Discursos

CÉSAR GAVIRIA TRUJILLO, SECRETARIO GENERAL DE LA ORGANIZACION DE LOS ESTADOS AMERICANOS
CON OCASIÓN DE SU REELECCIÓN PARA UN SEGUNDO PERÍODO COMO SECRETARIO GENERAL DE LA OEA

8 de junio de 1999 - Ciudad de Guatemala


Quiero comenzar estas breves palabras dándole a usted las gracias, señor Presidente, por sus amables y generosas referencias que me honran y conmueven. Agradezco, también las manifestaciones de todos los que han tenido la vocería de nuestras naciones en esta tarde. Todas ellas me animan a continuar con entusiasmo en esta gesta común, esta incesante lucha, que nos liga a todos los que estamos aquí reunidos, y también a los americanos de los más diversos confines.

En esta década que ya agoniza no sólo hemos enterrado muchos lustros de incomprensión, de desconfianza, de pesimismo, sino que hemos visto el surgir de una comunidad de pueblos que se siente cada vez mas hermanados por un conjunto de realidades y de esperanzas. Ellas unen nuestros destinos allende las fronteras, las clases sociales, las religiones y las razas. Y esos vínculos se hacen cada vez más fuertes por los lazos culturales, históricos y geográficos comunes. Las diferencias de tamaño, riqueza y poder, han cedido frente a la enorme voluntad política de compartir problemas, desafíos, ilusiones.

El Canciller de mi país, don Guillermo Fernández de Soto, ha hablado con el brillo y la elocuencia que le caracterizan y ha señalado con precisión los retos que el hemisferio tiene por delante y el rol que le corresponde a la Organización para hacer realidad mandatos que permitan avanzar en unos ideales, que no son los suyos sino los de todos los pueblos de las Américas.

Ese nuevo espíritu que nos hermana se ha enriquecido con el aporte de nuestros líderes que han sabido diseñar para nosotros un mundo nuevo, uno que integra nuestras economías, que profundiza los valores democráticos, que protege los derechos humanos, que fortalece los sistemas educativos, que cuida del entorno natural. Así, hemos decidido compartir nuestros conocimientos, buscar la tierra firme con el uso de la misma brújula que nos guiará para hacerle frente a la miseria, a la corrupción, al terrorismo, a la lucha contra el fenómeno de las drogas o al tráfico ilegal de armas.

En esta década de los noventa hemos dejado atrás los tiempos en que nuestra estructura parecía demasiado aparatosa, demasiado prolija frente a la modesta agenda residual que administramos en los años de guerra fría. Hemos tenido un largo recorrido de redimensionamiento, que sin duda nos ha llevado a la situación contraria: una muy pequeña institucionalidad frente a las necesidades de las Américas al comenzar el nuevo milenio y, también, frente a la creciente, casi ilimitada vocación de trabajar colectivamente.

Sin duda hoy podemos decir que, en América, hay mas demanda de multilateralismo que instituciones para canalizarlo. Este es la principal tarea para la OEA en los años por venir, y para el cual ofrezco todas mis energías, y estoy seguro el concurso de todos los que servimos a esta Organización.

Ofrezco liderar el camino de la modernización y reforma en marcha que nos ayudará a plasmar las nuevas realidades continentales, y para que atinemos en la empresa de crear esta nueva arquitectura interamericana.

Sé que en esta marcha contaré con el apoyo del conjunto de naciones de las Américas. Y a su vez procuraré recoger las opiniones de todas las naciones. Tendré una particular sensibilidad para considerar los enunciados hechos por los estados centroamericanos y caribeños, que de manera creciente reclaman mayor influjo en las orientaciones de la OEA, mayor atención a sus demandas y una presencia más notoria en los organismos del sistema interamericano.

Estos fueron también los principales postulados que tramitó el gobierno de Costa Rica y su candidato el expresidente Rafael Ángel Calderón a quienes quiero rendir un especial homenaje por la altura con la que adelantaron su campaña y por la generosidad con la que se retiraron de esta lid, anteponiendo los intereses del Sistema Interamericano por sobre los suyos.

Para terminar, señor Presidente, deseo expresar en voz alta mi agradecimiento al gobierno de Colombia, encabezado por el Presidente Andrés Pastrana, por el impulso que le dio a mi nombre a lo largo de este proceso. Hago extensiva esa gratitud al Vice Presidente Gustavo Bell, y, por supuesto, el Ministro Fernández de Soto a su equipo en la Cancillería, y al Embajador Luis Alfredo Ramos. Todos merecen un reconocimiento especial por este triunfo, que es fruto de su abnegación y de su esfuerzo y que comparto con ellos y todos los colombianos.

Con el concurso de todos continuaremos la tarea de rehacer un Sistema Interamericano de Instituciones para que ellas correspondan a los objetivos que nuestros pueblos nos han dibujado: un horizonte de integración, paz y democracia. Pero también de igualdad, justicia y libertad. Uno de solidaridad, crecimiento y prosperidad. Y al mismo tiempo uno que pueda hacerle frente a los problemas que amenazan a nuestras democracias.

Que el Dios de todos nos guíe en esta jornada colectiva de creación, cambio y trabajo.

Muchas gracias.