Inauguramos este seminario en un momento muy particular para América Latina.
Quisiera empezar recordando que tuvimos un año 2006 especialmente bueno para la región. Desde el punto de vista económico, por cuarto año consecutivo, América Latina tuvo un crecimiento importante, aunque no probablemente el que quisiéramos; esto depende con quien nos comparemos. Si lo hacemos con Asia, probablemente nos sentiríamos un poquito reducidos, pero si nos comparamos con nosotros mismos, resulta que hacía 25 años que no teníamos un período semejante, lo que es muy importante y es bueno ponerlo de relieve. Se anuncia a futuro un quinto año de crecimiento consecutivo para América Latina, el que va acompañado de algo inesperado pero muy valioso, como son las últimas cifras de la CEPAL de reducción de la pobreza en la región. Quedan muchos pobres, es cierto: 208 millones, y cerca de 80 millones de indigentes, como lo dijo don José Luís Machinea. Pero es valioso que alguna vez esas cifras bajen y no sigan aumentando. Qué bueno que haya programas en distintos gobiernos y en distintos países destinados a enfrentar esa grave lacra.
Desde un punto de vista político, el día lunes se cierra un ciclo con la toma de posesión en el Ecuador del Presidente Rafael Correa. Será la décimo séptima ceremonia de este tipo que tiene lugar en la región en algo más de un año, incluyendo trece elecciones presidenciales, tres elecciones parlamentarias y un cambio de gobierno en el caso de Jamaica, no por elección sino por la mecánica del régimen parlamentario.
Diecisiete es la mitad de los miembros de la Organización de Estados Americanos, y nunca se había producido tal cantidad de eventos electorales democráticos como los que han ocurrido en este último año. Dicha cantidad de elecciones presidenciales, más los dos referéndum y las elecciones parlamentarias, nos hablan de algo que no tiene parangón en la historia de la región; más aún cuando nosotros mismos podemos decirlo, porque hemos sido observadores en la gran mayoría de esos procesos.
En general, fueron elecciones limpias, tranquilas competitivas, con resultados claros aunque muy estrechos; a algunos no le gustaron, porque mientras más estrechos son menos le gustan al que pierde; se sufre mucho más cuando son estrechos.
Nosotros hemos puesto nuestro certificado de observación en estos procesos, haciendo uso de una alta capacidad técnica en la materia, en el sentido de que estas elecciones constituyen un enorme progreso. Hace diez años no teníamos los procesos electorales que conocemos hoy, y probablemente haya muchas cosas que cambiar a futuro, pero en materia electoral no cabe duda que América Latina ha tenido progresos enormes y ellos se han expresado de manera plena en el año 2006.
Este año nos preparamos para enfrentar un período donde por cierto habrán algunas dificultades. No hay muchas elecciones; tenemos solamente dos presidenciales programadas. Como sabemos, en los regímenes parlamentarios las elecciones se pueden producir en plazos más breves, pero para fines de año habrá procesos electorales en Argentina y Guatemala. La pregunta es: ¿resistirán sus gobiernos los grandes problemas que tienen que enfrentar?
Este será un año donde la gobernabilidad y estabilidad política adquirirán una importancia mucho mayor.
Muchas veces he dicho que una de las cosas buenas que han ocurrido desde que estoy en la OEA, es que de las cuatro crisis que había cuando llegué, hoy ya no queda ninguna. Se apagaron esas crisis y no han surgido otras nuevas. Pero tal vez sea cierta la deducción que sacaba Marta Lagos en la última encuesta de Latinbarómetro –que a mí me parece un instrumento muy importante y relevante para trabajar-, y según la cual en los países donde ha habido elecciones la tendencia a apoyar la democracia aumenta. Uno podría entender, por lo tanto, que la democracia es una válvula de escape, o que las elecciones son una válvula democrática a través de las cuales las tensiones se canalizan, y los ciudadanos tienen entonces la sensación que están participando en una democracia. Este año los factores y las variables son otros, por lo que debemos prestar mucha mayor atención a los temas de gobernabilidad y a los problemas pendientes de América Latina. José Antonio (Viera-Gallo) y Alejandro (Foxley) los han mencionado muy adecuadamente.
Vivimos en una región en donde los temas de desarrollo económico, de pobreza y desigualdad, incluso los de violencia y crimen organizado, son problemas muy candentes; si uno le pregunta a los ciudadanos cuáles son sus principales problemas, probablemente no le digan la limpieza de las elecciones, sino que mencionen el crimen, la pobreza y la falta de empleo, más allá de todos los juegos pirotécnicos y las luces que acompañan a los procesos electorales y a la democracia. La pregunta entonces es para todos los gobiernos, sean de derecha, izquierda o centro: ¿serán capaces de enfrentar estos problemas?, ¿serán capaces, a lo largo de los próximos meses, de responder positivamente a la pregunta que años atrás se hacía el Presidente Clinton? Según él, la única medida válida para un gobierno democrático, o para evaluar a un gobierno democrático, era preguntarse: “¿está mejor su país el día que usted se va comparado con el día que llegó?”. Ésa es la prueba de todas las democracias. Las democracias son esencialmente incrementales -como lo ha dicho Alejandra Lagos-, trabajan una medida de continuidad que es fundamental para configurar un cierto desarrollo estable y un progreso del país. Por lo tanto, y considerando que la medida es incremental, ¿ha mejorado este país?, ¿está mejor este país? Eso es lo que tenemos que ver: si nuestra América Latina y el Caribe están en condiciones de enfrentar esa prueba en el próximo período. Nosotros, por lo menos, seguimos trabajando en eso.
En la Organización de Estados Americanos tenemos mandatos importantes en materia de profundización de la democracia, estabilidad y gobernabilidad. Son por todos conocidos estos mandatos: incluyen derechos humanos, temas especiales como los de violencia contra la mujer, los problemas de las cárceles, la discriminación y la libertad de expresión, mejoramiento de la gobernabilidad democrática, problemas de transparencia y otras áreas relevantes como los de la droga, el crimen organizado y el medio ambiente.
Pero el mandato fundamental de la OEA es un mandato político. Es importante entender, junto con lo anterior, cuál no es nuestro mandato como organización. No está en la Carta Democrática Interamericana decir que la OEA tiene algo que ver con la forma de organización económica o social que asumen los países. Nosotros podemos tener opinión, ciertamente la tenemos, pero no es parte de nuestro mandato. Sí son parte de nuestro mandato los temas que he mencionado: los derechos humanos, la libertad de opinión, la transparencia del gobierno y la calidad del mismo, la separación de poderes, el fortalecimiento y la separación de poderes en un Estado democrático. Para eso se escribió y se firmó en un día tan dramático como el 11 de septiembre de 2001 la Carta Democrática Interamericana. Es nuestra obligación impulsar de manera permanente esa dimensión de la política latinoamericana, y eso tiene, por cierto, dificultades que hay que reconocer.
La verdad es que me quedo más tranquilo, me pongo un poco más contento cuando leo los diarios y noto que están hablando de la OEA; eso es importante. Lo fundamental en las organizaciones políticas es que tengan una relevancia en la dimensión donde les corresponde actuar; que cuando hablen se les escuche y cumplan con su función.
Este año hemos enfrentado numerosas crisis, aunque la verdad es que esto ha sido así desde que asumí el cargo, cuando al día siguiente de inaugurar la Asamblea General de la OEA, Bolivia solicitó una asistencia urgente de parte nuestra. Desde entonces hemos enfrentado crisis y lo hemos hecho bien, con energía y entusiasmo, tratando de hacer una diferencia. Este seminario es para eso; para discutir sobre temas que dicen relación con la estabilidad y la gobernabilidad, cuestiones que no son fáciles en regímenes en los cuales –como lo señalara Arturo Valenzuela en su ponencia- las democracias presidenciales muchas veces pasan por alto los balances necesarios, muchas veces hay gobiernos de enorme poder que pierden su mayoría y se convierten en gobiernos débiles e ineficaces. Tenemos que ver cómo enfrentamos esos problemas, cómo perfeccionamos nuestra democracia, pero tenemos que ver, sobre todo, cómo hacemos una diferencia en todo eso en cuanto Organización de Estados Americanos.
Quiero agradecer por eso la posibilidad de este seminario. Quiero agradecer la presencia de varios embajadores de la Organización de Estados Americanos, especialmente a la Presidenta de nuestro Consejo Permanente, la embajadora del Uruguay. También agradecer muy significativamente el apoyo que nos ha prestado la Cancillería chilena y el gobierno de Canadá, representado también por su representante permanente ante la Organización de Estados Americanos.
Creo que por este camino vamos bien, vamos a seguir trabajando y espero que tengamos un muy buen seminario.
Muchas gracias