Discursos

CÉSAR GAVIRIA TRUJILLO, SECRETARIO GENERAL DE LA ORGANIZACION DE LOS ESTADOS AMERICANOS
DURANTE LA CEREMONIA DE ENTREGA DEL PREMIO INTERAMERICANO AL LIDERAZGO, OTORGADO A SU EXCELENCIA FERNANDO HENRIQUE CARDOSO PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA FEDERATIVA DE BRASIL POR LA FUNDACIÓN PANAMERICANA PARA EL DESARROLLO, FUPAD

12 de mayo de 1997 - Brasilia


Señor Presidente Cardoso, me resulta un gran honor y privilegio estar en esta ocasión en Brasilia para destacar la labor de un gran demócrata del Hemisferio. Llego aquí como Secretario General de la OEA y representando a la Fundación Panamericana para el Desarrollo, que hace 34 años viene fomentando actividades en favor de las organizaciones sociales de base de nuestro hemisferio. El reconocimiento que hoy le rinde la FUPAD no es sólo en nombre propio sino de todos los pueblos de las Américas. Su amplia trayectoria y contribución a una América democrática y justa lo hacen no sólo un digno receptor de este premio, sino un ejemplo incuestionado para los ciudadanos americanos que desde distintos rincones de este territorio continúan trabajando por la democracia, la paz, la justicia y la prosperidad.

Señor presidente, quienes ven en usted sólo a un destacado primer mandatario se equivocan. Lo que hoy vemos en la figura del Presidente del Brasil es la conjunción de una extensa carrera académica y pública, siempre orientada a buscar soluciones sustantivas a los desafíos económicos, sociales y políticos que ha enfrentado este país y la Región en su totalidad.

Hoy premiamos a un dirigente político visionario, que duda cabe, pero también reconocemos al maestro, al intelectual, al legislador arquitecto de consensos y acuerdos, al diplomático, al matador de inflaciones. Todas estas facetas conforman hoy el rostro del presidente de un Brasil optimista y esperanzado. El hábil y audaz dirigente político de los noventa convive con el cientista social apasionado de los sesenta y setenta, y ambos vuelven a emprender la carga, reinician su lucha obsesiva por ver un Brasil moderno, desarrollado, que abre las oportunidades a todos sus habitantes.

Esta verdadera y sana obsesión por conseguir un mayor bienestar para los pueblos de las Américas ya se percibió en los inicios de su carrera académica. Su extensa obra en ciencias sociales transgredió siempre las parcelas ficticias del conocimiento y buscó explicaciones originales y originarias a problemas complejos que eran generalmente presentados con diagnósticos simplistas y ligeros. La importancia de sus contribuciones a la economía, la sociología y la ciencia política ha sido reconocida internacionalmente a través de innumerables cargos como profesor en las más prestigiosas universidades de los Estados Unidos, Francia y Gran Bretaña, además de muchos centros académicos en las Américas.

Pero su contribución analítica no quedó recluida a la cátedra universitaria. Con la creación del Centro Brasileño de Análisis y Planeamiento (CEBRAP) usted convocó a un valioso equipo de investigadores que veían en las ciencias sociales un instrumento útil para analizar la realidad brasileña de la época y contribuir a solucionar los problemas que la aquejaban. Poco a poco la disciplina y el rigor académico que caracterizan su trabajo académico se pusieron al servicio de las necesidades más inmediatas de la sociedad brasileña.

Así, a mediados de los setenta usted se suma a los esfuerzos de aquellos que, junto a Ulysses Guimaraes, agrupan a la oposición al gobierno militar en torno al Movimiento Democrático Brasileño (MDB). Bajo su coordinación se preparó la plataforma política que el MDB presentó en las elecciones de 1974 y que constituyeron el comienzo del fin para el régimen militar.

Posteriormente usted llega al Senado en representación del Estado de San Paulo y el académico ofrece su pluma de escritor e investigador al legislador que contribuye activamente en el diseño de la estrategia democratizadora. Así, su participación destacada en la campaña "Diretas Já" y en la articulación de la candidatura de Tancredo Neves, lo ubican a usted como un protagonista claro de la política brasileña de la transición.

Cabe destacar que la transición a la democracia en Brasil no fue una tarea fácil. En general, sus colegas en las ciencias sociales han tendido a caracterizar la transición brasileña como un proceso muy fluido, que siempre se mantuvo dentro de parámetros claramente delimitados e implícitamente aceptados por todos los actores. Pero en realidad la transición brasileña, ordenada y sin grandes sobresaltos, jamás debe entenderse como un proceso que fue fácil y carente de riesgos. Por el contrario, ésta se dio en un cuadro altamente complejo: existía gran inestabilidad económica desatada por la crisis de la deuda externa a comienzos de los ochenta; en el plano político el proceso de apertura estuvo caracterizado por un gradualismo político excesivo que introdujo elementos de tensión entre los diversos actores; y la situación de los partidos políticos era una de clara debilidad institucional, en un momento en las instituciones militares que se replegaban paulatinamente del poder político.

Más aún, la inesperada partida del Presidente Tancredo Neves, la elección de 1989 y los sucesos posteriores, constituyeron pruebas duras para la institucionalidad democrática naciente y contribuyeron a generar un cuadro de fragilidad que profundizó las diferencias entre las instituciones políticas y la opinión pública.

En ese contexto, y después de haber creado el Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB) usted apoya las gestiones estabilizadoras del gobierno del Presidente Itamar Franco. Como su canciller le correspondió la difícil tarea de restablecer la confianza internacional en el proceso político y económico de su país. Simultáneamente, dedicó sus mejores esfuerzos para consolidar la iniciativa política y económica más importante de América del Sur desde su independencia: el Mercosur.

Pero los actos de fé no son la moneda aceptada en las relaciones internacional. Ella es inútil cuando se trata de restablecer la confianza o promover acuerdos comerciales exitosos. Para alcanzar esos objetivos hubo que esperar su pasada por el ministerio de Hacienda y el diseño y ejecución del Plan Real. Sus dotes de líder y su experiencia parlamentaria lograron primero conseguir el apoyo de sus antiguos colegas y el de la opinión pública para poner en marcha un profundo programa de estabilización y reforma monetaria. Así, la inflación pasó de estar por encima del 5000% en Julio de 1993 al 31% doce meses después. Posteriormente, esos dramáticos resultados captaron la atención de los mercados internacionales que se voltearon a ver que era lo que ocurría en el país más grande de América Latina. Y encontraron un país que levantaba la cabeza y recuperaba la confianza, gracias a una economía estable que la otorgaba, a un sector productivo que iniciaba una vigorosa campaña exportadora y a un Estado que daba los pasos necesarios para consolidar todo ese ambicioso y necesario programa de transformaciones. Como usted lo indicaba recientemente, el proyecto era reorganizar la economía, entregar estabilidad -no sólo a la moneda, pero al país- recuperando nuestra fé en la capacidad brasileña de crecimiento de su economía y de adaptación a los desafíos del mundo, adaptación creativa.

Aunque muchos pregonaban que el contexto político y económico que Brasil enfrentaba en 1994 llevaría a unas elecciones altamente polarizadas, éstas se realizaron en un ambiente de gran serenidad y le entregaron a usted un categórico mandato. La ciudadanía brasileña reconoció sus esfuerzos, su visión y dedicación a una tarea noble y le otorgó en la primera ronda una de las más amplia mayorías en la historia republicana de esta nación. La reforma económica fue ungida por la más solemne liturgia de la democracia: el apoyo mayoritario de la población a través del sufragio. La ciudadanía optó por el cambio, decidió apoyar a este intelectual, hombre público, forjador de acuerdos y audaz líder político. Depositó su confianza en quien decía lo que ya se había hecho y no temía decir lo que quedaba por hacer. El voto demostró que el pueblo de Brasil quería atenuar el discurso político, dejar atrás planteamientos ideológicos anticuados y confrontacionales, mantener la estabilidad monetaria y comenzar las reformas estructurales necesarias para poner al país en el camino de un desarrollo económico y social sostenible.

El Plan Real, que usted siempre ha planteado como un proceso y no como un instrumento estático, ha actuado como un elemento catalizador para la constitución de un nuevo proyecto nacional. Aquí vuelven a confluir Cardoso el profesor, con el intelectual, el legislador y el ministro. El Plan Real ha permitido volver a pensar en un proyecto común de país. Usted y sus colaboradores no sólo decapitaron la hiperinflación, y restablecieron la disciplina fiscal, sino que han entregado un nuevo proyecto de desarrollo para el Brasil. Un proyecto democrático basado en una economía más abierta, que mantiene su compromiso en la estabilidad monetaria y la competitividad, y con un Estado eficaz que promueve acciones concretas y enérgicas para fortalecer el sistema educativo, la provisión de salud y vivienda, la reducción de la pobreza y de las desigualdades sociales.

Los éxitos del Plan Real otorgaron capital político para continuar reformando otros sectores. Su programa de gobierno no se acaba en la estabilidad monetaria, ese es sólo el punto de partida, la piedra angular sobre la cual se edifica un nuevo Brasil. Su gestión de gobierno busca ahora sentar las bases para un desarrollo duradero. Para ello existen importantes tareas pendientes. Sin duda el lugar prioritario lo ocupan las reformas constitucionales necesarias para consolidar el proceso de transformación económica. Como usted lo ha indicado Brasil hoy está cambiando, quiere cambiar y va a continuar cambiando dentro de la democracia y con una comprensión racional de los problemas y no, pura y simplemente, con demagogia.

Para que ello sea posible ahora su gobierno promueve reformas que permitan establecer un sistema tributario eficiente y justo en su capacidad de recaudación y distribución de recursos entre los distintos niveles de gobierno; una administración pública que cuente con mecanismos claros de selección, evaluación y promoción de los funcionarios y que abandone lo que usted llama ese infierno de pequeños controles burocráticos que no controlan nada; y un sistema de pensiones que proteja tanto a los jubilados como la solvencia Tesorería de la República.

Al igual que el resto de los países del hemisferio, hoy Brasil enfrenta la necesidad inminente de modernizar su Estado, no sólo para estabilizar su economía y asegurar un crecimiento en el largo plazo, sino que para profundizar el proceso democrático. La magnitud de la tarea es titánica. Pero Brasil ya ha dado importantes pasos.

El proceso de descentralización y autonomía de los estado, y el impulso que se le ha dado a la vitalidad de los municipios para incentivar una mayor participación y control ciudadano sobre las decisiones públicas, debe ser reconocido. Este proceso de profundización democrática ha implicado también diseñar una agresiva política de protección de los derechos humanos. Su gobierno, señor presidente, ha marcado el camino al elaborar el Plan Nacional de Derechos Humanos, producto de una amplia consulta nacional con la sociedad civil, a través del cual el Estado brasileño reformará sus instrumentos legales e institucionales para asegurar una protección más eficaz a los derechos de las personas.

En este plano, permítame referirme brevemente a un tema que es de interés común. En unos meses más usted participará en la segunda Cumbre de las Américas. Vemos en ese encuentro una gran posibilidad de cooperación entre las agendas del Brasil y de la OEA. Siguiendo con los acuerdos alcanzados en Miami, Brasil ha promovido activamente los temas de democracia y derechos humanos. Esos temas deben estar nuevamente en el centro de la discusión en Santiago. La experiencia de su país es importante y debiera ubicarlo nuevamente en un lugar protagónico. Así como su gobierno dedica sus mejores esfuerzos en fortalecer sus instituciones y profundizar sus prácticas democráticas, así como ustedes ponen en marcha esquemas innovadores y agresivos de protección de los derechos de las personas, la OEA también busca redefinir sus instrumentos y sus tareas. La Organización sólo tiene sentido si es capaz de responder eficazmente a las necesidades de los Estados miembros. Pero sólo puede responder a ese objetivo si es capaz de mantener su agenda en sintonía con las necesidades reales y las experiencias concretas de los países. Por ello es que nuestros caminos deben avanzar a un compás semejante. Debemos concentrar nuestros esfuerzos y recursos y diseñarnos un horizonte común.

Como usted bien sabe, democracia y derechos humanos son dos elementos fundamentales de nuestra Carta. Creemos necesario y beneficioso para el bien de todos los Estados del hemisferio continuar profundizando nuestros acuerdos en estos temas. Para ello creemos que la OEA puede prestar un servicio como mecanismo eficaz para la continuación de un diálogo multilateral que vele y promueva los intereses de todas las naciones del hemisferio.

Termino señor presidente reiterándole a nombre de la Fundación Panamericana para el Desarrollo es un profundo honor para mí entregarle el Premio Interamericano al Liderazgo. La prueba más clara de su liderazgo es que como usted mismo lo ha dicho anteriormente hoy Brasil tiene rumbo y sabe lo que quiere. Ello no es accidental. Es el resultado de años de reflexión, diálogo y trabajo que usted a dedicado a definir los desafíos del desarrollo de nuestros países. Su capacidad ha consistido en dedicar toda una vida a esa tarea. Una vida dedicada a transformar proposiciones abstractas en instituciones, en decisiones, en mecanismos más prácticos, para dar más eficiencia y para estar a la altura de los desafíos del mundo actual. Ese es el gesto más generoso que puede entregar a su país un académico, un dirigente político, un servidor público.