Señor Presidente de la CIDH, Evelio Fernández Arévalos
Señor Secretario Ejecutivo, Santiago Canton
Señores Embajadores, señoras Embajadoras y Representantes permanentes
Defensoras y defensores de derechos humanos del hemisferio
Señores y señoras
Toda época histórica se asocia con determinados hechos, con grupos, sectores, o grupos de seres humanos que de alguna manera le imprimen un carácter. Cuando hablamos, por ejemplo, de la Grecia del siglo IV AC del florecimiento, del advenimiento de la democracia, hacemos siempre una referencia a los filósofos griegos, esa especie de “elite” que fundó parte importante del pensamiento moderno. Y nos imaginamos una culta y desarrollada sociedad, para esos años, en cuya cúspide se encontraban estos personeros. Grave error.
Como narra documentadamente en un libro reciente, Luciano Canfora, historiador italiano, basado en textos conocidos -el título lo dice todo: “Una Profesión Peligrosa: La vida privada de los filósofos griegos”- lo pasaban mal los filósofos griegos. Eran, generalmente exiliados, maltratados, violentados, abusados, insultados por la calle y, finalmente, muchas veces, dice Canfora, veces eran asesinados o ejecutados por sus propios compatriotas, algunos por la vía de juicios supuestamente legales.
A principios de la década de los ‘60 surgió en el marco de nuestro continente, un fuerte movimiento internacional en pro de los derechos humanos. Ciertamente, la Declaración Universal de los Derechos del Hombre es muy anterior, pero probablemente fue el surgimiento de un conjunto muy violento, muy extremo, de dictaduras, regímenes autoritarios, en nuestra región y otras partes del mundo, lo que le dio un énfasis y una fuerza muy grande a éste movimiento. Pertenecer a estos movimientos era siempre complejo, era siempre difícil, las dictaduras eran brutales y muchas veces se arriesgaba la vida; ir a los países en los cuales se sabía que se violaba los derechos humanos, era una tarea peligrosa.
Pero muchos, en este continente, asumieron esa tarea y la asumieron con todos sus riesgos, y la llevaron a cabo con gran éxito, marcando una etapa importante, poniendo un sello en la historia de la segunda mitad del Siglo XX, en nuestro continente.
La defensa de los derechos humanos se convirtió no solamente en un aspecto puntual, un aspecto sectorial, de la lucha por la democracia, sino que se fundió con ella, y al abrir camino a la democracia, abrió camino también a la idea de un mundo en el cual no solamente serían respetados estos derechos, sino también sería reconocida sustantivamente la función de sus defensores.
Desgraciadamente, esto no ha sido siempre así. Muchas veces, con el advenimiento de la democracia la situación de los derechos humanos ha mejorado sustantivamente y nuestras organizaciones han estado en condiciones, no solamente de encabezar la lucha por una mejor sociedad y por un mayor respeto a los derechos, sino también de dar a conocer lo ocurrido en años anteriores. Las organizaciones de los derechos humanos hoy día gozan de una condición que no tenían en el período dictatorial. Pero esto no significa que respecto de ellas y de los defensores, no hayan habido muchas veces persecuciones graves que amenazan su integridad y la de su familia, e incluso sus vidas.
Hace unos días atrás, el 21 de septiembre del 2006, un profesional haitiano –el Sr. Bruner Esterné- fue asesinado al dejar una reunión en la cual se encontró con un grupo de abogados haitianos, para discutir sobre una masacre que ellos denunciaban habría ocurrido en el mes de agosto del 2005 en la localidad de Grand Ravin, en Haití. El Sr. Esterné era coordinador del Comité Comunitario de los Derechos Humanos en Grand Ravin, y había fundado una asociación de universitarios por una Haití de Derecho. Su muerte permanece en la impunidad, y habría sido cometida por grupos armados que operan con impunidad en el área en la cual vivía el Sr. Esterné.
Es solamente un ejemplo que quiero poner de manifiesto, porque estamos conociendo el caso que ha sido tomado como un hecho casi simbólico por muchos en las organizaciones internacionales de derechos humanos y que lo han denunciado ante esta organización para que podamos llegar al fondo de esto. Este caso pone de manifiesto, una vez más, que aún en condiciones de democracia, aún ahí donde se eligen gobiernos, aún ahí donde supuestamente tenemos un estado de derecho, la profesión de defensor de los derechos humanos sigue siendo, por desgracia, una profesión peligrosa.
En nuestro hemisferio tenemos el orgullo de contar con la Comisión y la Corte Interamericanas de Derechos Humanos. En ejercicio de sus mandatos, ambos órganos emiten recomendaciones a los Estados miembros. El cumplimiento de estas recomendaciones ha contribuido a fortalecer el proceso de modificación de políticas públicas, con un enfoque de derechos humanos, tanto a nivel de políticas legislativas, como ejecutivas o judiciales. Y es natural, entonces, que esta Comisión, que este órgano de la Organización de los Estados Americanos, que ha sido tan central en la lucha de nuestros países por los derechos humanos, se preocupe también del problema de los defensores y defensoras de los derechos humanos y busque promover y desarrollar no solamente su labor sino que también su protección.
Y el informe que hoy día estamos presentando tiene ese sentido, el sentido de formular recomendaciones en materia de protección y promoción de la labor de defensores y defensoras de los derechos humanos, promover una cultura de los derechos humanos que reconozca pública e inequívocamente el papel fundamental que ellos juegan en la garantía de la democracia y el estado de derecho, emprender actividades de educación y divulgación dirigidas a los agentes del Estado, a la sociedad y a la prensa, y generar espacios de diálogo abierto con las organizaciones de derechos humanos para conocer, tanto sus opiniones acerca de las políticas públicas, como los problemas que les aquejan.
Formula la CIDH, recomendaciones para la erradicación de la violencia en contra de las defensoras y defensores; recomienda la implementación prioritaria de una política global de protección de los defensores de derechos humanos en riesgo; la adopción urgente de medidas efectivas para proteger la vida y la integridad física de las defensoras y defensores amenazados; la asignación de recursos humanos, presupuestarios y logísticos para poner en práctica las medidas de protección adecuadas solicitadas por la Comisión o la Corte Interamericana; y la investigación, procesamiento y sanción a integrantes de grupos armados al margen de la ley, ahí donde estos existan.
La Comisión recomienda a los Estados, la facilitación de un espacio de trabajo, y de herramientas básicas para el ejercicio de la función de defensoras y defensores de los derechos humanos; recomienda permitir y facilitar el acceso de las defensoras y defensores, y del público en general, a la información pública en poder Estado y adecuar su legislación y sus prácticas nacionales para promover la asociación en torno a los derechos humanos. Permitir que el procedimiento de inscripción y de formación de las organizaciones de derechos humanos no impida ni retrase su labor. Promover leyes de registro de organizaciones de derechos humanos que tengan definiciones claras y precisas, y que aseguren que todas éstas organizaciones tengan recursos adecuados para impugnar ante tribunales independientes cualquier decisión que las afecte. Al mismo tiempo, la Comisión recomienda a los Estados abstenerse de restringir cualquier medio lícito financiamiento de las organizaciones de derechos humanos.
Finalmente, la Comisión hace una serie de recomendaciones destinadas a fortalecer los mecanismos internos de justicia. Se quiere con ello, luchar por erradicar la impunidad de las violaciones a derechos humanos. Una política pública, emprendida por los Estados mediante el fortalecimiento de sus mecanismos de administración de justicia, procesamiento y sanción a los que atentan en contra de las defensoras y defensores los derechos humanos, adopción de medidas para tener una coordinación adecuada y para investigar y sancionar los crímenes de aquellas personas que son menoscabadas en razón de esta actividad, y disponer también un cumplimiento rápido y efectivo de las recomendaciones y de sentencias de nuestra Corte y de nuestra Comisión.
Hace pocos meses en el marco del Trigésimo Sexto Periodo Ordinario de Sesiones de la Asamblea General de la Organización, los Estados del hemisferio reiteraron su apoyo a la labor realizada por las defensoras y defensores de derechos humanos, así como su compromiso para erradicar los actos que directa e indirectamente impiden las labores de estos. Y yo confío que la voluntad de los Estados miembros se manifieste, en el proceso de implementación en las instancias nacionales de las recomendaciones de este Informe que hoy día me complace tanto presentarles.
Y para terminar, en un tono optimista. Otro abogado padre de 2 niños, casado, titular de un estudio de Abogados en Haití, preside la misma organización que Sr. Esterné creó antes de morir, y se niega a salir del país a pesar de las recomendaciones de las organizaciones internacionales de derechos humanos, y sigue dispuesto a seguir luchando por aquellos derechos, por aquellas garantías, que han generado un movimiento tan fuerte, tan sólido como el que hemos desarrollado en estas décadas.
La defensa de los derechos humanos sigue su marcha y estoy seguro que éste Informe contribuirá a que se fortalezca aún mas con la protección que los Estados democráticos deben a tan importante labor.
Muchas gracias.