Discursos

CÉSAR GAVIRIA TRUJILLO, SECRETARIO GENERAL DE LA ORGANIZACION DE LOS ESTADOS AMERICANOS
EN LA PRIMERA REUNION HEMISFERICA DE MINISTROS DE EDUCACION, EN EL MARCO DEL CONSEJO INTERAMERICANO PARA EL DESARROLLO INTEGRAL (CIDI)

20 de julio de 1998 - Brasilia, Brasil


Quiero comenzar estas palabras expresando el más sincero agradecimiento al gobierno de Brasil por los esfuerzos hechos en la preparación de esta reunión. Gracias a usted también señor Presidente Fernando Henrique Cardoso, porque usted, tal vez como nadie en nuestro Hemisferio, encarna una tradición de excelencia educativa y académica al servicio de nuestros pueblos. Para los aquí presentes, además de sus muchas virtudes como hombre de estado, usted ha sido ante todo un maestro, un intelectual, un científico social que siempre encontró soluciones originales a los problemas latinoamericanos por encima de diagnósticos ligeros y simplistas. La importancia de sus contribuciones a la economía, la sociología y a la ciencia política ha sido reconocida a todo lo ancho del mundo. No me cabe duda que la suerte de nuestro continente hubiera sido mas prospera, justa y pacifica si hubiéramos contado con la fortuna de tener mas profesores como usted conduciendo los destinos de la región.

Gracias también al Ministro Paulo Renato de Souza, quien pasó de ser una de las mayores autoridades académicas de la región a guiar con seriedad, eficacia, coraje y espíritu de innovación el más grande de los sistemas educativos de Latinoamérica, lo que traerá indudables beneficios a Brasil y a todas las Américas.

Esta reunión de Ministros de educación tiene particular trascendencia como quiera que es la primera que se realiza en desarrollo de lo dispuesto por los jefes de Estado y Gobierno en Santiago, cuando hicieron de ella el principal instrumento de acción colectiva hemisférica en pro de la igualdad y la justicia social y en pro del desarrollo de la capacidad de nuestros países para hacerle frente a los desafíos de la globalización.

Señor Presidente, señores Ministros:

Son preocupantes los llamados de muchos analistas que hablan de manera creciente de una separación radical entre los sistemas educativos de la región y las necesidades más apremiantes de la comunidad hemisférica de naciones. A ellos preocupa la baja calidad de la mayor parte de la educación pública, su declinante rol en la promoción de la movilidad social, la debilidad de la educación técnico-vocacional en el ámbito de la secundaria y la proliferación de sistemas universitarios sobre-expandidos, caracterizados por la existencia de muchos establecimientos de baja calidad.

A pesar de la disminución en la tasa de analfabetismo y del aumento en los años de escolaridad que hemos alcanzado en las ultimas décadas, no hay duda de que en materia educativa estamos rezagados frente al mundo industrializado y a otras regiones de similar desarrollo como el sudeste asiático. No sólo nuestra inversión por estudiante es menor, sino que en los pocos estudios comparativos que se han hecho, nuestros escolares obtienen los peores resultados frente a los de otras naciones.

Además, documentos realizados por el Banco Interamericano de Desarrollo y el Banco Mundial permiten inferir que los problemas de distribución del ingreso, que hacen de nuestra región la más inequitativa del planeta, tienen que ver mucho más con las deficiencias de nuestro sistema educativo que con otro tipo de factores. Ya pocos disputan que en las Américas, a más y mejor educación, más y mejor distribución del ingreso nacional.

Y cada día es mas claro también que no basta tan sólo con disponer de mas recursos. Existen muchos problemas en el marco institucional y en la calidad de las políticas sociales y educativas de nuestros países. Se da una diferencia dramática en la calidad de la educación que reciben los estratos más pobres, más atrasados, los indígenas, los jóvenes con peores niveles de nutrición y la mayor parte de los estudiantes rurales en relación, por ejemplo, con la elite de las escuelas privadas. Ese factor genera un considerable analfabetismo funcional a pesar de la notable mejoría en los índices de cobertura.

Tendríamos que mencionar, también, el sesgo tan grande que existe en favor de entregarle recursos adicionales a los sistemas de educación superior, cuando se sabe que la mayor rentabilidad social se consigue en los sectores de educación preescolar y primaria.

También se presentan problemas de calidad en la educación secundaria y universitaria. Estos son, entre otros, el bajo gasto gubernamental per capita; destinar demasiados recursos a plantas administrativas y pocos a la compra de libros y material didáctico; y la centralización que es un obstáculo para el buen manejo de los planteles. Los profesores, por ejemplo, son empleados por los gobiernos nacionales o estatales y no por las municipalidades o las instituciones, y los directores de las escuelas públicas tienen pocas posibilidades de manejar sus establecimientos en forma efectiva mediante la definición de presupuestos, la adaptación de los insumos educativos a las condiciones locales y la selección de profesores. Los educadores de todos los niveles educacionales están mal formados y peor pagados, y han sido víctimas de los diversos procesos de ajuste que se han puesto en marcha en el continente.

En consecuencia, es necesario preocuparse mas por los maestros. Tendremos que ofrecer mejores condiciones de trabajo, aumentar de manera significativa la capacitación, reducir la carga docente y aumentar los salarios para que puedan mejorar sus aptitudes y pasar más tiempo en el aula.

Simultáneamente, habrá que establecer también estándares nacionales de contenido y de rendimiento e indicadores de nivel internacional que nos permitan mejorar los sistemas de evaluación del sistema educativo. También es necesario hacer seguimiento a las políticas de descentralización y a las actividades locales exitosas; crear procedimientos para evaluar procesos que guíen experiencias valiosas de aprendizaje; y focalizar acciones para disminuir las desigualdades y adelantar políticas de fomento a las innovaciones.

En el hemisferio tenemos bastantes experiencias exitosas en estos frentes como también en los de gestión democrática, de enseñanza participativa, de educación para el trabajo y para la ciudadanía responsable, pero ellas no son utilizadas de la manera sistemática que todos quisiéramos para definir una política educativa de largo aliento.

La Declaración de Santiago compromete a los países del Hemisferio a procesos constantes de reforma educacional que consoliden los principios de equidad, calidad, pertinencia y eficacia. Este compromiso surge en un momento cuando en muchos Estados miembros de la OEA se están encarando las tareas de reforma sin consenso y sin respaldo a la puesta en marcha de políticas de descentralización, de administración, evaluación, capacitación o financiamiento. Por otra parte, en muchas áreas se ha intensificado el conflicto entre los actores sociales, entre ellos los ministerios, los sindicatos docentes, las organizaciones estudiantiles y el sector privado.

Señores ministros:

En la OEA y en el CIDI como en las otras instituciones del sistema multilateral, esperamos serles útiles y darles al menos una parte del apoyo que ustedes requieren para desarrollar la dimensión colectiva de estos esfuerzos. En sus manos esta el futuro de 200 millones de jóvenes de todas las Américas. Estoy seguro de que ustedes estarán a la altura de esta enorme responsabilidad.

Muchas gracias.