Discursos

CÉSAR GAVIRIA TRUJILLO, SECRETARIO GENERAL DE LA ORGANIZACION DE LOS ESTADOS AMERICANOS
EN LA SESION PROTOCOLAR DEL CONSEJO PERMANENTE PARA RECIBIR AL SEÑOR PRESIDENTE DE VENEZUELA, HUGO CHAVEZ FRIAS

22 de septiembre de 1999 - Washington, DC


Señor Presidente Chávez:



Para la Organización de los Estados Americanos y su Consejo Permanente, en el cual están representados todos los pueblos hermanos de nuestro hemisferio, es motivo de alegría y regocijo su presencia, la de su esposa, la del señor Canciller y su comitiva en esta Casa de las Américas. Personalmente y encabezando la Misión de Observación Electoral de la OEA pude dar fe en diciembre pasado de su elección, en un proceso limpio y transparente. Fui testigo del enorme entusiasmo popular con el que los venezolanos celebraron su contundente e indiscutible victoria. Pude, también, percibir la devoción y la fe con las que ese pueblo espera su vigoroso liderazgo para conducir su democracia a buen puerto, su economía a la estabilidad y el crecimiento, y su sociedad a una mayor igualdad y justicia.

Las paredes de esta Casa se erigen sobre los cimientos que estableciera, hace casi doscientos años, el Libertador Simón Bolívar. Porque la historia del panamericanismo tiene en él su padre indiscutido. Ya desde la Carta de Jamaica en 1815, el Libertador comenzó a trazar lo que sería la lucha en contra del colonialismo y por defender la independencia. Cuando convocó el Congreso Anfictiónico de Panamá tuvo la idea, a su vez visionaria y realista, de que en la alianza de los jóvenes Estados residía su posibilidad de supervivencia, y ese fue el sentido primigenio del Tratado de Unión, Liga y Confederación Perpetua.

Y es a partir de entonces que se empiezan a forjar los principios del derecho internacional americano: de respeto a nuestra soberanía y a la no-intervención en nuestros asuntos internos; de la igualdad jurídica de los Estados; de la solución pacífica de las controversias y del derecho a la autodeterminación; o los de la solidaridad y la cooperación para acometer el desarrollo economico y social, y también la solución de los problemas comunes. Estos principios fueron conformando una Comunidad de Naciones Americanas como la soñó Bolívar, y nos permitieron hacerle frente a los afanes de hegemonía política, de expansión territorial y de cobro de deudas, en el primer siglo de nuestro devenir en el concierto de las naciones.

Ellos son los cimientos de las relaciones interamericanas basadas siempre en el respeto al derecho internacional como norma de conducta de los Estados. Esa, nuestra comunidad de naciones, es la que se ha comprometido en la empresa política y económica más ambiciosa de nuestra historia, como lo es la integración de todas las Américas desde Alaska a la Patagonia; de Canadá a Tierra del Fuego.

Y con el fin de la guerra fría hemos retomado el espíritu original de nuestra Carta según el cual nuestras relaciones deben estar basadas en esos principios, y también en ideales, valores y no simplemente en intereses. Ha sido esta una década asociada con el desarrollo de una fortalecida agenda americana como una manera de unir voluntades, hermanar nuestras naciones, y dar reglas y experiencias que nos ayuden en el difícil proceso de la globalización. Y por sobre todo es una agenda en la que hemos dejado atrás la dictadura y el autoritarismo, y con la que hemos avanzado en la defensa y consolidación de la democracia, en la preservación de los derechos humanos, en la aplicación de los principios del desarrollo sostenible, en nuestra integración comercial, en hacer de la educación el eje de nuestro desarrollo social y en hacerle frente a las amenazas contra nuestra democracia como lo son el narcotráfico, el terrorismo, la corrupción, la impunidad y la pobreza extrema. Es así como nuestros gobernantes reunidos en las Cumbres Presidenciales y de Primeros Ministros han interpretado el desarrollo de los ideales, que de seguro podemos llamar bolivarianos.

En ese contexto, Señor Presidente, lo recibimos hoy, imbuidos de las mismas esperanzas que en usted ha depositado el pueblo venezolano. Su visita ocurre en un momento determinante para el desarrollo político, económico y social de su país, Venezuela, esa nación excepcionalmente rica en recursos naturales y humanos, exuberante en su cultura y señera en el carácter de sus nacionales.

Como lo señalé en mi posesión para un segundo período hace una semana, en América las democracias están hoy amenazadas no solo por los peligros tradicionales sino por amenazas de nuevo corte. No hay duda de que en algunos de nuestros países, de manera creciente, las instituciones pierden su vigencia y poder vinculante por la dificultad para articular las necesidades, anhelos y esperanzas de los sectores sociales más débiles; por la ineptitud para encarar los complejos problemas de nuestro tiempo; por la incapacidad de ofrecer mejoramiento social o económico; por la imposibilidad de ofrecer estabilidad de precios; por la discriminación de que son objeto; por el creciente desempleo; o por el mayor número de los que viven en condiciones de pobreza extrema. O simplemente porque a veces la gente identifica la democracia con sus principales enemigos, creyendo que la corrupción, la terrible inseguridad de nuestras ciudades o la creciente desigualdad son parte del costo para sostenerla.

Y es de esa manera como nuestras instituciones, a los ojos de muchos, van reflejando un simple formalismo jurídico sin mucho contenido democrático. Esto es lo que ha conducido, en países como Venezuela, a bajos niveles de participación, a una pobre evaluación de las instituciones públicas, a una notoria fatiga ciudadana y al escepticismo respecto del sistema de gobierno.

Pero aun con las muchas similitudes que podamos encontrar, la realidad que vive Venezuela no es de fácil comprensión. Un país que a pesar de tener recursos naturales enormes tiene un número creciente de sus habitantes viviendo bajo la línea de pobreza; donde ha habido un notable deterioro de las condiciones de igualdad de ingresos y oportunidades de trabajo; un país que, a pesar de treinta años de continuidad democrática y de un amplio ejercicio de las libertades públicas, ve emerger a una ciudadanía cansada, ansiosa y desconfiada; un país que no ha encontrado la vía para tomar algunas de las inescapables decisiones que todos deben tomar para insertarse en la economía internacional. Un país así es uno que necesita una transformación fundamental de sus instituciones políticas y usted, Presidente Chávez y los venezolanos, están comprometidos con una ambiciosa empresa: La fundacion de lo que han denominado La Quinta República.

Para llevar a cabo dicha empresa su gobierno actuó con celeridad en dos frentes. Primero, aseguró una legislación que le ha permitido enfrentar rápidamente las consecuencias de la crisis económica internacional, que en el caso de Venezuela se ha manifestado, entre otras cosas, con una contracción del producto del orden del 9% durante el primer semestre de este año. El Congreso de Venezuela aprobó la Ley Habilitante, primer paso del Plan Bolívar. Este y otros instrumentos de política económica han permitido al gobierno iniciar reformas legales en el ámbito de la administración pública, en materia financiera y tributaria, y de política sectorial. Se comienzan así a poner los cimientos para asegurar en el mediano plazo una política fiscal disciplinada, una diversificación de la economía y la provisión a los grupos más desposeídos de acceso a la tierra, al crédito, la vivienda, la educación y la salud, dentro de las disponibilidades del Estado.

La segunda iniciativa ha sido la convocatoria de una Asamblea Nacional Constituyente. Como lo señaló en nuestra Asamblea de Guatemala el Canciller Rangel, por quien tenemos en la OEA admiración y respeto, lo que se busca es "fomentar y promover una amplia cultura para la construcción de una auténtica democracia representativa, para que perviva un clima de paz, para que impere la tolerancia y el respeto a la disidencia, para que se garantice plenamente el pluralismo político, para que se logre una convivencia civilizada entre los integrantes de la sociedad venezolana. Esto supone la confrontación democrática de las ideas, el respeto pleno al funcionamiento y actuación de los partidos y de todas las organizaciones de la sociedad". Señor Canciller: ese es un marco de acción con el cual nos sentimos identificados la inmensa mayoría de los americanos.



Señor Presidente Chávez:

La terapia que usted le está aplicando a Venezuela está dirigida a resolver el grave distanciamiento entre los ciudadanos y los centros de poder que se creó a lo largo de los años. Y a ello se espera llegar con la construcción de un nuevo orden institucional que responda al carácter de la nación venezolana, que confronte los problemas contemporáneos de la Venezuela que usted recibió, e interprete los anhelos de todos los ciudadanos de su patria. Sólo el pueblo constituyente que se va a dar una nueva carta fundamental sabe qué es lo que necesita, qué es lo que ha servido y qué es lo que hay que cambiar, rediseñar o reinventar.

Aquí en la OEA estamos convencidos de que ese es el propósito de la Constituyente y que de ninguna manera él está relacionado con reeditar formas de autoritarismo que ya todos hemos dejado atrás en América. Y que, por el contrario y con el fin de asegurar que no se repitan, es necesario devolverle a las instituciones su fuerza vinculante para que todos los sectores sociales, en particular los débiles, los humildes, los desposeídos, los jóvenes, los ancianos, los que son víctimas de discriminación, los indígenas, vean el nuevo orden constitucional y las nuevas instituciones políticas como protectores de sus derechos.

Y en ese empeño hay que ver el proceso Constituyente como una caja de herramientas, y a la nueva Constitución como un instrumento de transformación, y como algo verdaderamente relevante para la vida política y cotidiana de los venezolanos. Su valor, su impacto, su significado histórico dependerá de los actores políticos, sociales y económicos que la desarrollen, más que de la letra de la nueva Carta. Y eso es cuestión de sabiduría, prudencia y visión. Todos estamos confiados en que los Constituyentes, como los muchos otros partícipes de esta larga jornada que recién se inicia, están imbuidos de esos atributos y que miran y mirarán en usted un norte que los orienta.



Señor Presidente:

De este proceso nacerá una nueva Carta Política. De él se debe originar la democracia participativa que usted le ofreció crear al pueblo venezolano. Y es claro que la legitimidad de la nueva Constitución dependerá de esa participación. Como usted lo ha dicho, este no es un problema semántico, ni una redundancia, ni unas palabras de moda. Estamos frente a una nueva concepción de la democracia. En esta democracia participativa lo más importante es el poder de cada ciudadano. Hoy los inspiradores de la democracia participativa en Venezuela, han desafiado las instituciones tradicionales para fundar sobre nuevos pilares un nuevo orden político, más legítimo, más respetuoso de la autonomía, de los derechos y de la libertad de cada persona; menos desigual y más justo, abierto a la convivencia de todos los grupos que conforman la nacionalidad venezolana.

Una nueva Carta, una nueva democracia, una sala constitucional para hacer de la Carta de la quinta República un documento viviente, relevante para todos, sintonizado con la realidad del país, promotor del cambio y protector de los valores fundamentales de la democracia. Un Poder Judicial fuerte, ágil y autónomo en la que la justicia esté al alcance de cada ciudadano. Un Congreso habilitado para discutir, de cara a la Nación, cómo deben invertirse los recursos del Estado mediante un proceso democrático, transparente y deliberativo; un Congreso dotado de mecanismos para hacer más responsables a los funcionarios públicos y convertirse en la caja de resonancia de los grandes problemas nacionales.

En nombre de la OEA quiero expresarle que todos los pueblos aquí representados esperan que de este proceso surja una Venezuela con instituciones fuertes, representativas, eficaces, fruto de la voluntad mayoritaria de la nación. Y que surja una Constitución generosa en materia de derechos; amplia, participativa y democrática en cuanto a lo político; fuerte y sólida en lo que se refiere a la justicia; sana y responsable en lo económico; revolucionaria en lo social. De seguro será una Constitución democrática, hecha a muchas manos y estilos para recoger la diversidad, para ofrecer garantías a todos los grupos sociales, fruto de un gran debate en el que participe todo el país; que sea un espejo de la nueva Venezuela.

No tengo duda que será la expresión de la realidad viviente que confrontan los venezolanos, como ella es, llena de formas distintas, compleja, imbuida de necesidades de variada índole y movida por las ilusiones de millones de sus compatriotas. En síntesis, como dijera Bolívar, una Constitución "apropiada a la naturaleza y al carácter de la Nación".



Señor presidente:

De seguro, como toda obra humana y dado que el proceso constituyente se da sin controles sobre la forma o el fondo del contenido de la nueva Constitución, será necesario estar atento para que no se den desbordamientos y para que se sigan los más estrictos parámetros del constitucionalismo moderno; para que se garantice el sano equilibrio entre los poderes públicos, se asegure la independencia del poder judicial y las libertades básicas comenzando por la libertad de expresión; para que se fortalezcan los mecanismos de control y se aseguren las condiciones para ejercer lealmente la oposición; para que, como lo señaló la convocatoria, se asegure el cumplimiento de los tratados y compromisos internacionales del país; y para que no se consagren normas que hagan difícil la búsqueda de la estabilidad económica o impidan el crecimiento.

Y, como usted mismo lo ha estado reclamando, para que el proceso culmine en un plazo razonable, de tal suerte que se resuelvan las incertidumbres que, sobre todo en el orden económico, suscitan todos los procesos constituyentes mientras se rediseñan las reglas de la democracia, se aseguran las libertades económicas y se conoce el marco de acción con el cual el Estado identifica las áreas de su competencia y establece la forma como ejercerá sus funciones de vigilancia, regulación y control. Estamos todos seguros que usted estará atento a tales desarrollos como inspirador y guía del proceso y porque no de otra manera se asegura que la concepción política y las instituciones en que se funda el nuevo Estado tengan una vocación de permanencia.



Señor Presidente Chávez, Señor Canciller:



Como ya lo señalé, en la OEA tenemos una agenda totalmente compatible con la suya, y estoy seguro que tanto de una vigorosa acción colectiva como de un rico intercambio de experiencias, su gobierno podrá derivar elementos útiles para sus tareas, así como también lo harán el resto de los americanos de sus logros y realizaciones. Para ello resulta fundamental fortalecer los vínculos de confianza, solidaridad y cooperación. La presencia de la Embajadora Virginia Contreras asegura que se realice un trabajo serio, eficiente y útil para su país.

No puedo dejar de señalar el enorme impacto que en todas las latitudes se ha producido desde la noche misma de su elección por la convicción, la claridad y la firmeza con la que usted ha respondido a centenares de preguntas e interrogantes sobre su programa, sus políticas y propósitos de gobierno. Y todos los aquí presentes somos testigos de la inmensa atención que sus propuestas han encontrado en la comunidad internacional, así como de la solidaridad que se le ha ofrecido para encarar los complejos problemas políticos, sociales y económicos que Venezuela debe afrontar. Tal vez ningún otro Presidente de Venezuela en toda la historia ha comenzado sus tareas precedido del nivel de atención y expectativa que sus propuestas despiertan no solo en su país sino dentro de la Comunidad de Naciones.

Y nadie duda hoy que el ambicioso conjunto de cambios y transformaciones que usted le ha ofrecido a su patria corresponde a necesidades sentidas de su pueblo que está a la espera de ver realizadas. De su sabiduría, de su tino, Señor Presidente Chávez, de su enorme capacidad de convocatoria, como también de la prudencia y mesura de todos los protagonistas de la política venezolana, de sus agentes sociales y económicos, depende el que Venezuela pueda asimilar las elevadas dosis de cambio político y social, que en paz y con respeto y garantías para todos, usted le ofrece.

Venezuela se encuentra, entonces, al culminar el segundo milenio, en momentos cruciales de su devenir histórico. Y usted hará de cada uno de esos problemas una oportunidad si su nación toda, y no solo usted, asume el desafío de levantar la mirada hacia un nuevo horizonte y se compromete a fondo en la construcción del futuro que Venezuela anhela y merece.

Y en todo este esfuerzo habrá que ensayar, tratar, experimentar ideas y hombres y mujeres también. No hay como acometer en nuestras naciones vastos procesos de reforma sin tomar riesgos, o evadiendo lo que los anglosajones llaman "trial and error". Estoy seguro de que su pueblo sabrá valorar los avances logrados y los tropiezos también. Así son las jornadas democráticas. En la OEA los pueblos y gobiernos de las Américas miran esperanzados un gobierno del que se espera le dé a Venezuela unidad, prosperidad, democracia, libertad, igualdad y justicia social. Que Dios lo ilumine y lo acompañe presidente Chávez.



Muchas gracias