Discursos

JOSÉ MIGUEL INSULZA, SECRETARIO GENERAL DE LA ORGANIZACION DE LOS ESTADOS AMERICANOS
PRESENTACION DEL SECRETARIO GENERAL DE LA ORGANIZACIÓN DE LOS ESTADOS AMERICANOS, SR. JOSE MIGUEL INSULZA, EN CUMPLIMIENTO DEL MANDATO DEL CONSEJO PERMANENTE DEL 3 DE FEBRERO DE 2010.

3 de marzo de 2010 - Washington, DC


En cumplimiento de la resolución de este Consejo Permanente me dirijo hoy a ustedes para solicitar su apoyo para mi reelección como Secretario General de la Organización de los Estados Americanos para el período 2010 – 2015.

En esta presentación no haré alusión de manera muy extensa a ninguno de los temas que el Secretario General Adjunto ya ha desarrollado. Son temas en los que él es absolutamente competente, como él mismo ha señalado, pero en todo caso si se quiere plantear alguna pregunta respecto de la situación de Haití, de las oficinas nacionales y de todas las tareas que lleva adelante el Secretario General Adjunto, por cierto podré también yo responderlas.

He tenido el honor y el privilegio de dirigir los destinos de esta institución, el principal foro de las Américas, cuyas tareas fundamentales son mantener la paz, fortalecer y apoyar la democracia, promover la justicia y abrir nuevas oportunidades de prosperidad e igualdad para todos los países de este hemisferio. He recorrido muchas veces la región y trabajado incansablemente, junto a este Consejo, al Secretario General Adjunto, a los organismos autónomos y a un conjunto admirable de hombres y mujeres que forman el Secretariado, para promover estos fines.

Por ello, cuando solicito su apoyo, debo hacerlo con una visión de futuro, pero también responder por lo que la OEA ha logrado en mi primer mandato.

Estos cinco años nos han presentado numerosos y complejos desafíos. No han sido años tranquilos, porque nuestro hemisferio vive un intenso período de transformación, producto del advenimiento -a partir de la década de los noventa- de una poderosa ola democrática, que ha permitido a los ciudadanos de las Américas tomar mayor conciencia de sus derechos y exigir a esas mismas democracias mayor justicia, mayor igualdad, un desarrollo sostenible y un mejoramiento efectivo de sus condiciones de vida.

El choque inevitable de las demandas de democracia e igualdad, con el desarrollo aún precario de nuestras economías y la debilidad de nuestros Estados, ha creado desequilibrios internos y externos que hemos debido abordar.

Todos esos conflictos han pasado por aquí. A diferencia de otras ocasiones, la OEA ha estado presente en todos los grandes sucesos de la región. Ni siquiera quienes hoy nos critican dudan verdaderamente de la relevancia que nuestra Organización ha tenido en estos años. Hemos visto cómo el involucramiento de la OEA, que hace un par de décadas muchos condenaban aún y rechazaban a priori, puede jugar un papel constructivo en la solución de disputas y llevar adelante programas útiles para la gente de nuestros países. Con un número relativamente pequeño de profesionales y un presupuesto modesto, hemos asumido algunos de los desafíos multilaterales más difíciles de nuestro hemisferio en transición.


Hemos visto crisis nacionales, cambios prematuros de gobierno, aumento del narcotráfico y criminalidad, crisis económicas, pero también progresos, crecimiento y esperanza. El transfondo de la realidad de las Américas es que, en esta región democrática, muchos ciudadanos aún se preguntan cuándo disfrutarán los resultados de esa democracia en términos de trabajo decente, educación y salud, seguridad personal y un mejoramiento efectivo de la acción de sus gobiernos y sus instituciones. Los americanos aman la democracia, que en Norteamérica y en el Caribe han heredado, y en América Latina han conquistado de manera reciente; pero no les basta ya elegir a sus gobiernos; quieren verlos gobernar democráticamente, expandir la libertad, garantizar la seguridad, proteger el ambiente, promover la justicia y distribuir mejor los beneficios del crecimiento. Lo dije al asumir mi cargo hace cinco años y se ha repetido tanto que algunos olvidan que yo fui el primero en decirlo: ya no basta ser elegido democráticamente, hay que gobernar democráticamente. Esa es la esencia de nuestra Carta Democrática Interamericana, el instrumento que mejor refleja hoy día los ideales comunes de nuestros pueblos.

¿Como ha enfrentado la OEA, bajo nuestra conducción, estas realidades? Aquí, más que ofrecer una cuenta, quiero reflexionar sobre algunos temas antes de entregar mi visión para los próximos cinco años.

La OEA juega un papel único como el principal foro de diálogo político en este hemisferio, y quiero recalcar este concepto: de la OEA forman parte, de acuerdo a nuestra Carta fundacional, todos los países independientes de las Américas, en igualdad de condiciones. Eso puede hacer a veces más difícil el diálogo, porque muchas veces –y bien lo sabemos- nuestros gobiernos no piensan igual en asuntos muy fundamentales. Pero, por principio, la OEA no excluye ni persigue a nadie y sólo exige que todos nos atengamos a las mismas reglas, que hemos acordado libremente en nuestra Organización.

A través de nuestras Cumbres de las Américas, de nuestra Asamblea General, de reuniones bianuales de ministros y ministras de Desarrollo Social, Trabajo, Seguridad Pública, Educación, Justicia, Defensa, Cultura, Mujer; de nuestro Consejo Permanente, de nuestro Consejo de Desarrollo Integral, y de tantos encuentros especializados, hemos ido fijando una agenda que, expresada en normas, convenciones y programas, orienta el trabajo de la Secretaría General hacia la consecución de nuestras metas.
Metas que son claras.

La OEA trabaja para extender la democracia y la libertad, hacer que todos participen del proceso democrático protegiendo los derechos humanos, la paz y la seguridad, para expandir el Estado de Derecho y permitir el acceso de cada ciudadano a una justicia imparcial e independiente, y a los beneficios de un desarrollo justo y sustentable.

En los últimos cinco años, hemos tenido numerosas oportunidades de mostrar nuestra voluntad de enfrentar las crisis y las controversias entre y dentro de nosotros. Existen situaciones que pueden amenazar la democracia o la paz, o crear divisiones entre nosotros. Podemos recordar algunas.

1) Nuestra mediación en la crisis político-institucional de Nicaragua en 2005, que culminó exitosamente tras cuatro meses de negociación;

2) Participación, entre 2006 y 2009, en el proceso de cambio y transformación democrática de Bolivia, donde estuvimos presentes desde el comienzo hasta el fin, siendo este Secretario General el único funcionario internacional de alto nivel presente en la promulgación de la nueva Constitución de Bolivia;

3) Nuestra Misión Especial para apoyar el proceso de democratización en Haití, para cuyas elecciones ayudamos a crear, de la nada, una base electoral de 3.55 millones de inscritos, con credenciales absolutamente confiables, a partir de lo cual Haití tuvo la elección más transparente de su historia y de la cual nació nuestro proyecto de Registro Civil en Haití, que ya repartió -hasta el terremoto- tarjetas de identidad a un 90 por ciento de los haitianos mayores de 18 años;

4) Nuestro apoyo al restablecimiento de la Corte Suprema de Justicia de Ecuador en 2005 y al proceso de reforma constitucional en 2007-2008;

5) Nuestra mediación en el diferendo territorial entre Belice y Guatemala, que ha permitido mantener la paz en la zona y que tuvo un decisivo avance al acordar llevar el caso ante la Corte Internacional de Justicia en La Haya, la cual espera la aprobación legislativa en ambos países;

6) Nuestra acción inmediata y buenos oficios para afrontar la situación provocada entre Colombia y Ecuador el 1 de marzo del 2008, que motivó la Misión que encabecé con representantes del Consejo Permanente a la zona de crisis, la convocatoria a una Reunión de Consulta de Ministros de Relaciones Exteriores y el establecimiento de una Misión de Buenos Oficios. Todo ello ha comenzado, finalmente, a dar frutos con el nuevo diálogo directo entablado entre las partes, la designación de Encargados de Negocios y la reactivación de la Comisión Binacional de Frontera;

7) Nuestra Misión para Apoyar el Proceso de Paz en Colombia (MAPP/OEA), creada en febrero de 2004 con el propósito de verificar iniciativas de alto el fuego, así como el fin de las hostilidades, la desmovilización y el proceso de reinserción de los combatientes, contribuyendo al desarme de más de 30.000 efectivos, y que sigue vigente con una presencia activa y numerosa para seguir ayudando a la paz en Colombia;

8) La negociación exitosa y consensuada, en el seno de la Asamblea General pasada de la OEA, del levantamiento de la Resolución de 1962 que excluyó al Gobierno de Cuba del sistema interamericano, lo cual significó la eliminación de un anacrónico vestigio de la Guerra Fría dentro de la Organización, señalando al mismo tiempo que si el Gobierno de Cuba quiere hacer efectiva su reincorporación a la OEA, debe solicitarlo a través de un proceso de diálogo que considere las prácticas, objetivos y principios de la Organización;

9) Nuestra acción inmediata en la crisis política de Guatemala en mayo de 2009, cuando el Consejo Permanente apoyó la invocación de la Carta Democrática Interamericana por parte del Presidente Álvaro Colom, y encargó al Secretario General encabezar una Misión de Buenos Oficios para viajar a Guatemala, con lo cual concluyó esta fase. El Presidente estuvo hace poco presente entre nosotros para hablar de esto.

10) La crisis política en Honduras, entonces, no fue la primera sino la décima situación crítica que debimos enfrentar en estos años. La verdad es que hicimos todo lo posible para restablecer la democracia en Honduras, incluido el apoyo a la propuesta del Presidente Oscar Arias, la puesta en marcha de un proceso de diálogo interno, el patrocinio a la firma de un acuerdo político de reconciliación nacional y el envío de una Comisión de Verificación. En torno a nuestras decisiones unificamos plenamente a toda la comunidad internacional. Ningún país del mundo reconoció al gobierno de facto de Roberto Micheletti y, en este marco, todos los organismos internacionales y agencias de cooperación bilateral suspendieron su relación con Honduras.

Sin embargo, el objetivo fundamental de reponer, aun con limitaciones, al Gobierno Constitucional de ese país, no fue alcanzado y Honduras permanece, aún hoy, marginado de la Organización, aunque me asiste la esperanza de que pronto pueda retornar a nuestra familia de naciones. Por ello, más que entrar en recriminaciones, deberíamos sacar las conclusiones adecuadas para enfrentar estas crisis –que es por lo que preguntaba el Embajador de Canadá- ya que nuestra región podría volver a sufrir una situación similar a pesar de los avances democráticos de los últimos años.

Creo que es un hecho que el multilateralismo de hoy ha mostrado sus limitaciones. La OEA, y todos los organismos internacionales, están conformados por Estados soberanos, y el respeto a esa soberanía impone límites claros. Se puede suspender a un país de la Organización, aislarlo internacionalmente o imponer sanciones económicas, pero dentro de un cierto límite. En Honduras, los poderes fácticos que impusieron el golpe de Estado sabían que tenían que resistir un plazo breve y que contaban con apoyos de poderes externos no gubernamentales para resistir dicho período.

Nuestros instrumentos jurídicos son los más poderosos con que se cuenta hoy en la región. En esta oportunidad, sin embargo, no fueron invocados a tiempo. Dependemos del requerimiento del poder ejecutivo para actuar. Ecuador invocó, a partir del 1 de marzo, las disposiciones de la Carta de la OEA sobre inviolabilidad territorial; Nicaragua en 2005, Bolivia en varias ocasiones y Guatemala en 2009, recurrieron a tiempo a la Carta Democrática Interamericana. Cuando el gobierno de Honduras la invocó, la ruptura de la democracia ya estaba, inevitablemente, en marcha.

Si esto es verdad, no cabe duda que, para fortalecer nuestras democracias, es preciso imaginar formas de aplicar la Carta Democrática Interamericana antes y no después de que las crisis se materialicen. A diferencia de estos y otros casos, el gobierno de Honduras no estimó necesario recurrir a la OEA, a la Carta Democrática Interamericana, sino cuando la situación estaba al borde de la ruptura, a pesar de reiteradas sugerencias al respecto. Y bien recordamos que ese mismo día se aprobó una misión a Honduras que debía partir un día después, pero el golpe se produjo 48 horas antes.

Yo creo que si se hubiera enviado una Misión de la OEA con mandatos claros y basados en nuestra Carta -como ocurrió en Nicaragua, en Guatemala, en Bolivia- se podría haber evitado la ruptura de la democracia. Razón suficiente para examinar procedimientos más rápidos y más flexibles, procedimientos que permitan al Secretario General traer los temas a la Organización para actuar de manera preventiva. De esa manera podremos sacar provecho de las lecciones aprendidas en esta crisis que sigue abierta, que ha requerido un esfuerzo intenso de todos y que nos ha causado daño a todos.

Sin embargo, aunque los medios prestan atención a las crisis a las cuales me he referido, la mayor parte del trabajo político de la OEA se ha centrado en otros asuntos que también forman parte sustantiva de nuestra Carta Democrática Interamericana.

Las elecciones ordenadas, participativas, libres y limpias, la observación de esas elecciones, son instrumentos fundamentales, consagrados en la Carta Democrática Interamericana. Durante mi mandato, la OEA ha observado ya cuarenta y siete procesos, incluyendo elecciones y referéndums, y entre éstos no sólo procesos nacionales sino también elecciones primarias y locales, porque los países solicitan cada vez más nuestra presencia. Podemos decir que la observación de la OEA se ha convertido en un sello de garantía, que las elecciones son cada vez más limpias y competitivas, y que en el camino hemos constituido un equipo de excelencia, que hoy brinda asistencia técnica a la reforma y perfeccionamiento de los procesos preelectorales y electorales en numerosos países miembros.

Pero nuestra Carta Democrática Interamericana adopta, de modo explícito, la idea de que la democracia es más que elecciones, e incluye como elementos fundamentales el respeto de los derechos humanos y la libertad de expresión, la separación e independencia de los poderes públicos, el respeto por el Estado de Derecho y la institucionalidad democrática, la transparencia y la honestidad en el gobierno; y al mismo tiempo consagra el vínculo entre democracia, desarrollo y equidad.

Por eso hemos apoyado de manera irrestricta el trabajo de nuestro sistema de derechos humanos, manteniendo al mismo tiempo un pleno respeto por la autonomía de la Comisión y la Corte Interamericanas de Derechos Humanos, que son los órganos a los que la Carta de la OEA y la Convención Interamericana han otorgado competencia para pronunciarse sobre casos y situaciones generales que afectan a los derechos humanos en los distintos países.

En materia de gobernabilidad democrática hemos impulsado programas como el de Registros Civiles, los facilitadores judiciales, la cooperación judicial entre nuestros Estados Miembros, el gobierno electrónico, el desarrollo del poder local y el seguimiento de la Convención Interamericana contra la Corrupción.

Pero decía también que la agenda de la Carta Democrática Interamericana vincula democracia y desarrollo, y tenemos al respecto una agenda amplia que proviene de nuestras Cumbres de las Américas. A partir de estos mandatos hemos creado la Red Interamericana de Protección Social, dirigida a compartir mejores prácticas e ideas para llegar a los más pobres de nuestros ciudadanos con programas de transferencias condicionadas, con sistemas de microcrédito y para proporcionarles mejores estándares y servicios de salud, educación y vivienda.

En el área de educación, reformamos con éxito nuestro programa de becas, que en los últimos años ha apoyado a un número importante de estudiantes universitarios, técnicos, profesionales y vocacionales, beneficiando a 4,363 personas durante el período.

El área de seguridad multidimensional no existía como tal cuando tomé posesión de mi cargo en 2005. Con base en los conceptos de la Conferencia Especial sobre Seguridad realizada en México en 2003, unimos los temas tradicionales de seguridad, la Comisión Interamericana para el Control del Abuso de Drogas (CICAD), el Comité Interamericano contra el Terrorismo (CICTE) y el muy importante programa de desminados –que recordamos poco pero cuya importancia en las Américas es sustantiva- para crear la Secretaría de Seguridad Multidimensional. Dentro de esa Secretaría impulsamos una nueva forma de combatir el crimen en nuestra región, abordando temas como el tráfico de personas, las pandillas juveniles y la criminalidad común. Convoqué a la Primera Reunión de Ministros en Materia de Seguridad Pública de las Américas, realizada en México en 2008, primera reunión –que nunca había tenido lugar- de autoridades en esta materia en el hemisferio. La Segunda Reunión de Ministros se realizó en Santo Domingo en 2009. Todo esto nos permite afirmar que hoy existen en la OEA las bases necesarias para enfrentar este tema, de primera importancia para los ciudadanos de todos nuestros países, por medio de la cooperación internacional en programas de entrenamiento, reforma judicial, fortalecimiento de las bases de datos sobre crimen y otros.

Todo esto se ha realizado junto con un esfuerzo sustantivo para mejorar el financiamiento, la transparencia y la rendición de cuentas en la OEA. Cuando asumí esta función, la institución estaba en crisis financiera, pero nada mejor para decirlo que leer una frase que pronuncio el Embajador Luigi Einaudi al entregarme la OEA el año 2005, la voy a leer en el idioma en el que él la pronuncio. La refirió a la reforma estructural que mi antecesor, el Presidente Ángel Rodríguez, había alcanzado a realizar -reforma que funciona hasta hoy- y luego dice; “Unfortunately, though our structure is renewed, our finances are still in disrepair. It is as though our great ship had no maintenance for its engines and nothing more for sails than patchwork rags fit for an aging catamaran. Even with the savings achieved by the restructuring process, and even if existing quotas are paid in full and on time, income does not meet minimal operating requirements.” El Secretario General de transición de la OEA, con ocho meses en el cargo y un largo servicio antes como Secretario General Adjunto, opinaba que aun con todas las reformas que se hicieron y cobrando todas las cuotas, no se dispondría de los recursos mínimos. De manera más realista, nuestro Secretario de Finanzas, Embajador Almaguer, me notificaba pocos días después que los ingresos de la Organización no alcanzarían probablemente para pagar los sueldos del mes de octubre.

Y sin embargo –y esto después de reducciones de personal y remodelaciones- hoy día tenemos un presupuesto financiado. Es verdad que todos han pagado y que las cuotas están al día, pero también es necesario reconocer la transparencia y la rendición de cuentas, y el enorme trabajo de gestión de eficiencia que nuestra Junta de Auditores Externos destaca y los auditores independientes también; Junta de Auditores Externos encabezada por el auditor del Departamento de Estado de los Estados Unidos. Ellos nos califican muy positivamente y, sin embargo, y por esa misma razón probablemente, los países consideran que hay que hacer más todavía. Pero reconozcamos que hemos realizado un esfuerzo para poner nuevamente en pie financiero a la institución. Aunado a ello, hemos vinculado todos los fondos específicos a programas con objetivos claros y explícitos y con un sistema de revisión de cuentas riguroso que está abierto a la revisión de quien lo desee.

¿Cómo seguir adelante con el impulso constructivo que hemos desarrollado en los últimos años?

En primer lugar, debemos fortalecer nuestro multilateralismo: un multilateralismo amplio, moderno e inclusivo.

Hay quienes, ante cualquier conflicto o discrepancia, buscan de manera casi automática el camino de la sanción, la exclusión y la división que tanto daño nos han hecho en el pasado. No quiero multilateralismo de Guerra Fría caracterizado por la confrontación, ni una OEA supranacional que llegue a los países a imponer soluciones o dar lecciones. Ese estilo, propio de los nostálgicos, ha quedado sepultado en el pasado y no tiene cabida en esta Organización. Quiero, en cambio, una OEA genuinamente multilateral, que todos construyamos en conjunto sobre la base de principios comunes. Como señaló el Presidente Obama, poco después de asumir el cargo, la democracia no se impone desde afuera, sino que se construye desde adentro; la construyen principalmente los ciudadanos y las organizaciones sociales de los propios países.

Creo en una Organización presente en todos los países de la región; en todos ellos debe existir una representación política de la OEA que sea capaz de transmitir nuestro mensaje y llevar adelante nuestros programas. Creo en una estrecha cooperación con Naciones Unidas, con los organismos del sistema interamericano y con las opciones sub-regionales que nuestros países vayan forjando. No comparto las aprensiones que han acompañado el surgimiento de algunas instancias de diálogo. Ninguna de ellas constituye “competencia” para una institución sólida como la nuestra, en la medida en que practique un verdadero multilateralismo. Al contrario, todas ellas pueden beneficiarse de la capacidad orgánica y jurídica que nuestra Organización ha venido desarrollando en los últimos años.

La Cumbre de las Américas debe ser, cada tres años, la suma de estos esfuerzos, un evento claramente ligado a nuestra Organización y a la fijación de su estrategia. Espero dar los pasos para producir ese vínculo de manera más orgánica de lo que ha sido hasta ahora.

En segundo lugar, en este multilateralismo moderno, como se practica en la Unión Europea y debe practicarse también en la Organización de los Estados Americanos, las naciones usan sus instituciones políticas para debatir y alcanzar consensos sobre una agenda común. Esta agenda incluye áreas tradicionales de prevención de conflictos entre naciones, pero va mucho más allá de las relaciones interestatales. En el multilateralismo moderno no sólo comprometemos a nuestros países a estándares comunes en materia de democracia, derechos humanos, seguridad y desarrollo, sino que también forjamos de común acuerdo las redes y los mecanismos que apoyen o lleven a la práctica los compromisos asumidos. En otras palabras, nuestros países no construyen a la democracia desde afuera, se comprometen a ella de manera voluntaria y buscan perfeccionarla mediante mecanismos que consensuamos también dentro de esta Organización.

Ya tenemos en algunas áreas mecanismos de este tipo; el Mecanismo de Evaluación Multilateral sobre Drogas, el Mecanismo de Seguimiento de la Implementación de la Convención Interamericana contra la Corrupción (MESICIC), el Mecanismo de Seguimiento de la Convención de Belem do Pará y, especialmente, el más antiguo y perfeccionado, nuestro Sistema Interamericano de Derechos Humanos.

Nuestra Carta Democrática Interamericana combina la descripción detallada de las distintas dimensiones de la democracia con pasos específicos a seguir cuando está amenazada, pero aún tiene mecanismos insuficientes de prevención y difusión de sus contenidos.

Espero en este segundo período aumentar sustantivamente nuestra capacidad para identificar problemas potenciales y prever mejor las situaciones críticas que puedan amenazar la democracia en algún país miembro. Estoy convencido de que si prevemos de antemano los conflictos y actuamos de consenso, podemos ser útiles y constructivos para evitar nuevos quiebres de la democracia. Flexibilizar las situaciones donde, en virtud de la Carta Democrática Interamericana, la Secretaría pueda hacerse presente en los países donde sea previsible una cierta inestabilidad; esto podría ser un elemento útil en esta política de prevención. Lo mismo vale para la presencia de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos que, aún 50 años después de su creación, debe ser invitada para conocer de situaciones al interior de los países miembros.

Por otra parte, también debemos esforzarnos en los próximos años por aumentar nuestro apoyo a la gobernabilidad democrática y vincular todo nuestro trabajo a mejorar las instituciones de nuestra sociedad, para mostrar que la democracia sí puede mejorar la vida de los ciudadanos. El respeto al Estado de Derecho y las instituciones, la existencia de una justicia independiente y eficaz, la plena libertad de expresión de todos los ciudadanos, la transparencia y rendición de cuentas (“accountability”) de los poderes públicos, la plena participación de los ciudadanos en el quehacer del gobierno, son algunas de las prioridades a las cuales deberemos seguir apuntando en nuestro trabajo para mejorar la gobernabilidad democrática.


Tenemos instituciones que nosotros mismos hemos desarrollado para cumplir con nuestros mandatos. El Sistema Interamericano de Derechos Humanos debe contar con las capacidades y los recursos para llevar adelante su tarea; debemos mejorar el acceso de recursos externos a esas instituciones, promover la ratificación por todos los Estados miembros de la Convención Interamericana y el acatamiento de sus sentencias. Intensificaremos nuestro trabajo en la lucha contra la discriminación racial, social y de orientación sexual, así como también trabajaremos en la promoción de los derechos de los afrodescendientes y de los pueblos indígenas.

En tercer lugar, me esforzaré por provocar un equilibrio entre el esfuerzo que la Organización destina a las tareas políticas y aquel que destina a las tareas del desarrollo integral en nuestros países. Hemos dicho que democracia y desarrollo integral están indisolublemente ligados, y debemos demostrarlo en nuestro quehacer cotidiano. Es cierto que una afirmación como ésta puede ser demasiado amplia, dada la cantidad de temas que abarca nuestro concepto de desarrollo integral, pero podemos tener una agenda coherente si recurrimos como guía, en primer lugar, a nuestras Cumbres de las Américas y a los mandatos precisos que nos han dado en temas como la pobreza, el empleo decente, la energía, el medio ambiente, el cambio climático, el desarrollo tecnológico y la educación; y, en segundo lugar, si nos coordinamos adecuadamente con los demás organismos del sistema interamericano.

Yo imagino una OEA que aborda de manera competitiva temas específicos, como el turismo, la promoción del comercio, la educación de la primera infancia, la promoción del empleo entre los jóvenes, los temas relativos a la energía –especialmente las energías renovables. Por otra parte, debemos concentrar nuestra acción en estos u otros campos para orientarla, fundamentalmente, hacia los países más pobres y/o vulnerables, y especialmente en los campos del fortalecimiento institucional y de la formación de recursos humanos. En este sentido debo declarar una vez más mi pleno respaldo al programa de becas de la institución, que ha prestado y seguirá prestando servicios invaluables a la formación de recursos humanos en nuestros países.

Una mención especial debe hacerse de un tema que se ha puesto de relieve con las tragedias ocurridas en algunos países en los últimos tiempos: la coordinación del trabajo de prevención y asistencia en materia de catástrofes naturales. Nuestro hemisferio, como casi ningún otro, tiene que enfrentar en este tiempo las peores reacciones de la naturaleza. Si bien no tenemos ni pretendemos tener los recursos para hacer frente por nosotros mismos a este inmenso problema, sí debemos proveer nuestra capacidad de coordinación y conducción política que sólo el multilateralismo moderno puede proporcionar.

En cuarto lugar, en el ámbito de la seguridad multidimensional, mantendremos el énfasis –hasta ahora dado- a los temas relativos a la seguridad pública, al narcotráfico, al lavado de dinero, al crimen organizado, el tráfico de armas y la trata de personas. Hemos desarrollado, a través de REMJA, CICAD, CICTE y nuestros programas de seguridad pública, tareas importantes que es preciso fortalecer.

Por otra parte, debemos cumplir con los mandatos de nuestra Organización en materia de transparencia del gasto militar y de las medidas de confianza mutua entre nuestros países miembros. El hecho de que nuestra región haya sido en las últimas décadas un hemisferio de paz no es motivo para dejar de estar atentos a los desequilibrios que puedan producirse entre nuestros países, a la subsistencia de conflictos no resueltos o a la importación de conflictos extra-continentales hacia nuestras fronteras.

En quinto lugar me propongo dar un nuevo impulso al tema de género en la OEA. Estoy convencido de que esta Organización puede ampliar sustantivamente su acción en esta materia, teniendo en cuenta su transversalidad, mas allá de nuestra contribución importante y valiosa en los asuntos relacionados con la violencia hacia la mujer. Debemos emprender también una acción de liderazgo en temas como la igualdad en el empleo, el acceso a cargos directivos públicos y privados, los derechos a la salud y la educación, la realidad de las mujeres jefes de hogar en nuestra región, y otros en que la OEA también puede abordar.

Evidentemente para alcanzar todas estas metas se requieren más recursos, y oportunamente haremos nuestras propuestas para enfrentar la cobertura presupuestaria de 2011. Y, como siempre, los países miembros pueden fijar el techo que estimen conveniente, pero deben comprender que sin un ajuste que al menos compense los incrementos de salario por costo de vida, la Organización se verá siempre, todos los años, nuevamente carente de recursos. No podemos tener egresos que se ajustan automáticamente e ingresos que no se ajustan automáticamente.

Por mi parte ofrezco hacer todo lo que esté a mi alcance para ir más allá de la recolección de las cuotas existentes y de los niveles actuales de fondos específicos con que cuenta la Organización, apelando a formas innovadoras y creativas para fortalecer el financiamiento de nuestros principales programas, y expandiendo y diversificando las fuentes. En este sentido, me comprometo a fortalecer las alianzas estratégicas con nuestros socios tradicionales y con otros nuevos, incluyendo los observadores permanentes, las organizaciones de la sociedad civil, agencias internacionales, el sector privado y la academia, entre otros.

Continuaré con el proceso de reforma de las operaciones internas de la Secretaría General para dar prioridad a los proyectos que estén en sintonía con las prioridades actuales de los Estados Miembros, evitar la duplicación de esfuerzos y lograr la mayor alineación estratégica posible entre el personal, los mandatos y los objetivos de la Organización. En esa dirección se orientan ya los esfuerzos que está haciendo el Consejo Permanente y que, por cierto, son de la mayor importancia.

Señores Embajadores, Señor Presidente: la OEA tiene una extensa tradición e historia de acercarnos en el esfuerzo y de trabajar en conjunto para lograr objetivos comunes, poniendo en acción la voluntad política para hacer de los mismos una realidad. Yo les pido su apoyo para construir sobre esta tradición, y ser su socio en el uso de este multilateralismo moderno que permita alcanzar nuestra agenda común en beneficio de los pueblos de las Américas.

Muchas gracias, Presidente.