voluntad de los Presidentes de Centroamérica de convertir este desastre en una oportunidad para un nuevo paradigma de desarrollo fue determinada desde los primeros días de la tragedia.

Y se entiende también como los grupos consultivos para la reconstrucción llegaron a la conclusión de que la cooperación y la integración regional son esenciales para preservar la estabilidad política y económica de toda la región, así como para la reconstrucción y la transformación de toda América Central. Ha sido tal vez esa presencia solidaria y colectiva lo que ha inducido la que creemos ha sido, en los anales de la humanidad, la más vasta campaña de solidaridad de la comunidad internacional frente a un desastre natural.

Y este fenómeno de unión no solo se expresa como voluntad de los Gobiernos, sino también con respecto al sector privado y a la sociedad civil que se involucraron en la definición de las metas y objetivos de la reconstrucción, así como en el diseño de mecanismos de transparencia y control del gasto de la ayuda recibida, garantes de la movilización eficiente de los muy cuantiosos recursos que está aportando la comunidad internacional. Para la OEA ha constituido una singular experiencia participar activamente en estas tareas, sobre todo en Nicaragua, gracias a la voluntad del Presidente Alemán.

Como parte de esa misma experiencia, en un esfuerzo que es pionero en el mundo, hemos realizado el desminado en Honduras, Guatemala, Costa Rica y Nicaragua con el significativo apoyo de los Estados miembros, la financiación de la Comunidad Internacional y la asistencia de la JID.

Ha sido este un excelente esfuerzo de coordinación de países, instituciones, agencias de Cooperación, la OEA, civiles y militares. Estamos abocados a incrementar significativamente nuestros esfuerzos para culminar estas tareas el próximo año y para finalizar las de Nicaragua a mediados de la próxima década. Para ello requerimos un esfuerzo adicional en personal y recursos financieros. Nicaragua es hoy pionera en el mundo en el inicio de la destrucción de las minas antipersonales.

Señores Presidentes:

La voluntad política expresada por ustedes para eliminar por completo las minas antipersonales los honra y nos compromete a todos. Nuestro mayor homenaje a los muertos o lisiados por las minas es hacer realidad ese anhelo conjunto de que nunca jamás tales tragedias vuelvan a ocurrir en la región. Y con la experiencia de Centroamérica, esperamos hacer de las Américas no solo una región que cumpla plenamente los compromisos de la Convención de Ottawa, sino que sea la primera del mundo libre de minas antipersonales.

Después de haber dejado atrás una larga y penosa etapa de su historia con el entierro del autoritarismo, la guerra y la inestabilidad económica, lo que hoy presenciamos son los frutos de esos empeños colectivos: ex-alzados en armas participando en elecciones libres y transparentes, y una democracia que ha echado raíces a todo lo ancho de Centroamérica.

Y una agenda parecida a la del resto de América con la modernización del Estado, la descentralización, el fortalecimiento de la justicia y la lucha contra la impunidad; la liberación comercial, la eliminación de algunos monopolios estatales, las concesiones privadas para obras de infraestructura, el logro de una buena estabilidad económica, las bajas tasas de inflación, la apertura a la inversión extranjera y la afanosa búsqueda del desarrollo sostenible.

La solución de algunos conflictos bilaterales centenarios; el proceso de Concertación Nacional de Costa Rica; el de Diálogo Nacional de República Dominicana; la buena tasa de crecimiento de El Salvador y Costa Rica, Nicaragua, Guatemala y Trinidad; la espectacular tasa de crecimiento de República Dominicana, la más alta del mundo; los significativos avances de la integración del Caribe y la creación de su Corte de Justicia; uno de los mas avanzados proyectos de educación a distancia, en todo el mundo en Trinidad y Tobago; y la participación de la región como un todo en ALCA son todos aspectos de una nueva agenda que tiene detrás visión, espíritu reformista, y un enorme poder de convocatoria y de voluntad política. Es una agenda que a todos nos estimula y nos muestra el camino que se ha recorrido en estos años.

Señor Presidente Rodríguez:

Los Americanos todos debemos reconocer la hospitalidad que Costa Rica le ha dado a las Instituciones de derechos humanos y esperamos expresar ese reconocimiento en Noviembre cuando los acompañemos en la celebración de los treinta años del "Pacto de San José" y los veinte de la creación de la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Será ocasión especial para examinar como fortalecemos el Sistema y como avanzamos en la aceptación por todos de las recomendaciones de la Comisión y de la jurisdicción de la Corte Interamericana.

En esta Secretaría vemos con simpatía sus esfuerzos para que en un nuevo entorno se mire el comportamiento de los precios de los productos básicos y la difícil coyuntura que enfrentan varios países americanos que están viviendo el ciclo bajo de los precios de algunos de sus productos de exportación como el café, mientras el petróleo tiene una significativa recuperación. Queremos sí registrar el generoso arreglo del Pacto de San José con el cual México y Venezuela aligeran estas difíciles coyunturas a los países Centroamericanos.

Senores Presidentes:

Los pueblos hermanos de América aquí representados les dan la bienvenida. La OEA se encuentra de plácemes por tener esta ocasión para expresar una nueva realidad política de las relaciones interamericanas. Esta presencia colectiva nos informa de esa comunidad que ha resurgido de las cenizas para conformar una región erguida en la desventura, fuerte en la adversidad y, a pesar de las vicisitudes, más unida que nunca, partidaria vigorosa de la integración, próspera, segura de sí misma y movida por un conjunto de mandatarios visionarios. Que dios los guíe y guíe a sus pueblos a un mundo de justicia paz e igualdad.



Muchas gracias