Discursos

JOSÉ MIGUEL INSULZA, SECRETARIO GENERAL DE LA ORGANIZACION DE LOS ESTADOS AMERICANOS
“DESAFÍOS PARA LA CONSOLIDACIÓN DE LA DEMOCRACIA EN LA REGIÓN Y EL FUTURO DE LA INTEGRACIÓN HEMISFÉRICA”

10 de septiembre de 2009 - Washington, DC


Amigos, esta es una Conferencia Anual; por lo tanto corresponde que nos refiramos a lo que ha ocurrido en los últimos 12 meses y que de ello saquemos conclusiones que puedan orientar nuestro trabajo. Creo que este año han ocurrido muchas cosas que abren caminos para reforzar las relaciones interamericanas, pero también es posible advertir la dificultad que ellas tienen. Por eso me voy a permitir hacer una reflexión sobre lo que creo fundamental de lo ocurrido durante este año y sobre lo cual se deben sacar conclusiones para el futuro.

Lo primero, por cierto, es la crisis global y su impacto en América Latina. No voy a sacar yo conclusiones sobre esto, ha habido paneles de excelentes economistas y yo no tengo la pretensión de serlo, de modo que me limitaré a repetir lo que dijimos el primer día: cuidado con sacar conclusiones ligeras, porque es posible que no sólo no haya pasado lo peor sino que puede ocurrir también que haya malas sorpresas en el futuro. Además hay que considerar el hecho que seguiremos viviendo las consecuencias de la crisis por mucho tiempo más.

Desde el punto de vista político, desde el que yo quisiera hablar, diría que han existido algunos hechos que han marcado rumbo. El primero de ellos es la Cumbre de las Américas y vamos a hablar en el tono que corresponde, un tono de futuro. No cabe duda que la Cumbre superó, en todo los aspectos, nuestras expectativas. Fue, primero, una Cumbre de buena voluntad, “a new beginning”, un nuevo comienzo como se dijo. Creo que ciertamente se manifestó una voluntad distinta de entendimiento por parte del Presidente Barack Obama. Y pienso en el significado de su frase de “no hacer política para ustedes” (para los países de la región), sino “hacer política con ustedes”. Un mensaje que fue recogido. Además, hubo un clima muy interesante, de carácter constructivo, en que los presidentes estuvieron dispuestos a resolver todos los problemas que habían existido en los preparativos. No se debe olvidar que habíamos llegado a la Cumbre con una seria dificultad respecto del documento que se iba a aprobar en ella y, sin embargo, los Jefes de Estado y de Gobierno, incluido el presidente Obama, trabajaron para resolverlo y fueron capaces de hacerlo.

Y de la cumbre salió no solamente una Declaración, que las declaraciones muchas veces se las lleva el viento, sino que una agenda interamericana que incluye los temas que realmente son comunes a todos, incluido por cierto el tema fundamental. Tal vez éramos más optimistas cuando hicimos la agenda original de la reunión, que estaba basado en el tema “Human Prosperity”, Prosperidad Humana pero, finalmente, el tema de la Cumbre fue la crisis económica mundial, con énfasis en los problemas sociales. Y sobre ese tema han ocurrido cosas. Los temores que teníamos todavía siguen allí: temores al proteccionismo, al desfinanciamiento; pero se ha avanzado y esperamos que sigan avanzando.

Con relación a temas de responsabilidad social, de protección social, estamos inaugurando nuestra Red de Protección Social dentro de los próximos diez días en el marco de la Asamblea General de las Naciones Unidas, en Nueva York. En materia energética hemos iniciado el camino en un primero encuentro en Lima, desarrollando la idea del “partnership”, que ya está a la vista; y podemos seguir desarrollando un conjunto de iniciativas en ese campo. En materia de drogas creo que tenemos una discusión importante. Con relación al tema del crimen, lo principal es que es la primera vez que se habla en una Cumbre de este tema como una cuestión central. Un tema que es fundamental en nuestra agenda. Y no solamente el tema de drogas, sino también el de sus delitos conexos: lavado de dinero, secuestro, tráfico de personas, son parte de nuestra realidad en un continente que tiene altas cifras de criminalidad. Y para atenderlos tendremos la Segunda Conferencia de Ministros sobre Seguridad Pública, a comienzos de Noviembre en la República Dominicana. Con relación al tema del medio ambiente lo importante es que a partir de Trinidad y Tobago estamos todos en el mismo barco y no en barcos distintos como estábamos pocos meses antes. También fue importante el tema del comercio. Yo espero que algunas de las cosas que se decían ayer se puedan cumplir para obtener la aprobación de los acuerdos comerciales de Estados Unidos con Colombia y con Panamá, y para aprobar las preferencias para los países que las necesitan. Y todo lo anterior se trató dentro de un marco político central: el de la gobernabilidad.

Ahora voy a ir a los temas que importan más a este auditorio. Probablemente sirvió mucho a la Cumbre de las Américas el hecho que el tema de Cuba no fuese tratado allí. Algunos Presidentes lo mencionaron en sus discursos inaugurales, reclamaron la presencia de Cuba, pero no se pasó mas allá, ni para discutir la presencia de Cuba ni para discutir en el fondo los problemas con Cuba. El Presidente Obama había hecho ya unos anuncios muy importantes en los días anteriores a la Cumbre, que también fueron fundamentales para desarticular tensiones. Pero, puntualmente, llegada la Asamblea General de la OEA cuarenta días después, el tema debía ser tratado y lo fue. Y yo creo que lo fue de manera exitosa.

Nos sacudimos de encima, como dije entonces, una chatarra vieja que derivaba de la Guerra Fría; una resolución que ya no tenía ninguna razón de ser. Pero al mismo tiempo dejamos en claro que para pertenecer y actuar en la OEA es necesario atenerse a determinados principios y que Cuba podrá pedir su participación en la OEA nuevamente en la medida en que esté dispuesta a entrar en un diálogo en el Consejo Permanente con respecto a los principios que guían a la institución. Estos están incluidos en la Carta Democrática Interamericana, en la Declaración de los Derechos Humanos y en otros instrumentos. Luego ha continuado lo que tenia que continuar, que eran las posibilidades de diálogo entre Cuba y Estados Unidos, pero creo interesante señalar que ese problema que parecía tan candente, fue bien superado.

Lamentablemente, apenas un mes después de realizada la Asamblea General de la OEA en San Pedro Sula, en Honduras, se produjo el Golpe de Estado en ese país. Y quiero referirme a ese punto porque creo que ha sido motivo de mucho debate.

Lo primero que es necesario decir es que antes de discutir lo que va a pasar con Honduras o cómo salir adelante con el problema de ese país, es necesario hablar de lo que se podría haber prevenido. Algo que planteó bien, a mi juicio, el Senador Richard Lugar esta mañana: que no tenemos los instrumentos suficientes para poder actuar de manera que estas cosas no ocurran.

Si miramos los problemas y los debates que ha habido en la región en los últimos cinco años -el tiempo que llevo yo en la Organización- la verdad es que la gran mayoría de ellos o han sido resueltos con base en la Carta o podrían haberlo sido si la Carta hubiera tenido algunos instrumentos que no tiene. Dos de los que hemos conseguido encausar con base en la Carta Interamericana son el problema de Nicaragua, a mediados de 2005, y los asuntos relativos a Bolivia a lo largo de estos cuatro años. En el primer país se logró evitar algo que podría haber ocurrido, una especie de Golpe Parlamentario es decir la decisión del Parlamento de remover al Presidente por razones estrictamente políticas y acortarle así su periodo. El Gobierno de Nicaragua, conciente de que no tenía una mayoría en el Parlamento, decidió recurrir a la Organización de los Estados Americanos. En virtud del Artículo 18 –si no me equivoco- de la Carta Democrática Interamericana, el Gobierno del Presidente Bolaños de Nicaragua pidió una misión especial de la OEA para ver ese asunto. Esa misión duro varios meses, la crisis estuvo a punto de producirse en cualquier momento porque nosotros no tenemos muchos instrumentos para evitar que se produzcan, pero finalmente tuvimos éxito: el Gobierno concluyó su periodo y la elección en Nicaragua se realizó observada por la OEA.

Una cosa similar ocurrió en Bolivia, donde se ha llegado varias veces al borde de una confrontación en un país que ciertamente ha enfrentado dificultades económicas, sociales y políticas por el profundo cambio que ha tenido lugar allí. Pero el Gobierno ha tenido el buen juicio de recurrir a la Carta Democrática Interamericana. Poca gente lo sabe, pero las misiones de la OEA que han ido a Bolivia lo han hecho en virtud de la petición del Gobierno, que ha actuado a su vez en el marco de la Carta Democrática Interamericana que establece que si un Gobierno considera que la democracia está bajo grave amenaza, puede pedir una misión especial de la OEA. En función de eso fuimos a observar la discusión con los prefectos, la discusión que derivó en la aprobación del texto constitucional.

Ahora en Bolivia estamos en víspera de una elección, una elección que esperamos arroje un resultado incontrovertible respecto de las nuevas autoridades que van a dirigir al país en el marco de una nueva Constitución que, en parte al menos, fue producto de una discusión política y no solamente de la imposición de una mayoría.

No ocurrió lo mismo sin embargo en Ecuador -no estoy hablando del Ecuador de ahora sino del de antes que yo llegara a la OEA- cuando el Presidente Gutiérrez decidió disolver la Corte Suprema de Justicia y nombrar otra. Esto condujo finalmente a la caída del Gobierno y a la participación de la OEA en el nombramiento de una nueva Corte de Justicia. ¿Por qué, en este caso, no intervino la OEA antes? Porque la única forma en la que se puede llegar al Consejo de la Organización de los Estados Americanos para adoptar alguna actividad preventiva es cuando lo pide el Gobierno. En suma, la Corte Suprema de Ecuador no podría haber protestado diciendo: “nos están disolviendo,” simplemente no podría haber llegado a la OEA.

Voy a confesar algo: durante el primer día de mi llegada a la OEA me preguntaron si yo podría recibir a una delegación del Parlamento de Nicaragua, que venía a hablar conmigo sobre algunas cosas graves que ocurrieron en su país. En ese momento recibí el consejo de que no los recibiera porque no le iba a gustar al gobierno, estoy hablando de 2005. Después he recibido, como ustedes saben, a gente de otros países; de Venezuela hace poco y antes a los prefectos bolivianos, pero siempre fue con conocimiento de los gobiernos.

Un segundo tema importante en relación a las limitaciones de acción preventiva de la OEA es que no existe claridad respecto de cuándo o en qué condiciones se produce una grave ruptura de la democracia o puede producirse una grave ruptura de la democracia.

Estos temas los planteé yo en un informe al Consejo Permanente de la OEA, si no me equivoco, en el mes de marzo de 2007. Recuerdo que era un informe que había que presentar con ocasión de los cinco años de la Carta Democrática Interamericana, en septiembre de 2006, pero finalmente fue entregado en los primeros meses de 2007. Se trata de un problema que incide en algo que afecta muy profundamente a las relaciones interamericanas y que creo que ya planteó el Senador Lugar esta mañana: cómo usar esta Organización para promover los principios democráticos y, al mismo tiempo, mantener en alto el principio de no intervención. Naturalmente las dos cosas son muy válidas, pero la compatibilización de ambas es profundamente complicada.

Yo quiero decirles a ustedes que antes de Honduras había un buen número de países que señalaban que cualquier intervención de la OEA en este tipo de asuntos violaba el principio de la no injerencia establecido en la Carta fundacional de la OEA. Por lo tanto, este entusiasmo repentino que ha provocado la Carta Democrática Interamericana debería servirnos para revisarla.

Esta revisión no se haría con la pretensión que tienen algunos de crear un sistema supranacional de control de la democracia como el que tenemos en materias de derechos humanos con la Comisión y la Corte; alguna especie de gran Comisión o de Consejo de la OEA que determine qué país es democrático y que país no lo es. Mi propuesta en esta materia es la misma de 2007 que, entiendo, se discutirá pronto nuevamente en la Comisión de Asuntos Políticos y Jurídicos de la OEA: complementar la Carta con dos temas, con tres si se pudiera porque ampliar la facultad del Secretario General de enviar misiones sería perfecto. Pero los otros dos temas son: que puedan acudir a la Carta Democrática Interamericana todos los poderes del Gobierno (Gobierno, en la definición más estricta del término son todos los poderes del Estado, el poder Ejecutivo, también el Legislativo y el Judicial); es decir la posibilidad de que otros poderes del Estado también puedan recurrir a la Carta Democrática ante la Organización. Y el segundo tema es definir con más claridad qué es una “grave ruptura del orden democrático.

Me voy a referir en particular al segundo. En el debate sobre qué es democracia y qué no lo es, la Carta Democrática Interamericana toma el camino más amplio; no solamente define como democracia el Gobierno generado por el pueblo, no solamente se refiere por lo tanto a la generación del Gobierno, sino que se refiere también a la ciudadanía y al desarrollo de instituciones republicanas. Pero si ustedes ven los artículos en la Carta Democrática Interamericana que se refieren a la posibilidad de acción del Consejo, ellos sólo dicen relación con la ruptura constitucional, es decir asuntos graves de ruptura del orden constitucional y eso siempre se ha entendido en relación a golpes de Estado o intentos de golpe.

Una definición más amplia y más ajustada a doctrinas de lo que son graves violaciones del orden constitucional fue propuesta por el Presidente Carter en la Cátedra de las Américas -la primera versión de nuestra Cátedra de las Américas de la que ya llevamos cerca de cuarenta- siguiendo la tipología de Robert Dahl en su obra “Poliarquía”. El señaló en esa oportunidad cuales serían, en su juicio, rupturas graves del orden constitucional que autorizarían la aplicación de la Carta Democrática Interamericana que, repito, en sus articulos 17 a 21 sólo habla de amenazas o rupturas del orden constitucional. Creo sinceramente que una aplicación de esos criterios habría permitido una solución al tema de Honduras antes que el conflicto llegase a los extremos que finalmente llegó.

Para mi resultaría muy fácil decir: “íbamos a ir a Honduras el lunes en la mañana y el Golpe se produjo el domingo”. Es verdad, pero íbamos a ir porque el Gobierno del Presidente Zelaya había pedido que fuéramos. De otra manera no teníamos un instrumento para llegar. Además ustedes deben saber que había una discusión sobre cuán grave eran los hechos que estaban ocurriendo, si en realidad amenazaban o no amenazaban el orden constitucional en ese país. Honduras nos ha demostrado, en consecuencia, que nuestros instrumentos de prevención son insuficientes. Y no es que no se sepa lo que está ocurriendo, es que no se puede actuar.

Lo de Honduras ciertamente es un buen paradigma porque no existe ningún país del mundo que haya reconocido al régimen de facto de Honduras, ninguno, y eso a mucha gente se le olvida. Hay un debate sobre Honduras, es un debate en cierto modo académico y de gente del mundo de la política. No cabe duda que en este mismo país se ha convertido a Honduras en un tema muy emblemático. Algunos personajes que son ya parte de la historia han reaparecido para hablar sobre el tema, pero la realidad es que no hay ningún país en el mundo, ni ningún organismo internacional en el mundo, que haya estado dispuesto a reconocer al régimen de Micheletti.

Tampoco es bueno olvidar que estamos tratando con un golpe de estado. Es difícil tipificar mejor un Golpe de Estado que un evento en el cual al Presidente es sacado en pijama de su casa a las seis de la mañana por soldados con pasamontañas y armados. ¿Cómo se dan los Golpes de Estado?: pues así se dan. Eso se llama Golpe de Estado, no tiene otro nombre, y la reacción de los países de America Latina fue tan fuerte porque ya no queremos que esas situaciones vuelvan a ocurrir nunca más.

Hoy muchos miran lo que está pasando y preguntan: “¿por qué no hacemos elecciones y así solucionamos el problema?”. La respuesta es que en Honduras el problema no son las elecciones, las elecciones ya estaban convocadas. El problema es la destitución o la salida forzada del Gobierno de un Presidente democráticamente elegido. Y eso no se corrige sobre la base de una elección porque entonces sería muy simple sacar a un Presidente a empujones cuando no se está de acuerdo con él, tirarlo fuera del país y después decir: “no se preocupen porque vamos a hacer una elección”.

¿Que hay otros problemas en la región?, ciertamente los hay. Creo que existe en alguno países una suerte de cesarismo; una suerte de personalización del poder sobre la base de las instituciones. Ese problema también tenemos que enfrentarlo. Pero en Honduras el problema fue a la antigua: fue un Golpe de Estado y un Golpe de Estado no puede volver a pasar en la región y tenemos los instrumentos para evitarlo.

También se hace la pregunta: “¿no podríamos haber ido más paso a paso”. Pero no tenemos otro método. Si ustedes miran la Carta Democrática Interamericana, lo único que existe es la suspensión y, claro, o se suspende o no se suspende.

Zelaya no ha hecho todo lo que podría hacer para mejorar su situación, pero al mismo tiempo es el Presidente legítimo de Honduras; cómo resolvemos ese asunto es lo que estamos tratando de ver. Alguien hablaba hoy día de elecciones organizadas por algún organismo internacional; no lo sé, pero elecciones organizadas por ejemplo por la OEA y apoyada por Naciones Unidas no resuelven el problema de fondo: la remoción ilegítima del Presidente constitucional. Eso es lo que se tiene que resolver y es lo que estamos intentando de resolver.

Después del viaje nuestro a Honduras, con un grupo de Ministros de Relaciones Exteriores, yo pensé que iba a poder haber alguna apertura. Durante esa misión al menos se propusieron cosas interesantes, algunas podrán no ser aceptables pero sí interesantes. Hace algunos días, sin embargo, la discusión se paralizo y estamos intentando retomarla. ¿Por qué estamos intentando retomarla? Porque, repito, la OEA no tiene otro instrumento. Ayer nos preguntaron directamente a algunos de nuestros amigos y a mí: ¿“por qué lo de Honduras continúa?” Porque las sanciones económicas no funcionan: lo único que hacen es dañar a la gente que las sufre de manera directa y en Honduras se vive ya una situación económica difícil. Por eso yo he descartado esa solución que haría daño al pueblo hondureño y también al sistema subregional de comercio. La otra alternativa es la diplomacia de las cañoneras: vamos y los botamos. También se ha probado en muchas partes y nunca ha funcionado. Quiero aclarar enfáticamente: nosotros nunca seremos partidarios de una intervención en ningún país bajo circunstancia alguna, a menos que se trate de situaciones que realmente pongan en peligro la vida de una gran mayoría o una parte importante de la población.

Por otra parte se debe reconocer que se ha comenzado a reinstalar una atmósfera ideológica propia de la Guerra Fría. Hace unos días escuché al señor Micheletti hablar de cómo Honduras se constituía en una barrera contra el marxismo en el continente y tuve el recuerdo bastante escalofriante de mi país hace unos 35 años atrás. Esto, ciertamente, nos acarrea una dificultad adicional.

Por todo lo anterior es importante plantear la cuestión de cuándo se producen las rupturas reales del orden constitucional democrático, qué significa en términos explícitos romper con la democracia. Eso nos permite darnos garantías explícitas entre nosotros. En política también se pueden dar garantías explícitas. Se podría llegar a decir: “quienes formamos el sistema interamericano nos comprometemos a no hacer tales y cuales cosas” o “estas son las cosas que garantizamos para la democracia”. Se podría decir todo ello de manera más detallada, más precisa que en la Carta Democrática Interamericana. Plantearlo de manera que se entienda que se ha roto el orden democrático si, por ejemplo, ha habido fraude masivo en las elecciones o se ha impedido participar a todo el mundo; o si hay indicios de violaciones masivas a los derechos humanos que han afectado a grupos importantes de la población; o si ha habido fraude generalizado en la administración del Estado, etc., etc. Sería un gran avance que nosotros deberíamos tratar de alcanzar en la Carta Democrática Interamericana, definiendo mucho más explícitamente cuáles son rupturas, hacernos cargo de ellas y ampliar el acceso a los recursos multilaterales de la OEA a todos los poderes del Estado que sientan que la Constitución de su país está siendo violada.


Muchas gracias por su atención.