En la ultima década, los números que grafican la discriminacion son impresionantes porque la magnitud de este fenómeno es también muy impresionante. Si tomamos los datos del BID, podemos inferir que existen, aproximadamente 150 millones de ciudadanos afro descendientes en América Latina y el Caribe. Si a esto agregamos los 38 millones de afro americanos en Estados Unidos, más 500 mil en Canadá, tenemos cerca de 190 millones de afro descendientes de una población de 850 millones. Es decir, casi una cuarta parte.
Estan, ademas, 40 millones de indígenas en el continente -una estimación- que, al igual que los anteriores, sufren de pobreza marginalidad, exclusión histórica, discriminación social y racial y tienen una baja o nula representación en los gobiernos. En general, de manera muy clara, forman parte de los sectores más pobres de la población. A esto podríamos agregar otras minorías raciales, étnicas nacionales, sexuales, que forman también grupos fuertemente discriminados en nuestra sociedad, un fenómeno que es visible y conocido.
Hemos logrado avances en algunas areas, pero son insuficientes.
Persiste la discriminación de la que es objeto la mujer, desde el punto de vista de la incorporación en la sociedad, de su participación publica, su participación en los negocios privados, su remuneración. Y no está de más recordar que cuando hablamos de hogares pobres en nuestro continente, una parte muy importante son encabezados por una mujer. El fenómeno de la pobreza también tiene un rostro de discriminación en el caso de los sexos.
Por lo tanto, el reto que hoy en día estamos asumiendo esta relacionado con la busqueda de una normativa internacional que proteja a las personas sometidas a discriminación en distintos grados. La mayoría en nuestro continente, algún día han sufrido ese perjuicio. Esto tiene estrecha relación con la gobernabilidad democrática, porque ella supone propiciar una cultura de inclusión, de igualdad y de tolerancia en nuestro pueblos, la promoción de la igualdad y la eliminación de todas formas de racismo, de discriminación, de xenofobia.
Estos son objetos claves para el ejercicio de los derechos humanos y para la consolidación del estado de derecho y de la democracia en nuestro continente. Debo agregar que este es un problema que sólo puede crecer -más allá de los esfuerzos que hagamos- si no nos concentramos directamente en formas claves sobre cómo evitarlo. Nos ha recordado el presidente del grupo del fenómeno emigratorio, que es este un fenómeno que también crece en nuestro hemisferio y los inmigrantes, en terminos generales, son objeto de discriminación más allá de la condición migratoria en la que se encuentren.
Estamos todos llamados a contribuir y a participar en este proceso, y esto incluye organizaciones civiles, entidades laborales, sector privado, Iglesia. Pero especialmente a los gobiernos, los legisladores, nuestros poderes judiciales, los partidos políticos que, finalmente, son quienes formulan la política, quienes adoptan las políticas públicas destinadas a terminar con este tipo de falencias, mejorando así la eficacia de las instituciones de los gobiernos democráticos.
Este tema, como se ha dicho aquí, no es nuevo en la Organización, ni mucho menos. La Carta Democrática Interamericana afirma que la democracia y la participación se promueven cuando se erradica la discriminación, y llama “a eliminar todas las formas de discriminación, especialmente de genero, étnicas y raciales, así como las distintas formas de intolerancia, la promoción de los derechos humanos de los pueblos indígenas e inmigrantes y el respeto por la diversidad étnica, cultural y religiosa en las Américas. “
Es importante recalcar, que a pesar de lo preciso que es en cuanto a lo de los inmigrantes, respecto de los pueblos indígenas, de la diversidad étnica de manera genérica, la formulación de la mayor parte de nuestros documentos no se refiere de manera explícita a los pueblos afro descendientes, que constituyen la minoría más grande de los discriminados, por así decirlo. Por lo tanto, éste es un énfasis que yo creo importante. Se reiteró algo así en materia de discriminación en nuestra Asamblea General en Fort Lauderdale y en la IV Cumbre de las Américas en Mar del Plata, pero tenemos que salir de la retórica y traducir en hechos concretos nuestra convicción de que las actitudes discriminatorias representan una negación de los derechos inalienables de todo ser humano.
Recientemente, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la OEA estableció un relator especial sobre los derechos de los afro descendientes, y sobre la discriminación racial, lo cual es una iniciativa relevante ya que muy pocos casos de discriminación racial son llevados ante la Comisión. Eso no significa que ellos no existan, sino que los grupos marginados puedan ver la Comisión Interamericana como un foro eficaz para abordar estas prácticas discriminatorias.
En nosotros está desmentir esa percepción negativa. Desde ese punto de vista, este estudio sobre la convención que iniciamos es un elemento muy central, en la medida en que cumplamos con requisitos. Primero: que sea muy concreta, que no se usen demasiadas palabras para dar vueltas a una situación que es tremendamente grave. Segundo: que establezca una regulación muy clara, que sirva, además, para que los países miembros de la Organización adopten también legislaciones internas en contra de la discriminación y de la intolerancia. Esto es fundamental, ya que existen muy pocas en nuestro hemisferio.
Es un reto considerable, pero no imposible de asumir. Sé que todos los que están acá, están no sólo porque han sido destinados por sus gobiernos, sino porque están dispuestos a sumarse con entusiasmo a este desafió apasionante. Tenemos pendiente, por ejemplo, la Convención sobre Pueblos Indígenas. Espero que la podamos aprobar pronto. Pero la Convención que hoy nos convoca abarca un número aún mayor de personas; y comprende también a los pueblos indígenas. Si tenemos éxito ayudaremos a contribuir a crear sociedades más justas y solidarias en nuestra América. Eso nos permitirá crecer, enriquecernos en nuestra diversidad y abrazar la tolerancia, lo cual es- probablemente- la mejor forma de llegar a una verdadera democracia.
Muchas gracias.