A nombre de la Organización de Estados Americanos y de todos sus miembros, agradezco la hospitalidad que nos brindan el gobierno y el pueblo dominicano en la realización de esta XXXVI Asamblea General. Estoy seguro de que, en el excelente marco que Ustedes nos brindan, nuestros trabajos tendrán un gran éxito.
El tema escogido como central de esta Asamblea es Gobernabilidad y Desarrollo en la Era Digital. Este título pone de relieve la conexión que existe entre dos de los grandes problemas que hemos detectado como obstáculos principales al logro de una plena democracia en nuestro hemisferio, el crecimiento económico con equidad y la implementación de buenas prácticas en la acción gubernamental; y el desarrollo tecnológico como una de las principales carencias de los países de América latina y el Caribe.
Hoy se reconoce el claro retardo que nuestros países tienen en la inversión en ciencia y tecnología. Una sola cifra no permite graficar cuan lejos estamos de otras regiones del mundo en desarrollo en esta materia crucial: la República de Corea invierte anualmente 12 mil millones de dólares en investigación en ciencia y tecnología. Las 32 naciones de América Latina y el Caribe que forman parte de la OEA invierten 11 mil millones, mil millones menos que una sola de las naciones del Asia Pacífico. Es el momento de hacernos cargo de esta realidad y buscar formas de superarla.
Al mismo tiempo, las nuevas tecnologías pueden y deben ser empleadas para mejorar la calidad de la gestión pública y específicamente de las políticas de desarrollo, contribuyendo así a mejorar la vida de los ciudadanos de nuestras naciones y perfeccionar la democracia. Es de esperar que en los próximos días podamos alcanzar acuerdos para avanzar juntos en esta importante tarea.
Coincide también esta Asamblea con el término de mi primer año como Secretario General de la Organización. Por ello quiero, al comenzar sus trabajos, hacer algunas reflexiones acerca de los cambios ocurridos en la región y en la OEA en este lapso, en las tres áreas fundamentales de trabajo de la organización: democracia y derechos humanos, desarrollo integral y seguridad multidimensional; agregando sólo algunos comentarios sobre asuntos orgánicos y financieros internos, pues el tema será tratado extensamente en una intervención posterior.
1. El Año Político.
Nuestra evaluación general del año político es ampliamente positiva. Cuando nos reunimos en Fort Lauderdale hace un año, enfrentábamos crisis ya estalladas o en ciernes en varios países de la región. Pocos días antes de mi elección, el Consejo Permanente debió pronunciarse sobre el conflicto de poderes producido en Ecuador que había llevado al reemplazo del Presidente en ejercicio. Durante la Asamblea, se anunció la renuncia del Presidente de Bolivia y se pidió la urgente acción del Secretario General de la OEA para desactivar un conflicto en Nicaragua, que también podía derivar en una alteración del orden institucional. Al mismo tiempo, el proceso electoral en Haití enfrentaba serios retardos, entre los cuales la inscripción electoral, de responsabilidad directa de la OEA, era uno de los principales.
Si miramos la situación en que llegamos a esta Asamblea, existe un evidente progreso. Las crisis en los cuatro países señalados fueron superadas de manera democrática, y no surgen hoy en la región casos similares de inestabilidad.
Cooperamos con las autoridades de Ecuador en la designación de una nueva Corte Suprema de Justicia que está plenamente en funciones, junto a otro conjunto de autoridades cuya situación dependía de esa designación, contribuyendo así decisivamente a normalizar un proceso que debe conducir, antes de fin de año, a una elección presidencial en los términos establecidos por la Constitución.
En Haití, trabajamos con el Gobierno, el Consejo Electoral Provisorio y las Naciones Unidas en una elección que permitió el proceso más participativo y transparente de su historia. Contribuimos a hacer un registro electoral, con más de tres millones y medio de inscritos, que está entre los más modernos de las Américas, diseñado además con la esperanza de que sirva de base para el registro de identidad de toda la población haitiana.
Con Haití tenemos un compromiso de largo plazo, que se suma al que han adquirido de manera directa numerosos Estados miembros, participando en MINUSTAH o a través de otras formas de cooperación. Esperamos terminar de elaborar, en las próximas semanas, un nuevo programa de trabajo de la OEA en Haití, coordinado con el gobierno, con los organismos de la región y con las organizaciones Internacionales, especialmente Naciones Unidas. Nuestra experiencia en Haití demuestra que los organismos internacionales deben y pueden trabajar coordinadamente para lograr mejores resultados. Esperamos seguir trabajando con todos y tomar las responsabilidades que nos correspondan en un plan de acción conjunto. Así debería ser en todas las situaciones críticas en que varios organismos estén presentes.
Nos hicimos presentes con una misión de observación electoral en Bolivia, para verificar un proceso absolutamente normal, que llevó a la elección de un Presidente por mayoría absoluta, lo cual no había ocurrido en tiempos recientes en esa hermana nación. Tenemos un programa de trabajo con el nuevo gobierno que incluye nuestra observación electoral en la elección de la Asamblea Constituyente y nuestro apoyo técnico a dicho proceso.
Mantuvimos por varios meses una misión de alto nivel en Nicaragua, que perseveró en buscar un acuerdo que parecía imposible. Finalmente, la estabilidad y la continuidad del proceso democrático fueron posibles gracias a la actitud positiva de todos y Nicaragua se encamina a una elección decisiva a fines de este año. Esperamos que en ella puedan participar adecuadamente todas las fuerzas representativas del país, en un marco de tranquilidad y confianza recíproca.
Ninguno de estos logros es completo y, en cada caso, quedan nuevos desafíos por superar. Pero hoy enfrentamos esta Asamblea sin crisis abiertas y con una evaluación positiva del papel de la OEA en cada uno de los países que las vivieron. Esto nos alegra y nos llena de optimismo hacia el futuro.
La solidez del desarrollo democrático de la región es puesta a prueba este año por una sucesión de procesos electorales sin precedentes en nuestra historia reciente. En los últimos seis meses se han realizado siete elecciones presidenciales (dos con segunda vuelta), dos elecciones generales en países con sistemas parlamentarios de gobierno y numerosas elecciones de Congreso y municipales. Entre Enero de 2005 y Enero de 2006 tendremos un total de trece elecciones presidenciales, más de las que nunca ha habido en un año en la región.
La normalidad con que se han realizado estas elecciones da cuenta del arraigo que las buenas prácticas electorales han alcanzado en nuestro hemisferio. En pocos años hemos llegado a consolidar sistemas en los cuales el debate político es amplio, las opciones son reales, el proceso es pacífico, el voto es masivo, el recuento es limpio y el resultado es respetado. No es poca cosa para una región que hasta un par de décadas atrás sufría aún la plaga de varias dictaduras y de elecciones poco representativas.
Durante este período hemos sido invitados a observar numerosos procesos electorales en países miembros. Es esta una tarea que la Organización cumple cada vez con mayor eficiencia y credibilidad. El sello de la OEA en una elección tiene un valor y estamos orgullosos de ello.
En Colombia estamos también frente a un reto de magnitud cuyo éxito demanda la solidaridad hemisférica. Hemos buscado apoyar al gobierno de Colombia en sus esfuerzos por combatir a esa violencia y a la vez buscar llevar adelante procesos de paz con las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC, paramilitares) y con el Ejército de Liberación Nacional (ELN) y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). Lograr esa paz significa ni más ni menos, que poner término al más antiguo conflicto de violencia armada de nuestra América, que se arrastra por cerca de cincuenta años. Nos alegran los avances alcanzados con las dos primeras organizaciones nombradas y esperamos que, en el segundo período de gobierno del Presidente Álvaro Uribe, sea posible extender aún más estos procesos.
Nuestra Organización participa en una parte de ese programa de paz, con la doble tarea de verificar el desarme y desmovilización de las AUC y velar por el cumplimiento de las normas nacionales e internacionales de derechos humanos. Producida la desmovilización debemos también apoyar los esfuerzos para la reinserción de los combatientes.
No es una tarea fácil, porque siempre existen retrocesos, dificultades e imperfecciones y el objetivo de plena justicia parece entrar en conflicto con el anhelo de una rápida pacificación. Pero los avances son innegables: la violencia ha disminuido y la desmovilización se ha producido, a pesar de la persistencia de algunos grupos armados de criminales.
En el primer trimestre de este año la Misión de Apoyo al Proceso de Paz de la OEA en Colombia (MAPP/OEA) incorporó a 34 nuevos observadores nacionales e internacionales, siendo ya 80 las personas que trabajan para la misión. Hemos mejorado la verificación de las etapas de pre-desmovilización, desmovilización y post-desmovilización de los grupos armados ilegales que participan del proceso de paz.Nuestra mayor presencia ha sido posible gracias a los nuevos apoyos de los gobiernos de Bahamas, Brasil, Canadá, Colombia, Corea, Estados Unidos, Holanda, Irlanda, México, y Suecia. Además han anunciado su pronta colaboración los gobiernos de Chile, España, Guatemala, Noruega y Tailandia. Debo señalar, que se obtuvieron también aportes para la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, de modo que pueda reforzar la tarea que esta Asamblea le asignó el año pasado.
2, La Carta Democrática Interamericana
Siguiendo los mandatos de la Asamblea General, las tareas políticas de la Secretaría se van ordenando alrededor de la Carta Democrática Interamericana. En nuestra última Asamblea el seguimiento de los compromisos asumidos en la carta Democrática fue motivo de intenso debate, que culminó con un mandato al Secretario General para “coordinar las actividades y programas de las distintas oficinas de la Secretaría General relacionados con la promoción de la democracia, de acuerdo a los contenidos de la Carta Democrática Interamericana”.
Hay dos maneras de efectuar esta evaluación. La primera, sería a través de informes que alguna unidad especializada podría preparar anualmente acerca de la marcha de la democracia en cada país. El tema ya fue discutido el año pasado en la Asamblea y examinado hace algunos meses en el Consejo, donde realicé una presentación en cumplimiento del mandato de la Asamblea de Fort Lauderdale y creo difícil diseñar mecanismos de evaluación generales acerca del estado de cada democracia, sin despertar nuevas suspicacias que debemos evitar en nuestra Organización.
No obstante, también en esas reuniones del Consejo, coincidimos en que un camino adecuado en este aspecto lo proporciona la propia Carta Democrática Interamericana. La Carta, como lo he dicho muchas veces, no contiene una definición de la democracia, sino más bien una taxonomía, un listado de sus rasgos fundamentales. El ejercicio democrático del poder incluye el respeto de los derechos humanos, el rechazo a toda forma de discriminación, la plena vigencia del estado de derecho, la libertad de expresión, el pluralismo político, la separación e independencia de poderes, la probidad y la transparencia en la acción pública.
En varios de estos temas, la Organización prepara ya informes anuales acerca del estado de cada uno de los países o al menos de algunos de ellos. Tal es el caso de los temas de derechos humanos, libertad de expresión y transparencia, a los cuales se les puede dar un desarrollo cada vez mayor. La Comisión de Derechos Humanos y el Comité de Expertos del Mecanismo de Seguimiento de la Convención Contra la Corrupción están conformados por personas experimentadas capaces de realizar esas evaluaciones, como lo verificaremos en los informes que en los próximos días se presentarán a la Comisión. Sin mucho esfuerzo adicional, podrían presentarse informes anuales sobre otros temas que considera la Carta, como el funcionamiento de los sistemas electorales, el estado de la justicia en las Américas, y la condición de la mujer. El Centro de Justicia de las Américas (CEJA), creado para apoyar los procesos de reforma que tienen lugar en el continente,puede ser útil para realizar la evaluación técnica del estado de la justicia en los distintos países, como requisito esencial de la Carta Democrática. Igualmente, podríamos usar las capacidades que ofrece el PIA (Programa Interamericano sobre la Promoción de los Derechos Humanos de la Mujer y la Equidad e Igualdad de Género) para mejorar la evaluación e implementación de políticas públicas en esta materia.
En materia de discriminación, la evaluación depende de la puesta en marcha de tres instrumentos que están pendientes en nuestro sistema. El primero es la Declaración Americana sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas. No podemos seguir demorando la conclusión de las negociaciones de esta Declaración, indispensable para servir de guía a los países de América que aún no cuentan con legislación moderna que consagre los derechos de los pueblos indígenas y arbitre los medios para preservar su cultura.
El segundo reto está en avanzar hacia la aprobación de una Convención Interamericana contra la Discriminación, destinada a constituirse en el instrumento general que aborde todos los fenómenos de discriminación étnica, religiosa, racial, sexual o de cualquier tipo en las Américas.
En tercer lugar, en el Plan de Acción de la IV Cumbre de las Américas de Mar del Plata, los Jefes de Estado y de Gobierno instruyeron a la OEA “considerar en el próximo período ordinario de sesiones de la Asamblea General de la OEA, a celebrarse en República Dominicana, una Declaración del Decenio de las Américas de las Personas con Discapacidad (2006-2016), con un Programa de Acción”. Esta iniciativa se basa especialmente en la “Convención Interamericana para la eliminación de todas las formas de Discriminación contra las Personas con Discapacidad”, que debemos poner en marcha. Esperamos que esta Asamblea apruebe una resolución al respecto y que podamos poner en marcha finalmente los contenidos de esta importante Convención.
Con estos tres documentos en plena vigencia, nuestro seguimiento de los temas de discriminación se hará mucho más concreto y objetivo.
A estas áreas de trabajo, hay que agregar nuestros programas sobre partidos políticos y parlamentos, que se extiende ya a Centroamérica y la región andina; nuestro trabajo en materia de descentralización, que recibió el impulso de la Tercera Conferencia de RIAD en Brasil; y el fortalecimiento creciente de nuestra acción con la sociedad civil, que no se limita solamente a los diálogos en nuestras Cumbres y Asambleas, sino que busca también una relación más directa de la sociedad civil con las actividades de la Secretaría General.
Mi propuesta es, por consiguiente, efectuar la evaluación del funcionamiento de la Carta Democrática a partir de informes anuales de sus contenidos, comenzando el próximo año con la situación de los derechos humanos, la transparencia, las relaciones de género y el estado de la justicia en las Américas. En los próximos años podemos agregar otros cuatro reportes referidos a discriminación, la separación y equilibrio de poderes, al pluralismo político (régimen de partidos) y a la participación de la sociedad civil, a medida que vayamos encontrando los mecanismos adecuados para alcanzar una buena evaluación.
El funcionamiento de los mecanismos sugeridos para cumplir el mandato de la Resolución 2154, suponen una voluntad política basada en la cooperación para evaluar, y no en una lógica de supervisión, crítica o sanción. Tenemos experiencias valiosas de este enfoque cooperativo en el Mecanismo de Evaluación Multilateral de CICAD y más recientemente en el Mecanismo de Evaluación de la Convención contra la Corrupción. Se trata de asumir una actitud positiva ante la posibilidad de cooperar para consolidar la democracia y contribuir efectivamente a generar mejores condiciones de gobernabilidad.
Con estos informes en consideración permanente del Consejo y la Asamblea, estaremos abarcando las áreas que a nuestro juicio son las más sensibles en la evaluación de la democracia. En todo caso, ampliarlos en su extensión y profundidad supone contar con la disposición de los países para permitir el acceso a la información necesaria y a la vez, contar con sus propias evaluaciones de los temas analizados. En definitiva, todo sistema de evaluación acerca del desarrollo democrático es altamente sensible al nivel de información y al grado de interés que los países miembros están dispuestos a otorgarle. Conocer puntos fuertes y debilidades en cada uno de estos rasgos generales de nuestras democracias nos ayuda a reforzarnos mutuamente y a establecer los programas de la Organización de manera más clara.
3. Algunos Problemas.
A pesar de nuestra evaluación positiva sobre los desarrollos políticos en el área, creo necesario apuntar también algunos problemas surgidos recientemente en la región que, a mi juicio, no aportan a la necesaria unidad hemisférica.
Aclaro desde el comienzo que no me referiré aquí al tema presente en la prensa internacional, sobre la “izquierdización” de América Latina. La OEA no es una organización de gobiernos de derecha, de izquierda o de centro, sino de Estados democráticos. Los Estados miembros de la OEA practican la democracia en el marco de nuestra carta fundacional y de la Carta Democrática Interamericana. Las decisiones económicas y de políticas públicas que ellos tomen, son privativas de esos gobiernos; las decisiones de los pueblos acerca de a quiénes eligen como sus gobernantes son respetadas de manera absoluta en esta organización. Aquí lo único que se exige es que, en materia de democracia, nos rijamos por los principios comunes que hemos acordado.
Dicho esto, no cabe duda que algunas de las recientes polémicas han afectado nuestra unidad. Creo, como lo he señalado en varias declaraciones, que la retórica inflamada, la intervención aunque sea verbal en los asuntos de otros países y la descalificación moral de las opciones políticas de otros miembros, no contribuyen al clima de armonía que debería existir entre nuestros países.
Han existido diferencias serias entre algunos de nuestros gobiernos, por asuntos relacionados con derechos humanos, temas ambientales, problemas territoriales y opciones económicas. Desde luego, eso no hace más fáciles las relaciones entre nosotros, pero debemos acostumbrarnos a discutir nuestras diferencias con altura de miras, evitando la ideologización y la descalificación en el debate.
Ello es aún más necesario, cuando América Latina y el Caribe atraviesan por una etapa de buen crecimiento económico, ayudada por los excelentes precios de nuestros productos en el mercado internacional. Es el momento para generar acuerdos y formular políticas que nos permitan consolidar lo alcanzado y atraer la inversión necesaria para mantener nuestro crecimiento en períodos más difíciles de la economía internacional.
Debemos ser capaces de superar nuestras diferencias en el plano comercial y seguir avanzando en nuestros procesos de integración, reteniendo cada cual sus propias visiones y debatiendo nuestras diferencias con respeto y espíritu de unidad hemisférica.
Espero que esta Asamblea sea un mentís a las versiones de la prensa internacional que hablan de division en America Latina, y que aquí en Santo Domingo reafirmemos nuestras convicciones democráticas y nuestra plena adhesión a los principios de no intervención y respeto mutuo que deben guiar nuestras relaciones.
Esta Secretaría ha participado en gestiones para que los diferendos entre nuestros países se resuelvan pacíficamente. Quiero destacar la reciente suscripción de los acuerdos definitivos de límites entre Honduras y El Salvador y el Acuerdo sobre un Marco de Negociación y Medidas de Fomento de la Confianza entre los gobiernos de Belice y Guatemala, acordando una nueva ronda de negociaciones.
Es habitual que se diga que los temas entre países no son de competencia de la OEA. Ello significa solamente, sin embargo, que no pueden ser traídos unilateralmente a la Organización. Sin cuestionar este principio, me permito sugerir que la Secretaría General puede ser un mecanismo adecuado de acercamiento y facilitación de problemas entre las partes, tarea que está plenamente dispuesta a asumir si ello le es requerido. Recalco que se trata de una cuestión estrictamente voluntaria, pero pido que nuestros miembros consideren efectivamente esa posibilidad, especialmente cuando se trata de conflictos que una mediación o facilitación de buena fe, puede resolver.
4. Desarrollo Integral
El desarrollo integral es un pilar fundamental en la Organización. No se trata de medir su éxito sólo por la cantidad de dinero que logre conseguir para determinados proyectos, sino también por su capacidad de dar dirección a los esfuerzos de las Américas para alcanzar el desarrollo sostenible, mejorar la calidad de vida de sus pueblos y erradicar la pobreza.
La Cumbre de Mar del Plata, que tuvo lugar el 4 de Noviembre de 2005, marca un momento trascendente en esta dirección. La Declaración de Mar del Plata presenta la visión de los 34 gobiernos sobre cómo se deben afrontar los mayores desafíos en la creación de empleo y el fortalecimiento de la democracia. Las iniciativas recogidas en la Declaración se refieren a los temas del crecimiento con generación de empleo; trabajo estable para enfrentar la pobreza; formación de la fuerza laboral; las pequeñas y medianas empresas como motor y crecimiento del empleo; el fortalecimiento de la gobernabilidad democrática y cómo procurar un marco para la creación de trabajo decente.
Las seis Cumbres realizadas desde 1994 han abordado en profundidad los temas de desarrollo, el medio ambiente, la educación, la pobreza, el empleo y la gobernabilidad. En todos ellos se ha buscado coordinar políticas, crear redes de cooperación horizontal y mejores estrategias de desarrollo. Estos intentos deben ser la columna vertebral de los trabajos multilaterales para acercarnos a los objetivos del milenio establecidos por las Naciones Unidas, en coordinación con los demás organismos del Sistema Interamericano (BID, OPS, IICA y CEPAL) y aquellos con los que formamos el Grupo de Trabajo Conjunto para las Cumbres de las Américas.
La Carta Social que estamos discutiendo será la compañera de la Carta Democrática Interamericana, en la medida en que se inserte en esta realidad ya bastante completa de mandatos de nuestras Cumbres, reuniones ministeriales y Metas del Milenio, haga una adecuada síntesis de ellos y sea acompañada de un Plan de Acción que también reúna todos nuestros actuales programas. La Carta Social debería ser la síntesis activa de todo lo elaborado en la última década y no quedarse en un nuevo intento por proclamar principios que hemos definido muchas veces.
Este proceso no va todo lo rápido que desearíamos y sería en extremo beneficioso que ustedes reiterasen su urgencia. Nuestros países están creciendo en los últimos tres años, pero existen aún dudas sobre nuestra capacidad de crear políticas estables que atraigan la inversión y que aseguren la permanencia de ese crecimiento cuando el ciclo económico nos sea más desfavorable. Por otra parte, millones de personas quedan fuera de los beneficios de ese desarrollo y los ingresos tienden a concentrarse.
Lo que no debe ocurrir es, que nos enfrasquemos una vez más en discusiones ideológicas sin sentido, en circunstancias que muchos de los contenidos de nuestras políticas sociales están ya definidos en mandatos de las Cumbres y reuniones ministeriales de la última década.
Es necesario fortalecer sustantivamente el quehacer de nuestros Departamentos en la Secretaría Ejecutiva de Desarrollo Integral (SEDI) y difundir mejor su acción y competencia.
Contamos, por ejemplo, con un Departamento de Desarrollo Sostenible que goza de reconocido prestigio en todos los ámbitos especializados en temas tales como el manejo integrado de recursos hídricos, los desastres naturales y la adaptación climática, la energía renovable, la biodiversidad y el derecho, la política y la economía ambiental. Cuando se nos dice, por ejemplo, que la OEA podría hacer más en materia energética, se pierde de vista nuestro amplio programa sobre la materia; y cuando se nos pide discutir una resolución en esta Asamblea, sobre el problema del agua, tal vez se debería recurrir más a nuestrosespecialistas, considerados de primer nivel entre sus pares.
Un componente esencial de la acción del SEDI, que queremos reforzar, está constituido por los proyectos de asistencia técnica para el desarrollo, especialmente en los países insulares y más pequeños. En esta materia estamos llevando adelante una reingeniería bastante completa que deberá rendir sus frutos. Para seguir obteniendo recursos suficientes, en competencia con muchas otras instituciones, debemos mejorar sustantivamente la calidad de nuestros proyectos y su gestión, concentrando nuestra actividad en los temas de construcción y desarrollo institucional y de formación de recursos humanos. Debemos superar los problemas generados este año en nuestro sistema de Becas y préstamos, para estar en condiciones de aumentar los recursos y la cobertura, alcanzando a un número mayor de jóvenes en nuestra región.
Debemos preocuparnos especialmente de los desastres naturales. La temporada de huracanes del 2005 fue equivalente a dos temporadas de huracanes completas en una sola. De 27 tormentas tropicales, 15 fueron huracanes y 7 huracanes mayores. Aún no se termina ni tan siquiera de evaluar los daños humanos y económicos y menos aún su efecto en el desarrollo de los países afectados. No quisiera sentir, nunca más, la impotencia que vivió esta Organización para ayudar y coordinar esfuerzos frente a estos desastres.
Por ello, se han preparado para la aprobación de esta asamblea, proyectos para modificar los Estatutos del Fondo Interamericano de Asistencia para Situaciones de Emergencia (FONDEM); asi como un proyecto de resolución para mantener como una prioridad del más alto nivel el tratamiento de los desastres naturales, su gestión y asistencia. Por otro lado, aumentaremos la cooperación técnica en la preparación de personas que deban atender estas catástrofes en cada país.
Debo decir en este punto, que el tema de los desastres naturales es sintomático de los problemas de coordinación que enfrentan los organismos internacionales. Creo que, en conjunto, podríamos construir una política de prevención y mitigación viable y bien financiada. Pero si cada organismo, por importante que sea, cree que puede desarrollar una política por si sólo, probablemente no estaremos a la altura de los próximos desafíos. Este en un nuevo llamado a coordinarnos en la materia y francamente no nos importa ni llevar la iniciativa, ni atribuirnos crédito por ella, sino solamente hacer nuestra parte en una tarea indispensable para nuestros países.
Hay temas que en nuestra Asamblea, nuestro Consejo y nuestros foros casi nunca tratamos, aunque forman parte de la agenda hemisférica y adquieren en ella una prominencia cada vez mayor. Así ha ocurrido con el tema de la migración, cuya relevancia en la agenda de este año ha sido indiscutible y que, sin embargo, no tiene en nuestras deliberaciones y en el trabajo de la Secretaría la importancia que debería tener.
Este es un tema de interés propiamente hemisférico, presente en numerosos países de norte a sur, que afecta las economías, la cultura y las formas de vida de toda nuestra región. No disminuirá en los próximos años, sino más bien tenderá a aumentar mientras los factores estructurales que lo provocan persistan en nuestros países.
Aunque los países miembros de la Organización tienen perspectivas distintas para mirar el tema migratorio, están obligados a buscar para él soluciones comunes. Podemos hacerlo de distintas maneras: o reforzando el Programa de Protección de Trabajadores Migrantes que aprobamos en la tercera Cumbre de las Américas o creando una nueva instancia política a nivel del Consejo y la Secretaría. No estoy haciendo en esta materia ninguna propuesta, sino solamente solicitando algo obvio: que incorporemos el tema a la agenda de nuestras preocupaciones. Espero, por ello, que algunas de las resoluciones propuestas en días pasados sobre esta materia pueda ser acordada por Ustedes.
5. Seguridad
La puesta en marcha de la política de seguridad multidimensional acordada en México en 2003 ha sido lenta, sobre todo por la carencia de recursos nuevos que acompañaran los importantes mandatos recibidos. Esto no significa, sin embargo, que esta área no se haya desarrollado de manera importante, especialmente en base al trabajo que realizan la Comisión Interamericana para el Control del Abuso de Drogas (CICAD), el Comité Interamericano Contra el Terrorismo y el Programa de Desminado.
No cabe duda de la relevancia y la calidad del trabajo en estas tres áreas. La CICAD ya ha cumplido veinte años y constituye una de las actividades más prestigiadas de la Organización de Estados Americanos. Su importancia se ha incrementado visiblemente a partir de la creación del Mecanismo de Evaluación Multilateral (MEM), que se encuentra en su décimo ejercicio y cuyo funcionamiento del MEM no sólo ha permitido aumentar el conocimiento acerca de la actividad que realizan los países contra el tráfico y el consumo de drogas, sino también generar un clima de mayor confianza, en que los países están dispuestos a compartir información y aceptar recomendaciones y cooperación para sus actividades.
La CICAD ha avanzado también en la coordinación de esfuerzos contra el lavado de dinero, ayudando a los países a desarrollar legislación moderna en la materia y evaluando los progresos realizados y en una línea de cooperación horizontal, a través de la cual los países comparten experiencias en el combate a la droga. No obstante, el éxito de la CICAD hace que las demandas de cooperación y apoyo excedan siempre largamente los recursos. Por ello instamos a los países a considerar nuestra propuesta de que se destine a la CICAD un pequeño porcentaje de los recursos incautados, de acuerdo a sus legislaciones internas, para así cooperar a la mantención y ampliación de nuestros programas.
El programa del CICTE ha realizado avances importantes en materia de seguridad portuaria, aeroportuaria, de aduanas y fronteras y, en general, en los esfuerzos para la prevención del terrorismo en la región. En coordinación con CICAD se han realizado también avances en lo relativo a investigar el financiamiento del terrorismo.
Ya está igualmente en marcha nuestro programa de asistencia técnica y capacitación especializada. Entre sus actividades específicas está brindar, el próximo año, capacitación y cooperación a la acción de seguridad de los países del Caribe con motivo de la realización de la Copa Mundial de Cricket de 2007.
El Programa de Desminado Humanitario también ha prestado una valiosa contribución al masivo problema de las minas antipersonal, herencia de tiempos que no deben volver a nuestra región. Durante el período de este informe se prestó asistencia en la materia a seis países de nuestra región. Al igual que en muchos otros programas de la Organización, financiados estrictamente con recursos específicos, éste debe restringir su acción a la disponibilidad de tales recursos.
En el área de seguridad y defensa, la gran noticia del año está constituida, sin duda, por el paso de la Junta Interamericana de Defensa a incorporarse plenamente como parte de la OEA. Este es un logro acorde con los tiempos; al igual que en nuestros países, la OEA ha establecido el principio del mando civil sobre los asuntos militares de su competencia en el hemisferio. Resta ahora transformar esta decisión histórica en un plano de trabajo concreto, lo que esperamos hacer en los próximos meses.
Para hacer realidad las resoluciones que nuestros países han adoptado sobre seguridad, he establecido un Departamento de Seguridad Pública para desarrollar programas para combatir el crimen organizado y el pandillaje; la proliferación de tráfico de armas menores; y el tráfico de personas. En el futuro espero podamos contar con capacidad asesora suficiente para dar cooperación en asuntos de seguridad pública a los países miembros, especialmente los medianos y pequeños.
A mediano plazo, nuestro objetivo debería ser configurar, con todos estos elementos una agenda de seguridad regional que tome en cuenta todas las dimensiones a las que aludió nuestra Conferencia de México y se aboque también al estudio de aquellos problemas de la región que pueden ocasionar problemas de seguridad entre nuestros Estados. Es necesario garantizar que la paz en que ha vivido nuestra región en las últimas décadas se mantenga y se refuerce con el afianzamiento de la paz interna y el combate a la criminalidad.
7. Temas Juridicos.
El Comité Jurídico Interamericano, principal organismo consultivo en materias de derecho internacional para nuestra Organización y sus miembros, cumple este año cien años de vida. Este Centenario no podría estar ausente de esta Asamblea General y nos permite recordar los muchos aportes que el Comité Jurídico ha hecho al enriquecimiento del derecho internacional, entre los cuales, por ejemplo, están nuestra Convención Americana de Derechos Humanos y nuestra Convención contra la Corrupción, que son documentos señeros en su género en el mundo. El Comité Jurídico ha tenido un papel central en el desarrollo de la institucionalidad y el derecho interamericanos, que todos debemos reconocer. En su agenda de trabajo figuran numerosos temas que ya he tratado en esta exposición, como la Declaración sobre Pueblos Indígenas y las Convenciones sobre Discriminación.
8. Administración y Finanzas.
Desde mi llegada a la Secretaría un año atrás, me hice el propósito de no alterar más allá de lo necesario la estructura orgánica de la Organización, a fin de evitar conmocionar aún más a las personas que trabajan en la OEA, que se habían encontrado en situación de extrema incertidumbre por casi un año antes de mi instalación. En este propósito coincidimos plenamente con el Secretario General Adjunto, con quien hemos formado un solo equipo y una sola dirección.
En virtud de lo anterior, a pesar de tener la autorización de la Asamblea para introducir cambios, ellos se han reducido, en lo fundamental, a tres aspectos. Hemos llamado Subsecretarías a las principales áreas de trabajo con el objeto de señalar claramente, no sólo sus responsabilidades sino su inclusión en la Secretaría General. Hemos creado un nuevo Departamento de Control y Evaluación, a fin de tener la información necesaria al nivel de la Secretaría General para orientar la obtención de recursos y el gasto de la institución. Hemos reorganizado la Oficina de Becas a fin de asegurar una gestión autónoma y transparente, sin perjuicio del pleno derecho que asiste a los organismos políticos de fijar los criterios sustantivos de su acción.
El tercer cambio se debió a circunstancias infortunadas que fue necesario enfrentar. En cuanto a los dos primeros, no concibo que en una institución que tiene un mando único, cada unidad obtenga y gestione de manera autónoma sus recursos sin conocimiento de la dirección.
Debemos guiar la institución en base a los objetivos y prioridades decididos entre los organismos políticos y la Secretaría General. Reforzar este concepto es necesario para establecer lo que corresponde a cada cual, coordinar las acciones y garantizar que se trabaje sólo en aquellos mandatos que emanan de los organismos legítimos. El próximo año rendiremos esta cuenta resaltando el progreso y/o las debilidades en relación a los temas sustantivos que nos han encargado. Los informes dejarán de ser meras relaciones de los hechos acaecidos y no habrá ya temas en la Organización que no estén vinculados a mandatos legítimos.
Para que ello sea posible es preciso asegurar el financiamiento adecuado. Sobre este tema, a solicitud de los países miembros del CARICOM, que incluyeron en la agenda de esta Asamblea el tema del financiamiento permanente de la OEA, presentaré un informe detallado, que se adjunta a continuación de este.
Me preocupa además, desde el punto de vista organizativo, encontrar una ubicación más adecuada a los países actualmente observadores que colaboran más estrechamente con la OEA. La OEA tiene actualmente más de sesenta países observadores, lo cual nos parece una muestra de confianza e interés que agradecemos. Pero también debemos reconocer que los grados de interés y apoyo que los observadores nos proporcionan son diversos.
Si existen en otras instituciones cercanas a nosotros, como el BID, categorías intermedias entre la membresía plena y la observación, creo que nosotros también podríamos crearlas, de manera muy cuidadosa y consensual. La membresía plena debe ser solamente de países de América, pero me parece justo que países amigos que cooperan de manera sistemática e importante con nosotros tengan un reconocimiento adecuado.
Se que esta discusión tuvo lugar hace algunos años y por ello no consideré prudente traerla de nuevo como un tema a la Asamblea, pero espero que podamos reexaminarla nuevamente a lo largo del año.
Esta presentación debe ser necesariamente breve y por ello se acompaña de los documentos que cada unidad entrega con los contenidos de su trabajo. Al concluir, sólo quisiera mencionar los esfuerzos que hemos hecho por conectar adecuadamente la OEA, más allá de sus países miembros, con los organismos internacionales, regionales, subregionales y globales; el desarrollo sustantivo de las comunicaciones como una unidad esencial de transmisión de nuestro pensamiento y de nuestro trabajo; y el afianzamiento que en último tiempo ha tenido la Cátedra de las Américas, que a través de la invitación a estadistas, personas de la cultura, intelectuales y personalidades de renombre internacional, consigue llevar adelante un diálogo de altura sobre el presente y futuro de nuestra región.
Señoras y Señores Ministros y Delegados: soy optimista respecto del futuro de nuestra región. Frente a todas las predicciones catastróficas que hablan del deterioro, el fraccionamiento y el conflicto, podemos presentar una realidad que este año ha estado exenta de crisis y llena, en cambio, de procesos electorales democráticos que fortalecen a nuestra región, con cifras de crecimiento económico que son espectaculares en algunos países y, al menos alentadoras, en toda la región.
Tenemos problemas y debates pendientes, desde luego, pero queremos resolverlos a través del diálogo y la cooperación. Todos apuntamos a resolver la misma encrucijada: cómo seguir creciendo de manera sostenida, y al mismo tiempo hacer llegar los beneficios del crecimiento a todos los ciudadanos de una América cada vez más democrática e integrada.
Creo que en este último año, hemos dado pasos importantes para tener cerca una OEA más fuerte, más eficiente, más participativa y más unitaria. Creo en la razón y en el consenso como las únicas formas de avanzar hacia el logro de nuestros objetivos. Estoy seguro que esta Asamblea será una demostración de la voluntad de unidad y cooperación que debe animar a nuestro hemisferio.
Muchas Gracias