Quisiera comenzar expresando la satisfacción que siento al participar en esta Conferencia por segundo año consecutivo y el orgullo de ser miembro de su Consejo de Gobernadores.
Ayer estuvo aquí la Presidenta de Chile Michelle Bachelet (soy chileno de nacimiento y he trabajado toda mi vida en Chile), con quien, entre otras cosas, el año pasado celebramos el décimo aniversario del preacuerdo comercial entre Chile y Canadá, que yo mismo firmé cuando era Ministro de Relaciones Exteriores de mi país. Viendo las empresas representadas aquí, me impresiona lo mucho que se han desarrollado los lazos políticos, económicos y sociales entre Canadá y América Latina en los últimos años. Hoy día Canadá es un actor muy importante en las políticas hemisféricas y tiene una gran presencia en la Organización de los Estados Americanos. De hecho, Canadá es el segundo contribuyente más importante de la Organización. Me complace enormemente estar aquí para continuar fortaleciendo estos lazos.
Los temas que debemos tratar en esta reunión son muy relevantes. Por ejemplo, cómo podría cambiar la política exterior estadounidense en los próximos años, y qué impacto tendrá la llegada de un nuevo presidente en Estados Unidos. Pero no solamente es importante lo que pasa en Estados Unidos, sino también lo que pasa en Canadá y en el resto la región. Creo que las políticas de Canadá y el resto de las Américas están cambiando rápidamente. Canadá mismo está negociando acuerdos comerciales con Perú, Colombia, Chile, Panamá y América Central. Se trata de una situación en progreso, en la que todos pueden jugar un papel positivo en los próximos años.
A partir de 2002 la región de América Latina y el Caribe ha experimentado un crecimiento que no tiene paralelo en los últimos treinta años. Si se lo compara con otras regiones del mundo quizá pueda decirse que este crecimiento no es suficiente; pero si se lo compara con la propia región en los años ochenta y noventa, la realidad es diferente. Los ochenta fueron la década perdida. Los años noventa fueron mejores, pero no mucho mejores. De hecho en esos veinte años América Latina fue la región que menos creció comparada con el resto del mundo. En contraste durante los últimos seis años se ha experimentado un importante crecimiento y durante el año pasado, por primera vez, el índice de pobreza fue menor que el de 1980. El peor año en este terreno probablemente fue 2002, cuando el índice de pobreza alcanzó un 44 por ciento. Ahora estamos cerca del 26 por ciento y esperamos que continúe bajando. Aunque debo decir que si no se detiene el aumento de los precios de alimentos tendremos nueve millones de personas viviendo por debajo de la línea de pobreza otra vez.
Es importante decir que también el comercio ha aumentado. En el pasado solía verse al comercio norteamericano con relación al suramericano—o latinoamericano o del Caribe— como un camino de una sola vía y casi como una ayuda (“¿Qué podemos hacer por los latinoamericanos?”). Pero ahora el comercio latinoamericano se ha duplicado con respecto a 1995 en términos de exportaciones; y en términos de importaciones, los países de la región no son compradores pequeños. Chile, un país que no es tan grande, le compra a Estados Unidos más productos que Rusia. Y si se miran las cifras de China y Brasil, les puedo asegurar que tampoco son tan diferentes.
También estamos mejorando en términos de democracia. Por supuesto, no somos perfectos y tenemos problemas. Pero cuando nos reunamos en la Cumbre de las Américas en abril del año próximo, los 34 miembros activos de la OEA habrán elegido democráticamente a sus gobiernos en los cuatro años anteriores. Eso nunca ha ocurrido en la historia de esta región. Nunca. Estas son cosas que debemos notar hoy, y esto es lo que debemos considerar cuando nos referimos a las relaciones norteamericanas-latinoamericanas en el futuro.
Debo decir también que mientras la democracia mejora, América Latina y el Caribe se hacen más independientes de la política de los Estados Unidos. Quizá ello se deba a que en los últimos ocho o diez años Estados Unidos ha estado mirando a otros lugares del mundo. Algunos analistas hablan de una “retirada” de Estados Unidos y la realidad es que su presencia no ha sido tan activa como en décadas pasadas.
Por otra parte si observan las declaraciones sobre política exterior que se produjeron durante las prolongadas primarias internas en Estados Unidos, se puede advertir que se dijo muy poco sobre América Latina. Ahora están empezando a decirse algo más, aunque advierto que no han empezado bien desde mi punto de vista. Cada vez que alguien habla sobre América Latina y el Caribe, se refiere a Venezuela y Cuba, o a Cuba y Venezuela, en uno u otro orden, y nada más. A veces se dice algo sobre Haití. Pero debe recordarse que México y Brasil juntos representan casi el sesenta por ciento de la población latinoamericana y que con relación a esos países no existen motivos de preocupación económica o política.
¿Qué sugerencias podemos hacer y qué podemos decir sobre las relaciones hemisféricas en el futuro? En primer lugar déjenme decirles lo que NO debemos hacer. No reinventemos la agenda democrática: ya tenemos una agenda democrática. Tenemos problemas y dificultades, pero sabemos cuáles son. También sabemos que hay gobiernos para los cuales la democracia no significa lo que nos gustaría que signifique y hay gobiernos que nos gustan más que otros. Pero la democracia en las Américas está funcionando bien; todos los países tienen elecciones democráticas. Por lo tanto, creo que no es el momento de poner énfasis en la democracia sino en otros temas.
En segundo lugar, cuando hablemos de seguridad no tratemos de involucrar a América Latina y el Caribe en estrategias globales que no son populares en la región. La tendencia predominante entre los encargados de formular políticas en la región de América Latina y El Caribe es a no involucrarse en conflictos globales. Sencillamente no nos gusta. Y los conflictos locales que pueden llegar a generarse preferimos resolverlos de manera pacífica, sin hacernos parte del conflicto global. Tampoco nos gusta que se comparen los problemas que ocurren entre nosotros o en la región, con problemas que tienen lugar en otras regiones. En general no nos gusta que se busque ver, en América Latina y El Caribe, más conflictos o problemas de lo que en realidad hay.
Por ejemplo, recientemente hemos tenido unos meses malos, con el problema de Ecuador y Colombia, y luego con la frontera de Venezuela, Ecuador y Colombia. Hemos tratado estos problemas en varias reuniones de la Organización de los Estados Americanos, que yo considero que han sido muy relevantes. El reestablecimiento de relaciones entre Ecuador y Colombia fue acordado definitivamente el día de ayer y se va a concretar dentro de algunas semanas. Pero a la vez ocurrió algo muy significativo. Los presidentes de los países de América del Sur, incluidos los de Colombia, Venezuela y Ecuador, se reunieron en Brasil y firmaron un acuerdo para crear la Unión de Naciones Suramericanas, la UNASUR. Una situación que aparentemente no tendría explicación si esos tres países estuviesen realmente enemistados entre sí. Lo que ocurre es que quieren llevarse bien. Probablemente van a tener dificultades y no siempre se van a llevar bien, pero lo están intentando y lo están haciendo absolutamente al margen del conflicto global. Actualmente en la región tenemos un conflicto armado, que es el de Colombia. Ese conflicto ha disminuido y podría llegar a desaparecer; se trata de un proceso al que están tratando de contribuir todos los países de la región de la mejor manera posible y eso es algo que también ocurre al margen del conflicto global. Por ello es que insisto en que no es bueno involucrar a América Latina y El Caribe en ese contexto de conflicto global.
¿Entonces, de qué debemos hablar? Debemos hablar de los verdaderos problemas que tenemos en América Latina, los problemas que tenemos entre el norte y el sur. Y debemos hablar de manera muy franca, no creando una agenda —porque todos conocemos la agenda— sino refiriéndonos al contenido de la agenda.
Hablemos primero del comercio. Como he dicho, en los últimos años el comercio de las Américas ha experimentado un gran progreso. En realidad lo único que ha avanzado en materia comercial en el mundo, ha avanzado en esta región. Las cosas están cambiando, aunque no tanto como quisiéramos porque no se ha concretado el Área de Libre Comercio de las Américas (y francamente no creo que se concrete hasta que termine la Ronda de Doha, e incluso cuando esto ocurra aún tendremos problemas). Pero las relaciones comerciales en la cuenca del Pacífico de las Américas están en pleno auge.
Ayer Canadá firmó un acuerdo de libre comercio con Panamá. Hay acuerdos pendientes en el Congreso de Estados Unidos con Panamá y Colombia. Está el CAFTA, que es el acuerdo de libre comercio de Centroamérica y la República Dominicana y muchos otros acuerdos, al grado que alguien ha llegado a describirlos como “el plato de espaguetis”. En esto es que debemos trabajar. No pensemos solamente en un acuerdo que abarque desde Alaska hasta Tierra del Fuego. Primero concentrémonos en lo que es posible, y luego pasemos a lo difícil. Si queremos mejorar en esta área, promoviendo las relaciones entre Norteamérica y América Latina, hay que empezar con la aprobación de los acuerdos de libre comercio con Colombia y Panamá que todavía están pendientes en el Congreso de Estados Unidos.
Nada le hará mejor al libre comercio que votar por un acuerdo con Colombia. Si queremos analizar a Colombia debemos hacerlo, como dice usualmente el Presidente Uribe, mirando la película, no la foto. Por supuesto que todavía hay violencia en Colombia, pero la violencia se ha reducido a la mitad de lo que era cinco años atrás. Y lamento hablar de este tema, pero cuando se descubren cuerpos enterrados, por lo general se trata de personas que desaparecieron antes de que Álvaro Uribe ascendiera al poder. Lo mismo ocurre con los secuestros y los rehenes que la FARC quiere intercambiar. Excepto los tres estadounidenses que fueron secuestrados cuando su avión cayó en la selva, el resto de los secuestros tuvo lugar antes de la presidencia de Uribe. Las cosas en Colombia han comenzado a moverse rápidamente. Ahora conocemos —en realidad lo sabíamos desde antes, pero ahora lo sabe la opinión pública— los lazos que existen entre los grupos armados y el narcotráfico, los líderes políticos que estuvieron involucrados y la corrupción que existió. Pero esto no ocurrió durante el gobierno actual. En realidad, todo esto ha salido a la luz gracias al cambio ocurrido en Colombia en los últimos años.
Desde luego sigue habiendo problemas, pero estos están disminuyendo. Uno de ellos está representado por los líderes sindicales que han sido asesinados, pero el número de personas que han sufrido esta suerte se ha reducido a una tercera parte respecto de lo que ocurría hace cinco años atrás. La situación sin duda está cambiando en Colombia y no hay razón para no aprobar un acuerdo de libre comercio con ese país. Esa aprobación cambiaría muchas cosas en las relaciones con América Latina e incluso para países que no están cerca de Colombia la aprobación del acuerdo sería una señal de que las cosas están cambiando.
No voy a hablar de Panamá porque Panamá es simplemente el próximo de la lista, y no hay razones políticas para no aprobar ese acuerdo. Si se logran estos acuerdos, quizá podamos avanzar de mejor manera en nuestras relaciones multilaterales.
Otro tema es el de la inmigración, que es diferente según las diferentes regiones. En Estados Unidos se suele hablar de los inmigrantes ilegales en general, pero la mayoría de los inmigrantes ilegales provienen de México, Centroamérica y el Caribe. Esto va a seguir siendo así debido a la escasez de trabajo en esos países. Es posible que disminuya algo por la crisis económica que atraviesa Estados Unidos, pero volverá a aumentar no bien se recupere la economía. Todos los países tienen interés en el problema de la inmigración, aunque para algunos el tema es más acuciante que para otros. La situación no va a desaparecer y por eso es un tema de la agenda que debemos discutir; no podemos dejar que los países sigan sin hacer nada esperando que en Estados Unidos se apruebe una ley para descubrir si les gusta o no.
También tenemos que hablar de energía. El problema en América Latina y el Caribe es que tenemos fuentes de energía, pero la distribución no es muy buena, no siempre se cuenta con las tecnologías necesarias y la infraestructura no es lo que debe ser. En este sector hay muchas oportunidades de inversión y mucho que hacer. Este país y Estados Unidos tienen mucho que contribuir hacia nuestra región en materia de energía.
Por supuesto la pobreza sigue siendo un tema de la agenda. Pero nuevamente, recordemos que uno de los grandes problemas con el cumplimiento de las metas del milenio en nuestra región es que algunos de nuestros países, los más desarrollados, alcanzarán las metas sin inconvenientes cerca del año 2015, en tanto los países más pobres simplemente no las van a alcanzar. Es necesario concentrarse en estos países que carecen de recursos para abordar el tema de la pobreza.
Necesitamos orientar la ayuda hacia los temas reales de pobreza, y junto con ello a los temas políticos que les están asociados. Porque algunos de los países más pobres son también delicados desde un punto de vista político, y existe la tentación de no aprobar algunos programas debido a razones políticas. Esta no es una buena manera de encarar el problema de la pobreza. Erradiquemos la pobreza de todos los países, empezando con los más pobres.
Hay muchas cosas que podemos hacer. Podemos trabajar en investigación y desarrollo, que es el talón de Aquiles de los gobiernos latinoamericanos y caribeños. Baste recordar a este respecto que según el Banco Interamericano de Desarrollo, en 2006 los países de América Latina y el Caribe en conjunto gastaron menos en investigación y desarrollo que la República de Corea. Desarrollo humano es otro tema en el que podemos trabajar. Varios países tienen programas educativos ambiciosos, pero fracasan en áreas en las que Canadá y Estados Unidos tienen éxito, como los estudios de postgrado y la educación técnica.
También podemos trabajar en materia de crecimiento institucional. Empecé mi discurso diciendo que no debemos crear una agenda democrática nueva, pero sí podemos definir una agenda de gobernabilidad, esto es una agenda de ayuda a los países para mejorar la calidad de los gobiernos y su actividad democrática. Muchos congresos en América Latina carecen absolutamente de asistencia técnica. Ayer, cuando fui al Congreso de Canadá, y las veces que he ido al Congreso de Estado Unidos, he podido comprobar que existe la posibilidad de brindar ayuda a los congresos para mejorar la calidad de la democracia y participar en el proceso legal de una mejor manera.
Otro tema importante pero al que a casi nadie le gusta referirse es el crimen. Y el crimen está en auge en América Latina. Este es un problema que no va a cambiar a menos que cooperemos. El narcotráfico y el crimen organizado forman el corazón del problema, por lo que es necesario encontrar maneras de limitar no solo la producción de drogas en los países, sino también el transporte al mundo desarrollado (Estados Unidos, Canadá y Europa).
También es menester limitar la enorme cantidad de armas ilegales que van de estos países a América Latina. Es impresionante la cantidad de armerías ubicadas cerca de la frontera entre México y Estados Unidos, desde donde las armas pasan casi inmediatamente al otro lado de la frontera siguiendo la ruta de las drogas. Tenemos que cooperar en la lucha contra el crimen. El próximo mes de octubre vamos a realizar la Primera Conferencia de Ministros de Seguridad de las Américas, en México. El lugar es apropiado, ya que el actual presidente de México ha decido que el crimen es un tema que se debe enfrentar. Los costos son altos, pero son costos que tenemos que afrontar. No vamos a lograr nada si no detenemos el crimen organizado, el narcotráfico, las pandillas, la violencia.
Todos estos temas conforman la agenda de América Latina y el Caribe. Aunque se debe tener en consideración que los problemas no son exactamente iguales para todos los países. No se le puede plantear a un país como tema prioritario el del crimen organizado si éste no constituye un problema central allí. Quizá en ese país el tema crucial sea el comercio. Es necesario poder manejar un grupo amplio de políticas, lograr consensos con respecto a esas políticas y aplicarlas en los países que están dispuestos a aceptarlas y que las necesitan. No existe una sola descripción de América Latina y el Caribe, sino varias descripciones. Cada una tiene una agenda diferente, que es compleja pero posible.
No creo que sea imposible abordar estos temas. Son difíciles, sí, pero podemos trabajar juntos incluyéndolos en una agenda multilateral.
Muchas gracias por su tiempo.