Discursos

CÉSAR GAVIRIA TRUJILLO, SECRETARIO GENERAL DE LA ORGANIZACION DE LOS ESTADOS AMERICANOS
SESION INAUGURAL DE LA COMISION ESPECIAL DE COMERCIO

14 de junio de 1995 - Montevideo


"La Comisión Especial de Comercio ha tenido la inmensa virtud de revitalizar el diálogo político, jurídico y técnico sobre el tema del comercio en un escenario de alcance interamericano."

Quisiera comenzar agradeciendo al Gobierno de Uruguay y al Ministerio de Relaciones Exteriores, al Señor Canciller y al Vice-Ministro Carlos Peréz del Castillo -reconocido experto en los temas que hoy nos reunén- por su hospitalidad al ofrecernos a Montevideo como sede para esta reunión de la Comisión Especial de Comercio de la Organización de Estados Americanos. Uruguay vuelve a ser así protagonista central de los esfuerzos de integración en el Hemisferio.

También quisiera agradecer a la ALADI y a su Secretario General por su generosa contribución para facilitar el apoyo que se requiere para el éxito de esta reunión. Sin duda la ALADI ha sido precursora y pilar de la integración en América Latina. Sus contribuciones al análisis de las nuevas realidades del comercio hemisférico serán un valioso aporte al empeño de integración continental.

No están muy lejanos los tiempos pasados en que defender el libre comercio era una aventura solitaria. Afortunadamente estas son otras épocas y mucho ha cambiado el mundo, particularmente nuestro continente. La transformación del panorama comercial en las Américas durante la última década ha sido vertiginoso. En el corto lapso de diez años hemos vivído un proceso de avance hacia la integración comercial y la liberación de los mercados que no tiene precedentes.

Agobiados por la crisis de la deuda y el agotamiento histórico del modelo de sustitución de importaciones, muchos países llegaron al convencimiento de que había llegado la hora de cambiar. Al estar de espaldas al mundo, y sobre todo de espaldas a nuestros propios vecinos, se perdieron muchas oportunidades para promover el desarrollo, aprovechar los mercados mundiales y hacer más eficientes nuestras economías.

En la búsqueda de un nuevo esquema de desarrollo que les permitiera corregir las distorsiones heredadas del proteccionismo, muchos países del Hemisferio decidieron, de manera unilateral, iniciar procesos de liberación comercial. En la medida que ese cambio de política se fue generalizando, surgieron dos fenómenos que llevaron a que dichos procesos se elevaran a un nivel superior, adquiriendo una dimensión regional. En primer lugar, los procesos unilaterales de liberación empezaron a chocar con la camisa de fuerza que eran los acuerdos y compromisos comerciales del pasado.

La integración de "viejo tipo", diseñada como un catalizador adicional del modelo de sustitución de importaciones, establecía una ineludible maraña de compromisos, restricciones y obligaciones legales de tal magnitud, que los países llegaron a encontrarse en el dilema de tener que escoger entre seguir perteneciendo a los esquemas de integración o sacrificar la profundización de su estrategia de liberación.

En segundo lugar, los países que coincidieron en sus procesos de liberación empezaron a descubrir que el comercio bilateral o regional crecía rápidamente. Aparecieron de pronto una serie de complementariades latentes que motivaron el comercio y la inversión. Es decir, se hizo evidente lo que podríamos llamar la integración inevitable, impuesta por la realidad de los mercados abiertos.

La combinación de estos dos procesos, uno de confrontación con las limitaciones de los viejos esquemas integracionistas y otro de constatación de las ventajas de la integración real, llevaron al convencimiento a los países de la conveniencia de una integración de "nuevo tipo".

Eso que hoy nos parece casi que obvio no era para nada claro en ese entonces. La conveniencia de abandonar los viejos esquemas integracionistas y embarcarse en la liberación coordinada de los mercados bilaterales y regionales fue una decisión difícil. Se requirió voluntad política, convicción, creación de confianza y mucho trabajo técnico.

Pero el esfuerzo ha valido la pena. El comercio intra-regional ha crecido dramáticamente en los últimos cinco años. El crecimiento económico se ha acelerado. Ha mejorado la competitividad global de las economías integradas. La inversión privada ha recuperado su vigor y, quizás lo más importante, existe creciente respaldo político a esos procesos. Han habído tropiezos que siempre son inevitables, pero la tendencia hacia la liberación del comercio regional ha sido inatajable.

Y en ese proceso surgió una integración de "nuevo tipo". Este tipo de integración abierta lleva a los socios hacia el mercado libre, sin aumentar la protección frente a terceros u otros grupos de países.

La consolidación de esta etapa regional de integración nos ha servido para avanzar hacia un estadio superior, que permite pensar en la creación de una área de libre comercio de alcance hemisférico. Pero también allí hemos llegado a través de fuerzas encontradas.

Nos han empujado hacia allá, en primer lugar, los resultados positivos de la integración sub-regional y la confianza que ha generado la culminación exitosa de la Ronda Uruguay del GATT. Y del otro lado nos impulsa también la evidente dificultad que representa el encontrar el camino para seguir avanzando hacia una más profunda liberación comercial a través de una compleja telaraña de acuerdos que tienen parámetros, disciplinas y esquemas diversos.

Al libre comercio y a la integración en el Hemisferio no parecería poderse llegar por la vía simple de ir sumando un número cada vez mayor de acuerdos bilaterales, inter-regionales o parciales que coexistan paralela y simultáneamente.

Y en medio de ese dilema, obtuvimos una luz que habrá de guiarnos políticamente en esta difícil jornada. Me refiero a la Cumbre de Miami. Allí, los Mandatarios de las democracias del Continente, tomaron la decisión histórica de crear un Area de Libre Comercio de las Américas cuya negociación deberá culminar en el año 2005.

Por eso estamos aquí. Tenemos la obligación de encontrar un camino para hacer realidad un mandato político inapelable. Los Presidentes y Jefes de Gobierno, en su sabiduría, entendieron que su función es imprimirle a los procesos la necesaria voluntad política, marcarle los derroteros, y señalar responsabilidades. Eso ya lo han hecho.

Ahora nos toca a todos nosotros, cada uno en su esfera de responsabilidad, trabajar intensa y coordinadamente para que el objetivo se haga realidad.

La Organización de Estados Americanos ha desarrollado en corto tiempo una serie de instrumentos que sin duda podrán contribuir a apoyar con eficacia este proceso. Me refiero a la Comisión Especial de Comercio, la cual ha tenido la inmensa virtud de revitalizar el diálogo político, jurídico y técnico sobre el tema del comercio en un escenario de alcance interamericano. Sin duda a partir de la reunión de Ministros de Comercio de Denver, la CEC asumirá un papel aún más significativo en el seguimiento y desarrollo de las decisiones de las máximas autoridades comerciales de los países miembros.

El Grupo Asesor de la Comisión, bajo la acertada orientación del Viceministro de Industrias del Perú, y la Unidad de Comercio recientemente creada en la Secretaría General de la Organización, están trabajando ya de manera coordinada en un clima de cooperación y creatividad. Además, la estrecha colaboración inter-institucional que se ha establecido entre el BID, la CEPAL y la OEA, en temas de comercio, aseguran la solidez técnica y el aprovechamiento de las capacidades especializadas de cada institución.

Un primer aporte de ese esfuerzo colectivo, es el Compendio Analítico de los Acuerdos Comerciales en el Hemisferio, que se elabora bajo la coordinación de la Unidad, por iniciativa de la Comisión y por mandato de la Cumbre de las Américas. El valor de este trabajo radica en que por primera vez de manera sistemática, organizada y con una metodología común, se establece una descripción y una comparación de los acuerdos de libre comercio e integración en las Américas.

Al revisar dicho trabajo se obtienen importantes conclusiones en cuanto a los espacios de convergencia y de divergencia que crea el espectro de acuerdos ya existentes. El hallázgo central de ese esfuerzo analítico es que al sopesar tanto las diferencias como las coincidencias --entre los distintos instrumentos-- se detecta que, en su conjunto, poseen una inclinación que favorece marcadamente su evolución hacia una área de libre comercio de alcance hemisférico.

En cuanto a la inquietud que han expresado algunos sobre la compatibilidad de estos acuerdos con el esquema multilateral global que heredamos de la Ronda Uruguay, las conclusiones también son alentadoras.

Esto sin duda es importante por cuanto la construcción de una área hemisférica es impensable sin garantizar su compatibilidad con los compromisos multilaterales generales. La revisión de los acuerdos, y la voluntad expresada por prácticamente todos los países del Hemsiferio de integrarse a la OMC, sugieren que ese dilema se podrá despejar con relativa facilidad.

Dentro de ese marco, y como parte de ese esfuerzo de armonización con los compromisos multilaterales, podría haberse llegado el momento de considerar la conveniencia de notificar los acuerdos regionales --aquellos que aun no lo han hecho-- a la OMC, tomando en cuenta los entendimientos alcanzados en la Ronda Uruguay.

Esta decisión podría crear un ambiente de mayor transparencia y tener el saludable efecto de impulsar una más rápida compatibilización entre las normas subregionales con las multilaterales, facilitando igualmente que el Hemisferio pueda avanzar más rápidamente al existir en las disciplinas multilaterales un referente general común.

Dichas estas cosas, y teniendo en cuenta que tenemos por delante el reto de la reunión de Ministros de Comercio en Denver, Estados Unidos, podría ser conveniente ampliar el horizonte de nuestras reflexiones. Pero antes de hacerlo quiero dejar en claro la forma en que yo entiendo el complejo proceso que se avecina.

Ante todo debemos entender que el mundo contemporáneo las negociaciones comerciales han dejado de ser exclusivamente un asunto técnico o una discusión jurídica. Hoy en día se han trasladado al corazón de la política doméstica y de la política económica internacional de todos los países sin excepción alguna.

Esto quiere decir que debemos reconocer la naturaleza esencialmente política de este proceso y por lo tanto administrar con una infinita sensibilidad las expectativas, los ritmos y las prioridades de todos los países miembros. La certeza de que tenemos un compromiso y un propósito comunes nos permitirá construir pacientemente los consensos vigorosos que se requieren para hacer realidad el reto que tenemos por delante. Sin prisa pero sin pausa.

Entendido de esta manera, el proceso se podría visualizar en dos grandes fases. Una primera de creación de confianza mutua, de intercambio de información y de definición de los parámetros que guiarán el esfuerzo conjunto. Una segunda que sería como una fase de negociaciones para el desarrollo formal de los acuerdos.

Sin duda solo pueden ser los países quienes definan los caminos a seguir de acuerdo a sus criterios e intereses. Pero como contribución quisieramos reiterar algunas de las reflexiones que contiene el documento de la Unidad, sobre las bases para la construcción del Area de Libre Comercio del Hemisferio.

En primer lugar, el ALCA se podría construir sobre dos pilares fundamentales. De una parte, las disciplinas multilaterales del sistema GATT/OMC; y de otra, los compromisos contenidos en varios de los acuerdos regionales o bilaterales ya existentes. El recoger como primera aproximación las disciplinas GATT tiene el valor de que evita la difícil tarea de la construcción de un sistema paralelo de compromisos que en muchos temas puede ser redundante.

Así, las energías se podrán focalizar en la negociación de los temas que son más contenciosos, en las áreas que trasciendan el actual desarrollo de las disciplinas GATT y en aquellos temas que no están cubiertos por la sombrilla de la OMC, pero que son ineludibles en un contexto hemisférico.

También quisiera decir que en aquellos casos en que los componentes significativos de un eventual sistema hemisférico de libre comercio --como por ejemplo MERCOSUR y el TLC-- hayan desarrollado y consolidado disciplinas en áreas críticas de negociación debemos aprovechar esa valiosa experiencia para ir adelante aun más rápidamente. No parecería eficiente tratar de avanzar haciendo retroceder a los que van más adelante.

Y ahora que estamos viviendo el "espíritu de la Cumbre de Miami" en muchos de los componentes de la agenda política del Hemisferio, quizás también podría inspirarnos para que de ahora en adelante la profundización de la liberación y los nuevos avances que se den en el frente de la integración, se hicieran teniendo siempre en mente que el destino final de la jornada es la unidad de las Américas.

No quiero terminar sin hacer referencia al tema de las necesidades propias de los países pequeños y de menor desarrollo relativo. Es evidente que en diferentes ocasiones y en distintos escenarios se ha venido reconociendo que es necesario ofrecer a este grupo de países una aproximación a la integración que reconozca explícitamente las vulnerabilidades que los afectarían en el contexto de una liberalización recíproca del comercio a escala hemisférica.

No se trataría simplemente de hablar de asimetrías o de ritmos, sino que es indispensable reconocer que el problema involucra el apoyo a su transformación de manera que puedan derivar beneficios relaes y de largo plazo del proceso hemisférica de liberación. Sería necesario, por ejemplo, encauzar inversiones importantes para desarrollar las ventajas comparativas latentes que existen en muchos de estos países y que no podrían ser aprovechadas con la simple garantía de acceso a los mercados.

Apreciados amigos :

Cada uno de Ustedes viene a esta cita hemisférica con la misión indeclinable de defender ante todo las aspiraciones legítimas de sus países. Pero también saben que esas aspiraciones se realizarán mejor si el conjunto del continente progresa firmente hacia la integración y la unidad. Ustedes aquí también son ciudadanos de las Américas que pueden contribuir a hacer realidad un sueño por siglos aplazado.