Discursos

JOSÉ MIGUEL INSULZA, SECRETARIO GENERAL DE LA ORGANIZACION DE LOS ESTADOS AMERICANOS
PALABRAS DEL SECRETARIO GENERAL DE LA OEA EN LA CONFERENCIA DE LA CAF, DEL DIÁLOGO INTERAMERICANO Y DE LA OEA: TRADE AND INVESTMENT IN THE AMERICAS

7 de septiembre de 2006 - Washington, DC


Cuando nos reunimos en una ocasión como ésta a considerar las perspectivas del comercio y la integración en las Américas, nuestra primera reflexión no es económica, sino política.

Por una parte, porque este año ha sido – o está siendo - para toda la región andina un año electoral. Entre Diciembre de 2005 y Diciembre de 2006, los cinco países andinos enfrentarán elecciones presidenciales, al igual que otros ocho países más de América del Sur, Centroamérica y el Caribe. Nunca habíamos tenido en nuestro hemisferio tantas elecciones presidenciales en un año y nunca, creo, se habían alienado así las elecciones en los cinco países del área.

Por otra parte, los temas económicos que hoy abordamos afectan profundamente las perspectivas de supervivencia de nuestras democracias. Y es que nuestros países han apostado al comercio y a la integración económica como uno de los ejes de sus estrategias de desarrollo económico y social. Asegurar que el comercio crezca y genere prosperidad y empleo se convierte en una pieza fundamental de la visión de desarrollo que debemos impulsar como región. Una visión de desarrollo a la que se suscribieron los países cuando en la Carta de la OEA vincularon la integración económica con la superación de la pobreza, afirmando que “[l]a cooperación económica es esencial para el bienestar y la prosperidad comunes de los pueblos del Continente”. Y así lo reconocieron recientemente también nuestros líderes cuando en la Cumbre de Mar del Plata señalaron que: “Nuestro objetivo es el de expandir nuestro comercio, como medio para ampliar el crecimiento y la capacidad de generar más y mejores empleos con mejores remuneraciones”.

Debemos admitir que aunque la democracia ha ganado terreno importante en nuestro continente, continúa siendo vulnerable. Es vulnerable porque todavía enfrentamos problemas de gobernabilidad. Pero es vulnerable, asimismo, porque sectores amplios de la población están insatisfechos, se sienten marginados de los beneficios que debía haber producido la democracia en términos de creación de empleo y reducción de la pobreza.

A pesar de ello el marco político y el cuadro macroeconómico deberían dar razones para el optimismo. Hemos celebrado ya nueve de las trece elecciones – Bolivia, Colombia y Perú entre ellas - y falta realizar aún cuatro, entre las cuales están Ecuador y Venezuela. Han sido elecciones competitivas, libres, participativas y limpias, mejores en general que en cualquier otra etapa de nuestra vida independiente. Estamos seguros de que el balance en lo que resta será ampliamente positivo. Por cierto, en un año electoral cunde la incertidumbre y, como en cualquier democracia, los debates y desplantes ideológicos tienden a aumentar. Pero 2006 será recordado como el año con más elecciones en la historia democrática de América y como el año en que todos los países andinos eligieron sus gobiernos en un período de doce meses.

También las economías de la región andina han continuado creciendo a tasas significativas: 6.9 por ciento en 2005 y proyecciones de un 6.2 por ciento para 2006 y de 5.2 por ciento para 2007 (comparado con 4.6 y 4.3 por ciento, respectivamente, para el total de América Latina y el Caribe). La inflación promedio ha bajado a niveles de un dígito con proyecciones que indican que caerá a 5.4 por ciento en 2006. La situación fiscal de la región también ha mejorado sustancialmente, con varios de los países alcanzando equilibrio fiscal.

También las cifras de comercio presentan un cuadro positivo. En el 2005, el valor de las exportaciones de bienes de América Latina creció un 20,3 por ciento. En el caso de Bolivia el incremento fue de 24 por ciento, 26 por ciento para Colombia, 25 por ciento para Ecuador, 37 por ciento para Perú y 43 por ciento para Venezuela.

Hemos vivido períodos similares en el pasado. Pero las grandes preguntas continúan siendo: ¿Es este crecimiento sustentable? ¿O será que, como en el pasado, terminará siendo efímero? ¿ Se fortalecerá definitivamente la democracia como forma de gobierno generalizada en América Latina? Y más importante aún, ¿podrá esta vez superarse el grave problema de nuestros países, el problema de la desigualdad? Porque aún tenemos más de doscientos millones de pobres, la mitad de ellos viviendo en extrema pobreza, y muchos de ellos ven que la democracia no les ha traído los anunciados beneficios. Como ha afirmado en una reciente entrevista el Director Gerente del FMI Rodrigo Rato, “ Hay niveles de pobreza que no sólo son dramáticos desde el punto de vista social y humano, sino que producen un serio impedimento en el crecimiento macroeconómico “. Y eso es lo que genera inestabilidad política, porque la mezcla de democracia, crecimiento y desigualdad hace que la gente se canse de esperar.

La respuesta no está como algunos temen en experimentos populistas ni en cambios radicales, sino en perseverar en políticas de responsabilidad macroeconómica y en fortalecer cada vez más la democracia y la ciudadanía. Creo que los países andinos están haciendo enormes esfuerzos en esa dirección. Pero requieren también la buena voluntad y la cooperación de sus socios comerciales y políticos, indispensable en un mundo política y económicamente interdependiente.

He hablado de buenas cifras comerciales. Creo que más impactante, sin embargo, es la historia de los exportadores que explican esas estadísticas, una historia que muchas veces queda sin contar.

Tomemos el caso de las flores cortadas en Ecuador. Las exportaciones de este sector que apenas llegaban a US$40.000 en 1980 alcanzarán cerca de US$ 400 millones en 2006, generando más de 100.000 empleos directos e indirectos.

En Perú es bien conocido el caso de éxito de los productores y exportadores de espárragos, sector que ha continuado siendo una importante fuente de empleo alternativo generando unos 60.000 empleos directos en el 2005, de los cuales el 60% por ciento corresponde a mujeres. Lo que se conoce menos es la historia de una institución como Frío Aéreo, una alianza de productores y exportadores del espárrago que, con apoyo del gobierno, ofrece servicios de refrigeración, almacenamiento y control de calidad indispensables para cumplir con las exigencias de un mercado internacional altamente competitivo. Estamos hablando, entonces, no solo de espárragos o de alcachofas o uvas. Estamos hablando de una cadena de proveedores de servicios y bienes intermedios que participan de los beneficios del comercio.

Otro ejemplo. En Bolivia, la exportación a los Estados Unidos de palmito se espera que se triplique en el 2006. Y el palmito se produce en el Chapare, zona prioritaria para la estrategia de promoción de cultivos alternativos a la producción de coca. Su cultivo genera trabajo a unas 3.000 familias sin contar aquéllas empleadas en las industrias procesadoras. Mejoras en la calidad y el empaquetado ha resultado en precios más altos y diversificación de mercados no solo a socios tradicionales como Chile y Argentina sino también a Francia, España, Uruguay e Israel.

Todas estas historias tienen un elemento en común. El crecimiento de esas exportaciones ocurrió al amparo del acceso preferencial al mercado de los Estados Unidos bajo el ATPDEA (el Acta de Promoción Comercial Andina y Erradicación de Drogas), un programa que ha representado una expresión tangible del compromiso de los Estados Unidos con la promoción de la prosperidad, estabilidad y democracia de los países beneficiarios: Bolivia, Colombia, Ecuador y Perú. Cuando el programa se inició en 1991 y luego se renovó en el 2002 por cuatro años adicionales, se inspiró en el reconocimiento de que era necesario promover el desarrollo económico en esos países apoyando alternativas a la producción y tráfico ilícito de drogas.

Sin duda, el ATPDEA es un mecanismo comercial que tiene un origen y un impacto político. Está destinado a ayudar a los países a generar fuentes de producción alternativas a los cultivos ilícitos y crear empleo en aquellas áreas donde se originan los flujos migratorios hacia las zonas "rojas".

Los mecanismos de apertura comercial unilateral como el ATPDEA, otorgados por países altamente desarrollados, han demostrado ser eficaces en el impulso a las exportaciones con valor agregado y por tanto generadoras de empleo. En países que son básicamente exportadores de bienes primarios y que intentan diseñar estrategias de diversificación, su impacto es alto.

Como hemos podido constatar, el ATPDEA ha sido aprovechado por el sector privado con resultados alentadores. Entre 2002 y 2005, las exportaciones colombianas a los Estados Unidos bajo el ATPDEA se incrementaron diez veces, casi seis veces las peruanas, veinte veces las ecuatorianas y cuatro veces las bolivianas. Y esto ha sido, excepto en casos como el petróleo y gas, en sectores no tradicionales que han contribuido a la necesaria diversificación de las economías de los países beneficiarios. En definitiva, a los países se les abrió la oportunidad y la han sabido aprovechar.

El impacto en el empleo ha sido significativo. De nuevo recurro a casos concretos que nos recuerdan que todo esto tiene una dimensión humana que no podemos dejar de lado.

Más de trescientas unidades productivas en Ecuador son responsables del dinamismo del sector del brócoli, un producto no tradicional cuyas exportaciones a los Estados Unidos bajo el ATPDEA se ha incrementado en el período 2000 a 2005 de solamente US$ 700 mil a US$ 10 millones. Más del 75 por ciento del empleo generado en el sector se concentra en las zonas rurales del altiplano ecuatoriano. Más de 10 mil empleos dependen de la siembra y procesamiento del brócoli; muchos más si se toman en cuenta los empleos indirectos.

El caso del sector de la joyería en oro en Bolivia también merece reflexión. Una sola empresa, Exportadores Bolivianos, emplea 750 trabajadores y 2.000 subcontratistas que viven en El Alto, la populosa y empobrecida ciudad en el altiplano cercano a La Paz. Estos trabajadores ganan tres veces el salario mínimo en el país. Estimulados por el dinamismo de las exportaciones –que crecieron más de 50 por ciento en el 2005 comparado con el 2004-- la empresa contemplaba planes de expansión. Las inversiones, sin embargo, exigen certeza. Si no la tienen, se desplazan a otros países donde encuentren condiciones más ventajosas. También tenemos que recordar que El Alto ha sido escenario de manifestaciones intensas de descontento social. ¿Qué podrá esperarse si a todos los problemas que enfrentan se agrega la pérdida de fuentes de trabajo?

Y aquí retomo el punto de la dimensión política que adquiere el tema del comercio como generador de prosperidad y empleo. El ATPDEA está por finalizar el 31 de diciembre de este año. La interrupción del acceso preferencial al mercado de Estados Unidos para las corrientes comerciales que se han generado a su amparo y que han venido mostrando tanto dinamismo tendrá consecuencias que van más allá de lo económico. Cuando se pierden empleos en regiones vulnerables se arriesga la estabilidad social y política de un país, se golpea duramente sus aspiraciones al desarrollo.

Esto lo entendieron los países cuando buscaron hacer permanente el acceso preferencial al mercado de Estados Unidos del que se estaban beneficiando. Es así como Colombia, Ecuador y Perú inician, a mediados de 2004, las negociaciones de un tratado de libre comercio con los Estados Unidos, con Bolivia participando como observador. Ahora esos procesos se encuentran en distintas etapas y circunstancias. Lo importante, sin embargo, es asegurar que el acceso preferencial no se vea afectado. La región andina continúa amenazada por la inestabilidad y fragilidad económica y política, vulnerable a las consecuencias de la lucha contra el narcotráfico y la fuerte competencia que enfrentan sus exportaciones lícitas.

El ATPDEA ha sido un elemento clave de la estrategia antinarcóticos de Estados Unidos en la región. Al ofrecer acceso preferencial al mercado estadounidense, ha ayudado a estimular la diversificación de las exportaciones como una alternativa económica sustentable a la producción y tráfico de drogas. Trabajar para asegurar que ese acceso preferencial no se interrumpa sería consistente con el principio de la “responsabilidad compartida” y una señal más del compromiso continuo de Estados Unidos con la lucha contra las drogas ilícitas.

De allí que, en primer lugar, los trámites para la entrada en vigencia de los tratados de libre comercio que han suscrito Perú y Colombia con los Estados Unidos deberían cumplirse de una manera que asegure la continuidad de las corrientes comerciales durante la transición. Asimismo los dos países – Bolivia y Ecuador - que no han negociado aún tales acuerdos deberían tener una prórroga de preferencias que evite que la pérdida de los beneficios alcanzados por un acuerdo exitoso cause grave perjuicio a sus ciudadanos. La prórroga del ATPDEA es la única respuesta positiva posible para evitar que las brechas que amenazan hoy la relación hemisférica se agranden. Así lo manifestaron los Presidentes de los cuatro países en su misiva al Presidente Bush a mediados de junio: la prórroga del ATPDEA “es necesaria mientras los acuerdos comerciales con los Estados Unidos a los que aspira[n] Bolivia, Colombia y Ecuador, desde [sus] respectivas visiones e intereses, se desarrollen, concreten e implementen sin crear incertidumbre en el comercio con dicho país”.

Somos conscientes de la complejidad y de los problemas que plantea prorrogar las preferencias arancelarias. Pero el no contar con dichas preferencias sería aún más problemático, dificultando tanto la diversificación y desarrollo económico, como la creación de alternativas económicas sostenibles al cultivo de drogas en las poblaciones más vulnerables.

Con relaciones comerciales estables con Estados Unidos, los países lograrán atraer la inversión que requieren para continuar en el camino del crecimiento. Más crecimiento y prosperidad significará más trabajadores empleados en sus propios países. También significará más mercado para los productos de los Estados Unidos.

La democracia y la observancia de los derechos humanos son los pilares de la coexistencia hemisférica, pero esta coexistencia debe estar basada, asimismo, en el crecimiento, la reducción de la pobreza, la creación de empleo y la distribución equitativa de las oportunidades para el progreso social.

Lo decía el Presidente Bush hace un año en la OEA cuando estaba promoviendo la aprobación del CAFTA por el Congreso: “La gente de [Centroamérica] debe ver que la democracia produce más que simplemente elecciones libres, que la democracia produce progreso cuantificable en sus vidas. Como la democracia más antigua del hemisferio, tenemos una obligación moral y un interés vital de ayudar a las economías y las sociedades de Centroamérica a tener éxito”.

Esa misma visión solidaria deberá prevalecer en estos momentos. Todos estamos comprometidos con la tarea de fortalecer la democracia en nuestro continente. Para lograrlo tenemos que asegurar que todos participen de la prosperidad de manera equitativa. Fortalecer nuestros lazos comerciales y profundizar nuestra integración económica puede contribuir a lograrlo.