Discursos

JOSÉ MIGUEL INSULZA, SECRETARIO GENERAL DE LA ORGANIZACION DE LOS ESTADOS AMERICANOS
INFORME SOBRE DEMOCRACIA PRESENTADO EN LA FERIA DEL LIBRO DE PERÚ

27 de julio de 2011 - Lima, Perú


Quiero empezar agradeciendo esta oportunidad que me dan el Fondo de Cultura Económica, la Embajada de México y la Feria del Libro de Perú para exponer acá sobre este informe, del cual creo importante decir algo para comenzar.

Este es el segundo informe de la democracia, y muchos se preguntan cuál es el primero. El primero fue un informe que se hizo en el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo en la década pasada. En su desarrollo y dirección trabajó el excanciller argentino, señor Dante Caputo, quien como académico ha sido de una ayuda muy importante. Cuando Dante Caputo se vino a trabajar a la OEA en el año 2005, yo le sugerí la posibilidad de continuar con este esfuerzo en condiciones completamente distintas a las que habían originado el primer informe –me voy a referir a esto a continuación-, con una democracia bastante más asentada ya, más definida, más extensa. Iniciamos así un trabajo para el cual le pedimos asociarse al Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, con el cual también se había realizado el primer informe.

Este es entonces un esfuerzo conjunto, inicialmente de la OEA y el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, al cual han contribuido generosamente y de distintas maneras el Fondo Económico de Cultura, el Instituto Federal Electoral de México -donde lo presentamos el año pasado, cuando se lanzó este libro por primera vez-, la Agencia Canadiense de Desarrollo, y la Agencia Española de Cooperación para el Desarrollo Internacional. A todos ellos les agradecemos la colaboración, tal como se ha dicho acá. Creo que es importante señalar que todas estas instituciones han contribuido, pero creo relevante considerar también que la parte de los contenidos es estrictamente responsabilidad de la gente que trabajó en este informe.

A lo que me refiero cuando digo que ha habido un cambio entre el primero y el segundo informes es a que, cuando se inició el primer informe, se trababa de evaluar el desarrollo de una democracia que recién se asentaba en la región. Ya teníamos en esa época un gobierno democrático en la mayor parte de los países, pero había un fragilidad constitucional relativamente importante. Todavía eran muchos los gobiernos que comenzaban su gestión democráticamente y que después, por lo general, a través de las reglas del juego establecidas, no concluían su mandato. Eso ocurrió la década pasada en algo así como doce casos en nuestra región. Por lo tanto, se trataba de evaluar la forma de fortalecer la democracia, cómo ella podía desarrollarse de mejor manera, y yo diría que este segundo informe contiene lo mismo que el anterior pero en el marco de la definición de democracia que hemos alcanzado entre todos. Hoy cuando decimos que la democracia no es solamente elecciones, no decimos algo teórico; decimos algo que nuestros gobiernos suscribieron cuando aprobaron acá, en el 2001, la Carta Democrática Interamericana, firmada en esta misma ciudad en el aciago día del 11 de septiembre del 2001. Estamos celebrando este año una década de ese documento tan necesario llamado Carta Democrática, y al cual contribuyeron desde la partida y de manera muy sustantiva algunos distinguidos funcionarios peruanos y funcionarios de la cancillería peruana. Tenemos un marco distinto y ese marco de alguna manera orienta nuestro análisis. Si bien desde el punto de vista académico parece que no fuera esto un informe oficial, ustedes encontrarán en el libro muchas versiones de la Carta misma o referencias al texto de la Carta, porque ciertamente se inspira en esta nueva época de la democracia.

Lo primero que tenemos que hacer entonces es preguntarnos –tal como lo hace el libro- cuáles son los progresos de la democracia, es decir qué entrega la democracia a los latinoamericanos, qué hace que los latinoamericanos puedan decir que la democracia les sirve o no les sirve. Y aquí encontramos todavía una clara situación de claroscuros, donde sin embargo los claros se van abriendo camino cada vez con más fuerza, y donde es importante poner de manifiesto también los problemas. Primero, lo que le entrega la democracia a los latinoamericanos son elecciones, elecciones limpias. Hay ciertamente -y esto se constata en el libro- una afirmación sobre la llamada democracia de origen, y eso creo que es un avance sustantivo.

La Organización de los Estados Americanos ha observado elecciones a lo largo de las últimas dos décadas en casi todos los países de América Latina. Las excepciones se encuentran en un par de países del cono sur, sobre todo, y en casi todas las elecciones observadas se ha podido certificar su corrección en los aspectos básicos. Ciertamente nuestra función no es solamente observarlas y dar una opinión sobre ellas, sino también proponer medidas y formas para mejorarlas, pero yo diría que es claro que las elecciones en la región han arrojado, por lo menos en los últimos años, resultados que reflejan la voluntad popular. Más allá del gusto que nos provoque la elección de unas u otras personas, nadie podría decir que esas elecciones no han sido concurridas, y muy concurridas en algunos casos; que no han sido controvertidas, por así decirlo, es decir que no han enfrentado corrientes políticas de muy diversa naturaleza, o que no han sido competitivas. Han sido limpias en general, con muy pocos fraudes; incluso en muchos casos han significado la transferencia del poder entre corrientes políticas completamente distintas entre sí. Y por último, sus resultados han sido aceptados por la mayor parte de los ciudadanos; eso es importante de destacar: es decir, el origen democrático de las autoridades ha residido allí.

Sin embargo, todavía tenemos muchas falencias. Hablamos de ellas en relación a lo que se denomina la crisis de representación; es decir cuando muchos ciudadanos latinoamericanos aún no confían plenamente en la democracia. Si ustedes leen las opiniones o las encuestas sobre los partidos políticos, sobre los Congresos, etc., muchas veces no son opiniones demasiado benévolas de parte de la ciudadanía. Mucha gente reconoce que, en general, por una parte las autoridades fueron legítimamente elegidas, pero por otra parte sienten que no los representan demasiado. Todavía existen problemas en ese sentido.

En segundo lugar, hay mucho menos crisis políticas e institucionales, y aquí me sirvo de mi experiencia personal. Cuando yo fui elegido Secretario General de la OEA -y lo fui en dos vueltas- hubo dos días de elección: primero hubo un empate y luego la elección que dio un resultado favorable, porque entre uno y otro momento, uno de los gobiernos cambió. El gobierno de Ecuador, que estaba votando en la primera ronda, ya no lo estaba haciendo en la segunda porque el Presidente había sido destituido. Pocos días después fue la Asamblea General de la OEA en Fort Lauderdale, donde el Gobierno de Bolivia anunció su renuncia. A la salida me pidieron por favor que fuera rápidamente a Nicaragua, ya que el Gobierno de Nicaragua, en cumplimiento de la Carta Democrática Interamericana, pedía que fuéramos para impedir que el gobierno fuera destituido. Esas cosas pasan menos hoy día, no cabe ninguna duda; hay una mayor estabilidad política institucional en los últimos años en la región, y eso se constata aquí. Pero también se constata que esta fortaleza todavía implica riesgos de crisis y la ruptura del orden constitucional, como ocurrió en el caso de Honduras hace apenas un año y medio atrás. Es decir, no se puede garantizar plenamente la fuerza de la democracia en nuestra región, y de la misma manera como existen cosas en las cuales hemos progresado hay otras cosas en las cuales no hemos avanzado suficientemente. Si ustedes miran sin embargo la última encuesta Latinobarómetro, verán que hay allí un hecho probablemente muy significativo, y es que por primera vez ante un período de crisis económica como la que se vivió el año pasado, en general los gobiernos afirman su apoyo y satisfacción por la democracia más de lo que lo habían hecho en los años anteriores. Es decir, tenemos por así decirlo una democracia que de alguna manera se va estableciendo y se va fortaleciendo, cierto que con carencias importantes. El mismo contrapunto podríamos hacer en temas de derechos humanos; no cabe duda que hay más respeto por los derechos humanos hoy en día, pero todavía hay falencias muy importantes en esa materia. No cabe duda que hoy en día se respetan más las opiniones, pero quedan problemas o falencias importantes en materia de libertad de prensa y libertad de información, y ése es un riesgo que permanentemente se corre. No cabe duda también que existe una mucho mayor disposición a respetar la ley y aplicar la ley, pero todavía quedan mejoras importantes que realizar respecto a la corrupción en la región. Se trata, entonces, de democracias en proceso de asentamiento.

Hemos avanzado hacia una meta, y esa meta no se ha cumplido aún; probablemente nunca se cumpla de forma completa. He dicho en otras ocasiones que nuestra Carta Democrática Interamericana, en su contenido sustantivo y en los principios de la democracia, es más bien el programa de una república democrática hacia la cual se avanza, pero creo también que el horizonte de la democracia se mueve y se aparta a medida que uno más avanza hacia ella: nunca vamos a tener democracias perfectas en nuestros países.

El libro enseguida plantea tres desafíos para el ejercicio democrático, y que son las nuevas formas de participación política, el fortalecimiento de la organización republicana del Estado tanto desde el punto de vista de la independencia de sus poderes como respecto al control mutuo de la rendición de cuentas, y por último el incremento del poder político del Estado, es decir fortalecer al Estado mismo. Para ello el libro examina la situación bajo estos tres aspectos, ya que al momento de definir el informe y lo que íbamos a hacer, cuando hace cuatro años empezamos a hablar sobre el informe, la idea fue desarrollarlo fundamentalmente sobre temas que fueran claves de la democracia y que estuvieran siendo insuficientemente discutidos en la región. Los temas que se eligieron fueron el de la fiscalidad, como parte del fortalecimiento del Estado, es decir qué ocurre con el pago de impuestos y los recursos que ingresan al Estado; en segundo lugar el tema de la inclusión social, es decir no solamente pobreza sino pobreza y discriminación, porque creo que cada vez se ve más pobreza y desigualdad, que no son lo mismo. En la situación de pobreza hemos avanzado bastante y en desigualdad hemos avanzado bastante menos. En tercer lugar estaba el tema de la seguridad pública, de la cual no se hablaba nunca en ninguna organización internacional y hoy día prácticamente es inevitable en cualquier reunión regional, ya que la seguridad pública ha pasado a ser un tema fundamental en nuestros países.

Esos son los tres temas que el informe trata como falencias de nuestra democracia, por así decirlo, y sobre los cuales quisiera decir un par de cosas más. Creo que es importante considerar estos temas en su mérito y explicar por qué razón tienen la importancia que les damos hoy.

Sobre el primero, el tema de la fiscalidad, diría que, como se puso mucho énfasis en el tema de las contribuciones de los impuestos, probablemente allí no se expresa todo lo que queremos decir. El hecho es que, en este período democrático, las demandas de los ciudadanos son cada vez mayores pero los recursos del Estado, tanto jurídicos como económicos para resolver esos problemas, no están acorde con las demandas que le llegan. Cuando nuestros políticos democráticos hablan de modelos de Estado, generalmente se refieren al caso de los Estados nórdicos, por ejemplo. Tal como dijo alguna vez Ángel Gurría, el Director General de la OECD, ilustre compatriota del señor embajador, todos quieren ser como Dinamarca, pero pagando pocos impuestos como lo hacen los latinoamericanos, y recordó de paso que el tamaño del Estado danés daba cuenta de más de la mitad del producto geográfico bruto.

Este es un tema muy sustantivo, porque no es posible responder a las demandas en materias de desigualdad, combate a la pobreza, mejor distribución de ingresos, relaciones laborales más justas, acceso general –es decir universal- a una educación de calidad similar en todos los países, y atención creciente de la necesidad de salud de la población, mientras seguimos teniendo ingresos tributarios de algo así como 12 o 13 por ciento del producto interno bruto del país; eso es completamente imposible. El tema del fortalecimiento del Estado está al centro de todo esto. Si creemos que el gran tema es la desigualdad, como se dijo hace dos días atrás en un seminario de la Comisión Económica para América Latina, pues entonces tenemos que combatirla con políticas públicas. Si una cosa demuestran los hechos de los últimos años, es que el mercado no basta para resolver el problema de la desigualdad; por el contrario, en algunos casos incluso opera para acentuar la desigualdad y no para desminuirla. Ese es un tema muy central.

El segundo tema, el de la exclusión social, creo que es la otra cara de la moneda. Hay un conocido politólogo –yo estaba convencido que era francés, pero es norteamericano- llamado Charles Tilly, al cual conocí hace muchos años atrás en la Universidad de Michigan donde este hombre estudiaba con gran entusiasmo los movimientos sociales franceses. El escribió un libro muy interesante sobre la democracia donde señala que no puede hablarse de democracia cuando se está en un sistema de castas, en un sistema en que los ciudadanos nacen, viven y mueren en la misma clase. La India era el caso paradigmático, pero no cabe duda que nuestros Estados adolecen de estratificación social o congelamiento de estratificación social, que no es precisamente lo que uno imaginaría que debe ocurrir en un Estado democrático o en un Estado de ciudadanía –como lo llama el libro-, o de igualdad de oportunidades. Hoy en día la desigualdad -me refiero más a la desigualdad que a la pobreza, creo que el término de desigualdad es más abarcador- no dice relación solamente con el ingreso monetario, con lo que la gente gana, sino que dice relación con el acceso a los servicios públicos, es decir con la calidad de educación que reciben unos y otros, con la calidad de salud y con la calidad de seguridad pública que tienen, y que es posible clasificar perfectamente dentro de las políticas sociales, porque la población también pide seguridad, pero en muchos países de nuestra región hay situaciones en que los policías privados son mucho más efectivos y numerosos que los policías públicos.

El otro día, en una reunión de un país centroamericano –creo que era Panamá– un Presidente decía que en Centroamérica había un policía por cada tres guardias privados. No cabe duda que la seguridad es un problema -voy a hablar de él a continuación-, pero el tema es que ante ese problema, como ante el problema de la educación, como ante el problema de la salud y el problema del empleo, somos desiguales desde el nacimiento hasta el fin de nuestros días, y eso ciertamente es un enorme desafío a la democracia.

También la seguridad pública es un enorme desafío de la democracia, tema del cual hablábamos bajito hasta hace unos pocos años atrás, pero del cual ahora hablamos más fuerte. No es igual en todos los países, seamos justos; tenemos que ser cuidadosos con la situación de alarma pública que sí existe en todo el continente respecto al tema de la seguridad, porque aquí hay un fenómeno objetivo y un fenómeno subjetivo. Si ustedes miran la famosa encuesta Latinobarómetro donde se le pregunta a los ciudadanos cuál es el principal problema de su país, en la mayoría de los países los ciudadanos ponen el tema de la seguridad pública como el primer y principal problema. Entre los países que ponen la seguridad pública como el primer problema, se incluyen los dos con la tasa de homicidio más baja de la región, lo que demuestra que aquí hay un elemento terriblemente subjetivo que hace que, incluso allí donde no hay demasiados problemas de seguridad, esto sea visto como un tema fundamental. Esto lo digo para señalar que en este caso no hay que hablar nunca de manera general sin hacer la prevención. Pero, de manera general ahora, esta es una de las regiones con la tasa de criminalidad más alta en el mundo; según los expertos aquí ocurren al menos dos de cada tres secuestros que se producen en el mundo entero, es decir el 70 por ciento de los secuestros en una región que tiene el 8 por ciento del territorio mundial y que, en el tema del crimen organizado, ostenta el fenómeno de la presencia creciente de bandas criminales que intervienen en la seguridad y la política. Recordando nuevamente a Charles Tilly, es difícil hablar de democracias cuando existen grupos en la sociedad que no respetan la legalidad y se rigen por sus propias leyes.

Estos son los temas entonces que nosotros consideramos como algunos de los desafíos de la democracia. No incluye todos los desafíos de la democracia, pero son los que se han elegido en este informe y en este libro, para tratar de manera sustantiva el tema de la democracia, la fiscalidad, la desigualdad, y la criminalidad.

Quiero decir que cuando existen los niveles de criminalidad que hoy tenemos es difícil hablar de los derechos humanos, si acaso el respeto a la vida, que es el respeto humano fundamental, no está suficientemente garantizado en nuestros países.

Espero que este libro constituya una contribución importante a estos temas; quiero decir que, nuevamente con el apoyo del Instituto Federal Electoral, este año vamos a continuar este esfuerzo con un tercer informe, que va a seguir de manera mucho más precisa cada uno de los contenidos de la Carta Democrática Interamericana, y esperamos hacer una contribución sustantiva al respecto. Esto no significa, por cierto, que estemos transformando la Organización de los Estados Americanos en un “think tank”; es más bien una forma de estudio, y por esa razón es que queremos referirnos -en los informes de este año- mucho más a lo que son nuestras propias experiencias en materia de democracia. Se ha hablado mucho del tema de Honduras; lo que se sabe menos es que en estos últimos años hemos estado presentes en toda la región cada vez que hemos sido convocados por alguna amenaza o algún riesgo de crisis de la democracia. En general ese trabajo ha sido exitoso, lo cual nos está demostrando que si difundimos la idea democrática, si contamos con instrumentos de prevención cada vez mejores, no tendremos que preocupamos mucho más de cómo castigar a un país cuando se rompe la democracia, porque habremos previsto los problemas que se están produciendo. Creo que seguir por ese camino es la mejor manera de establecer la democracia.

Termino con una nota de optimismo. Creo que lo que ha pasado aquí en los últimos meses, y lo que ha pasado en varios países de América Latina, es lo que yo espero que pase en Guatemala hacia fin de año, con todas las dificultades que existen, y que pase en Nicaragua hacia fin de año, y que pase el próximo año en México y en Argentina y en tantos otros países. Ese fenómeno está poniendo a la región de América Latina y el Caribe, a las Américas en su conjunto, como una de las regiones mas democráticas del mundo. Nos falta avanzar mucho todavía, pero si ustedes miran lo que hemos hecho en las ultimas décadas y lo comparan con lo que había en los años sesenta y setenta en materia de situación política en nuestra región, no cabe duda que hemos tenido progresos inmensos que hay que celebrar. Hay que celebrar la democracia, hay que cuidarla, y una forma de hacerlo es poniendo de manifiesto cuáles son sus falencias y cuáles son sus problemas para saber combatirlos.

Muchas gracias.