Discursos

CÉSAR GAVIRIA TRUJILLO, SECRETARIO GENERAL DE LA ORGANIZACION DE LOS ESTADOS AMERICANOS
EN LA II CUMBRE DE LAS AMERICAS

18 de abril de 1998 - Santiago de Chile


Quiero agradecer a los Presidentes y Jefes de Estado de las Américas por la invitación hecha a la OEA para acompañarlos en esta nueva cita hemisférica. Gracias al pueblo de Chile, a la ciudad de Santiago y al Gobierno del Presidente Eduardo Frei por su extraordinaria acogida.

Hace cuarenta meses en Miami, clausuramos décadas de aislacionismo, de confrontación y de desconfianza. Dejamos atrás el lenguaje hostil y cierto pesimismo atávico que caracterizaba nuestro discurso político y económico.

Desde entonces, en la OEA hemos cumplido los mandatos recibidos en la primera Cumbre de las Américas. En compañía del BID y la CEPAL, le hemos dado apoyo técnico a las negociaciones del ALCA; realizamos, con el Gobierno de Bolivia, la Cumbre de Desarrollo Sostenible, sobre la cual he traído un informe de avance para la consideración de todos ustedes; en temas centrales como la lucha contra la corrupción, el narcotráfico, el terrorismo o el control de armas, las naciones de América aquí presentes han suscrito convenciones o declaraciones que las vinculan política y jurídicamente.

Con el mandato que los gobiernos nos han otorgado, hemos creado en la OEA una doctrina americana de solidaridad con la democracia, que actúa contra cualquier intento de los poderes públicos para anular a los demás, o contra cualquier amenaza militarista que pretenda interrumpir el proceso democrático de un país.

Pero también, la OEA ha desarrollado en estos años una capacidad propia en protección de derechos humanos y preservación de las libertades públicas; en asegurar, mediante la observación de los procesos, elecciones limpias, justas y transparentes; en la realización de trabajos post conflicto en países que han sufrido confrontaciones internas; en labores de desminado; en creación de medidas de fomento de la confianza y de la seguridad.

Con todas estas acciones, hemos roto las ataduras que inmovilizaban a la OEA. No obstante, sabemos que nos falta recorrer un largo camino para hacer de nuestra institución un instrumento útil y eficaz para cumplir las nuevas tareas que ustedes nos han asignado. Pero la Cumbre de Santiago nos plantea una nueva y contundente realidad política. Por ello, estamos pensando en la Organización del mañana. Estamos viviendo un proceso de reforma de la OEA y de creación de una nueva arquitectura interamericana, como resultado de esta Cumbre.

Y concebimos a la Organización cumpliendo su papel de escenario de creación del derecho interamericano y depositaria de los tratados y convenios; de principal foro del diálogo político hemisférico; de centro de intercambio de experiencias y de diseño de políticas comunes o colectivas; de responsable de construir y preservar sistemas de información hemisféricos; de instrumento de la solidaridad continental con sus acciones de cooperación. Y al mismo tiempo, asumimos con satisfacción la tarea de llevar la memoria institucional de este proceso de cumbres y de dar soporte técnico a las reuniones ministeriales y de expertos que le habrán de dar seguimiento al Plan de Acción de esta reunión Cumbre.

Sabemos que la tarea que tenemos por delante es formidable y que es necesario encontrar respuestas a la multitud de desafíos que se nos plantean.

Los interrogantes son muchos y variados. ¿Cómo hacer de la integración no solo un proceso comercial, sino uno de vastas consecuencias sociales y políticas? ¿Cómo vamos a hacer para preservar la voluntad política de los gobiernos, los congresos y la opinión pública en todo el hemisferio? ¿Cómo lograr que de todo este esfuerzo se beneficien las economías pequeñas y las de más bajo ingreso por habitante? ¿Qué es lo que la OEA y las demás instituciones van a hacer para que nuestros sistemas educativos preparen ciudadanos autónomos, informados, responsables, tolerantes, críticos frente a la información; y para apoyar a los países que necesitan atender las inmensas demandas que la globalización y la revolución informática imponen sobre nuestras economías y nuestra cultura?

Y también hay que reaccionar en otros frentes también urgentes. Tenemos que fortalecer nuestras instituciones de derechos humanos, profundizar su autonomía financiera, presupuestal, operacional, para cubrir más casos, hacer más promoción; para fortalecer los mecanismos de investigación, para apoyar más y apoyarse más en los sistemas nacionales, para ampliar el ámbito de protección de los derechos, para hacer universal la ratificación de la Convención Americana y la aceptación de la jurisdicción de la Corte. Y es necesario igualmente, fortalecer el derecho a la libre expresión, proteger los derechos de las mujeres y de las minorías étnicas, de los pueblos migrantes y de sus familias y avanzar en eliminar todas las formas de discriminación. Y, por sobre todo, tenemos que dar pasos firmes y concretos para que América deje de ser la región más inequitativa del mundo.

Tenemos, además, el enorme desafío de establecer los mecanismos y procedimientos para evaluar en el seno de CICAD las políticas de los países contra las drogas, respetando los principios de la Carta de la OEA y aceptando el principio de la responsabilidad compartida. Y también, tenemos que contribuir a fortalecer el poder judicial, su independencia, los mecanismos interamericanos de cooperación jurídica y judicial, incluyendo temas como la lucha contra el lavado de dinero.

Todas estas acciones, entre muchas, demandan que la OEA fortalezca los mecanismos de participación ciudadana y permita una mayor presencia de la sociedad civil en él dialogo hemisférico y en las tareas para hacerle frente a los problemas colectivos.

Señores Presidentes y Primeros Ministros:

Esta Cumbre adquiere una especial importancia para la OEA al celebrarse a pocos días de su 50 Aniversario. Atrás queda una historia de luces y sombras, de rivalidades y desconfianzas, de empresas comunes y de no pocos desencuentros, de grandes utopías pero también, de frustraciones y desencantos.

Hoy tenemos una Organización más equilibrada y más universal en sus objetivos políticos. Una Organización que se está preparando para ser el enorme paraguas bajo el cual se puedan cubrir la infinidad de acciones que se pondrán en marcha a partir de esta Cumbre. Con optimismo y fe en el futuro de nuestra América, nos reuniremos en las próximas semanas primero en Bogotá y luego en Caracas, para recoger este legado de acción colectiva, de integración, de cooperación y coordinación y de reforma. Este legado vigoroso de Santiago de Chile, que extenderemos por todo el hemisferio para beneficio de nuestros pueblos.

Muchas gracias