Discursos

CÉSAR GAVIRIA TRUJILLO, SECRETARIO GENERAL DE LA ORGANIZACION DE LOS ESTADOS AMERICANOS
EN LA INSTALACION DE LA SEGUNDA CONFERENCIA REGIONAL SOBRE MEDIDAS DE FOMENTO DE LA CONFIANZA Y LA SEGURIDAD

25 de febrero de 1998 - San Salvador, El Salvador


Antes que nada quiero agradecer al pueblo salvadoreño, al Presidente Calderón y al Canciller González Giner por la calurosa bienvenida y la generosa hospitalidad que nos brindan a partir de hoy, para llevar a cabo nuestra segunda Conferencia Regional Sobre Medidas de Fomento de la Confianza y la Seguridad.

La Organización de los Estados Americanos se siente orgullosa de realizar este evento en El Salvador, un país que todos los días nos demuestra que la unión y el esfuerzo colectivo, que los sueños de esperanza y de paz, que la voluntad política de un gobierno por trabajar por el bienestar de su pueblo, pueden mucho más y son infinitamente superiores a la guerra y la desunión.

El Salvador, Señor Presidente Calderón, es un vivo ejemplo para América y el mundo entero, de la fuerza transformadora que tiene un proceso de paz en plena marcha como el que existe en este país y el cual ha sido respaldado e impulsado decididamente por su gobierno. El buen funcionamiento de las instituciones democráticas y los indicadores económicos que hoy exhibe esta nación, son una muestra palpable de los éxitos alcanzados y todos confiamos en que las políticas en curso continúen arrojando tan positivos resultados para el pueblo salvadoreño y la región centroamericana.

También quiero agradecer de manera especial a dos embajadores que con su trabajo y dedicación han hecho posible la realización de esta reunión. En primer lugar, al Representante Permanente de El Salvador ante la OEA, Mauricio Granillo, quién con condujo el grupo de trabajo discutió y acordó los términos del documento que será analizado en esta reunión. Y, en segundo lugar, al Embajador Lionel Hurst, de Antigua y Barbuda, quién desde la presidencia de la Comisión de Seguridad Hemisférica, viene impulsando con eficiencia y dinamismo todos los temas de la agenda de seguridad de las Américas.

A ellos, y a todos los que con su trabajo y esfuerzo han aportado a la organización de este evento, muchas gracias.

Señores Delegados:

Desde nuestra reunión de Santiago de Chile en noviembre de 1995, varios acontecimientos de gran trascendencia han ocurrido en el hemisferio.

De ellos, quisiera destacar algunos como el avance muy positivo que vienen alcanzando Ecuador y Perú, conforme al Protocolo de Río y con la activa participación de los países garantes, para solucionar sus diferencias; la firma del Tratado Marco de Seguridad Democrática de Centroamérica; el acuerdo de cooperación militar suscrito entre Argentina y Brasil y la realización de maniobras militares conjuntas; el anuncio, también, de los gobiernos de Argentina y Chile de que realizarán maniobras militares en el primer semestre de este año; la firma de la Declaración de Centroamérica, República Dominicana y Belice sobre la no participación de estas naciones en la adquisición de armamentos estratégicos, de alta tecnología o de destrucción masiva y los acuerdos sobre asuntos fronterizos recientemente firmados entre El Salvador y Honduras.

Y en el terreno de lo multilateral, debemos registrar la aprobación de la Declaración de Lima para Prevenir, Combatir y Eliminar el Terrorismo; la adopción de la Estrategia Antidrogas en el Hemisferio; la firma de la Convención Interamericana Contra la Fabricación y el Tráfico Ilícitos de Armas de Fuego, Municiones, Explosivos y otros Materiales Relacionados; el anuncio de las naciones de Centro América, realizado en la Conferencia Internacional de Ottawa contra las minas antipersonales, de concluir las tareas de desminado de sus territorios antes del fin de siglo dentro de los programas auspiciados por la OEA; la celebración de la segunda reunión de Ministros de Defensa, realizada en Bariloche; y la eventual creación de un centro antidrogas en Panamá.

¿Por qué son importantes todos estos acontecimientos? Porque muestran lo que es la tendencia actual de nuestro hemisferio. Una tendencia marcada por el avance de los mecanismos del diálogo y la solución pacífica de los conflictos; la búsqueda de nuevas y más eficaces medidas de fomento de la confianza; y la consolidación de importantes procesos de cooperación en los temas de seguridad. Esa es la tendencia: la de aplicar fórmulas de diplomacia y no de intimidación, de cooperación y no de confrontación.

Van quedando atrás los años en que a nivel internacional solamente se oía la voz de las naciones para adherir o atacar. Los años en que todo se subordinaba al miedo y a la amenaza suprema. Con el fin de la guerra fría la política exterior se ha revitalizado y se han roto las ataduras que impedían la acción diplomática o el diálogo para solucionar conflictos y diferencias.

Y en el campo del pensamiento estratégico, el cambio más importante en esta etapa post Guerra Fría es que las principales amenazas a la seguridad de las naciones o del hemisferio, son de carácter no militar: el narcotráfico, el terrorismo, el tráfico de armas o, en otro plano y dependiendo de cada país, los desastres naturales o la inseguridad ciudadana. No es que en el pasado estos problemas no existieran. Lo que ha sucedido es que muchos se han agravado, principalmente por su carácter transnacional y su impacto sobre el conjunto de las sociedades y, también, como consecuencia de la globalización y la mayor interdependencia que en el mundo de hoy se manifiesta en todos los campos.

Para reconstruir nuestro paradigma de seguridad continental tenemos que reconocer que las variables política, social, económica y ambiental también cuentan, al igual que la militar. Dependiendo del país o la sub-región que se analice, vamos a encontrar que una u otra es más determinante, pero lo que sí es un hecho, es que la militar ya no es la única.

La reconstrucción del concepto de seguridad hemisférica deberá realizarse, entonces, a partir de combinar tres procesos: la urgencia que tienen las naciones de enfrentar enemigos comunes que no conocen fronteras; la necesidad de administrar, renovar o reducir el equipamiento acumulado durante el período de mayores tensiones y, por supuesto, de resolver dichas tensiones y, finalmente, el deber que tienen los Estados de defender la integridad de su territorio y el orden constitucional.

¿Cómo lograr esto? ¿Cómo avanzar en nuestro hemisferio en unos consensos básicos que nos permitan reelaborar un pensamiento estratégico que cobije y sea aceptado por todas y cada una las naciones? Creo, en primer lugar, que respetando los principios de la Carta de la OEA y, como se viene haciendo en muchos casos, al utilizar y aplicar los mecanismos de solución pacífica de controversias que ella prevé: la negociación directa, los buenos oficios, la mediación, la investigación y la conciliación, el procedimiento judicial, el arbitraje y los que especialmente acuerden las partes.

Hoy esto debe convertirse en práctica generalizada, en norma de conducta insustituible de los países. En la medida en que se superen las viejas disputas de fronteras o las simples diferencias utilizando los medios anteriormente descritos, nuestro continente podrá consolidar la paz y la seguridad.

Creo, en este sentido, que las naciones de América deben tener mayor confianza en el multilateralismo, en todo lo que signifique la búsqueda de nuevos instrumentos de cooperación para enfrentar algunos de los graves problemas de seguridad que confrontan muchas de las naciones de nuestra región.

Nuestra propia experiencia de la lucha contra el fenómeno de las drogas habla de las bondades del multilateralismo. La CICAD, por ejemplo, es hoy un escenario de coordinación de políticas, de intercambio de experiencias y de información, de discusión y análisis de problemas, mucho mas poderoso y útil para los países de lo que jamás nadie imaginó, porque facilita el consenso y reconoce con absoluta claridad la responsabilidad de todos en la lucha contra este fenómeno.

En segundo término, para alcanzar los consensos que nos permitan reconstruir ese concepto de seguridad hemisférica, creo que debemos ser prácticos. Ello es, partiendo de los acuerdos bilaterales, pasar a los sub-regionales y luego al ámbito hemisférico. Es lo que está sucediendo. De seguro, dichos acuerdos sub-regionales podrán hacerse compatibles dentro de unos consensos básicos de carácter regional.

Como hoy lo estamos constatando, existen unas medidas de confianza de carácter hemisférico y ellas representan el punto de partida de la búsqueda de un consenso regional en temas de seguridad.

Veamos este aspecto. En las dos últimas décadas de la Guerra Fría se pudieron identificar en el mundo medidas de confianza de primera, segunda y tercera generación. Las primeras hacen relación a los conceptos de "transparencia" y "predictibilidad". Las segundas, tienen que ver con el "acceso", "medición" e "inspección" y, finalmente, las de tercera generación, se relacionan con los conceptos "prohibición" y "limitación". Dentro de esta última categoría, en nuestra región se puede citar la suscripción del Tratado de Tlatelolco y la Convención firmada entre las naciones de América Latina y el Caribe para prohibir la producción, almacenamiento y empleo de armas químicas.

El tema de las medidas de Confianza como tal aparece en la OEA a comienzos de esta década y fue en la Declaración de Santiago de Chile en noviembre de 1995, en donde se definieron las que hoy están vigentes en el continente y que son motivo de análisis en esta reunión.

De todas estas ellas hay que decir, en primera instancia, que son de carácter voluntario. Los países miembros de la OEA, libremente, envían la información que al respecto consideran pertinente. La información se recibe en la Comisión de Seguridad Hemisférica y se distribuye, tal como llega, a todas las Misiones Permanentes.

Constituye un cuerpo coherente y significativo que da fe de la voluntad política que asiste a las naciones de América por avanzar consistente y decididamente en este tema. Algunas de ellas, como las relativas al manejo de desastres naturales o el impulso de programas educativos para la paz, trascienden los aspectos puramente militares. Otras, como la de celebración de reuniones fronterizas, tienen en la cooperación su elemento central.

Lo que es claro es que los procesos de aplicación de medidas de confianza tanto en Europa como en América, conducen a la disminución de incidentes o conflictos armados entre países, crean las condiciones para iniciar procesos de control de armas entre naciones y aportan, de esa manera, a la paz y la seguridad mundial.

Así, su aplicación no es un fin sino un medio para lograr un objetivo más ambicioso: el de consolidar la paz y la seguridad. Para ello sería importante, además, avanzar en el control de armas.

Ahora bien, la limitación de adquisiciones de armamentos convencionales en nuestro hemisferio es un anhelo tan viejo como la propia carta de la OEA. En efecto, en el artículo segundo de ésta se habla de "alcanzar una efectiva limitación de armamentos convencionales que permitan dedicar el mayor número de recursos al desarrollo económico y social de los Estados Miembros". Mas recientemente, a partir de 1991, de una u otra forma, sucesivas Asambleas Generales de nuestra Organización han aprobado resoluciones en las que se insta a los gobiernos a considerar un proceso de consultas con miras a avanzar en la limitación y el control de armas convencionales. Y como todos recuerdan, la Asamblea del año pasado aprobó una resolución sobre transparencia en la adquisición de armas convencionales.

En esto, podría avanzarse tomando algunos elementos de los que han sido definidos a nivel de la Comisión de Desarme de la ONU. En nuestro hemisferio, por supuesto, América Central es ya un vivo ejemplo de desarme sub-regional, llevado a cabo activamente desde comienzos de la década. Y América Latina, con un 2% de su producto interno bruto dedicado a gastos militares, exhibe el más bajo promedio de presupuestos de defensa que cualquier otra región del mundo.

Pero también debe quedar perfectamente claro que un proceso como este no se puede llevar a cabo en desmedro de las Fuerzas Militares de los países o afectando las necesidades que tienen estas instituciones de mantener un nivel adecuado de preparación y disciplina, conforme a estándares modernos, y la posibilidad de modernizar y renovar parte de su equipo.

Señores Embajadores y Delegados:

Dado el dinamismo del proceso de medidas de confianza en nuestro hemisferio, creo que se pueden impulsar nuevas iniciativas tendientes a lograr una aplicación completa de las mismas. Según el último informe de la Junta Interamericana de Defensa entregado a la Comisión de Seguridad Hemisférica de nuestra Organización el mes pasado, de 1995 a 1997 se registró un aumento del 87% en el número de medidas de confianza reportadas por los países. De ellas, casi un 50% hacen relación a visitas e intercambio de observadores y dos terceras partes son realizadas entre Estados vecinos.

La pertinencia de lo acordado por los países miembros de la OEA en Santiago de Chile está bien reflejada en este informe. Por eso creo que la manera de fortalecer este proceso es no solo impulsando más medidas, sino asignándole más funciones a la Comisión de Seguridad Hemisférica de nuestra Organización para que, por ejemplo, consolide y distribuya al final del año toda la información que los países se han comprometido a enviar.

Señor Presidente Calderón, Señor Canciller, Embajadores y Delgados a esta Conferencia:

Hoy todos somos conscientes de que en asuntos de seguridad hemisférica vivimos una época de transición. Las concepciones del pasado, las que heredamos de la guerra fría, ya no sirven para explicar o manejar las realidades del presente pero, al mismo tiempo, muchos de los problemas del pasado continúan vigentes y se suman a los nuevos desafíos de la seguridad y la estabilidad democrática de las naciones de las Américas.

Al estar hoy los temas de seguridad entrelazados con otros aspectos de la agenda hemisférica, ello produce, sin duda, oportunidades pero, también, genera peligros.

Oportunidades, porque tenemos la posibilidad de construir un nuevo pensamiento de seguridad más equilibrado, más universal en objetivos, un nuevo paradigma surgido del consenso, sin imposiciones ni omisiones, en el cual se reflejen todas las preocupaciones de los países y sub-regiones.

Pero también genera peligros. Tal como lo dije esta mañana en la instalación de la reunión sobre la seguridad de los pequeños Estados Insulares del Caribe, caer en la tentación de elaborar una definición demasiado amplia de la seguridad hemisférica, traería confusión en temas trascendentales como en el de cooperación o en el de la identificación del papel de las instituciones militares a las que no se les pueden trasladar responsabilidades del poder civil.

Lo que sí es claro es que el proceso de aplicación de las medidas de fomento de la confianza como primer paso, y un eventual control de armas como segundo, ayudaría grandemente a que se consolide el binomio paz-desarrollo, en contraposición al anterior, el que imperaba en los años de la guerra fría que era el de guerra-pobreza, sustentado en el armamentismo y la desconfianza.

Y en cuanto al papel que debe jugar nuestra Organización, estoy seguro que lo que quieren las naciones de América es que la OEA lidere estos procesos, que impulse la integración en todas las áreas, que ayude a clausurar definitivamente el período de la guerra fría.

En el tema de la seguridad, lo que todos estamos buscando es que el nuevo pensamiento estratégico de las Américas esté inclinado a la cooperación, en donde el acuerdo sea la base para la acción multilateral, en donde se unan esfuerzos para combatir enemigos comunes, se utilicen a fondo los mecanismos de la diplomacia y la solución pacífica de los conflictos y en donde, finalmente, los intereses nacionales y los valores democráticos converjan de manera efectiva. Y este es nuestro compromiso.

Muchas gracias.