Discursos

JOSÉ MIGUEL INSULZA, SECRETARIO GENERAL DE LA ORGANIZACION DE LOS ESTADOS AMERICANOS
TRASCRIPCIÓN DEL DISCURSO DEL DR. JOSÉ MIGUEL INSULZA EN LA VII CONFERENCIA DE LA CÁTEDRA DE LAS AMÉRICAS, HECHA POR LA UNIVERSIDAD DE SAN MARTÍN DE PORRES

15 de julio de 2005 - San Martín de Porres University, Lima, Perú


Señor rector.
Señores ministros
Señores congresistas
Señores panelistas
Estimado Armando Villanueva, muy reconocido por su presencia, mi admiración como siempre.
Señoras y señores,
Un saludo a todo el público de las Américas que presencia esta transmisión vía satélite por televisión y por radio.

El tema que hoy nos convoca es el tema del que, precisamente, he tenido que hacerme cargo desde hace algo de menos de dos meses. Es el presente, futuro y las perspectivas del Sistema Interamericano. Creo además muy apropiado que este tema nos sirva para la primera Cátedra de las Américas que se realiza fuera de la sede de la OEA en Washington, y realizarla en esta ciudad de Lima.

Como he tenido la oportunidad de decirlo, vivimos un periodo algo distinto en el Sistema Interamericano desde la suscripción en el año 2001 de la Carta Democrática Interamericana, en cuya gestación este país tuvo un papel fundamental. Y también, como se ha dicho, fue el Embajador del Perú en la OEA, quien empujó desde su rol de presidente del Consejo Permanente, la entrada en funcionamiento real de esta Cátedra, que ha sido tan vista ya en nuestra región. Por lo tanto es solo de justicia que esta Cátedra se haga aquí en Lima y además en la Universidad de San Martín de Porres que ha sido tan fundamental en apoyar la Cátedra.

Cuando hablamos de Sistema Interamericano, creo que es necesario primero describir de qué estamos hablando, porque desde un punto de vista formal parece un sistema casi perfecto, casi diseñado en una tabla de arquitecto. Tiene una Cumbre de Presidentes, que se reúne cada tres años y que dicta políticas para muchos organismos, el principal de los cuales, desde el punto de vista político, es la Organización de los Estados Americanos, que tiene una Asamblea General en la que los cancilleres se reúnen todos los años. También tiene un Consejo Permanente formado por embajadores de los 34 países miembros y realiza un conjunto de reuniones de ministros a lo largo del año. Tiene el Sistema un banco, el Banco Interamericano de Desarrollo, algunas organizaciones sectoriales fuertes e importantes como la Organización Panamericana de la Salud, el Instituto Interamericano de Ciencias Agrícolas, además de otras instituciones que no siendo propiamente parte del Sistema Interamericano sino parte de las Naciones Unidas como es el caso de la Comisión Económica para América Latina, organismos autónomos como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, que le dedican a América una atención muy especial.

A esto deberíamos agregar, naturalmente, si del sistema hablamos, la existencia de un conjunto de organismos que llamaríamos regionales o subregionales si se prefiere, como es el caso del MERCOSUR, CARICOM, Comunidad Centro Americana, Comunidad Andina de Naciones, la Comunidad Sudamericana de Naciones, etc.

El problema, entonces, del Sistema Interamericano no es institucional. Si hablamos de la Cumbre Iberoamericana ya casi quisiera simplificarlo un poco más. El Grupo de Río, la Cumbre Interamericana, siempre hay un conjunto de organismos que en su totalidad se plantean distintas perspectivas para resolver los problemas de la región.

Sin embargo, muchas veces esta institucionalidad es percibida como una promesa. Por una parte, cuantas veces un ciudadano de nuestros países que siente que le han faltado o que ha tenido problemas o que ha sido tratado de manera injusta, dice voy a ir a la OEA, me refiero a la Comisión de Derechos Humanos. O cuantas veces en nuestros países, también cuando ha habido un problema se dice que Naciones Unidas tal vez vaya a intervenir. Eso es cierto. Por otra parte, existe una cierta apreciación de distancia y los organismos están tan lejos y el problema es cómo acercarlos, cómo vincularlos más a la gente, cómo hacer que sean más funcionales y atiendan mejor los problemas de nuestros ciudadanos.

Si miramos la Organización de Estados Americanos, tampoco parece estar su principal problema, desde el punto de vista de los temas que la organización está llamada a cubrir. Son la democracia y los derechos humanos, la paz y la seguridad y el desarrollo, una trilogía casi completa de los asuntos que deberíamos atender en torno a los mandatos que los presidentes de la Asamblea General de todos estos organismos entregan.

Ahora, por lo tanto, cuando se habla de la relevancia o no del Sistema Interamericano no estamos hablando de una cosa que pueda ser criticada en lo formal, sino que estamos hablando mas bien de la necesidad de que este conjunto atienda efectivamente de manera prioritaria los problemas de la región. En eso consiste el problema de la relevancia de la OEA y del Sistema. Y para decir de qué manera puede eso ocurrir es muy importante atender a la condición de la región hoy día y porque desde la condición de la región hoy día es de donde surge precisamente esta idea de que podemos enfrentar también, desde el punto de vista de los organismos internacionales, una crisis o una cierta incapacidad de respuesta.

No voy a ir tan lejos hacia atrás en la historia. Solamente para decir que después de la década de los ochenta, la llamada década perdida de América Latina, surgieron en conjunto con un florecimiento muy importante de la democracia en la región una cantidad de programas de reformas, de propuestas, de modernización económica que acompañando a la revitalización política que la democracia trajo consigo, parecía prometer una nueva década o un fin de siglo mucho más positivo, mucho más valioso para nuestra región.

Sin embargo, alguna de estas reformas no trajeron las consecuencias o los beneficios que se pensaban. Ciertamente hubo un mejoramiento en la reducción de la inflación, un equilibrio de las cuentas fiscales, menos crisis económicas violentas en los países, pero en definitiva a lo que llegamos al terminar esa década fue una nueva crisis que inició este milenio con un crecimiento débil, de grandes problemas al empleo y de una persistente, dolorosa, amarga pobreza y desigualdad, como lo dijo en alguna ocasión, refiriéndose a su país, pero se extiende este concepto a toda América Latina, el presidente Fernando Henrique Cardozo, América Latina no es el continente más pobre, pero es el continente más injusto.

Por cierto, cuando la promesa del comienzo de los años 90 había sido tan grande, marcado por el retorno de la democracia, que felizmente perdura en la mayoría de nuestros países, la decepción fue también grande. Las encuestas del año 2000, los grandes estudios sobre estos temas en el año 2000 nos mostraban, por ejemplo, un crecimiento fuerte de la inseguridad. Los temas eran generales, no solo el aumento de la delincuencia, que es un problema en muchas de nuestras ciudades, sino de la inseguridad del empleo, la inseguridad económica, la pérdida de fe en el futuro.

Los ciudadanos, lo reportaba un estudio de la Universidad de Chicago, en el año 2000, pensaban que el futuro de sus hijos era menos promisorio que el de ellos mismos, cosa que no había ocurrido antes en nuestra región. Creció también con eso la desconfianza y la desconfianza ciertamente afectó las democracias. La última encuesta de Latin Barometro nos muestra que la gente piensa que la democracia no resuelve sus problemas y nos muestra, más preocupante aún, que mucha gente estaría dispuesta a cambiar algunos grados de democracia a cambio de un mejoramiento en su situación. Siguen pensando que la democracia es la mejor forma de gobierno, pero muchos de ellos no creen que lo que ellos viven sea realmente una democracia, o muchos simplemente no le asignan ninguna relevancia ni capacidad para resolver los problemas reales que ellos enfrentan.

Ciertamente, entonces la situación de nuestra región no se ve o no ha sido todo lo buena que se esperaba al inicio de los 90. Si bien ha habido cierto repunte el año pasado en las economías del continente y también que se prolonga ese repunte, en gran medida este año, lo más recientes análisis muestran que hay debilidades importantes, cuellos de botella en la recuperación económica de la región, que hace que no enfrentemos años tan promisorios.

Entre estos cuellos de botella la inestabilidad política es claramente una ventaja muy grande que América Latina entrega con respecto a otras regiones. Un reciente estudio de la CEPAL sobre los objetivos del milenio nos muestra un conjunto de países que no los están cumpliendo relativamente y otros que no los están cumpliendo y otros mas aún que están retrocediendo respecto del logro de sus objetivos, es decir están más lejos de lograr los objetivos del milenio de lo que estaban cuando los presidentes firmaron la Declaración del Milenio en el año 2000. Y esos países son precisamente los que han sufrido la crisis política. Seis de ellos están entre los siete que han sufrido la crisis política más grave en lo que ha corrido en la década presente. Es decir son aquellos países en los cuales de una u otra manera, por una u otra razón los gobiernos no han terminado su mandato. Han sido cambiados, como se dice ahora, usando los mecanismos institucionales, y el restante si bien no es uno de los países más pobres del hemisferio, es aquel en el cual los porcentajes de pobreza ha aumentado más en los últimos años.

La relación, entonces, entre inestabilidad política, crisis económica, pobreza, desigualdad y en definitiva gobernabilidad democrática es una relación muy visible y muy cierta en nuestro hemisferio. Y por eso es tan importante que la Cumbre de Jefes de Estado de Mar del Plata de noviembre de este año vaya a referirse precisamente a estos temas: empleo, pobreza y gobernabilidad democrática. El problema es que desde esa Cumbre salgan conclusiones útiles, salgan propuestas útiles, para entrar a estos temas que están en el corazón de América Latina.

Algunos comentarios sobre esto. Que quiero decir cuando hablo de gobernabilidad democrática, quiero decir dos cosas: Primero, que hay que ser exigentes en materia de buen gobierno. Es decir nosotros tenemos en América Latina hace mucho tiempo ya Estados. No estamos en el periodo de creación del Estado Nacional, pero si tenemos una situación en que muchos Estados y muchos Gobiernos que dejan mucho que desear en cuanto a la entrega a los ciudadanos de los beneficios del crecimiento económico y del desarrollo y de la democracia, en términos de eficacia, en términos de justicia y de transparencia.

Las crisis de hoy ya no son crisis ideológicas, son los ciudadanos que se revelan contra las políticas cuando sienten que la democracia no les entrega los beneficio que le promete porque en definitiva la política en su esencia no tiene solamente que ver con ideales nobles, sino que tiene que ver con fines benéficos para la gente, con el logro de objetivos benéficos. Para eso están hechos los políticos para resolver los problemas de la gente, no para crearle problemas a la gente. Y nosotros en América Latina, ciertamente, tenemos muchos que no cumplen con esa premisa y eso provoca una crisis de confianza y de incredulidad que está minando las democracias de manera muy sustantiva. Pero al mismo tiempo hay que tener mucho cuidado con aceptar de buenas a primeras esta rebelión o esta rebeldía como la forma más adecuada de participación ciudadana. Lo digo así porque hay quienes dicen que existe la democracia representativa de los políticos y la democracia participativa que ejerce el ciudadano en las calles.

Eso no es democracia participativa, eso es rebelión y conspira contra un segundo tema de la gobernabilidad tan importante como el primero y es, a pesar de ser de perogrullo, que los gobiernos tienen que gobernar. Nosotros tenemos que crear condiciones para que los Gobiernos puedan gobernar. Nuestros países para progresar deben ser gobernados, es algo de lo que no se puede abdicar, debe existir en nuestros países junto con las garantías democráticas a las cuales todos los ciudadanos tienen derecho y que es preciso proporcionarle. Debe existir capacidad de entregar eficazmente, de manera transparente beneficios para la gente en términos de crecimiento, de empleo, de seguridad, etc., cosa que solamente un gobierno que gobierna puede cumplir.

Hay un problema que es la desconfianza y la volatibilidad y el protagonismo que vive la opinión pública o sociedad civil. En un hemisferio como el nuestro lo que se quiere es estabilidad política para crecer y generar empleo, y si aceptamos que a los vaivenes simples de la popularidad o de la impopularidad se cambia los gobiernos, estamos dando demasiadas ventajas. Entonces, por una parte tenemos que reconocer que elevar la gobernabilidad a la calidad de la política pública es el principal desafío del Sistema. Pero que se trata de alcanzar un equilibrio adecuado entre estabilidad y buen gobierno, se trata de los gobiernos que hoy son elegidos democráticamente, no basta con autocriticarse, autoflagelarse. Que gran progreso es que en nuestra región tengamos solamente gobiernos elegidos democráticamente, es un gran progreso respecto de dos décadas atrás, pero se trata que estos gobiernos, gobiernen también democráticamente respetando los derechos de la gente y entregando beneficios a la gente, a la ciudadanía, en términos de crecimiento de empleo y de políticas públicas adecuadas.

Este fue el gran tema de la Asamblea General de la OEA recientemente realizada en Fort Lauderdale. El cómo verificar, por una parte, que la democracia sea estable y por otro lado que la democracia funcione. Y esto es un tema delicado en un continente que ciertamente ha sabido de subversiones pero que también ha sabido de intervenciones y donde no es fácil por lo tanto, establecer como se habló un poco ligeramente de la necesidad de monitorear o supervisar la democracia, como evocando con eso los peores temores de algunos que piensan que finalmente quien va a monitorear y a supervisar es solamente el que tiene poder para hacerlo. Y estamos planteando otra forma de intervención, al mismo tiempo el Sistema Interamericano tiene que preocuparse de que efectivamente los gobiernos cumplan con el doble requisito de ser elegidos democráticamente y gobernar para la gente y al mismo tiempo tienen que preocuparse de la estabilidad.

Ahora nosotros tenemos la gran ventaja a la cual me refería al comienzo, que este documento suscrito en Lima en el año 2001, la Carta Democrática Interamericana documento muy mencionado y a veces poco conocido, porque cuando la gente lo menciona y cuando se discute y se conversa sobre él, parece que solo tuviera cuatro artículos no más. Cuatro artículos que dicen que se hace en caso de crisis, se llama al consejo, se actúa, se suspende al país, etc. Mucha gente habla de la Carta Democrática Interamericana como si constara solamente de los artículos 17, 18, 19 y 20 algunos se lo saben de memoria. Pero se olvidan que la Carta Democrática nos entrega una definición más que adecuada de lo que este hemisferio entiende como democracia y a partir de un punto muy central y consiste en reconocer la democracia como un derecho de los pueblos de América que los gobiernos tienen la obligación de promover y defender y vincular la democracia con el desarrollo social, político y económico.

Y luego nos dice que es lo que cada país tiene que hacer para traer democracia y nos habla de separación de poderes, nos habla de derechos humanos, nos habla de justicia y de Poder Judicial, nos habla de sistema electoral, de partidos políticos y de transparencia, de participación de la sociedad civil, pero también nos habla de educación y de salud y por lo tanto cuando uno habla de que hay que verificar la democracia esta hablando de cosas muy concretas, no existe la posibilidad en torno a la Carta Democrática Interamericana que cada uno defina la democracia como le parezca y no si está definida.

Entonces no quisiera que la OEA monitoree la democracia en general, que cada uno vaya con su paquete de lo que está pasando en el país y algún tribunal por ahí, o alguna corte celestial le diga que su democracia es buena o es mala y que tiene una buena calificación. Sino mas bien que la OEA sea capaz de verificar o examinar o el sistema interamericano de verificar o examinar cómo funcionan las instituciones de la democracia.

Tenemos una Comisión de Derechos Humanos de gran calidad, tenemos un centro de justicia de las Américas, que trabaja con todos los sistemas judiciales de la región, tenemos una capacidad de supervisión electoral que es conocida. Tenemos un programa sobre partidos políticos, tenemos una convención interamericana sobre transparencia que todos hemos firmado y nos comprometido a respetar, tenemos una serie de mecanismos de participación. Nosotros podemos evaluar cotidianamente, anualmente, cada cierto tiempo como funciona la democracia en nuestra región, no la democracia en abstracto, la democracia en concreto cómo se cumple o no con la Carta Democrática Interamericana para qué, para intervenir, no. No para intervenir. Para mejorar, para aconsejar, para facilitar, para anticipar.

Así se evitan algunas crisis. Se pueden evitar algunas crisis si algún mecanismo de este tipo hubiera existido cuando en el Ecuador se licenció a toda la Corte Suprema en diciembre del año pasado. Nosotros pudiéramos haber ido ante ese gobierno y decirles que hay un problema gravísimo de separación de poderes, que se están metiendo en un lío de institucionalidad que necesariamente va a traer consecuencias. Todos advertimos lo que pasaba, pero finalmente no hubo respuestas, y se produjo la crisis mucho más costosa que se produjo hace algunos meses atrás.

Entonces primero tenemos que anticipar para prevenir crisis y segundo podemos trabajar con los gobiernos no de manera ni represiva ni intervensionista para decir desgraciadamente todos los estudios internacionales que se han hecho en materia de transparencia están dándole mala imagen. Y esto de la transparencia no es ningún misterio. Las herramientas para la lucha contra la corrupción son muy conocidas. Todas tienen nombre y apellido, se trata de declaraciones de bienes de los funcionarios públicos, del sistema de conservación pública transparente, de sistema de adquisiciones públicas transparente, del sistema del financiamiento de la política que registren los límites al gasto, las transparencia de las donaciones y la existencia de los financiamientos públicos.

Se trata de leyes que persigan el enriquecimiento ilícito y del enriquecimiento inexplicable. No son cosas que se tengan que inventar, basta con ir a algunos organismos internacionales que ya tiene en marcha códigos de conducta que aseguran la transparencia y que se podrían aplicar perfectamente en la medida en que los organismos internacionales y los gobiernos estén permanentemente presionando para que eso se aplique. Podemos entonces llevar a nuestro sistema interamericano y en este caso a la OEA a convertirse no en algo que le gusta mucho a nuestros amigos en el norte, en el “wacth dog” de la democracia, el perro guardián de la democracia, no. El consejero de la democracia, el asesor de la democracia, el facilitador de la democracia, el asesor de los gobiernos de manera que podamos ir cumpliendo mejor con nuestras tareas y con nuestra actividad y podamos por lo tanto facilitarle o hacer a nuestra gente mucho más cercana al sistema democrático de lo que es.

Hay otras áreas en las cuales el mismo acercamiento es posible. Nosotros hablamos de los Estados Americanos y de los sistemas de seguridad, pero la seguridad por lo general las referimos a las amenazas terroristas, a las amenazas subversivas, y no a la vida cotidiana de la gente. En la vida cotidiana de la gente los temas del delito, del crimen, del mal funcionamiento de los cuerpos policiales en nuestro continente, en muchos de nuestros países tienen más relevancia para los ciudadanos, de la misma manera que los desastres naturales tienen mucho mas relevancia para los habitantes del Caribe que algunas cosas de las que estamos viendo aquí. Pero en esas cosas también se deben involucrar y también en el desarrollo institucional. Se trata entonces de cambiar la perspectiva de la gente y cambiar el perfil de la gente que seguimos para involucrarnos mucho más en lo que las personas necesitan de nuestra región.

Quiero concluir diciendo que no creo en las intervenciones, nunca las intervenciones no la presión ni la imposición han traído a nuestro hemisferio resultados benéficos. Creo en la razón y en el consenso y creo que con el apoyo de todos los gobiernos, de los países que son los dueños del sistema podemos hacer de la OEA un instrumento eficiente más cercano y más útil para todos nuestros ciudadanos.

Muchas gracias.