Discursos

JOSÉ MIGUEL INSULZA, SECRETARIO GENERAL DE LA ORGANIZACION DE LOS ESTADOS AMERICANOS
PRESENTACIÓN DEL LIBRO SOBRE FRANCISCO BILBAO

5 de mayo de 2008 - Santiago, Chile


En 1998, siendo Canciller, me correspondió el honor de recibir en el antiguo Salón de Honor del Congreso Nacional, los restos de Francisco Bilbao cuando fueron repatriados desde Argentina. En ese momento, después de un largo exilio, Chile recuperó lo que quedaba de su cuerpo. Pero faltaba y todavía falta mucho por hacer en el terreno de recuperar y divulgar su obra. Es por ello que me resulta particularmente grato ser parte de este esfuerzo encaminado a terminar con el “exilio interno” de Bilbao, de recuperarlo para nuestro país.

Se trata de un esfuerzo cuyo mayor mérito recae en el autor de esta tan completa recopilación, el joven profesor José Alberto Bravo a quien felicito, pero también en la Editorial Cuarto Propio y en el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes. Este último, al promover obras como ésta, justifica plenamente su existencia y valida la función de promoción cultural que corresponde al Estado. Por otra parte quiero decir que no me extrañan nada los agradecimientos que el propio editor hace, en la presentación del libro, a Juan Agustín Figueroa. Creo que Juan Agustín representa lo mejor de una tradición chilena de búsqueda de la verdad, la razón y el conocimiento y que no podía estar sino detrás de un esfuerzo como este.

Pensaba, mientras revisaba este hermoso libro, en la paradoja que a tanta gente le “suene” el nombre de Bilbao, que haya tantas calles en nuestro país que lleven su nombre, que en suma resulte alguien tan familiar para la gente común y, sin embargo, su obra o los hechos que dieron sentido a su existencia sean tan poco conocidos. Luego he llegado a la conclusión de que no es tan raro. Es natural que Bilbao, que realmente consagró su vida a los pobres, al “roto” como se definía a sí mismo, “suene” en el mundo popular: hasta hace poco existían -no sé si aún perduran- sociedades de socorros mutuos o “mutuales” que llevaban el nombre de Bilbao, asociaciones obreras con su nombre y una célebre sociedad de artesanos que también llevaba o lleva su nombre. Y no es extraño tampoco que su vida y su obra no hayan sido rescatadas por la sociedad chilena mientras perduró en ella el dominio social de aquellos a quienes Bilbao fustigó con su vida y con su obra escrita.

Para mí Bilbao fue y será siempre el paradigma que quería imitar en mi juventud y que ahora, ya no tan joven, quizá no esté dispuesto a imitar pero al que sigo admirando profundamente. Bilbao vivió muchas vidas y todas fueron admirables. Para un hombre que murió recién cumplidos los cuarenta y tres años, parece exagerado el recuento de actividades en las que participó y que lo llevaron a ser protagonista directo de algunas de las más interesantes aventuras de su tiempo. Estuvo en las barricadas en el alzamiento popular de París en 1848. Creó y dirigió en la práctica la organización de masas más poderosa de su época en Chile y cuando ésta fue disuelta por la autoridad y sus principales dirigentes encarcelados o desterrados, él pasó a la clandestinidad de la que salió sólo para ser protagonista del levantamiento encabezado por el coronel Pedro Urriola durante el cual, sable en mano, asaltó el cuartel de Artillería de Santiago. En Perú, en donde se refugió a continuación, fue encarcelado primero y expulsado luego por crear una organización de jóvenes antiesclavistas, pero regresó clandestino para plegarse a la insurrección del mariscal Castilla en cuyo curso, esta vez fusil en mano, asaltó el palacio de gobierno en Lima; ahí mismo en Perú es decisivo en la abolición de la esclavitud. Obligado a volver a Europa, organiza allí un Congreso para promover una Federación de repúblicas latinoamericanas. De ahí vuelve a América Latina para convertirse en agitador y publicista de la idea de la unidad nacional en Argentina. Sólo la pulmonía logró detener la incesante actividad de un luchador que fue hasta el fin de sus días un hombre de acción.

Pero Bilbao fue también un intelectual. Y un poderoso intelectual porque sus estudios, reflexiones y escritos tuvieron siempre la virtud de incidir directamente en la realidad que lo rodeaba. A los veintiún años su ensayo “Sociabilidad Chilena” literalmente estremeció a la sociedad chilena. Por ese sólo texto se le persiguió y no fueron los círculos académicos los que polemizaron con él, sino directamente quienes detentaban el poder social. Por ese ensayo, por la sola divulgación de un pensamiento, se le condenó en un tribunal civil bajo el cargo de blasfemo e inmoral, se prohibió la circulación de la revista en que el texto había sido publicado, se ordenó quemar “por mano de verdugo” los ejemplares existentes y se le expulsó del Instituto Nacional donde estudiaba.

A partir de ese momento y hasta el instante de su muerte, tampoco se detuvo una obra intelectual que lo llevó, el resto de su vida, a ser inevitablemente víctima de los intolerantes de todo signo. En Perú fue encarcelado por un tribunal de la Inquisición por sus planteamientos antiesclavistas. En Buenos Aires debió renunciar a la redacción del diario El Orden porque le prohibieron publicar un artículo. Su extensa producción, bien recogida en el libro que presentamos hoy, es fiel reflejo de las inquietudes intelectuales de Bilbao pero sobre todo de sus ideales. La abrumadora mayoría de sus textos están dedicados a exponer sus ideas. Su obra intelectual, en suma, fue para él otro instrumento de lucha, como el sable que empuñó en Santiago o el fusil que blandió en Lima.

Bilbao se consideraba a sí mismo un revolucionario y yo creo que de verdad lo era. No un revolucionario en el sentido que la expresión asumió durante el siglo XX, sobre todo luego de la revolución rusa, sino un revolucionario, un subversivo en el sentido de ser un promotor de la igualdad; una lucha incesante e justicia, desde la esclavitud a la pobreza, y que siempre creyó que había que actuar para terminar con ellas, no sabía mucho como hacerlo pero luchó por conseguirlo.

Algunas de las injusticias contra las que luchó ya se han superado y hay otras con las cuales aún es necesario seguir luchando. En su ensayo sobre “Sociabilidad Chilena” criticaba la censura, que la Constitución de entonces dejaba en manos de la Iglesia Católica. Criticaba la situación de esclavitud de la mujer en el matrimonio, también criticaba el voto en una época exclusivamente masculino y censitario, promovió la igualdad de la mujer y los derechos políticos de las etnias originarias.

Y otra causa por la que luchó sin renuncias de ningún tipo fue la libertad: la suya personal y la del pueblo a cuya causa se había entregado. En realidad para él la libertad y justicia iban de la mano. Propugnaba la libertad de comercio, de industria, el acceso popular al crédito y la iniciativa privada. Pero, igualitario y fraternal, rechazaba la idea de libertad como exclusivo individualismo. Por ello pretendía complementar lo que definía como “liberalismo individualista sajón”, con elementos morales y solidarios.

Y sobre los principios que orientaron su vida sólo puedo decir que son los mismos sobre los cuales he orientado y quiero seguir orientando mi propia vida y mi actividad pública. Son los principios que se obligaban a respetar los miembros de la Sociedad de la igualdad y que ustedes van a encontrar muchas veces en el libro, pero que no puedo dejar de repetir aquí: 1) ¿Reconocéis la soberanía de la razón como autoridad de autoridades?, 2) ¿Reconocéis la soberanía del pueblo como base de toda política?, 3) ¿Reconocéis el amor y fraternidad universal como vida moral?

Por eso que Bilabo es para mí como un paradigma, que quise imitar en mi juventud y al que admiro hasta hoy. Y es que para mí, entonces cuando era joven y ahora que ya no lo soy, Bilbao es el paradigma del izquierdista. Fue conociendo y admirando a gente como él que me hice izquierdista en mi juventud y sigo siendo izquierdista hoy día. Desde Garibaldi a Emiliano Zapata o el Che Guevara y desde Bertrand Russell a Einstein o a Sartre, el pensamiento y la acción contestataria han producido gente admirable.

Uno puede estar en desacuerdo o más o menos con las acciones de algunos de ellos, pero los métodos o las acciones de muchos de ellos quizá esté en desacuerdo, pero no puedo dejar de admirar el ejemplo de sus vidas porque se trata de personas que, como Bilbao, nunca dejaron de sentirse escandalizados por la injusticia y la desigualdad y nunca se cansaron de combatirlas.

Por eso es que me alegra tanto que este libro de José Alberto Bravo haya sido una contribución. Bilbao, su vida y su obra, van a servir de ejemplo para todos los que en tiempos de duda siguen buscando formas de cambiar al mundo.

Muchas gracias