Siempre es un honor inaugurar las sesiones de las asamblea de la Comisión Interamericana de Mujeres, que como se ha dicho, es el primer organismo intergubernamental del mundo establecido para abordar la igualdad civil y política de la mujer. Y hoy el principal foro generador de políticas hemisféricas para la promoción de los derechos de la mujer y la igualdad de géneros de las Américas.
Me alegra particularmente que podamos realizar esta asamblea en Chile. Se ha señalado la importancia, no sólo simbólica sino política, que tuvo la decisión del pueblo de Chile hace pocos años de elegir a la primera presidenta de América del Sur. El efecto ha sido claro, no es solamente un asunto de igualdad de género, sino también una sensibilización de la palabra estatal a la voces y necesidades de las mujeres, un gran estímulo en el trabajo para lograr la equidad de genero en pleno reconocimiento de los derechos de las mujeres en todos los planos.
Es muy impresionante lo que ha significado -lo pudimos ver con el canciller Foxley- Señora Presidenta, la forma en que usted fue recibida en la Cumbre Iberoamericana de El Salvador. Ese entusiasmo, esa juventud, todas esas mujeres, de todas esas niñas que han visto en usted el símbolo de la esperanza de una igualdad por la que han luchado durante tantos años y que están viendo llegar a pasos agigantados. Está aquí el embajador de la República Argentina, hoy no tenemos que leer una declaración como la del año pasado que decía: “la Jefa y los jefes de Estado y de Gobierno”; hoy día dice: “las Jefas y Jefes de Estado y de Gobierno”. Y ese ya es un avance muy importante y ojala se siga produciendo en todos los terrenos, en todos los planos, porque no es solamente en el plano político, la igualdad política que estamos buscando, sino en otras cuestiones a las cuales nos vamos a referir a continuación.
No puedo dejar de destacar entre los logros de su gobierno, Señora Presidenta, la creación de cientos de guarderías y casas de refugio para mujeres, niñas y niños afectados por la violencia; la ley que reconoce el derecho de la mujer a la lactancia en horas de trabajo; la paridad de hombres y mujeres en los principales puestos de la administración pública; el refuerzo de las sanciones para el no pago de pensiones a esposas e hijos comunes; la preocupación por la salud reproductiva de las mujeres, su lucha por el acceso a la píldora del día después.
La igualdad de género es hoy uno de los principales temas y objetivos de la Organización de Estados Americanos. Creo que hemos avanzado en esta dirección, no sólo por los temas que acabamos de señalar de carácter político, sino también por hechos tales como que los Estados miembros de la OEA son los únicos en el mundo que han adoptado un instrumento internacional orientado exclusivamente a erradicar la violencia contra las mujeres: la Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer, mejor conocida como la “Convención Belem do Pará”, uno de los instrumentos que tiene más ratificaciones en el seno de la Organización, que nos permite hacer un seguimiento de la grave situación que afecta a muchas mujeres en nuestro continente.
Las mujeres de América enfrentan limitaciones no sólo legales sino de aplicación de la ley, que siguen restringiendo sus derechos a la salud, educación, alimentación y trabajo. El efecto de ello se traduce en situaciones como que la proporción de hogares pobres encabezados por mujeres ha pasado de 27% en 2000, a 36% en 2005, a pesar de la creciente integración de las mujeres al mercado laboral. El incremento en la feminización de la pobreza se debe en parte a la dificultad que aún tienen las mujeres para armonizar sus funciones laborales con las del hogar, lo que las expone a aceptar empleos informales y mal remunerados o a estar desempleadas o a tener que recibir una paga menor por el mismo empleo. Es urgente que adoptemos medidas para enfrentar este fenómeno. Hay resoluciones para estos temas en los organismos internacionales que no pueden seguir esperando. Es necesario emprender un trabajo sostenido en todo nuestros países miembros por igualdad en el empleo para hombres y mujeres y por el pago de las mismas remuneraciones.
En otro plano, tanto o más penoso, es posible constatar que la violencia contra las mujeres, en todas sus manifestaciones y contextos, sigue siendo más frecuente que lo que las estadísticas y registros oficiales sugieren. En este plano hemos emitido una variedad de decisiones, como recomendaciones importantes, orientadas a los Estados para promover el abordaje de la violencia contra las mujeres como un problema de derechos humanos. Decisiones de fondo de nuestra Comisión de Derechos Humanos, como casos de mujeres que nombro -María de Peña, Maida Fernández; Raquel Martín Mejías, las hermanas González Pérez, María Eugenia Morales de Sierra, Claudia Ivette González y tantas otras- que han hecho hincapié en los principios vinculantes y cruciales de los derechos de las mujeres a vivir libres de violencia y en la obligación de los Estados de prevenir y sancionar efectiva y prontamente actos de violencia en contra de las mujeres, incluyendo actos de violencia sexual cometidos tanto por agente estatales como no estatales; la obligación de los Estados de proveer recursos judiciales efectivos e imparciales para victimas de violación; y la obligación de los Estados de implementar acciones para erradicar la discriminación en contra de las mujeres y los patrones esteriotipados de comportamiento que promueven un trato inequitativo en la sociedad, lo cual implica agravar el desigual acceso y beneficio a los avances políticos, civiles y sociales.
La Comisión Interamericana de Derechos Humanos ha elaborado también un informe de Acceso a la Justicia para las Mujeres Víctimas de Violencia en las Américas que, muestra como la mayor parte de los casos de violencia aún carece de una investigación, sanción y reparación efectiva. La violencia y la discriminación contra las mujeres todavía es aceptada en las sociedades de nuestra región, y existe una tendencia entre los funcionarios de la administración de justicia a observar los casos de violencia contra las mujeres como conflictos domésticos y privados que deben ser resueltos sin la intervención del Estado.
Es importante que en esta reunión se discuta, como se que lo harán, la terrible realidad del femicidio. La relatoría de la Comisión de Derechos Humanos, ha constatado que en varios países de la región hay verdaderos patrones de asesinato en contra de las mujeres, que se repiten en distintos lugares de manera bastante similar y adquieren incluso un carácter ejemplificador, tratando de mostrar y enviar un mensaje de terror e intimidación a las mujeres que buscan mejorar su condición en sociedades que las tratan de manera desigual.
Este es un tema que debe preocuparnos, como también la creciente feminización del VIH-SIDA, abordando su estrecha vinculación con la violencia de género. Y no menos importante es tomar medidas para reducir el negativo impacto diferenciado que sobre las mujeres tienen los desastres naturales, el cambio climático y las migraciones, entre otros fenómenos.
Sra. Presidente, Sra. Ministra, queridas delegadas.
Alguna vez dije en una reunión de ustedes que la democracia sin mujeres es sólo democracia a medias. Pero no existe media democracia, la democracia es para todos o no es democracia. Tenemos que reiterar este concepto, sólo podremos hablar de una democracia consolidada en nuestra región cuando las mujeres de América Latina y el Caribe puedan participar plenamente de la vida pública y sus voces sean recogidas por la comunidad y el Estado.
Sólo podremos hablar de justicia realmente alcanzada cuando ésta sea accesible por igual a mujeres y hombres de nuestra región, y nuestros jueces y fiscales usen la ley de manera efectiva para sancionar la discriminación y violencia contra las mujeres.
Sólo podremos hablar con propiedad de respeto a los derechos humanos cuando culturalmente ellos se garanticen también a la mujer en América Latina y el Caribe.
Sólo podremos hablar de verdadera solidaridad cuando hagamos de la sociedad latinoamericana y caribeña una que no le da la espalda a la mujer que sufre discriminación y violencia, sino que las escucha, las reconoce y hace lo que está a su alcance para garantizarles un ambiente familiar, comunitario, laboral y estatal de respeto a su dignidad.
Sólo podremos hablar de respeto al Derecho Internacional cuando cumplamos los acuerdos que nos exigen promover y garantizar los derechos humanos de las mujeres. La Convención de Belém do Pará es pionera en el mundo, pero su implementación también pondría a este continente en una situación de ejemplo y de liderazgo en el mundo entero.
Espero que más allá de los acuerdos, porque acuerdos tenemos en materia de igualdad ante el trabajo, ante la política, en materia de violencia, nos aboquemos a encontrar los mecanismos adecuados para exigir, demandar con plena participación de la sociedad civil, el respeto a estos acuerdos y tratados.
Agradezco a la CIM el trabajo que hace en esta dirección, agradezco a la Presidenta Bachelet el enorme esfuerzo que ha realizado en sus años en la Presidencia, agradezco a la Secretaría su trabajo, y espero que podamos seguir avanzando todos, por la senda que conduce a que la igualdad de género sea una realidad en el futro de las Américas.
Muchas gracias.