Discursos

CÉSAR GAVIRIA TRUJILLO, SECRETARIO GENERAL DE LA ORGANIZACION DE LOS ESTADOS AMERICANOS
CELEBRACIÓN DE LOS 25 AÑOS DE LA CONVENCIÓN AMERICANA DE DERECHOS HUMANOS, 15 AÑOS DE LA CORTE INTERAMERICANA DE DERECHOS HUMANOS Y 35 AÑOS DE LA COMISIÓN INTERAMERICANA DE DERECHOS HUMANOS

22 de noviembre de 1994 - San José, Costa Rica



"Hago un llamado para que los Estados del Hemisferio ratifiquen la Convención Americana de Derechos Humanos y la Convención Interamericana sobre Desaparición Forzada de Personas, y los exhorto a aceptar la jurisdicción de la Corte Interamericana y a contribuir a la protección de los derechos humanos mediante el acatamiento de las decisiones de la Corte y de la Comisión".
Quiero agradecer a la Corte Interamericana de Derechos Humanos a través de su Presidente, el Doctor Rafael Nieto Navia, la gentil invitación que me permite participar en esta histórica y múltiple celebración.
Estamos reunidos para conmemorar los 35 años de creación de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, los 25 años de la adopción de la Convención Americana sobre Derechos Humanos o Pacto de San José de Costa Rica, los 15 años de actividades de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, y los 15 años de la creación del Instituto Interamericano de Derechos Humanos.
Y a esta circunstancia, desde luego suficiente para despertar nuestro optimismo, se une el placer de disfrutar de la hospitalidad del Gobierno y de la gente de Costa Rica, representados por mi buen amigo el Presidente Figueres.
Señor Presidente: gracias por darle especial brillo a este acto con su presencia, y gracias por servir de anfitrión —con la autoridad que le da ser, a la vez, hijo y líder de la democracia costarricense— para hacer de esta celebración instancia para congratularnos por lo mucho que hemos hecho por los derechos humanos en las Américas, y también ventana para asomarnos al futuro.
Hoy rendimos un homenaje a esta ciudad de San José y a sus conciudadanos, Señor Presidente, por ser no solo la cuna de la Convención Americana, sino también el lugar donde se le ha dado cabida, con tanto apoyo y generosidad, a la Corte y al Instituto Interamericano de Derechos Humanos. Costa Rica es uno de los países del Hemisferio que mayores y más persistentes esfuerzos ha realizado a través de su historia para mantener su democracia y ampliar sus espacios. Por ello, su liderazgo en este campo es bien merecido, así como la admiración que despierta en todos los demócratas americanos.
Tiene para mí un inmenso significado el estar aquí como Secretario General de la Organización de los Estados Americanos. Como lo he manifestado repetidamente desde el momento mismo en que tomé posesión del cargo, quizás no existan instancias más prestigiosas y que le hayan dado mayor brillo al sistema interamericano, que nuestras instituciones de promoción y defensa de los derechos humanos.
Al decir esto, no puedo evitar recordar, de manera especial, la Conferencia de Chapultepec de 1945, y la IX Conferencia Internacional Americana celebrada en la ciudad de Bogotá en 1948.
Pero estas celebraciones también son ocasiones propicias para hablar del futuro. Pienso que dentro de la tradición interamericana —fiel al principio de la integralidad de los derechos humanos— el siguiente paso es el de culminar la ratificación del Protocolo Adicional a la Convención Americana sobre los Derechos Humanos en Materia de Derechos Económicos, Sociales y Culturales.
Además, el sistema tiene por delante el reto de crear nuevas herramientas que nos permitan avanzar en el tema de la protección de los derechos de las mujeres, de las comunidades indígenas y, en general, de los sectores más vulnerables de la población americana. Sobre el particular, es de singular importancia el que las naciones del Hemisferio confirmen su indeclinable compromiso con las mujeres de la región, a través de la ratificación de la recientemente adoptada Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer. Y en materia de pueblos indígenas, es necesario que mantengamos nuestro liderazgo no solo en el reconocimiento de sus derechos, sino en la promoción de una concepción de los mismos que responda a visiones del mundo no individualistas, de tal forma que sus instrumentos jurídicos estén permeados por la incuestionable realidad del multiculturalismo.
Quizás no exista mejor oportunidad que ésta para ratificar ante Ustedes el apoyo irrestricto de la OEA tanto con la Comisión como con la Corte Interamericana. El compromiso indeclinable del continente americano con la democracia y sus instrumentos de promoción y defensa de los derechos humanos, tiene que materializarse en vigoroso sustento a las instituciones que hoy homenajeamos.
En este sentido, hago un especial llamado para que los Estados del Hemisferio que no lo hayan hecho, ratifiquen la Convención Americana de Derechos Humanos y la Convención Interamericana sobre Desaparición Forzada de Personas. Así mismo, los exhorto a que acepten la jurisdicción de la Corte Interamericana y a que contribuyan a la protección de los derechos humanos mediante el acatamiento de las decisiones de la Corte y de la Comisión, con un espíritu de colaboración y enmienda, y con una perspectiva desarrollada y moderna del significado y del papel de los mecanismos de supervisión internacional de los derechos humanos en el Hemisferio.
A este respecto, un punto trascendental de reflexión es el de la relación entre los órganos interamericanos y las instancias nacionales. El sistema interamericano de defensa de los derechos humanos es complementario de los sistemas nacionales. Por ello resulta fundamental que cada Estado miembro consagre los derechos humanos de manera más expresa y clara en su ordenamiento constitucional y legal, y que también fortalezca los mecanismos de protección judicial de los mismos.
En materia de derechos humanos, es esencial abordar también los temas desde la perspectiva misma de las personas. Por esta razón, la discusión sobre el acceso de los ciudadanos tanto a los respectivos sistemas nacionales de protección de derechos, como al interamericano, es importante. Es evidente que el tema del agotamiento de las instancias nacionales puede adquirir nuevas dimensiones si se analiza desde el punto de vista de las necesidades concretas de protección que tienen las personas, sin que ello implique dejar de lado las consideraciones de orden procedimental.
Quisiera señalar otros aspectos tendientes a lograr que el sistema interamericano siga avanzando en la defensa, promoción y protección de los derechos humanos. En lo que respecta a la Comisión interamericana, es necesario aumentar la dimensión judicial del desarrollo de sus tareas. Sería conveniente que —cuando la Comisión resolviera llevar un caso ante la Corte— pudiera aportar su propio acervo probatorio, facilitando la labor de ésta, y cumpliendo en forma más independiente la función que en estos procesos le es asignada. Para esto sería indispensable dotar sus trámites de garantías propias de un proceso judicial, sin que ello implique demoras engorrosas. Una mayor "judicialización" de las labores de la Comisión comprendería, además, el abrir la posibilidad de iniciar "motu proprio" la tramitación de casos, siempre y cuando se reúnan algunos requisitos.
Pero para que su independencia no se vea interferida ni por los Estados ni por las partes — y para que su labor sea aún más eficiente— es preciso dotar a la Comisión de mayores medios. Debemos fortalecer el equipo secretarial y el grupo de abogados que están en permanente contacto con los problemas y con las partes. Para tal fin, sería de gran utilidad el que la Comisión contara con más recursos para las visitas in loco, de manera que a través de sus miembros o de su personal de abogados, pudiera recabar pruebas y obtener información de primera mano. Paralelamente, convendría estimular una actividad más intensa de la Comisión en la promoción de soluciones amistosas a los casos.
Estos avances en relación con la Comisión deben ser acompasados con el fortalecimiento de la Corte. Así, el fortalecimiento de la Comisión beneficiaría a la Corte, e incluso se tornaría indispensable si ésta va a ser robustecida en su capacidad de recoger pruebas cuando lo considere necesario o pertinente.
Otro elemento esencial en el fortalecimiento de la Corte tiene que ver con la naturaleza permanente de sus labores. En la medida en que se robustezca la Comisión y lleguen más casos a consideración de la Corte, se volverá imperioso que esta sesione de manera permanente, aunque no sea con la misma intensidad con que lo hacen las altas cortes nacionales.
También se debería examinar la posibilidad de dotar a la Corte con facultades para adoptar medidas provisionales de protección de los derechos humanos. Todo lo anterior, obviamente, dentro de unas reglas claras y precisas que deben ser materia de discusión y que sin duda ofrecerían legitimidad y confianza.
Por otra parte, quisiera subrayar que el necesario robustecimiento de las funciones judiciales de la Comisión no debe ir en desmedro de sus labores de promoción. Seguramente va a requerir recursos adicionales y de modificaciones en sus procedimientos, dirigidos a asegurar que los conocimientos y la información que recoja durante su actividad sirvan de base para la tarea de promoción.
Desde esta perspectiva, la labor de promoción debe ir más allá de la simple pedagogía de los derechos humanos y extenderse hasta abarcar también lo relativo al mejoramiento de las instituciones nacionales de defensa, promoción y protección de los derechos humanos.
En este campo habrá que tener en cuenta las labores que están desarrollando otros organismos entre los que cabe mencionar al Instituto para la Defensa de los Derechos Humanos, el cual ha venido a cumplir una tarea fundamental a través de seminarios, foros, cursos y publicaciones de reconocido alcance y prestigio en toda América, orientados a crear una cultura social de respeto a los derechos fundamentales.
Cabe subrayar que una de nuestras prioridades en la OEA tiene que ver con la vigorización de la Unidad para la Promoción de la Democracia. Como Secretario General, estoy decididamente comprometido en la elaboración de un proyecto en tal sentido, a fin de que la Unidad no solo pueda contar con mayores recursos económicos, técnicos y humanos, sino que pueda ampliar su campo de acción a tareas mucho más sustanciales que las relacionadas con el monitoreo y la vigilancia electoral, en las que ha concentrado sus acciones fundamentales desde el momento de su creación.
Espero el año próximo poner a consideración del Consejo Permanente de la Organización dicho proyecto. En su elaboración, tendremos muy presente que otras instituciones dentro del sistema también tienen responsabilidades, interés, y una vasta experiencia en este campo. El Instituto, por ejemplo, ha construido estrechas relaciones con los sistemas judiciales nacionales y la Comisión ha entablado contactos frecuentes y fructíferos con los Gobiernos y los Congresos.
También hay que aprovechar las mejores relaciones que existen entre la Comisión y los Gobiernos democráticos de los países miembros —lo cual sin duda ha significado el fortalecimiento del sistema interamericano de los derechos humanos— para hacer de la Convención Interamericana un instrumento auxiliar de interpretación de las Constituciones de los países.
De todos es conocido el hecho de que el corazón de la OEA y su genuina razón de ser residen en el fortalecimiento y la promoción de la democracia. Siendo los derechos humanos —individuales y colectivos— la esencia misma de la democracia, no podría pensarse en ninguna acción en pro de la democracia que a su vez no fuera una contribución a la salvaguarda de los derechos humanos.
Así mismo, esta relación entre democracia y derechos humanos sugiere otra idea funda-mental: el fortalecimiento de las cartas de derechos y de los mecanismos para su protección,aunque importantes, son solo un aspecto de la garantía de los derechos.
Muy pertinente en este propósito es también el contexto constitucional y democrático dentro del cual operarían estos mecanismos. Todos conocemos la trascendencia que tiene el equilibrio entre los poderes, así como la deliberación parlamentaria en estos temas, inclusive mediante la creación de defensores del pueblo. Sobra decir que la participación ciudadana y comunitaria, al igual que el pluralismo y la equidad en la contienda electoral, han sido pilares fundamentales en la defensa de la libertad.
La democracia representativa, con la cual los Estados del Hemisferio han reiterado su firme compromiso, es terreno fértil para cultivar la cultura de los derechos humanos, ampliando así, constantemente, ese concepto de democracia hacia un sentido más amplio. Solamente un profundo respeto por los derechos fundamentales de las personas puede consolidar los procesos de democratización iniciados en el Continente.
Finalmente, el nuevo papel que debe desempeñar la OEA en el Hemisferio —que será materia obligada de discusión en la llamada "Cumbre de las Américas"— debe incluir como uno de sus objetivos el fortalecimiento de la sociedad civil en la región. Es por ello que el ámbito internacional debe reflejar esa dinámica propuesta de inclusión de los actores privados en la vida política de nuestras naciones.
El fortalecimiento de nuestro sistema de promoción y protección de derechos humanos debe ser el resultado de una tarea conjunta que involucre a gobiernos, gremios, asociaciones y, en general, a organismos no gubernamentales. En lo que a la OEA concierne, deberá impulsarse activamente el acceso de las organizaciones representativas de la sociedad civil del Hemisferio a todos los foros, instancias y asuntos a los que competa el tratamiento y discusión de aquellos temas que a todos conciernen.
Amigos todos:
Una revolución silenciosa recorre el Hemisferio: estamos consolidando, bajo el cielo de las Américas, la sociedad democrática más grande del mundo. Hoy, cerca de 730 millones de personas de 34 naciones vivimos bajo sistemas democráticos, pluralistas y de libertades. La Carta de la OEA señala el norte de nuestra Organización: "Consolidar en este Hemisferio, dentro del marco de las instituciones democráticas, un régimen de libertad y justicia fundado en el respeto de los derechos esenciales del hombre".
Ya los derechos civiles y políticos guardan una estrecha relación con los derechos económicos, sociales y culturales: son un todo indivisible y universal. Por ello estoy seguro de que al reforzar el sistema de defensa de los derechos del hombre en nuestro Hemisferio damos un paso en la dirección correcta: aseguramos la vigencia del sistema democrático.
Veo con satisfacción que hoy existe un inmejorable ambiente para nuestra histórica tarea. La confrontación de ayer se está transformando en cooperación, y la intolerancia en comprensión y respeto. Sigamos construyendo, sobre los cimientos de estas instituciones que hoy, con toda justicia, celebramos, la arquitectura interamericana del mañana por la que lucharon nuestros antepasados y a la que dedicamos nuestro esfuerzo diario porque, como ellos, sabemos que nuestro sueño es posible.