Tal vez la mejor contribución que podamos hacer al muy rico trabajo realizado por José María Figueres y Arturo López-Claros, es comentar cómo vemos reflejado en nuestra región, América Latina y el Caribe, los rasgos que ellos han señalado. Porque creo que estamos todos de acuerdo en que competitividad no es una dimensión puramente económica. El moderador decía al comienzo que tal vez en los años ’80 y ’90 lo que falló fue precisamente eso: se entendió que era un tema puramente económico y se buscó la competitividad por la vía de rebajar y traspasar costos. Pero la competitividad es mucho más que eso, como lo revela la mayor parte de los países exitosos que tienen buenos sistemas de seguridad social, de pensiones, pagan buenos salarios; hablo por ejemplo de los países nórdicos, y que son altamente competitivos.
Por lo tanto, estoy conciente que competitividad es lo que ustedes explican muy bien en todas sus dimensiones en ese documento, y quiero referirme más bien a cuáles son a mi juicio los principales temas. Como luego hablarán Pamela Cox y Enrique García, y no me cabe ninguna duda que ellos van a hablar fundamentalmente de los aspectos económicos de la competitividad, me limitaré solamente a mencionarlos. Ciertamente hay un tema de infraestructura, hay un tema de libre mercado, y en esa materia sí quiero poner un pequeño acento: también es un tema político.
Creo que el impulso al comercio libre se está perdiendo en las Américas, y se está perdiendo por una razón muy práctica que explico de inmediato: este es el país del libre comercio; es Estados Unidos quien ha empujado las grandes tareas y las grandes actividades en materia de libre comercio en las últimas décadas. Si en Estados Unidos esto falla, if the United States is hesitant about free trade, and there are some free trade agreements such as the one with Colombia and the one with Panama that are still pending, everybody begins to shake, also because free trade does not come from Europe and it does not come to us from within. Free Trade has always been successful when there has been a strong United States initiative and we do not see that at this moment. That is one concern that I wanted to mention in the political-economic area even though I think we have progressed over the years in this area.
Como decía recién: infraestructura, acceso a mercados, esos son temas que seguramente serán tratados por los otros participantes. Es importante reconocer los progresos que hemos tenido en esto. Se dijo aquí de paso que América Latina ya no es el continente endeudado; de hecho, América Latina está en números positivos en términos de deuda: le deben más plata que la que debe. En cambio América Latina –también esto es una buena señal- está en el plano negativo cuando hablamos de capitales; es decir, está exportando menos capitales que los que importa, y eso también es una satisfacción. Hemos progresado bastante, pero creo que ciertamente en algunos aspectos, sobre todo en lo político, nos hace falta progresar mucho más.
Cuando se habla de competitividad e inversión, la gente primero que nada asocia esto con la estabilidad, y no estoy todavía haciendo el discurso democrático, porque en América Latina estabilidad significa democracia, pero en otras partes del mundo esto no es así. Para realizar sus inversiones algunos países del Asia no van a buscar países democráticos, particularmente, sino países estables en el sentido de que las reglas del juego no cambien, en los que aunque se produzcan cambios -en la orientación del gobierno, o en la incorporación de más gente al mercado interno, o en otros muchos aspectos- la política no va a cambiar. Probablemente el mejor símbolo de esto es China; no creo que nadie piense que la política china va a regresar hacia los tiempos de Mao Tse Tung y, todo el mundo piensa que la política china va a ser estable en los próximos años y eso es fundamental. En la India, también, claramente se han dado pasos con alguna lección que nosotros podemos aprender.
En América Latina muchas veces se teme por la estabilidad. Recuerdo un Presidente que decía que él había hecho todos los esfuerzos para atraer inversión privada a su país y, sin embargo, esto no había resultado en la medida que él hubiese querido. Le dije: Presidente, usted obtuvo entre el 52 o el 53 por ciento de los votos frente a un contrincante que obtuvo el 47 por ciento de los votos, y que decía exactamente lo contrario de usted. Si yo fuera a invertir en su país, probablemente me preguntaría qué riesgo existe que ese 47 por ciento pase a ser mayoría. Y ése es un problema que tenemos en América Latina. En América Latina, todavía existe una actitud relativamente vergonzosa respecto de la incorporación efectiva a la economía global, tanto desde el punto de vista del comercio como desde el punto de vista de la inversión.
Cuando me preguntan –me lo preguntaba el moderador, por eso lo voy a responder- por Chile en los últimos veinte años y hacia adelante, digo que el milagro no está en que seamos mejores, ni en que hayamos construido mucha infraestructura para gestionar la economía, sino que el milagro está en los acuerdos políticos. Cómo no estar satisfechos cuando un país en su Congreso aprueba por unanimidad el tratado de Mercosur en la Cámara de Diputados y en el Senado, con dos votos en contra de dos parlamentarios de distinto signo y regiones agrícolas. Cómo no reconocer un país que aprueba los acuerdos de la Ronda Uruguay de manera unánime en sus dos Cámaras, y donde todo el mundo adhiere de alguna manera a las mismas bases económicas, con matices, por cierto. Algunos quieren hacer el gasto social de una manera y otros de otra, algunos quieren aumentarle impuestos a estos y algunos a los otros. Pero finalmente lo que hay allí es un gran consenso, y creo que en América Latina hacen falta consensos políticos que garanticen la estabilidad.
Por cierto, hace falta también lo que cualquiera que vaya a invertir mira con preocupación: “the rule of law”, el estado de derecho, la certeza de que las normas no van a cambiar o no van a ser alteradas. Ese problema existe en nuestra región, y ciertamente, tenemos que buscar formas de garantizar la estabilidad en esa materia también.
Hay problemas en materia de corrupción, pero creo que lo fundamental todavía en América Latina sigue siendo lo que acabo de señalar respecto a la estabilidad política, en el sentido de una política continua que haga atractivo asociarse con nuestra región. Hemos progresado mucho en los últimos años, lo digo sinceramente; no todos, pero creo que ese progreso se ha dado en muchos lugares de Centroamérica, del Caribe, de América del Sur, y estoy seguro que eso va a ir rindiendo frutos en el corto plazo.
Pero tenemos tres grandes problemas en América Latina -lamento mencionarlos aquí, porque muchas veces dicen que estas reuniones no son para eso- pero soy de los que piensa que América Latina avanza con entusiasmo y con fuerza hacia la democracia con tres problemas fundamentales: uno que ya he mencionado, que es la falta de consenso interno respecto de la conducción económica del país; la falta, a veces, de amistad cívica en las confrontaciones políticas, la impresión de que si gana uno o gana el otro habrá un mundo de diferencia. Pero, además, hay otros dos problemas igualmente apremiantes: uno de éstos sigue siendo la desigualdad. Es difícil pensar en estabilidad si no se avanza sustantivamente en los temas de pobreza y desigualdad. La década que estamos cerrando ahora es buena en cuanto a la reducción de la pobreza, se ha reducido la pobreza, ha bajado de 42 por ciento en el año 2002 hasta un 35 por ciento este año 2010. Eso es un progreso y ciertamente podemos avanzar más, pero la desigualdad ha bajado menos puntos porcentuales, es decir sigue siendo un problema de la región, sobre todo porque no es una desigualdad difusa, sino que está muy concentrada en determinados grupos de la sociedad. La mayor parte de los indígenas son más pobres que el promedio, la mayor parte de los afroamericanos son más pobres que el promedio, la mayor parte de los hogares monoparentales encabezados por una mujer son mucho más pobres que el promedio; por lo tanto, esta es una desigualdad con género y con color, y eso es un tema que debería preocuparnos a nosotros. Por eso prestarle atención a los esfuerzos que algunos gobiernos realizan exitosamente en temas como las transferencias condicionadas y el micro crédito, resulta fundamental para este gran combate.
El tercer problema, el más doloroso de plantear, es la inseguridad pública. Esto es muy variable de país en país. Se habla de la región en general de manera demasiado simple, y la realidad es muy distinta según se trate de las zonas de América Latina y el Caribe. Pero no cabe duda que en todas partes existe alarma en la población con respecto al tema de la inseguridad pública y, por tanto, continúa siendo obstáculo para nuestra competitividad. Creo que eso ocurre no solamente por la razón directa de que se gaste cada vez más dinero en seguridad pública, y que la gente gaste cada vez más dinero en protegerse y menos en otras cosas, sino también porque no hace atractiva nuestra región para la inversión y para hacer negocios con ella, porque existe el temor a la criminalidad, sobre todo del crimen organizado. Nosotros en la OEA tratamos de entender fundamentalmente que este tema dice relación con el crimen organizado transnacional, con el riesgo de que se infiltre en nuestra política y provoque un grave retroceso en materia de corrupción y gestión del Estado. Creo que este problema es necesario discutirlo cada vez más.
Hasta hace un tiempo las discusiones de pobreza quedaban para las personas que se dedicaban al tema social, y los de seguridad pública para los encargados de la policía. Creo que hoy día ambos son temas políticos para América Latina y el Caribe. Tenemos que buscar, en conjunto, formas de aumentar nuestra competitividad haciendo de nuestras sociedades lugares más agradables para vivir en ellos, más tranquilos, y por lo tanto más estables. Porque finalmente, el gran objetivo que se busca cuando se hacen negocios en un país o una región, no es otro que la estabilidad.
Muchas gracias