Quiero abocarme a esta conferencia con un punto de vista actual y el tema es El orden interamericano frente a los retos de la globalización: viejos y nuevos actores del orden mundial”, tema que siempre se agudiza cuando viene una Cumbre de las Américas. Y en vísperas de la próxima -la Sexta Cumbre de las Américas Cartagena de Indias, Colombia, el 14 y 15 de Abril- como muchas cosas han cambiado en los últimos años, se agudiza la discusión acerca del estado actual de las relaciones hemisféricas.
Muchas realidades y muchas percepciones han cambiado en estos países en los últimos años y ello repercute necesariamente en las relaciones hemisféricas. La crisis económica global, la llamada “gran recesión” a diferencia de la “gran depresión”, se inició en Estados Unidos y se extendió hacia Europa, donde aún parece estar en pleno desarrollo. Entretanto, las economías del Sur, que eran siempre protagonistas de estas crisis, eran las que generaban las crisis y las que sufrían los mayores daños, mostraron esta vez una sorprendente resistencia, en parte por el acertado manejo de sus economías antes y durante la crisis, y también en parte, por el fuerte aumento de sus exportaciones, no solamente a Estados Unidos y Canadá sino especialmente hacia China y otros países asiáticos.
El crecimiento de 5.9% de la economía de América Latina en 2010 y un 4,7% en 2011 -y se pronostica un buen crecimiento todavía en el año 2012- mientras otros países y regiones aún se debatían en la crisis, tiene consecuencias económicas y políticas importantes. Al mismo tiempo, el crecimiento económico y la aplicación eficaz de medidas para aliviar la pobreza, como las transferencias condicionadas y el micro crédito, permitieron reducir por primera vez en muchos años, en menos de una década, la tasa de pobreza, de 42% en 2002 a 32% en 2010. Desde luego, es una cifra aún elevada, no hay que vanagloriarse tanto de ella porque ciertamente nuestra región tiene ingresos para mas que eso. El crecimiento de los sectores medios genera nuevas demandas de educación, salud, vivienda y empleo, que los gobiernos no están siempre en condiciones de atender, especialmente en condiciones de desigualdad extremas como las que existen en la región.
Pero el resultado general de todos estos cambios es que América Latina y el Caribe, con un ingreso per cápita de más de 10.000 dólares, y progresos sociales evidentes, ya no es un continente pobre y tiene ante si nuevas perspectivas. Mientras algunas personalidades y conocidas publicaciones hablan de “la década de América Latina”, se genera en esos países una nueva asertividad y la búsqueda de una mayor integración interna y una mejor presencia internacional. Al mismo tiempo, nuevos actores globales, especialmente China y, en menor medida, la India, adquieren mayor protagonismo en los mercados de la región, aunque las consecuencias de esta presencia tengan efectos distintos en los países, vista mucho más positivamente en el Sur donde son compradores e inversionista que en el Norte donde son más bien competidores, no cabe duda que esto modifica también las relaciones del hemisferio.
La situación diferenciada de las distintas regiones del continente se ha hecho más visible. México va mejorando su crecimiento, no cabe duda, pero su cercanía con Estados Unidos, al igual que Centroamérica y el Caribe, ha tenido como consecuencia una falta de dinamismo en los procesos integradores. En el Sur, en cambio, el regionalismo ha adquirido un mayor impulso, como muestra la vitalidad creciente de la UNASUR, que aún debe expresarse, sin embargo, en una actividad comercial y económica más unificada.
En cuanto a los países del Norte desarrollado, su involucramiento con la región ha estado condicionado por la atención prioritaria que ha demandado la crisis económica y las crisis internacionales que se han sucedido en otras regiones del mundo. Irak, Afganistán, Libia, Irán, la crisis europea, Egipto y la “primavera árabe”, han sido sólo algunos de los temas prioritarios que Estados Unidos y sus aliados inmediatos han asumido en estos años, restando así atención a los procesos de cambio que tienen lugar en una región, que más allá de la retórica, nunca ha exhibido la conflictividad necesaria para adquirir el carácter de “crisis”.
La crisis humanitaria que sigue sufriendo Haití ha sido la única real alteración fuerte que esta tendencia ha sufrido por un breve tiempo. Algún conocido diplomático y politólogo americano preguntaba recientemente en una conferencia a cerca de esto de por qué no se le prestaba más atención a America Latina, guardó silencio un momento, y dijo: “bueno, ustedes tienen que entender que existen tantos problemas en el mundo en este momento,” y después de una pausa agregó: “y nosotros estamos involucrados en la mayor parte de ellos”. Y esto, ciertamente, ha tenido que ver con las relaciones.
Esta “ausencia relativa”, no es compartida por Canadá que, al contrario, ha definido a América Latina y al Caribe como prioridad de su política exterior y ha mantenido esa política. Esto ha producido un cierto distanciamiento, si uno compara con la Cumbre de Trinidad y Tobago de 2009 donde la presencia del Presidente Obama tuvo un pleno éxito en Trinidad y Tobago. El clima parecía haber cambiado por completo y todo el mundo estaba en buena disposición, incluso aquellos países que parecían más confrontados con Estados Unidos. No hubo recriminaciones sino una gran expectativa generada por la declaración del Presidente Obama, que parecía abrir paso a una nueva era, cuando dijo: “quiero hacer política con ustedes, no para ustedes”.
Han existido decisiones importantes en temas energéticos, buena cooperación en protección social, reducción de la presión sobre Cuba, y se han aprobado los acuerdos comerciales con Colombia y Panamá, aunque la demora haya sido excesiva. Pero en otros temas duros como las deportaciones, la inmigración y el contrabando de armas, ni siquiera ha existido una discusión. Sin embargo, en un tema tan crucial como el derrocamiento del gobierno de Honduras, todos los países se unieron y se actuó colectivamente, como ocurrió también en otros casos de aplicación colectiva de la Carta Democrática Interamericana.
El hecho de que haya algún grado de contradicción y de insatisfacción no puede significar, sin embargo, que las relaciones hemisféricas hayan perdido densidad o importancia. Los temas que involucran a todos los países de la región son aún numerosos, relevantes y tienen un signo generalmente positivo. La agenda continental tiene rasgos de discordia –los vamos a examinar aquí- pero también está mayoritariamente compuesta de desafíos comunes.
El continente americano se acerca ya a los mil millones de habitantes, 935 millones en 2010, aproximadamente dos tercios de ellos en América Latina y el Caribe y un tercio en América del Norte. La relación económica es inversa: más de tres cuartos del PIB del hemisferio está en Estados Unidos y Canadá. Aunque la crisis económica y el crecimiento de algunas potencias emergentes han tenido un impacto en esa cifra, América del Norte sigue siendo un 27% de la economía mundial y mantendrá su importancia por mucho tiempo. Los temas de debates teóricos importantes de los analistas sobre la decadencia, tienen un interés desde ese punto de vista, pero no sirve para hacer política. América del Norte sigue siendo más del 25% de la economía mundial.
Estados Unidos va dando muestras de una recuperación, en enero recién pasado, tuvo la producción industrial más alta de los últimos meses y la economía creó 170.000 empleos nuevos. Tres de los países de la región después de México, Canadá, Brasil y Venezuela figuran entre los quince primeros socios comerciales de Estados Unidos. Cuando se amplia el examen a treinta socios, se agregan cinco más: Argentina, Chile, Colombia, Perú y Venezuela. Que los ocho países más grandes de la región estén entre los treinta primeros socios comerciales de Estados Unidos ya muestra la necesidad de reconocer la importancia de esta región para la recuperación económica de este país.
Pero la cifra agregada -siempre que se habla de socios comerciales se suman importaciones y exportaciones- sólo cuenta una parte de la historia; las cosas se ven mucho mejor si hablamos solamente de las exportaciones de América del Norte hacia el resto de la región. Cuando la lista se ordena por importaciones norteamericanas aparecen otros, que le venden más a Estados Unidos que varios latinoamericanos, pero le compran mucho menos.
América Latina es, por encima de Asia, el principal mercado de exportaciones de Estados Unidos, y si bien es cierto que México responde bastante más de la mitad, más de 60% de esas exportaciones, México es un país de America Latina también y repito- como algunos otros- compran suficientes productos norteamericanos como para figurar de los primeros de la lista. Ni Estados Unidos ni Canadá tienen que preocuparse de una balanza de pagos altamente desequilibrada, porque los latinoamericanos están entre los países que más productos norteamericanos compran, incluso a pesar de tener una menor población que la de otros socios calificados habitualmente de “estratégicos”.
Basta comparar, lo que países como la India, Rusia, Pakistán o Japón, con sus tamaños de población, compran en Estados Unidos, con lo que les compran Argentina, Chile, Brasil o Colombia. Desde luego, México compra bastante más productos norteamericanos que China, y varios otros países compran más productos que India, con una población varias veces menor. Todo esto da cuenta de una relación bastante más sana e importante de la que los países de Norteamérica tienen con otras regiones del mundo.
Es preciso matizar estas afirmaciones refriéndonos al comportamiento distinto de las regiones. Tanto América del Sur como Centroamérica tienen un muy importante comercio interno, como lo tienen los países de la zona NAFTA. México exhibe cifras mayores; Centroamérica y el Caribe también tienen una alta concentración, aunque algunos países muestran recientemente una diversificación más interesante. Pero ello no cambia el hecho de que todos los países más grandes de América latina estén entre los primeros socios comerciales. América Latina y el Caribe envían el 40% de sus exportaciones totales a Estados Unidos y reciben de ese país el 30% de sus importaciones.
Por cierto, no olvidamos las ventajas que obtienen nuestros países, apoyadas por los Acuerdos de Libre Comercio que se han suscrito y los tratos preferenciales acordados a Haití y los demás países del Caribe. Si bien la composición todavía es a los commodities y no cabe duda que la cantidad de bienes manufacturados y servicios que América Latina y el Caribe venden a Estados Unidos y Canadá a pesar de esto es mucho mayor de la que venden a cualquier otra región, aunque aún menor si se compara con el comercio intrarregional latinoamericano.
Es interesante también hacer una referencia al comercio de energía. Canadá, México y Venezuela son junto a Arabia Saudita, los mayores proveedores de petróleo de Estados Unidos. Pero también Ecuador es el sexto, Colombia el octavo y Brasil el duodécimo. Entre todos los países de la región está el 53% de las importaciones de petróleo de Estados Unidos. Estados Unidos y Canadá producen la mayor parte del gas natural que consumen, pero Trinidad y Tobago es el principal proveedor externo.
Si el discurso se amplía a otros recursos estratégicos, un tercio de la suma de petróleo, gas y minerales estratégicos que este país importa viene de América Latina y el Caribe, un 30% más proviene de Canadá. Eso hace aún más notable que, siendo latinoamericanos y caribeños los mayores proveedores de esos commodities indispensables para la producción norteamericana, la balanza comercial sea más equilibrada que con ninguna región del mundo.
Pero creo que es importante también recordar las inversiones. El 26% de la Inversión Extranjera Directa de Estados Unidos viene de America Latina y América Latina y el Caribe es la región que sigue a Europa como la principal receptora. El flujo total de inversiones de América del Norte Estados Unidos y Canadá, un billón, trillón, de dólares, a América Latina y el Caribe en la década pasada lo cual llega casi a un 40% del total recibido en nuestra región.
Ciertamente, los latinoamericanos no son grandes inversionistas en el extranjero pero las cifras no son mínimas. En 2010 la Inversión Extranjera Directa en Estados Unidos procedente de América Latina y el Caribe, alcanzó por primera vez 60 mil millones de dólares, con un aumento de 24%. El total de la Inversión Extranjera Directa en Estados Unidos procedente de México, 12.600 millones de dólares, es más que la suma de la procedente de China, India y Taiwán en el mismo año.
No sólo los factores económicos y las potencialidades de un continente que posee la mayor cantidad de recursos naturales del mundo, impulsan al hemisferio a la unidad. También existe un factor humano que nos va uniendo cada día más. América, y especialmente América Latina y el Caribe, es una región de migrantes, de personas que emigran en una proporción mayor que ninguna otra región del mundo, pero lo hacen muy mayoritariamente dentro de su propio hemisférico. En Europa hay gran preocupación de este tema, pero el segundo país receptor de latinoamericanos en el mundo no es un país Europeo, es Argentina. La mayor cantidad va a Estados Unidos, que recibe alrededor del 80% del total de migrantes de la región. Los datos del ultimo censo de los Estados Unidos dan cuenta de una población de origen latino de más de cincuenta millones de personas, lo cual convierte a ese país en el tercer país latino del mundo, superado solamente por Brasil y México. Esa cifra sólo puede crecer si se considera que las cifras de nacimientos muestran que los de origen latino son un 25% del total de los nacidos en Estados Unidos.
La cantidad de inmigrantes ha desminuido con la crisis, pero sigue siendo importante y la cantidad de trabajadores migrantes es aun mayor. Las cifras de migrantes en general y especialmente de trabajadores migrantes de origen latinoamericano y caribeño en Canadá, también han ido aumentando en los últimos años.
Este esfuerzo económico común va a la par con un esfuerzo político común que ha convertido a las Américas en el uno de los dos continentes democráticos del mundo, junto a Europa. No hay mayor densidad democrática en el mundo en Europa y en America. 35 estados independientes forman las Américas, 34 gobiernos elegidos democráticamente, y está vinculada en su interior por normas de ejercicio democrático y de respeto a los derechos humanos comúnmente aceptadas.
Por cierto, ser un país democrático no significa solamente tener elecciones periódicas, transparentes y competitivas, sino un gobierno que actúa democráticamente, y para ello tenemos una Carta Democrática Interamericana que nos hemos comprometido a respetar. Los grandes vínculos económicos y sociales que atan a las naciones del hemisferio encuentran su correspondiente en las normas jurídicas que ellas se han dado en común, principalmente la Carta de la OEA y el Pacto sobre Solución Pacífica de Controversias, de 1948, la Convención Interamericana de Derechos Humanos de 1969, y muchas otras que hacen del derecho Americano uno de los más ricos y completos del mundo.
Los lazos económicos, sociales y políticos que unen a este hemisferio muestran, más allá de cualquier duda o problema coyuntural, la necesidad de una acción común. Cuando las Américas y sus países miembros crecen y enfrentan nuevos desafíos, es más necesario que nunca que sus Jefes de Estado y de Gobierno se reúnan para enfrentarlos y esa es la razón de la existencia de una política hemisférica. Por cierto, la política hemisférica no abarca el conjunto de los temas internacionales que nuestros países deben enfrentar.
He dicho en algún momento, que las Américas son un continente de regiones; las relaciones económicas, las relaciones de inmigración y de cualquier otra índole, tienen lugar de manera más densa, más fuerte, entre las subregiones, y esas regiones –sea América del Sur, América del Norte, el Caribe o América Central- tienen un papel que jugar de manera muy fundamental. La existencia de una política hemisférica no es, por lo tanto, contradictoria con la existencia de una política regional, eso ha sido siempre nuestra política como Organización, el mantener relaciones con organizaciones como la UNASUR, como MERCOSUR, como Comunidad Andina, como el CARICOM, como SICA (Sistema de Integración Centroamérica), entendiendo que tenemos temas comunes y temas que no lo son, como por ejemplo el tema de la integración económica, que pueden llevar adelante mejor las organizaciones regionales como las hemisféricas.
Tampoco es un obstáculo, a mi juicio, para la relación entre nuestras naciones, la inexistencia de una agenda. Tenemos una agenda común, he mencionado algunos temas. Esos temas son de dos características, primero, los que no pueden sino ser tratados de manera hemisférica: la inmigración, la criminalidad por desgracia, y la seguridad interna son también hoy en día temas hemisféricos, los temas del comercio, los temas de la energía. Y hay otros temas que podrían, teóricamente, ser tratados en otras organizaciones mas allá o mas acá en nuestro hemisferio -como Naciones Unidas- que han adquirido una importancia sustantiva por el trabajo común que hemos desarrollado en ella a través de los años. No se entendería una Comisión de Derechos Humanos que no sea hemisférica hoy en día, alguien puede proponerla pero tendría mucho menos credibilidad. Las observaciones electorales que analizamos a nivel hemisférico, tampoco tienen su correspondiente a través de otras regiones, como no los tienen algunos otros temas como todos los vinculados a los derechos humanos y la democracia. Por consiguiente, nuestra agenda hemisférica es esa.
¿Incluye otros como los temas militares, por ejemplo? No, no lo creo. Creo que ese es un tema que el fin de la Guerra Fría ha generado divisiones estratégicas muy distintas acerca de la defensa externa de regiones como America del Sur, como por ejemplo como los que tiene America del Norte. Probablemente ya no sea el tiempo de la Juntas Interamericanas de Defensas y algún tipo de relación hemisférica común que fue deteriorada sobre todo a partir de lo ocurrido en la guerra de las Malvinas en 1982, esto solamente para poner un ejemplo.
Los temas de integración económica. Es importante el tema del comercio, sin duda, el tema de la inversión también, pero una integración económica propiamente tal entre todas las naciones de América creo que tampoco tiene grandes posibilidades. Lo que tenemos es una agenda común que no contradice las agendas regionales o subregionales que puedan tener otros países.
La creación de un foro de todos los países de América Latina y el Caribe, recientemente producida, que reemplaza con una cierta mayor amplitud al antiguo Grupo de Río tampoco, tiene a nuestro juicio un rol que jugar. No es una organización alternativa, es un foro donde latinoamericanos y caribeños integrantes del mundo en desarrollo, pueden reunirse para tomar posiciones internacionales comunes que probablemente no puedan tomarse completamente a nivel hemisférico, o nunca se han discutido a nivel hemisférico. Pongo como ejemplo lo que ocurrido hace dos años atrás en la Asamblea General de Lima donde un país planteo la necesidad de debatir el tema relativo al medio oriente en esa Asamblea General, y esto no fue considerado por la Asamblea, que consideró que habían otros ámbitos donde discutirlo. Por lo tanto, si la llamada CELAC es un foro o una comunidad, en la cual se van a discutir posiciones comunes posibles entre latinoamericanos y caribeños, bienvenida sea, tampoco es un problema de la Organización.
En realidad, el único problema efectivo que la Organización o el Sistema Interamericano puede enfrentar, es que entre todos sus países no exista suficiente ánimo para asumir la cooperación hemisférica que es posible a través de una agenda. El hecho de que el mundo haya cambiado tan profundamente en las últimas décadas, debería generar nuevas oportunidades de cooperación, sobre todo cuando en el norte y en el sur se reconoce la importancia de un conjunto de temas comunes que no puede ser abordado parcialmente por algunas regiones sino por el hemisferio en conjunto.
Sin embargo, eso supone también, de parte de todos los países, la comprensión de que los tiempos en que se hacían políticas desde uno para el otro para aplicárselas al otro, ya han pasado. Nuestras naciones tienen un nivel de independencia y tienen capacidad de desarrollo que van mucho más allá de las que rigieron las relaciones latinoamericanas en las primeras décadas, después de la Segunda Guerra Mundial.
Creo que el Interamericanismo tiene un papel que jugar y tiene una gran agenda, en la medida que esa agenda sea abordada con un espíritu de cooperación, con pleno respeto por cada cual y con el pleno respeto también por la diversidad de una región que tiene un destino común que las naciones expresan de manera, a veces, muy diversa.
Muchas gracias.