Discursos

JOSÉ MIGUEL INSULZA, SECRETARIO GENERAL DE LA ORGANIZACION DE LOS ESTADOS AMERICANOS
CONMEMORACIÓN DE LOS 50 AÑOS DE LA COMISIÓN INTERAMERICANA DE DERECHOS HUMANOS

4 de septiembre de 2009 - Washington, DC


No abundaré, señora Presidenta, en lo que se ha dicho ya varias veces: el simbolismo que tiene el realizar esta reunión en la misma sala en que se reunieron hace 50 años atrás todos los ministros de Relaciones Exteriores de la OEA para ver la forma de avanzar en la implementación de la primera Convención sobre Derechos Humanos -la Declaración Americana de Derechos y Deberes del Hombre, como se llamaba en esa época- a once años de haberse dictado.

Creo que hay otros simbolismos que nos interesa destacar más esta noche. Y es que muy poco después de esos años, apenas una década y media después de esa fundación, nos tocó a nosotros vivir en carne propia, en nuestro país, la importancia del tema de los Derechos Humanos.

Tal vez en 1959 muchos chilenos no entendían la importancia de lo que estaba ocurriendo en su país en ese momento. Hace 50 años no existían las terribles violaciones que tuvimos que enfrentar a partir de 1973. Nos correspondió entender así, de manera difícil, que la defensa de los Derechos Humanos es esencial en la lucha por la democracia; que no existe democracia sin un respecto irrestricto a los Derechos Humanos; que este tema está en el corazón de la democracia y la libertad y que el Nunca Más que aprendimos de los familiares de los ejecutados políticos y de los detenidos desaparecidos tiene ese contenido. Nunca Más aceptar, a ningún título, ninguna restricción ni ninguna violación de los derechos humanos fundamentales. Y en todo este camino nos acompañó la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.

La Comisión en realidad nació más para promover el tema de los Derechos Humanos. No era la primera intención que se dedicara a lo que posteriormente se dedicó; su carácter era fundamentalmente promocional. Pero la realidad de lo que ocurrió en nuestra región, o lo que estaba ocurriendo ya u ocurriría luego en nuestra región, nos llevó a ejercer un rol mucho más proactivo para proteger a las víctimas de las violaciones y sus derechos. Y en este tema, ciertamente, aprendimos también; y creo que es un aprendizaje para todos los países nuestra América: el valor de la independencia y de la autonomía de los órganos jurisdiccionales. Porque esta Comisión -aprovecho para decir que sus siete integrantes titulares se encuentran aquí y los saludo a todos ellos- esta Comisión es una comisión autónoma, a diferencia de otros organismos internacionales. Lo ha sido desde el comienzo y ha sido esa autonomía la que le ha permitido defender de manera irrestricta, incluso en momentos en que el continente vivía más de un proceso dictatorial, también los derechos de las personas. La Comisión Interamericana de Derechos Humanos, orgullo de la Organización de los Estados Americanos, se convirtió así en un símbolo de la lucha incansable por el hombre, por la mujer americana, por la defensa de sus derechos fundamentales.

Con posterioridad fue acompaada por la Corte Interamericana de Derechos Humanos, cuyo poder jurisdiccional es mayor, por la facultad de imperio respecto de los Estados que se han acogido a la Convención. Con ella y con el Instituto Interamericano de Derechos Humanos hemos constituido una agrupación, una organización, un sistema de Derechos Humanos en el continente al cual coadyuvan también otras organizaciones como la Comisión Interamericana de Mujeres, cuya Presidenta, la Ministra Albornoz, también está aquí presente.

No es todavía, sin embargo, un sistema completo. Sus progresos son enormes y esto lo muestran no solamente los muchos logros que se han señalado acá, la existencia de relatorías en prácticamente todos los temas importantes en materia de Derechos Humanos, la presencia permanente de la Comisión allí donde hay una violación de derechos, como en Honduras, donde a pocas semanas de ocurrido el golpe de Estado, nuestra Comisión ya estaba ahí y su voz se escuchaba en todas partes.

Nos queda, sin embargo, mucho por avanzar. No tenemos aún en nuestra América un sistema completo de Derechos Humanos en que todos los países sean miembros de la Comisión y de la Corte, y que todos los países acaten las decisiones de la Corte, que no es lo mismo. Hemos progresado en el tema del acatamiento de las decisiones, pero no hemos conseguido todo aún. Muchas veces hay quejas por la demora del Comisión de Derechos Humanos en atender sus casos. La verdad es que es una demora que se debe a una enorme cantidad de casos que hay que examinar, porque son cada vez más los ciudadanos de las Américas concientes de sus derechos, no porque haya más violaciones, sino porque cada vez más gente acude a la Comisión y son cada vez más restringidos los recursos con que contamos para enfrentarlos.

Tal vez el mejor homenaje que podamos hacer esta noche a la Comisión de Derechos Humanos es seguir luchando fundamentalmente por ese compromiso: hacer que este sistema autónomo, señeramente autónomo, admirado por su autonomía, por su fuerza, por el respeto que se le tiene por la libertad con que dicta sus resoluciones, sea primero acatado por todos y segundo, respaldado por todos, no solamente de palabra como lo hacemos hoy día, sino que también en los hechos.

Repito, esta es una pieza fundamental para nuestra Organización, es un elemento central que está en el corazón de la OEA. Por lo tanto, tenemos que ser capaces de hacer el compromiso, ya no los 21 países de hace 50 años atrás, sino los 34 que somos ahora, de respaldar, fortalecer y engrandecer el sistema de Derechos Humanos que, ciertamente, es una pieza fundamental de la democracia de nuestro continente.

Muchas gracias, Presidenta.