Señor Presidente del Consejo Permanente de la OEA, Embajador Izben Williams, señor Presidente de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, Clare Roberts, señores comisionados y señora comisionada, distinguidos representantes de los Estados miembros de la Organización y observadores.
Estimados colegas, señoras y señores:
Es para mí un honor participar en la inauguración del 123º Período Ordinario de Sesiones de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos; el primero que tengo el gusto de inaugurar como Secretario General de la Organización. Quisiera comenzar por agradecer al Presidente de la Comisión Dr. Clare Roberts por su encomiable labor a cargo de la presidencia de este órgano y felicitarlo por su reciente elección como comisionado para un nuevo período.
Al finalizar el presente año, culminarán sus mandatos los comisionados Susana Villarán y José Zalaquett. Quisiera extender a ambos el reconocimiento de la Organización por la gran tarea que han cumplido durante estos cuatro años. Por otro lado, la Asamblea General eligió en junio de este año a los señores Paolo Carozza y Víctor Abramovich, dos destacados juristas quienes sin duda darán continuidad a la muy fecunda tarea que viene cumpliendo la Comisión.
Nuestra Organización está orgullosa de sus instituciones de protección de los derechos humanos en el hemisferio, la Comisión y la Corte Interamericanas de Derechos Humanos. Estamos más convencidos que nunca de que su composición y su autonomía han sido elementos fundamentales para el papel que la Comisión ha jugado en las últimas décadas y, más aún, para las tareas que le corresponde asumir en el futuro. Para fortalecer aún más esta función, debemos trabajar a fin de lograr la adhesión de todos los países a la Convención Interamericana de Derechos Humanos, así como el mayor acatamiento de las decisiones de la Corte y la Comisión en algunos de los países miembros
La primera prioridad de la OEA, como principal órgano político del sistema interamericano es la construcción y fortalecimiento de sociedades democráticas en la región. El éxito en esta tarea depende, fundamentalmente, del respeto y protección de los derechos humanos y de una equitativa distribución de las oportunidades de crecimiento y progreso social. De hecho, la protección de los derechos humanos es el primero en la lista de elementos esenciales de la democracia que se identifican en el Artículo 3 de la Carta Democrática Interamericana confirmando así la relevancia del tema para nuestra organización, crucial para la gobernabilidad democrática que hoy queremos fortalecer.
En efecto, nuestra región exhibe con orgullo más de dos décadas de gobiernos electos democráticamente. Sin embargo, por otra parte, diversos países enfrentan crecientes crisis institucionales y sociales. Pensamos que una efectiva protección de todos los derechos humanos, incluyendo los de naturaleza económica, social y cultural, un poder judicial independiente y una prensa libre y plural son factores fundamentales indispensables para la consolidación del estado de derecho y la gobernabilidad democrática, como también para fortalecer la confianza de los ciudadanos en el régimen democrático. Son estos elementos los que permiten a los ciudadanos sentir que viven en una verdadera democracia y confiar en que ella puede resolver sus problemas.
Por otro lado, en la medida en que los millones de ciudadanos de las Américas que han sido siempre excluidos de los beneficios del desarrollo, no tengan el debido acceso a participar efectivamente en la economía y la política de los países que habitan, sus frustraciones se manifestarán por vías alternativas, generando una inestabilidad que no es favorable al florecimiento de la libertad ni al desarrollo de nuestros países
Dentro de este panorama, la región presenta hoy tres grandes desafíos en materia de derechos humanos. El primero es la defensa de los derechos de los habitantes frente a las amenazas que aún hoy, en democracia, se presentan. El segundo es enfrentar las consecuencias de las violaciones masivas de derechos humanos de décadas de dictaduras militares y guerras civiles del pasado y el presente, tarea aún pendiente en muchos casos, a pesar de los enormes progresos ocurridos en los tiempos más recientes. El tercero es el examen global de las situaciones de derechos humanos en determinados países, así como el seguimiento más en profundidad de algunas áreas específicas como son, por ejemplo, el derecho a la libertad de expresión, los derechos de los pueblos originarios, el respeto por los derechos de los migrantes, o el fortalecimiento de la igualdad de género
La historia de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, durante sus más de cuarenta años de funcionamiento, ha demostrado su seriedad y efectividad en el cumplimiento de etas dos tareas.. Los primeros años de trabajo de la CIDH se caracterizaron por el afianzamiento del sistema interamericano de derechos humanos, y tuvo ante sí desafíos como el de generar la conciencia de respeto por la democracia y las garantías fundamentales de toda persona. Durante los siguientes treinta años, el ocaso de las dictaduras latinoamericanas que incurrieron en violaciones sistemáticas de derechos humanos dio lugar a una definición actualizada de la democracia como el mejor y más deseable de los sistemas de gobierno para el desarrollo, la promoción y la protección de los derechos fundamentales. El aumento de la colaboración de los Estados miembros con la CIDH a través de las últimas décadas ha hecho posible ampliar la efectividad de la protección de los derechos y libertades fundamentales y la obtención de justicia en incontables casos individuales.
Los logros referidos no habrían sido posibles sin el reconocimiento de la independencia de la Comisión Interamericana por parte de los Estados miembros, manifestada tanto en las resoluciones del Consejo Permanente y la Asamblea General, como en la práctica cotidiana. La preservación de esa autonomía permitió que la Comisión continuara su relevante trabajo en tiempos muy dificiles y protegiera así las vidas de muchos americanos.
A la Comisión Interamericana se le ha encomendado, junto a la Corte Interamericana, nada menos que la misión de resguardo, protección y promoción de los valores y principios éticos y legales más caros a nuestra comunidad Americana: los que tienen que ver con la dignidad esencial de toda persona, expresada a través de la efectiva observancia y satisfacción de sus derechos fundamentales, mediante la aplicación de las normas que los Estados del hemisferio han adoptado voluntariamente. A través de rigurosos métodos jurídicos, la Comisión analiza la realidad de países de la región o de casos particulares, otorga medidas urgentes para proteger vidas, realiza determinaciones fácticas y formula conclusiones legalmente fundadas. Este análisis se presenta a la Asamblea General y se hace público para conocimiento de los Estados y sociedades de nuestro hemisferio y del mundo. Todo lo anterior no es sino la voz de la Comisión, respaldada por la autoridad moral y legal que le han delegado los propios Estados que integran esta Organización, que dimana de los instrumentos internacionales aprobados y ratificados por estos mismos Estados y por la autoridad que la propia Comisión pueda agregarle, en razón del rigor y calidad de su trabajo
Creo que esta función preventiva de la Comisión debe ser ampliada y fortalecida en los próximos años, incluyendo cada vez más la tarea de cooperar y asesorar a los países miembros en el mejoramiento de la situación de los derechos humanos de sus ciudadanos. La OEA está involucrada en numerosos procesos dentro del continente en los cuales la estabilidad democrática está amenazada. En varios de ellos el componente del derechos humanos es esencial para el logro de soluciones justas y estables. Esperamos de nuestra Comisión no solamente el llamado de atención cuando ocurren hechos que merezcan condena, sino también apoyo en el desarrollo mismo de las políticas, a fin de evitar a tiempo que tales hechos ocurran. El cumplimiento de esta función ´preventiva permitirá además ampliar sustantivamente el diálogo con el Consejo Permanente en torno a iniciativas jurídicas y políticas para enfrentar graves problemas que aún se encuentran pendientes en nuestra región.
Si aspiramos a que el sistema de derechos humanos cumpla con los mandatos que le hemos otorgado, es preciso garantizarle los recursos necesarios para el cumplimiento de estos capitales objetivos. Contamos con un sistema de derechos humanos que funciona y que cada día asume mayores responsabilidades pero que requiere urgentemente de recursos adicionales. La ausencia de financiamiento adecuado para los mandatos dados a la Comisión así como a la Corte Interamericana ponen al sistema en peligro. Por lo tanto, es imperativo que los Estados miembros tomen medidas concretas para asegurar que los recursos necesarios estén disponibles para ambos órganos, asegurando que ambas instituciones puedan cumplir con sus obligaciones de manera eficaz e independiente. El rol de la CIDH es central para el fortalecimiento de la institucionalidad y gobernabilidad de nuestros países.
Para finalizar, deseo expresar a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos mis deseos de éxito en las tres semanas de sesiones que se inician el día de hoy y llamo a los Estados miembros a hacer el debido aporte a esta Comisión de modo que pueda funcionar adecuadamente en beneficio de nuestra Organización, nuestros países y nuestros pueblos.
Muchas gracias