Discursos

CÉSAR GAVIRIA TRUJILLO, SECRETARIO GENERAL DE LA ORGANIZACION DE LOS ESTADOS AMERICANOS
CON OCASION DE LA VISITA DEL PRESIDENTE DE LA REPUBLICA ARGENTINA,DR. CARLOS SAUL MENEM

5 de diciembre de 1996 - Washington, DC


Constituye un inmenso honor para la Organización de los Estados Americanos, y para su Secretario General, tenerlo a usted, señor Presidente Carlos Menem, en esta, su casa .

La de hoy es la tercera oportunidad en la cual usted visita nuestra Organización, hecho que señala el rol que su país le da a la OEA como escenario para preservar los valores del Sistema Interamericano. Arriba usted a una institución que gracias al apoyo de los países que la componen, ha hecho un inmenso esfuerzo para renovarse y ponerse a tono con la nueva realidad que enfrenta el Continente, dentro de los principios consagrados en nuestra Carta: defensa y fortalecimiento de la democracia; respeto y promoción de los derechos humanos; búsqueda del desarrollo sostenible; apoyo a la causa de la integración hemisférica; lucha contra el narcotráfico, la corrupción y el terrorismo.

Su permanente compromiso con esos valores, y también su liderazgo y su coraje, lo han convertido a usted en el gran artífice del giro que ha dado la Argentina durante estos últimos años y que le ha devuelto a sus ciudadanos la fe y esperanza en las posibilidades con que cuenta una gran Nación como la suya. Esa abnegada labor es reconocida a lo largo y ancho del planeta. Hoy a nadie le cabe duda que su país, señor Presidente, ha recuperado la preeminencia en el concierto mundial.

Por eso a veces parece increíble aceptar que hasta hace muy pocos años, en el lindero austral del hemisferio, había una Argentina encerrada, como tantos otros países de la región, en el círculo vicioso del pasado. Una Argentina azotada por el militarismo, la hiperinflación, la falta de oportunidades y la desesperanza.

Pero esos tiempos oscuros han quedado atrás para siempre. El panorama de hoy no podría ser mas diferente de ese escenario desolado que prevalecía hasta hace solo un tiempo. Argentina bajo su firme liderazgo ha mostrado lo que un pueblo orgulloso puede conseguir cuando cuenta con líderes con visión de futuro. La democracia ha echado raíces sólidas, sobre la ruinas del autoritarismo. La economía es hoy un modelo de estabilidad que ha generado condiciones propicias para el crecimiento, y la inversión productiva.

El año pasado el llamado efecto tequila demandó de nuevo de su temple y recio carácter para adoptar determinaciones que ningún otro líder del mundo democrático habría tomado en las vísperas de un proceso electoral. Allí se demostró que, como pocos en nuestra historia, usted es un buen piloto en las tormentas, al lograr mantener la calma interna y la confianza de los mercados financieros internacionales. Y el pueblo argentino le renovó su mandato para que de nuevo lo guiara, en tiempos tempestuosos, en los que ha estado bajo prueba su esquema innovador.

En ese camino, se ha encontrado usted con nuevos problemas, que han exigido soluciones difíciles e incluso impopulares. Ante esos desafíos, señor Presidente, usted ha mantenido el rumbo firme, guíado por la brújula de sus convicciones y por su mirada puesta mucho más allá del horizonte.

La travesía que usted ha escogido, no ha terminado y seguramente habrá más y complejos desafíos. No obstante, esos escollos transitorios no podrán oscurecer el nuevo destino que usted le ha trazado a la Argentina y del que han sido beneficiarios no solo su pueblo sino todos los pueblos de América. Y lo digo así porque a todos nos ha iluminado su ejemplo y hemos escuchado el tono de su voz latinoamericana. Usted es pionero con un lenguaje nuevo, fresco, asertivo, franco y llano, de una región próspera, optimista, decidida a competir internacionalmente, segura de que a la vuelta de unas pocas décadas será parte del primer mundo.

Pero sería injusto limitar al campo económico el reconocimiento de sus clarividentes acciones, puesto que no eran solo económicas las fracturas que presentaba la sociedad argentina. Desde el principio de su gestión, a usted lo ha animado una noble y férrea decisión de cerrar las heridas de un pasado de crueles enfrentamientos internos y desgarradoras confrontaciones externas.

Fronteras adentro, y con el norte puesto en la reconciliación y el reencuentro, usted luchó por la cicatrización de heridas del pasado y buscó el consenso con las demás fuerzas políticas para dotar a la Argentina de una Constitución que adecua el sistema político y las instituciones a las necesidades de los nuevos tiempos. Y de su país hacia el mundo, sin olvidar lo que con justicia le pertenece a la Argentina, usted reinició un diálogo fecundo, constructivo con los adversarios del ayer.

La impronta de su gestión en el vínculo de la Argentina con el mundo es por todos percibida. La nueva relación con los países vecinos es motivo de beneplácito y esperanza para la comunidad internacional en general, y la americana en particular. Desde la casi total superación de las diferencias limítrofes con la hermana República de Chile, con uso exclusivo de medios pacíficos y diplomáticos, hasta la firma de los acuerdos de no proliferación armamentista con Brasil, se han creado las condiciones para el desarrollo de una relación armónica y fructífera entre las naciones de la región.

La creación y desarrollo del Mercosur ha constituido un enorme éxito político y diplomático pero sobre todo económico y comercial. La espectacular triplicación del comercio en unos pocos años le ha dado un dinamismo especial a las economías y ha sido una de las principales fuentes de crecimiento para los cuatro países que pertenecen al acuerdo. Hoy cuando avanzamos hacia la creación de una zona de libre comercio de todas las Américas, Mercosur es pivote fundamental sobre el cual construiremos el puente de la integración hemisférica.

Es en ese nuevo contexto de política que debe entenderse su visionaria iniciativa de los Cascos Blancos, ese verdadero ejército de mitigadores de desastres, de violencia, de pobreza. En ese sentido, permítame mencionar la ferviente dedicación de la Embajadora de su país ante esta Organización, doña Alicia Martínez Ríos, quien en el área particular del desarrollo social y la educación, como en todas las otras materias de la agenda interamericana, no solo es fiel intérprete de las preocupaciones y responsabilidades de su gobierno, sino que ha puesto su rico bagaje de experiencias políticas, diplomáticas y sociales al servicio de la gran causa americana.

Todos los logros que usted ha conseguido, todo lo que ha obtenido su país en estos últimos años, todo ese nuevo abanico de posibilidades de progreso que tiene ante sí la Argentina, renuevan la confianza de quienes estamos aquí reunidos, en el futuro del Continente. Nuestro optimismo se funda, señor Presidente, en la verificación de la nueva realidad hemisférica, que usted, de manera tan significativa, ha contribuido a crear.

Señor Presidente,

El de hoy es un día feliz para la Organización de los Estados Americanos. No sólo nos pone alegres su distinguida presencia y la de los miembros de su comitiva, sino la presencia de quien, con el ejemplo de su gestión, demuestra que aquel sueño esquivo de un hemisferio próspero y pacífico está cada vez más cerca de ser realidad.

La OEA se honra con la visita de un Estadista que antepuso los intereses de su Nación a las marcas que deja, en cuerpo y alma, el maltrato físico y moral, para reconciliar a un pueblo que conoció momentos de terribles desencuentros.

La OEA saluda al líder de visión continental que supo plasmar sus permanentes reivindicaciones de la América morena, india y europea en una realidad palpable de acercamiento e integración entre los pueblos.

La OEA se pone de pie en este histórico Salón de las Américas para recibir al hombre que forjó la llave con la cual la gran República Argentina ha abierto la puerta de un futuro de bienestar y de prosperidad y a quien le decimos de todo corazón: bienvenido querido Presidente, Don Carlos Saúl Menem!

Muchas gracias.