Discursos

JOSÉ MIGUEL INSULZA, SECRETARIO GENERAL DE LA ORGANIZACION DE LOS ESTADOS AMERICANOS
CEREMONIA DE GRADUACIÓN - CLASE XLVII, COLEGIO INTERAMERICANO DE DEFENSA

27 de junio de 2008 - Washington, DC


Quiero felicitar en primer lugar a quienes hoy se gradúan. Como se suele recordar en este Colegio, a muchos de los graduados de clases anteriores les ha correspondido desempeñar luego importantes funciones en sus respectivos países, incluyendo la Presidencia de la República. Ello habla bien no sólo de la calidad de quienes participan en estos cursos sino también, y sobre todo, de la calidad misma de los cursos y de la importancia que se les concede dentro de nuestra región.

Este Colegio ya se acerca al medio siglo de actividad y es una de las instituciones más sólidas de nuestro sistema interamericano. Un sistema que, como ustedes saben, tiene más de cien años de vida puesto que se creó formalmente en la Conferencia Interamericana de 1889. En su actual forma, como Organización de los Estados Americanos, cumplió este año sesenta años de existencia.

Los países de las Américas, en consecuencia, estamos unidos desde hace más de cien años y es esa tradición de unidad la que explica que nuestro continente haya gozado, durante los últimos ciento veinte años, de condiciones de paz y estabilidad prácticamente únicas en el concierto internacional. Y es esa tradición la que explica, además, que esta Organización no sólo se haya mantenido como el principal y más antiguo foro político hemisférico, sino que se haya ampliado desde los veintiún Estados firmante de la Carta de 1948 a los treinta y cinco que la constituyen ahora. En la actualidad todos los estados soberanos de la región son miembros de la OEA.

Muchas veces se ha comentado que una Organización que acostumbra a tomar sus decisiones por consenso es mucho más lenta en sus decisiones que una que lo haga por mayorías. Se llega a decir, incluso, que este acondicionamiento de la toma de decisiones puede restarle eficiencia a nuestra Organización. Pero esa búsqueda permanente del consenso está ligada a la naturaleza misma de la OEA y constituye una de sus principales virtudes.

En la OEA conviven países de gran envergadura con naciones mucho más pequeñas, naciones ricas y naciones pobres, naciones de cientos de millones de habitantes con algunas que tienen alrededor de cien mil, miembros del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas con países que ni siquiera tienen ejércitos formales. Y todos esos miembros son necesarios, si hemos de seguir representando a todas las Américas. La búsqueda permanente del consenso es la única garantía de mantención de una cohesión interna que se rompería si las naciones más pequeñas quisieran imponer sus criterios a las más grandes sobre temas que éstas no están dispuestas a aceptar. Y esa misma búsqueda del consenso impide, por otra parte, que esas naciones más grandes impongan sus propias determinaciones por el exclusivo imperio de su potencia.

Una garantía más profunda de unidad, convivencia y solución pacífica de diferencias entre nosotros es nuestro Derecho Interamericano. Ese Derecho, y las instituciones del Sistema Interamericano, siguen siendo el fundamento jurídico más importante y la institucionalidad de referencia para Acuerdos y Convenciones consistentes y perdurables entre países de las Américas.

En nuestro sistema interamericano y en nuestra Organización de Estados Americanos hemos aceptado principios y establecido normas relativas al respeto a la soberanía y el principio de no intervención, a la protección de los derechos humanos, a la defensa de la democracia, a la solución pacífica de controversias, a la igualdad jurídica de los Estados, a la transparencia en la gestión pública, a la protección de los derechos de la mujer, a la no discriminación contra minorías y personas discapacitadas y muchas otras, que fueron desarrolladas entre nosotros mucho antes de ser reconocidas en otras regiones del planeta.

Es verdad que luego de la firma de la Carta de Bogotá en 1948, durante más de tres décadas, en el marco de la llamada “Guerra Fría”, la OEA se separó de algunos de estos referentes esenciales y llegó incluso a aceptar, justificar o respaldar regímenes constituidos a partir del derrocamiento de gobiernos originados democráticamente. Sin embargo hoy somos conscientes de que esas políticas sólo sirvieron para postergar por muchos años la recuperación de la democracia y las libertades a las cuales creían servir. Por ello la política de intervención se ha ido de la OEA, para ser reemplazada por una de multilateralismo y cooperación internacional.

En ese marco, desde hace casi dos décadas nuestra Organización vive una nueva etapa de su existencia. Una etapa que tuvo un momento inaugural con la aprobación, en junio de 1991, de la Resolución 1080 y una nueva y aún más poderosa manifestación el año siguiente, cuando en diciembre de 1992 se suscribió el Protocolo de Washington que modificó la Carta de la OEA y declaró al régimen democrático como una obligación de los Estados miembros y condición para su membresía y permanencia en el Sistema Interamericano.

La expresión más elevada de esta nueva era de la OEA es la Carta Democrática Interamericana, aprobada en septiembre de 2001. Porque en ella no sólo se insiste en la definición de los instrumentos de la Organización que pueden ser usados para la defensa y fortalecimiento de la democracia, sino que se precisa además una definición muchos más amplia, que junto con exigir la realización de elecciones limpias, participativas y plurales como base de toda democracia, pone énfasis también en el ejercicio de la democracia, como una práctica que supone, entre otras cosas, el imperio de la ley, el respeto a las instituciones y la subordinación de todos a la autoridad civil democráticamente elegida; que exige a los gobiernos el respeto de los derechos humanos y libertades fundamentales; que vincula la democracia política con el progreso económico y social; que garantiza la participación de los ciudadanos, el respeto a los derechos laborales y la igualdad jurídica de la mujer.

Desde hace dos décadas la democracia predomina en nuestra región. Durante ese período ha habido situaciones de crisis política en algunos Estados y también han existido momentos de tensión entre algunos de nuestros países. Sin embargo todas las crisis que han llegado a presentarse se han resuelto en el marco constitucional e institucional vigente en los países en que ellas han ocurrido y las situaciones de tensión han encontrado vías de solución en el marco de las instituciones y del Derecho interamericanos. Y algo muy importante en mi opinión, en la mayoría de esos casos, y ciertamente en aquellos que parecían y parecen más conflictivos, los países afectados han apelado y depositado toda su confianza en la OEA como marco para solucionar sus problemas.

Este año justamente, como todos ustedes saben, se han planteado tres situaciones de este tipo que han requerido la participación de nuestra Organización. Me refiero a la crisis y ruptura de relaciones entre Colombia y Ecuador, a la situación política interna que ha afectado a Bolivia y al diferendo territorial que subsiste entre Guatemala y Belice. En estos tres casos gobiernos de nuestra región, que se encontraban en una situación conflictiva, decidieron recurrir a su Organización de Estados Americanos. Y en todas ellas la respuesta de la Organización fue rápida, adecuada, y en directa conexión con la legislación internacional y el Derecho Interamericano.

Hemos trabajado intensamente en la búsqueda de soluciones a estas crisis, siempre buscando impulsar el diálogo, como lo hicimos antes en Haití o en Nicaragua, o en cualquier circunstancia en que uno o más países miembros han buscado el apoyo de la OEA.

En los casos que he mencionado, los gobiernos de Guatemala y Belice ya han decidido, a sugerencia del Secretario General, llevar su diferendo a conocimiento de la Corte Internacional de Justicia y los seguiremos apoyando en este proceso que, debo decirlo, se ha conducido de una manera ejemplarmente fraternal; será el pueblo boliviano quien decidirá sobre su camino y su destino, en el marco de su propia ley y con la participación del Gobierno y las autoridades democráticamente elegidas; serán los Gobiernos de Colombia y Ecuador quienes sabrán encontrar las mejores formas políticas y jurídicas para resolver sus diferencias.

El principio es simple: en una Organización de naciones soberanas no cabe la intervención ni la imposición de unas sobre otras. La OEA no pretende ya, como antaño, imponer soluciones los problemas, sino facilitar el entendimiento, de manera de que las soluciones sean alcanzadas por los propios protagonistas, sin ingerencias externas indebidas. Seguiremos buscando los medios para solucionar los problemas hacia el futuro, evitando rupturas de la democracia o conflictos entre nuestros integrantes y evitando las intervenciones indebidas, que no conducen a nada positivo. América Latina y el Caribe son una región de paz y deben mantenerse así; y en esta OEA deben tener cabida siempre todos sus países miembros, sobre la base de la disposición al diálogo y la solución pacífica de las diferencias.

Es verdad que existen y probablemente seguirán existiendo desencuentros. Como también existe y seguirá existiendo diversidad ideológica entre nuestros gobiernos. Somos democracias en pleno crecimiento y no estamos exentos de convulsiones y desencuentros, también porque, en el marco de la práctica de la democracia, es posible encontrar hoy día una amplia gama de tendencias entre los países de las Américas.

En el marco de sus propios objetivos políticos e inspirados por sus propias ideologías, gobiernos de nuestro continente se han abocado, con disímiles resultados, a procesos de transformación política que en algunos casos pretenden ser profundos. Todos esos procesos, sin embargo, se han realizado en el contexto de las normas y leyes vigentes en esos países y cuando los resultados han sido adversos a sus pretensiones, los gobernantes los han aceptado sin excepciones.

Todos los gobiernos que integran la OEA han sido elegidos en elecciones libres, secretas, informadas y con una alta participación de electores. Con las recientes elecciones en Paraguay y República Dominicana, ya son 28 los Estados que han elegido o reelegido democráticamente sus gobiernos en los últimos tres años. Los seis restantes ya lo habrán hecho cuando los países de la región se reúnan, en abril de 2009, en la V Cumbre de las Américas. Además, la región se mantiene estable en los últimos tres años, sin cambios prematuros de gobiernos, como ocurría en la década precedente.Esto nunca había ocurrido en nuestra historia regional.

Toda esta rica experiencia que estamos viviendo demuestra que a este continente, que tiene una enorme diversidad de pueblos, de lenguas, de culturas, de geografías, de tamaños y de riquezas, lo une la voluntad de superar colectivamente los problemas, una común vocación democrática y la decisión de vivir como hermanos y resolver las diferencias mediante el diálogo político, la construcción de consensos, la conservación de la paz y la acción unida de todos los países de las Américas sin excepción.
En ese contexto les corresponde a las Fuerzas Armadas una labor fundamental. Las Fuerzas Armadas contemporáneas están llamadas a ser un complemento directo de la actividad de los Estados en el campo de las relaciones internacionales. Este curso y este Colegio, que reúne a militares y civiles de todos los países de las Américas, es un vibrante ejemplo de ello. Es en estos espacios en donde debe labrarse el conocimiento y la amistad entre las personas que luego pueden dar lugar a la confianza mutua y la cooperación entre los Estados. Es también en estos espacios donde debe fortalecerse el diálogo y el respeto a los principios que inspiran nuestro sistema.
Los insto a perseverar en ese esfuerzo así como en todo aquello que, desde las futuras destinaciones y actividades que ustedes vayan a desempeñar en el futuro, contribuya a fortalecer esa confianza y a incrementar esa cooperación.
Felicito a la Directora del Colegio, Contralmirante Moira Flanders, por todo lo avanzado durante el período que ha estado a la cabeza de la institución, y felicito nuevamente a las señoras y señores participantes de este curso que hoy se gradúan y a quienes les deseo los mayores éxitos en sus actividades futuras.