Discursos

JOSÉ MIGUEL INSULZA, SECRETARIO GENERAL DE LA ORGANIZACION DE LOS ESTADOS AMERICANOS
XIV CONFERENCIA INTERAMERICANA DE MINISTROS DE TRABAJO. CEREMONIA DE INAUGURACIÓN.

25 de septiembre de 2005 - Ciudad de México


- Su excelencia Vicente Fox, Presidente de los Estados Unidos Mexicanos
- Sr. Francisco Javier Salazar, Secretario del Trabajo y Previsión Social y Presidente de la Décimo Quinta Conferencia Interamericana de Ministros del Trabajo.
- Sr. Juan Somavía, Director General de la Organización del Trabajo

Me es muy grato participar en la inauguración de esta XIV Conferencia Interamericana de Ministros de Trabajo, en esta mi primera visita a México desde mi elección como Secretario General de la Organización de Estados Americanos. Son conocidos mis vínculos de familia y afecto con este país, en el cual viví por ocho años durante mi exilio. Sean pues mis primeras palabras, Sr Presidente y Sr. Secretario para agradecer una vez más vuestra hospitalidad así como la excelente organización de esta Conferencia.

Se trata de uno de los foros ministeriales más antiguos en el ámbito de la OEA, cuyo origen se sitúa en 1963. A lo largo de estos años, la Organización ha ejercido ininterrumpidamente la función de secretaría técnica de la Conferencia, compromiso que espero profundizar durante mi gestión, a través de programas de acción que reflejen la enorme importancia que el tema del empleo ha alcanzado en nuestra lucha común contra la pobreza y en el desarrollo de nuestra región.

La Conferencia no sólo es el principal foro de discusión y decisión política en materia laboral a nivel hemisférico, sino un ejemplo de diálogo amplio y participativo gracias a la activa intervención de las organizaciones sindicales y empresariales en su proceso de preparación. Me refiero, por supuesto, a la labor desempeñada por el Consejo Sindical de Asesoramiento Técnico –COSATE- y a la Comisión Empresarial de Asesoramiento Técnico en Asuntos Laborales – CEATAL, cuyos presidentes están presentes aquí. Estoy convencido del papel que las políticas públicas tienen en la generación de trabajo decente para nuestros ciudadanos. Pero nada reemplaza el acuerdo y la acción común de trabajadores y empresarios en pos de ese mismo fin.

No obstante los avances logrados durante estas cuatro décadas de colaboración entre la Organización y los Ministerios de Trabajo, hoy, más que nunca, el tema laboral se sitúa en el centro de las preocupaciones económicas, políticas y sociales de la región. Prueba de ello es que nuestros jefes de Estado y gobierno le han asignado prioridad estratégica en el marco de la próxima Cumbre de las Américas, en noviembre en Mar del Plata, Argentina, cuyo lema es: “Crear trabajo para enfrentar la pobreza y fortalecer la gobernabilidad democrática.”

En efecto, el primer problema de nuestra región es el gran drama de la pobreza: tenemos 224 millones de pobres y 96 millones de indigentes. Esto es inaceptable en cualquier parte del mundo, mucho más cuando ésta no es la región más pobre. Es la más desigual, pero no la más pobre. El tema de la pobreza hay que conectarlo con el problema del empleo, de la generación de empleo. Y además tiempo hay que asumir que precisamente es el desempleo, el desamparo y la pobreza, lo que genera la ingobernabilidad. Tal estado de exclusión resulta incompatible con los valores democráticos que los estados miembros de la OEA han consagrado en la Carta Democrática Interamericana.

La relación entre la creación de trabajo y la disminución de la pobreza es evidente. Un boletín reciente de la CEPAL estima que gracias a un moderado crecimiento de la oferta laboral en América Latina y el Caribe, la tasa de desempleo se redujo de un 10,7 por ciento en 2003, a un 10 por ciento en 2004. Y Esta leve reducción del desempleo, sumada a una incipiente recuperación de los salarios, contribuyeron a la ligera disminución de los niveles de pobreza de la región, desde el 44,4 por ciento de la población en 2003 a un 42,9 por ciento estimado para el 2004. Pero más allá de eso, es evidente que la pobreza coincide en todos los niveles con el desempleo, el subempleo o incluso la presencia de un solo empleo no calificado en una familia. Asimismo, existe una alta proporción de personas empleadas en el sector informal, porcentaje que en muchos países supera el 50 por ciento. Como es sabido, se trata de lo general de empleos inestables de baja productividad, magros salarios y carentes de protección social adecuada. En otras palabras, no responden a las exigencias mínimas de un trabajo decente.

Este es el mayor desafío que tenemos pendiente, si hemos de cumplir con las Metas del Milenio. La primera meta plantea el derrotero de reducir a la mitad la pobreza extrema entre 1990 y 2015. Y últimos estudios de la CEPAL muestran grandes diferencias en el cumplimiento de estas metas al menos hasta el 2002 y 2003, en que los países más pobres muestran los avances más lentos, arriesgando así generar brechas de desarrollo en nuestra propia región. La generación de empleo se convierte así en un imperativo fundamental para nuestros gobiernos, si hemos de llegar efectivamente a esa meta hemisférica el 2015.

Esta realidad nos obliga a estar especialmente atentos a los desafíos provenientes de las múltiples manifestaciones de la globalización, donde la creciente interdependencia y apertura de los mercados internacionales de bienes y servicios repercute significativamente en nuestros mercados laborales. Debemos avanzar con decisión, pero a la vez con prudencia en la apertura de nuestras economías al proceso de globalización, entendiendo de una parte que el libre comercio puede jugar un papel fundamental en abrir mercados a nuestros productos más competitivos generando así más empleos y de mayor calidad; pero al mismo tiempo estando dispuestos a formular las políticas públicas adecuadas que permitan a nuestros trabajadores, especialmente a los vulnerables, enfrentar ese desafío sin riesgos graves para la subsistencia de ellos y de sus familias.

Esta realidad nos plantea la urgencia de encontrar en el diseño de herramientas efectivas y eficientes de protección social para la fuerza de trabajo que pueda verse afectada negativamente por estos procesos, así como en el mejoramiento de los sistemas educativos y de formación, a fin de elevar el capital humano y las competencias requeridas para participar competitivamente en la economía global. En el siglo XXI es impensable la creación de empleo, el combate a la pobreza y el fortalecimiento de la gobernabilidad democrática sin el uso intensivo del conocimiento, aplicando la tecnología más eficiente localmente, introduciendo el concepto de innovación en todos los niveles de la sociedad y mejorando la calidad de la enseñanza en general y de la ciencia en particular.

La pobreza y la falta de un trabajo decente repercuten directamente sobre la gobernabilidad. No olvidemos que diversas encuestas de opinión indican que la satisfacción con la democracia está íntimamente relacionada con la percepción que los ciudadanos tienen del funcionamiento de la economía y el mercado laboral. En este sentido no debe extrañar que sean los jóvenes -cuyas tasas de desempleo duplican a la de los adultos- quienes presenten los mayores grados de despego por el proceso democrático. El buen gobierno exige contar con instituciones capaces de formular e implementar, conjuntamente con el sector privado y la sociedad civil, las políticas públicas necesarias para facilitar la generación de empleos de calidad.

Esta Conferencia Interamericana de Ministros del Trabajo brinda el marco ideal para compartir experiencias nacionales exitosas y, a partir de esa reflexión, desarrollar una visión hemisférica de los desafíos y prioridades laborales que deben orientar los esfuerzos de la cooperación regional. La Declaración y Plan de Acción que ustedes aprobarán en la Ciudad de México están llamados a convertirse, conjuntamente con los mandatos que emanen de la Cumbre de Mar del Plata, en la hoja de ruta para enfrentar el desafío de crear empleos decentes para los ciudadanos y ciudadanas de las Américas.

No puedo terminar mi intervención sin antes mencionar el papel central que ha desempeñado la Organización Internacional del Trabajo, representada aquí por su Director Juan Somavía. Desde sus ámbitos de competencia, ha apoyado la labor de esta conferencia y promovido sus objetivos. Es importante recalcar, además, que este concepto de trabajo decente, que busca unir la necesidad de generar empleos con la mínima protección de los derechos del trabajador, es una creación de la OIT que ha permitido unificar propóstis en este período de definiciones.

Entre nosotros existe una larga historia de colaboración que se remonta a un acuerdo firmado en 1950. Y Después de más de medio siglo de cooperación, me complace anunciar que el 6 de setiembre recién pasado la OIT y la OEA suscribimos un Memorando de Entendimiento en el que se renueva el compromiso político de actuar conjuntamente en la promoción de un trabajo decente.

En el marco de este nuevo acuerdo, se especifica que el apoyo a la Conferencia Interamericana de Ministros del Trabajo y el seguimiento de la Declaración y Plan de Acción de Mar del Plata serán los puntos centrales de la renovada colaboración entre la OIT y la OEA. Además, se establece la realización de actividades conjuntas que se desprendan de mandatos emanados de la Conferencia. En este sentido, esperamos poner en marcha a la brevedad el proyecto conjunto para implementar la Red Interamericana de Administración Laboral, de acuerdo a lo solicitado por la CIMT.

Al finalizar, agradezco nuevamente y felicito al gobierno de México y a su Secretaría del Trabajo y Previsión Social por la magnífica organización de esta Conferencia. A las delegaciones les deseo éxito en sus resoluciones, las que contribuirán a guiarnos en la ruta hacia el cumplimiento del tema que inspira la próxima Cumbre de las Américas: el combate a la pobreza, la creación de empleos decentes y el fortalecimiento de la gobernabilidad democrática.

Gracias