Discursos

JOSÉ MIGUEL INSULZA, SECRETARIO GENERAL DE LA ORGANIZACION DE LOS ESTADOS AMERICANOS
JUNTA INTERAMERICANA DE DEFENSA Y COLEGIO INTERAMERICANO DE DEFENSA, ALUMNOS CLASE 47.

16 de noviembre de 2007 - Washington, DC


Este curso, que ya se acerca a los cincuenta años de existencia, es una genuina expresión de la importancia y, sobre todo, de la permanencia en el tiempo de las instituciones de nuestro Sistema Interamericano. Habitualmente escuchamos voces respecto de nuestro sistema, de las muchas dificultades que enfrenta, de sus limitaciones, por la enorme variedad de países que la componen en cuanto a su fuerza, su tamaño, su economía, su población, y muchas veces nos preocupa el estado de nuestro sistema. Creo que es importante recordar que este es el sistema político internacional más antiguo del mundo.

Nos aprestamos el año 2010 a realizar una ceremonia simbólica que es celebrar los 100 años de nuestro edificio, la casa de las Américas que está ubicado en el centro de Washington. La Unión Panamericana nació unos pocos años antes que eso. La Unión Panamericana y su sucesora, la Organización de Estados Americanos, tienen más de 100 años de vida, y eso es algo que tenemos que recordar. Por alguna razón estamos trabajando juntos desde hace tanto tiempo, y es porque tenemos intereses y visiones comunes en muchos aspectos entre nuestros países. Eso es lo que debe predominar por sobre los asuntos coyunturales o problemas que a veces surgen entre los países. Hoy, en América, existen distintas visiones de la mejor manera de llevar adelante el desarrollo, de consolidar la democracia, de fortalecer nuestra lucha por los derechos humanos, de mejorar sustantivamente la seguridad de nuestros ciudadanos los cuales enfrentan duras pruebas. Tenemos diferencias pero, repito, tenemos cien años de vida en común.

La Unión Panamericana tuvo Secretaría Permanente desde 1910, y tenemos aquí un conjunto de instituciones. Creo mucho en las instituciones, creo que cuando los pueblos por mucho que tengan una vocación democrática, muchas veces tienden a salirse de sus marcos cuando no gozan de instituciones sólidas, y nosotros hemos construido instituciones. Existen instituciones que son más antiguas que la OEA (la OEA acaba de celebrar 60 años el 2008) como la Organización Panamericana de la Salud, la Organización Panamericana de Mujeres, el Comité Jurídico Interamericano, el Instituto Indigenista Americano y al Instituto Interamericano del Niño, que a tono de los tiempos se llama “Instituto Interamericano del Niño, la Niña y Adolescentes”.

Este mismo Colegio tiene ya casi cincuenta años, y de todas esas instituciones afianzamos nuestra fe en el sistema. También en los conceptos y normas que aún están vigentes y que rigen entre nosotros, las ideas de protección de los derechos humanos, la defensa de la democracia, de solución pacífica de controversias, el libre comercio en la región, de igualdad jurídica de los Estados y el principio de no intervención. Todos estos conceptos desarrollados mucho antes de que fueran reconocidos como principios en otras regiones del planeta.

Hay muchas cosas que nos enorgullecen, por ejemplo, que la Convención de Naciones Unidas sobre los temas de la corrupción haya sido apoyada mucho después de la de la OEA. Existe una cantidad de otros tratados que han sido aprobados en la OEA mucho antes que fueran sometidos a las Naciones Unidas. Sin lugar a duda, nuestra Organización es una organización multilateral con características únicas: en nuestra Organización convive una potencia mundial, miembro permanente del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Espero que sigan ocurriendo la aprobación de tratados durante varias décadas porque es una Organización que, en la defensa de determinados principios, ha marcado períodos importantes.

Somos una Organización que ha vivido con una preocupación principal por la democracia, fue la primera que la proclamó en 1948 como aspecto constitutivo en su Carta. Hay que reconocer de inmediato que a lo largo de su primera etapa, la OEA se desvió de su principio principal fundamental de su constitución, postergándolo en virtud de las necesidades estratégicas de la “Guerra Fría”, en beneficio de otros objetivos. Muchas veces los elementos democráticos fueron postergados en provecho de políticas que avalaron regímenes que no eran propiamente elegidos democráticamente y que violaron los derechos humanos y libertades fundamentales. Tal como la Guerra fría este período quedó definitivamente en el pasado.

Hoy casi después de dos décadas de esta nueva fase, de este nuevo período, la OEA vive una nueva etapa. Se inauguró en 1991 con la Resolución 1080 conocida como “Compromiso de Santiago”, que estableció mecanismos de reacción mucho más claras de los Estados Miembros ante la interrupción del proceso político institucional democrático. Luego el protocolo de Washington, que no todos los Estados han suscrito, es un elemento central que incluye la posibilidad de la suspensión de derechos de los Estados Miembros a todo aquel que experimentase el derrocamiento por la fuerza de gobiernos democráticamente constituidos. Finalmente, esta secuencia durante la década fue consolidada en la llamada “Carta Democrática Interamericana”, la expresión más elevada de la voluntad de convertir a la OEA en un instrumento de protección de la democracia.

Creo que es importante en los días que hoy vivimos referirnos a esta Carta que tiene una pequeño peculiaridad. Primero, la carta reconoce como tema central de la democracia las elecciones democráticas, en esto hemos aprendido todos lecciones. Cuando yo era joven se hablaba mucho de la democracia formal, la democracia real que ciertamente, como está dicho en la Carta, forman parte de la democracia o se asocian a ella. Pero la democracia se sustenta con elecciones libres, el pueblo elige a sus gobernantes y toman sus grandes decisiones por mayoría y la verdad, es que este aspecto se ha ido consolidando muy sustantivamente en las Américas.

Nosotros, en los últimos quince años, hemos observado más de 130 elecciones democráticas. La mayor parte de ellas han cumplido con las reglas normales de las elecciones democráticas, que no son perfectas desde luego, siempre van a haber reclamos, siempre va a haber gente que no va ir a votar. En algunos países hay dificultades para la inscripción, en otras partes se crítica que el gobierno interviene, pero en lo general y en términos relativos como deben ser estas cosas, si se compara con el desarrollo de la democracia en otras partes del mundo, no cabe duda que las democracias latinoamericanas han dado en las últimas dos décadas pasos gigantescos. Sin ir más lejos, en los últimos dos años más de la mitad de los gobiernos de la región han cambiado o reelegido sus gobiernos de manera democrática. La mayor parte de esas elecciones las hemos observado nosotros y han sido elecciones limpias y claras, el que gobierna es el que ganó las elecciones democráticas, más allá de que a algunos les guste más o les guste menos los gobernantes que tienen, lo cual también es un derecho muy legítimo de la democracia.

Inmediatamente después de esta condición de origen, la Carta Democrática Interamericana agrega otros temas que la ponen muy en el centro de un debate teórico que ha surgido muy recientemente en los últimos años. Está claro que las elecciones son una condición de la democracia, condición absolutamente indispensable, no hay democracia sin elecciones. Pero también está claro que la democracia no es solamente elecciones, la democracia a través de las elecciones tiene que dar curso a gobiernos que respeten un conjunto de normas que son consensuales, básicas de la democracia moderna y que responden a un deseo muy profundo de nuestros pueblos.

Con esto se abre un debate, y el que inauguró este debate en un período más moderno, o lo planteó de una mejor manera, es el actual director de la revista Newsweek, Farid Zakaría, que hace unos diez años escribió un artículo bastante conocido intitulado “The raise of ilebaral democracy”. Publicó un libro sobre el tema después, en que se hace una pregunta que todos nos hacemos ¿Qué pasa si la mayoría, por mayoría y en decisiones legítimas, tomada por sus órganos constitucionales, de acuerdo a la Constitución, decide reprimir un conjunto de libertades democráticas? ¿Qué pasa si la mayoría decide entregar poderes a sus gobernantes para que pasen a llevar una cantidad de instituciones de la democracia? Es un tema complejo el cual no se encuentra resuelto.

Nuestra Carta Democrática Interamericana, sin embargo, tiene una ventaja que las normas son dogmas. Las normas explicitan como las cosas son para este grupo humano y en nuestra Carta Democrática Interamericana se lee que la democracia es un régimen constitucional de democracias representativas, de Estado de Derecho. Se refiere de alguna manera a cuales son las alternativas, si no es el gobierno de las leyes es el gobierno de personas el cual no responden sino ante si mismas. El Estado de Derecho significa una república de leyes, que es en acuerdo con la Carta Democrática Interamericana, en acuerdo con lo que nuestros gobiernos suscribieron. Es la opción clara que se tomó por nuestros líderes y eso es parte intrínseca de la democracia. Esto es tan importante como las elecciones.

Tan importante como las elecciones es la independencia de los poderes públicos, el régimen plural de partidos, el gobierno transparente y responsable, la subordinación a la autoridad legítima, y el respeto a los derechos fundamentales de la ciudadanía: derechos humanos, libertad de expresión y de prensa y participación ciudadana. En la discusión de si restringimos, como lo termina sugiriendo Zakaría, “democracia solamente a las elecciones” y usamos otros términos, libertad, libertades públicas, libertades fundamentales para el resto, la Carta Democrática Interamericana firmada por todos los países miembros de la OEA en el día terrible y solemne del 11 de septiembre de 2001, se adhiere claramente a una interpretación, y esa interpretación es que la democracia tiene todas estas cosas, tiene todos estos contenidos.

También hace la Carta una relación entre democracia y desarrollo económico y social como aspectos interdependientes que se refuerzan mutuamente y señala otra cantidad de aspectos como la pobreza y el analfabetismo. El compromiso de los gobiernos a promover y observar los derechos económicos y sociales, respetar los derechos de los trabajadores, de las mujeres, pero no llega hasta el punto de decir, porque no se quería caer en la discusión entre la “democracia real” y la “democracia formal”, que tanto daño nos hizo por los años ’60. Lo que dice es que esos aspectos están muy asociados íntimamente al concepto de democracia. La Carta Democrática Interamericana, a mi juicio, reserva un espacio fundamental para los aspectos de ciudadanía política y ciudadanía social.

Hemos avanzado mucho respecto de las elecciones y hemos avanzado menos desde el punto de vista de las instituciones. Si a mi me preguntan: “¿Cuál es el principal problema de la democracia en América Latina?” No tiene que ver con el problema de las elecciones, la gente va a votar y además los sistemas electorales generalmente son más transparentes, muchas veces son constituidos por los mismos ciudadanos. Cuando en un país diez mil ciudadanos participan en tomar el voto de los demás, los fraudes son cada vez más difíciles, es muy difícil cometer fraudes masivos a vista y paciencia de todo el mundo. No han sido denunciados recientemente por lo demás, pero no cabe duda que desde el punto de vista de las instituciones de la democracia tenemos aún mucho que avanzar. Tenemos que avanzar todavía en la separación de poderes y en el respeto de las minorías.

Hace unos días atrás alguien me leyó una carta a raíz de que había leído un discurso que yo hice hace tres años, cuando cumplí diez años como ministro en Chile. En aquella ocasión, dije, entre otras cosas, que “la oposición es lo que legitima al gobierno”. A la persona le pareció un concepto muy avanzado, no, es un concepto muy tradicional de la democracia, lo que legítima a la democracia. Lo que legítima a la mayoría es la existencia de una minoría, y el respeto de esa minoría, eso es lo que les da legitimidad para gobernar. Lo que legitima a un gobierno no es el poder que ejerce, es el respeto por las instituciones que heredó, que recibió. “¿Las puede transformar?” Sí, las puede transformar, hay procedimientos constitucionales para transformarlas, pero lo esencial es que la democracia tiene que significar grados importantes de estabilidad institucional y las transformaciones constitucionales deberían producirse o reflejar fundamentalmente un consenso importante en la ciudadanía respecto de la forma en que quiere transformar la institucionalidad en su país, y de eso, reconozcámoslo, nos falta bastante.

Tenemos democracias sólidas desde el punto de vista de su generación, democracias algo más complicadas desde el punto de vista de su desarrollo institucional. Y lo grave es que esto se produce en un universo, en un mundo, en una región en la cual no solamente se enfrentan muchos cambios, sino que los cambios son necesarios porque América Latina enfrenta dificultades serias y creo que es importante recordarlas en el contexto que se dan hoy día.

Empecemos por tres cosas buenas. Primero, tenemos crecimiento económico desde hace cinco años. No habíamos tenido mucho en los años anteriores, en la década de los ’80 y los ’90, América Latina y el Caribe tienen la característica de ser la región del mundo que menos creció. El Producto Bruto de América Latina del año 2000 es el más parecido al de los ’80 de cualquier región del mundo y no estoy excluyendo a regiones del mundo desarrollado. El mundo en desarrollo generalmente cuando crece, lo hace más rápido, tiene un espacio mucho más grande para crecer. En este país la economía suele crecer un 3 o 2%, 4% es esplendido, 2% ya es muy bueno. En Europa sucede lo mismo, porque tienen una infraestructura, un desarrollo muy grande, las cifras de crecimiento no pueden ser de la magnitud de lo que son en países en desarrollo. Sin embargo, nosotros crecimos menos que los países desarrollados, mucho menos que el Asia, desde luego, incluso menos que regiones de África, si bien algunas regiones de África crecieron tan poco como nosotros, y eso explica muchas cosas, como lo vamos a ver después. Eso explica muchas discusiones teóricas respecto de los modelos, tanto liberales como neoliberales, el problema es tan simple como decir “mire, se hicieron muchos cambios, se hicieron muchas transformaciones, tal vez den frutos en el futuro, pero en el presente en que vivía la gente en los años ’80 y los ’90 las economías no crecieron, incluso en algunos países francamente retrocedieron”.

Segundo, hay países en nuestra América que tienen ingresos per cápita menores que los que tenían en esa época, Haití es el caso más emblemático. Ahora ¿estamos creciendo comparados con China y con la India? No, pero comparados con nosotros mismos, con América Latina, en los últimos cinco años América Latina ha crecido más que en los quince anteriores, y eso es una cifra importante. Ha disminuido la deuda, la mayor parte, no todos por desgracia, de los países no tienen los déficits fiscales que tenían antes. Desgraciadamente algunos se exceden en el gasto que tienen que realizar y eso les augura malos resultados más adelante, pero en general las economías de América Latina son hoy día mucho más sólidas.

Tercero, en el día de ayer, la CEPAL acaba de entregar sus cifras sobre desarrollo social y nuevamente la pobreza ha bajado, poco para lo que tenemos. Cuando uno tiene más de 200 millones de pobres decir que ha bajado en los últimos seis años algo así como un 10% parece poco. Son como 25 millones solamente, pero son 25 millones de pobres menos que los que lo que había hace cinco años atrás y también un número importante de indigentes menos. Los indigentes disminuyen más que los pobres como reflejo del problema real que tenemos que a mi juicio no es tanto pobreza sino desigualdad.

Tenemos entonces un continente con crecimiento económico y bastante dinámico al definir políticas económicas que algunos gobiernos toman, pero eso no oculta la realidad desconcertante de las asimetrías que siguen existiendo en el continente, ya que las cifras son desiguales entre los diferentes gobiernos. Esta baja de la pobreza tiene que ver con la baja de la pobreza en algunos países pero, en función de las medidas que se tomen el crecimiento económico y la recuperación económica la pobreza tiende a disminuir, y esa es una buena situación. Al mismo tiempo, la encuesta Latinobarómetro dice que en muchos países la gente no cree mucho en la democracia, para explicar esto, felizmente, escucho la radio en las mañanas y puedo comparar a veces con las cosas que pasan aquí.

Ayer, una emisión radial daba cuenta de una extraña encuesta que habían hecho en este país, en que le preguntan a la gente una pregunta tramposa, pero más de la mitad de la gente dice que si le pagaran un millón de dólares dejarían de votar para siempre, estarían dispuestas a firmar un papel renunciando a su derecho a voto para siempre. Por cierto el locutor estaba horrorizado con esta realidad. En este país todavía hay gente pobre, quieren vivir mejor. En América Latina hay mucha gente que vive en la pobreza y su primera prioridad es vivir mejor, vivir mejor en un continente en el cual no debería haber tantos pobres porque, mal que mal, nosotros no somos un continente pobre. América Latina y el Caribe tienen un ingreso per cápita que es parecido al promedio mundial, sumandos desarrollados y en desarrollo, es como quinientos dólares menos que la media mundial, como 2500 más que el promedio de África y bastante más que los países pobres de Asia también.

Algunas cifras de desarrollo humano son mejores incluso que las de Europa Oriental, entonces, un continente que se encuentra en esta situación de promedio ¿por qué tiene que tener 40% de pobres? La cifra de la CEPAL tiene una particularidad, es la cifra del 2006, el porcentaje de pobres del 2006 es menor que el de 1980. Por primera vez, nos demoramos 26 años en rebajar el porcentaje de pobreza de 1980, lo cual nuevamente explica muchas cosas, la gente entiende mucho mejor lo que pasa. No hablo de países en particular, hay países en los cuales esto fue distinto, hay países en que la pobreza disminuyó efectivamente, pero en general, esa es la realidad de nuestra América Latina. Hay un número muy importante de pobres y un número no despreciable de indigentes, cerca de 16%, 17%, repito, en un continente donde el problema no es la pobreza.

¿Cuál es el problema? El problema es la desigualdad, hay un grupo muy importante de gente que recibe una parte muy baja del producto bruto mientras que una porción muy pequeña 2% a 3% se llevan a su casa cerca del 40% del Producto Geográfico Bruto. Es precisamente ahí donde va nuestra trilogía virtuosa, crece la economía, hay democracia y parece que hay menos pobreza, pero nos juega en contra porque la gente pregunta: “¿Por qué mi ingreso tiene que ser tan bajo, aunque no sea pobre, en un continente que tiene condiciones para darme algo mejor?”

Cuando la mediana del ingreso se sitúa por el 10%, es decir, el ciudadano de un país que está al final del 10% superior ya está ganando el promedio o menos, ciertamente ya hay mucha gente descontenta, y uno pide a que la democracia le haga justicia. Un amigo en Chile siempre decía “nos ha ido bien, la pobreza es menor”. Creo que hay una mejor distribución del ingreso, más allá que hay mucha discusión sobre las cifras, pero me decía hace más de una década que “el problema que tenemos nosotros es cuando crecemos al 7%, porque la gente pregunta ¿mi 7% dónde está? Alguien se está quedando con mi 7%” y estoy hablando de un país en que el salario real crece menos que el Producto Interno Bruto. El promedio de crecimiento del salario es menor que el promedio del crecimiento de la economía. Por lo tanto, alguien se está quedando con esa diferencia y eso provoca mucha irritación, mucho malestar, agravado por otros problemas, por los problemas de la vida cotidiana de los cuales menciono uno que me parece tan terrible como el de la pobreza, que es el problema del crimen.

Reconozcamos que nosotros podemos decir muchas cosas buenas y malas de nuestro continente en las conferencias internacionales, pero parece que no queremos recordar que el 70% de los secuestros que se producen en el mundo ocurren en América Latina y el Caribe, con un 8% de la población mundial y que las tasas de homicidio están cinco veces por encima de los niveles aceptables. La Organización Mundial de la Salud coloca entre cero y cinco por cada 100 mil el número de homicidios que ocurren en un país, no espera que ocurran menos. Nuestra región son como 25 y en algunos países llega por encima de 40 o 50 por cada 100 mil habitantes y si ustedes examinan con atención los datos a pesar de lo que siempre sale en televisión son los asaltos en los lugares acomodados, quien tiene más temor a la delincuencia son los sectores populares, los que conviven con ella de manera directa.

Sin ir más lejos, recuerdo que la última encuesta que leí cuando era Ministro del Interior en Chile fue hecha por Carabineros, en que se le preguntaba a la gente “¿qué es lo que más teme cuando sale de su casa?”, decían “los narcotraficantes vendiendo drogas en las esquinas”, y todos sabemos que en las esquinas de los buenos barrios no están los narcotraficantes, esos venden sus drogas en los lugares más ocultos, eso ocurre en los sectores populares. A esta mezcla de pobreza, temor, inseguridad, agrego la mezcla de lo que llamaríamos la gobernabilidad, que no tiene que ver con la calidad de la democracia, no tiene que ver con lo que plantee antes, sino que tiene que ver con la eficacia, la eficiencia, la transparencia del gobierno. Es decir, es bueno o es malo el gobierno, más allá de lo democrático que es, me resuelve o no los problemas. Nuestros Estados incluso a veces no tienen las condiciones económicas para resolver todos los problemas de la gente, no olvidemos que todas las reformas económicas de los ’80 se llevaron a cabo bajo la consigna que el Estado es parte del problema y no de la solución, eliminaron muchos servicios públicos y la gente se encontró muy desamparada.

Entonces, enfrentamos un problema en el Estado latinoamericano. Nuestro problema es de construcción institucional, no solamente de instituciones que reflejen nuestra calidad de repúblicas democráticas, sino también de instituciones sólidas que permitan gobernar, resolver los problemas de la gente. Eso es precisamente lo que dicen estos radioyentes, por lo menos dicen que con 1 millón de dólares sentirían satisfechos por no votar. Probablemente hay muchos latinoamericanos que estarían dispuestos a no votar por mucho menos que eso, digo que es una mala pregunta porque la democracia debería ser capaz de resolver esos problemas, es malo antagonizar los problemas, existe una cantidad de países que han demostrado que en las democracias se pueden construir mejores sociedades y se puede vivir mejor.

En la Cumbre Iberoamericana – desgraciadamente será recordada por otras razones – se dijo algo muy importante: cuando España vuelve a la democracia el programa de sus dirigentes era tratar de llegar a lo que las repúblicas nórdicas habían alcanzado mucho antes, en unos cincuenta años. Han pasado 25 años y España está hoy al mismo nivel de las repúblicas nórdicas por la calidad de vida, la condición del empleo, el per cápita económico ha sido mucho mejor de lo esperado. Incluso por quienes enfrentaban al pueblo con sus compromisos, se quedaron cortos incluso con los compromisos que ellos hicieron, las cosas anduvieron mucho mejor de lo que se esperaba. Es posible entonces pero eso supone un nivel de gobierno mucho mejor y cuando se dice que la democracia es sólida en América Latina, y es sólida en cuanto a las elecciones, pero si no tienen instituciones que sean capaces de responderle a la gente entonces la opción es otra.

Si no hemos de tener repúblicas de leyes, tengamos repúblicas de personas que nos resuelvan los problemas, tenemos ya un problema de populismo, es un problema de decidir si vamos a tener gobiernos institucionales o gobiernos personales. Si a mi me preguntan cuál es el principal dilema de América Latina hoy es que alguien tiene que resolver los problemas. Cuando la gente cree en las cosas mágicas, cuando la gente cree que hay personas que están dotadas de determinados poderes, es cuando les esta yendo mal. Si “superman” es un personaje de la depresión, todas estas caricaturas de superhéroes han tenido éxito como personajes de la depresión económica, cuando a los países le está yendo muy mal, y los líderes políticos tienen la tentación a veces de pasarse a llevar las instituciones surgen cuando las instituciones de la democracia no son lo suficientemente sólidas, y cuando la gente no está respondiendo a la demanda democrática de sus pueblos.

Creo que ese es el gran tema de América Latina hoy en día. Finalmente, los gobiernos que actuales van a ser juzgados por si fueron capaces de dar mayor seguridad a la gente, de otorgar más orden a sus vidas. Hablamos mucho de los pobres, pero tenemos también clases medias que les va yendo mejor, también quieren disfrutar de los bienes que han adquirido, y en condiciones de inseguridad como las que tienen no lo van a poder conseguir hacer. La pregunta va a ser si los gobiernos pudieron resolver los problemas de la pobreza, de la desigualdad, de la discriminación de géneros y de raza que es muy grande, que explica mucho la pobreza en términos generales. Si resolvieron los problemas de la inseguridad y espero sinceramente que las democracias sean capaces de enfrentar esos desafíos adecuadamente a través de una mejor institucionalización porque, de lo contrario, los liderazgos personales están al alcance de la mano para sustituirle y, probablemente, para fracasar dentro de algunos años, pero es la gran oportunidad que América Latina tiene hoy en día.

Muchas gracias