Discursos

CÉSAR GAVIRIA TRUJILLO, SECRETARIO GENERAL DE LA ORGANIZACION DE LOS ESTADOS AMERICANOS
INSTALACION DEL FORO REGIONAL: EXPERIENCIAS LATINOAMERICANAS DE DIÁLOGO Y CONCERTACIÓN Y EL RETO DE SU INSTITUCIONALIZACIÓN

17 de marzo de 2004 - Lima, Perú


Señor Presidente Toledo. Distinguidos representantes de los gobiernos y miembros de la sociedad civil de Perú, Venezuela, Ecuador, Bolivia y Colombia. Amigos todos:

Gracias a usted Presidente Toledo y al pueblo Peruano por su siempre generosa hospitalidad. Es para mí un honor darles la bienvenida a este Foro que tiene como objetivo principal promover una discusión de alto nivel entre los países de la Región Andina sobre sus experiencias nacionales en materia de diálogo y concertación política.

Para la Organización siempre es una ocasión de gran regocijo tener la oportunidad de celebrar una reunión en Lima, ciudad que nos trae a la memoria algunas de los más grandes episodios de la última década, en defensa de la democracia y las libertades públicas a lo ancho de las Américas.

Su mesa de diálogo para restaurar las instituciones democráticas como lo determinó la Asamblea de Windsor, constituyó el más importante precedente que dio lugar a los significativos pasos que darían los gobiernos americanos para, a iniciativa del Perú, expedir la Carta Democrática. Permitió además integrar las voluntades de diferentes actores de los partidos políticos, la sociedad civil, la Iglesia, las asociaciones empresariales y sindicales. En ella fue posible expresar de una manera pacífica y democrática los enormes deseos que reinaban en el pueblo peruano para recuperar valiosas libertades y principios perdidos.

Para fortuna de todos, gracias al coraje, la coordinación y la determinación de las organizaciones políticas de oposición y de la sociedad civil, en el intenso ejercicio de dialogo democrático, fue posible construir una alternativa capaz de asumir la dirección del país, cuando el régimen anterior se desmoronó como resultado del conocimiento público de sus actos ilegales y antidemocráticos.

Bajo el liderazgo del presidente Toledo, el país ha venido desarrollando una experiencia de diálogo nacional que puede servir de ejemplo para la región. Estuve presente cuando se recogieron los primeros frutos de ese gran esfuerzo de voluntad política.

Hace tres años nos reunimos en esta histórica ciudad para adoptar la Carta Democrática Interamericana. La firma de la Carta marcó un gran hito en la historia de la Organización y un gran ejemplo de la vocación democrática del pueblo y gobierno Peruanos. Aunque ese 11 de septiembre de 2001 pasará a la historia como un día de dolor, también se recordará por la solidaridad y la determinación hemisférica que se demostró cuando los países del Hemisferio rechazaron de manera unánime la barbarie y el terrorismo.

La expedición de la Carta es una notificación a todos los que pretendan quebrantar el orden constitucional de que encontrarán una comunidad de naciones unidas para hacer respetar la institucionalidad democrática.

Los recientes eventos funestos en Madrid demuestran que nunca podemos bajar la guardia; tenemos que estar atentos a las amenazas presentadas por aquellos que desdeñan la libre expresión, el diálogo democrático y el respeto por las libertades públicas. Esperamos que el Presidente del Gobierno Electo, Rodríguez Zapatero, sabrá navegar estas difíciles aguas, y valga la ocasión para reiterar que desde las Américas extendemos nuestra solidaridad y con él, su gobierno y el pueblo Español. Gracias al Presidente Aznar por su cooperación a lo largo de estos anos.

Este foro se enmarca claramente dentro de los dictámenes de la Carta Democrática. La Carta es una guía de comportamiento democrático, un manual de conducta y un ejemplo a seguir para todos los gobiernos y ciudadanos del hemisferio. La Carta contempla la necesidad y la importancia de abrirle nuevos espacios de participación a la ciudadanía en la toma de las decisiones que la afectan. El documento también refleja un importante debate y deja ver como la democracia se refuerza y profundiza con la participación ética y responsable de la ciudadanía. Esa participación en las decisiones relativas a su propio desarrollo es un derecho y una responsabilidad del ciudadano, y el estado tiene la obligación de defender y promover ese derecho. Partiendo de esta base es posible ir construyendo el marco necesario para asegurar el diálogo democrático que nos permita construir instituciones que de veras reflejen la voluntad ciudadana.

Quisiéramos también relacionar esta reflexión sobre la positiva experiencia de dialogo democrático con uno de los principales principios del sistema interamericano, la solución pacífica de controversias. Tal vez el principal concepto que se forjó en las relaciones interamericanas, desde su comienzo de la vida independiente, es un conjunto de normas jurídicas y de principios comunes, de relaciones entre los estados que permiten o, mejor dicho, que imponen que las controversias y los conflictos sean resueltos de manera pacifica. Desde el siglo XIX se ha trabajado para crear un derecho interamericano basado en principios jurídicos, no en hechos bélicos; para que en América las divergencias se resuelvan no por medio de la fuerza sino a través del sometimiento al derecho internacional, la norma de conducta de los estados; prohibiendo el uso de la fuerza, condenando la guerra de agresión, señalando que la victoria militar no da derechos.

Es en ese contexto que deben interpretarse la firma del Tratado de Paz entre Ecuador y Perú, o los Acuerdos entre Chile y Argentina sobre los denominados hielos continentales. También debe entenderse en este contexto la contribución que hemos hecho para asegurar que las cuestiones fronterizas no superadas y que generaron graves tensiones entre países centroamericanos, encontraran una respuesta en el sistema interamericano.

Las naciones involucradas en estos episodios acudieron a la OEA en busca de apoyo para tramitar sus diferencias. Fue así como asumimos la función que nos da la Carta de buscar la solución Pacifica de las controversias. Hemos cumplido una función de mediación, facilitación o presencia testimonial, contribuyendo al desescalamiento de las tensiones, desarrollo de instrumentos de confianza y el establecimiento de procedimientos para resolver las diferencias, aceptados por las partes.

Frente a la magnitud de los enormes desafíos que estamos enfrentando en las Américas, la única manera como encontraremos el camino de una mayor gobernabilidad es apegándonos al derecho internacional y a los principios de la Carta de Bogotá, y aplicando celosamente los principios y mecanismos consagrados en la Carta Democrática que nos imponen las acciones de democracia preventiva. Es así como deben interpretarse nuestras acciones en Haití, Centroamérica, Perú, Venezuela o Colombia.

Pero también tenemos que expresar que el dialogo democrático al que nos referimos en esta reunión es mucho más que el dialogo entre actores políticos, y está enmarcado en una visión amplia de lo que él significa para el fortalecimiento de la democracia.

Infortunadamente, la democracia en las Américas no ha traído ni los altos niveles de crecimiento, la eliminación de la pobreza, ni la mayor igualdad que todos esperamos. Además, la globalización ha creado una enorme presión sobre nuestros sistemas políticos, lo que súbitamente ha hecho aflorar sus falencias, sus debilidades, sus vicios. La globalización quita velos y desenmascara problemas que han estado presentes en nuestras sociedades por décadas.

Los ciudadanos perciben las falencias de las instituciones estatales que prestan servicios públicos básicos, como fallas del sistema democrático. Las instituciones democráticas han sufrido mucho, particularmente en América Latina, como resultado de un Estado ineficiente, debilitado por la crisis de la deuda y agobiado por las limitaciones fiscales.

Y en estos tiempos tan poco pródigos en conquistas materiales se ha creado una conciencia planetaria por la justicia social y las conquistas democráticas; por las elecciones libres y justas; por la separación de los poderes; por la independencia de la justicia y por la lucha contra la impunidad; por el ataque despiadado a la corrupción y por más transparencia; por la rendición de cuentas; por el juicio severísimo a los partidos políticos. La defensa de la libertad de prensa y de expresión ha adquirido nuevos bríos; la creciente presencia de la sociedad civil con sus críticas severas, sus gritos y protestas, hacen estremecer nuestras maltratadas instituciones. Como nunca antes en nuestra historia, han surgido con fuerza luchas contra la discriminación, la defensa de los derechos de los más débiles, de las mujeres, de los indígenas, de los niños.

Hay cosas muy buenas de esta súbita y emergente severidad al juzgar nuestras instituciones democráticas. El respeto de los derechos de cada ciudadano de América se ha ido convirtiendo en un asunto que a todos nos compete. Si bien esta visión tan extensa de lo que es democracia amplía el universo de nuestras acciones, igualmente nos ubica en un complejo panorama que significa que la democracia termina siendo responsable de todo lo que haga o haya hecho, deje o haya dejado de hacer el estado, el gobierno o cualquier órgano del poder público. Se le imputan las limitaciones de la política social o educativa. Tiene que cargar con la herencia de injusticia y desigualdad del anterior modelo económico y con las consecuencias del ajuste estructural que en algunos de nuestros países ha producido más pobreza al ampliar la brecha social. Tiene que asumir también los malestares y las tensiones del intenso cambio económico, social y político de la última década.
Tenemos que contar con un Estado fuerte, eficaz y legítimo. Necesitamos un estado democrático, respetuoso y garante de los derechos de todos, protector de los más vulnerables. Tenemos que asegurar que nuestras instituciones políticas y económicas representen la gente; permitan que ella se sienta participe de nuestros sistemas políticos; que las minorías se puedan integrar a nuestra sociedad y se sientan beneficiaras de las acciones de nuestro Estado; y que permitan que nuestros Estados sean capaces de cumplir sus funciones y sus responsabilidades sociales principales.

Es en este contexto, Presidente Toledo, como deben entenderse las enormes dificultades que encuentran nuestros presidentes para gobernar con un sentido de rumbo, de control, para que los problemas no nos desborden. Y desde el último año nos hemos aferrado con firmeza a esos preceptos de la Carta Democrática por las muchas dificultades que encuentran nuestros gobernantes para responder a las demandas ciudadanas, para atender los reclamos, las protestas y los malestares que surgen contra las decisiones o políticas gubernamentales, contra la globalización o contra la integración regional, algunos fundados, otros apenas justificados.


El dialogo democrático debe estar imbuido de pluralismo, de tolerancia, de respeto por las diferencias y la diversidad; eso es de la esencia del dialogo democrático.

La frustración ciudadana frente a nuestros gobiernos, y lo que se percibe como la falta de canales efectivos para expresar sus demandas, han llevado a que algunos sectores, en lugar de encauzar sus reclamos y resolver sus diferencias por las vías institucionales y pacíficas, hayan decidido acudir a vías de facto, e incluso a la violencia, para lograr sus objetivos políticos. Y por otra parte algunas sociedades le han hecho frente a la protesta social de una manera que menoscaba los derechos ciudadanos. Ahora, mas que nunca, estamos urgidos de utilizar todas las herramientas a nuestra disposición para la resolución pacifica de los conflictos, de las controversias, para no volver a caer en las trampas del autoritarismo.

Existen varias y muy valiosas experiencias de diálogo, concertación nacional y negociación política en la región que han contando con una amplia participación de los sectores de la sociedad civil. Pero las preguntas sobre las cuales debemos reflexionar en este foro son ¿cuáles han sido las limitaciones de estos procesos y cómo se pueden modificar para hacerlos más eficientes y compatibles con los sistemas democráticos de nuestros países? ¿Cómo se pueden mejorar nuestros mecanismos de acercamiento y concertación con el fin de fomentar una relación más balanceada y de mutua confianza entre el gobierno y los sectores sociales que quieren trabajar conjuntamente por el desarrollo de nuestras sociedades? ¿Cómo hacer para que estos procesos de dialogo cumplan un papel preventivo en situaciones de tensión o conflicto? ¿Cómo logramos que estos procesos generen una mayor legitimidad de las instituciones democráticas y un mayor sentido de corresponsabilidad?

E igualmente tenemos el gran desafío de conseguir que los acuerdos no menoscaben la formación democrática de las leyes y políticas públicas. ¿Cómo reforzar tanto los partidos políticos y su rol, como el de la sociedad civil? Tendremos que evaluar las experiencias de cada nación.

¿Cómo no socavamos las responsabilidades del estado, sus funciones constitucionales? ¿Cómo no menoscabamos las instancias constitucionales de participación ciudadana y evitamos el cogobierno? ¿Cómo logramos que funcionen mejor las instituciones democráticas, para que ayuden a identificar necesidades, a encontrar metas y a resolver problemas? ¿Cómo hacer que sobrevivan a los cambios de gobierno y cómo conseguir su institucionalización? Siempre habrá grupos con visiones diferentes y siempre se puede enriquecer el proceso democrático. Así entendemos el dialogo democrático que estamos impulsando.

Este es un momento crítico en la evolución de la democracia en la región. Tenemos que estar a la altura de los retos de estos tiempos convulsionados al comenzar el siglo XXI. Solo así habremos defendido y fortalecido nuestras democracias.


Muchas Gracias