Constituye un honor saludarlos en nombre de la Organización de los Estados Americanos, la institución política hemisférica que agrupa a todos los países que concurren a esta X Reunión de Ministros de Defensa de las Américas. Felicito al Gobierno de la Republica Oriental del Uruguay por la excelente preparación de la Conferencia y agradezco también su generosa hospitalidad.
Esta Conferencia es la principal instancia de coordinación de los objetivos y políticas de defensa de las democracias de América. Subrayo el concepto porque esta instancia es producto y parte del proceso de renovación democrática que vive nuestra región desde hace más de dos décadas. Antes, durante la Guerra Fría, en dictaduras de seguridad nacional y durante las guerras internas, sólo los Ejércitos y las Fuerzas Armadas se reunían y coordinaban entre sí. Con la Primera Conferencia de Ministros, en Williamsburg, 1995, queda establecido, a nivel hemisférico, el concepto fundamental de que, en democracia, las Fuerzas Armadas dependen y deben obediencia al poder civil democráticamente generado. Posteriormente, en nuestra Carta Democrática Interamericana, en su artículo 4, plasma el concepto en nuestro derecho hemisférico y cito:
“La subordinación constitucional de todas las instituciones del Estado a la autoridad civil legalmente constituida y el respeto al estado de derecho de todas las entidades y sectores de la sociedad son igualmente fundamentales para la democracia.”
Este es el precepto que hemos ido afianzando, cada cual a su manera y en su propia realidad, en nuestros países. Por eso, estos encuentros de Ministros de Defensa son cada vez más un signo de los nuevos tiempos. Porque aunque aún constatamos períodos turbios de algunas de nuestras democracias y dolores injustos cuando el diálogo fuera derrotado por las armas, esos tiempos van quedando atrás. Más aún, la paz se va abriendo camino allí donde aún permanecían conflictos: si en Williamsburg –hace 17 años- nos alegrábamos de la paz recién alcanzada en Centroamérica, en Punta del Este, nueve Conferencias después, podemos manifestar nuestra satisfacción por el diálogo con las FARC que está por iniciarse, sobre la base de una política consistente de seguridad democrática y esperamos que ello fructifique plenamente para nuestros hermanos colombianos. Creemos haber aportado nuestra contribución al proceso de desmantelamiento de las fuerzas paramilitares en la última década y estamos a disposición para apoyar los resultados de este nuevo diálogo.
Estamos a pocos meses de celebrar el décimo aniversario de la adopción de Declaración sobre Seguridad en las Américas, aprobada en la Conferencia Especial de Seguridad realizada en la Ciudad de México en el 2003. En ella, nuestros mandatarios definieron la nueva concepción de la seguridad para nuestro hemisferio como una de alcance multidimensional en la que están incluidas amenazas tradicionales y nuevas amenazas. En ella afirmaron también la cooperación a través del reconocimiento de la soberanía de cada Estado y la solidaridad de los Estados Americanos expresada a través de dicha cooperación en todas sus formas: económica, técnica, política, jurídica, medioambiental, social, de seguridad y también de defensa, todo lo cual contribuye a la estabilidad y a la seguridad de los Estados y del hemisferio en su conjunto.
Definir el papel que deben jugar nuestras Fuerzas Armadas al enfrentar estas nuevas amenazas no es tarea fácil. Pero el camino de los últimos años está lleno de logros. Seguimos siendo, por sobre todo, un continente de paz y seguimos trabajando para afianzarla por distintos medios, sean ellos la transparencia que nos permiten nuestros Libros Blancos de la Defensa; el desminado de nuestras fronteras y de los territorios internos en que la guerra sembró el terror oculto (ya se ha declarado a Centroamérica territorio libre de minas antipersonales y nos enorgullecemos del aporte realizado a esa tarea); el perfeccionamiento de nuestras medidas de confianza (aquí debo mencionar los avances importante alcanzados en la materia por el Consejo de Defensa de América del Sur); el fortalecimiento de nuestras capacidades de respuesta a los desastres naturales; la participación conjunta en misiones internacionales de paz, que ya suma además la preparación conjunta para esas misiones (nos enorgullece particularmente el papel que ha jugado, las Fuerzas Armadas de varios de nuestros países en la Misión de Naciones Unidas en Haití).
Pero hay aspectos que permanecen todavía sin una respuesta común y probablemente no la tengan aún en nuestro futuro inmediato. Los tiempos cambian con rapidez inusitada y, en ocasiones, hechos inesperados de gran magnitud, irrumpen en nuestros pueblos. Hay veces en que no es suficiente justificación recurrir a la historia para resguardar conceptos válidos que pudieron haber sido admitidos en el pasado pero superados por el presente.
Un caso ilustrativo de esta afirmación lo constituye nuestra acción en contra del crimen organizado. En algunos países, especialmente en Mesoamérica, la amenaza armada del crimen organizado ha excedido las capacidades de las policías, obligando a los gobiernos a usar a las Fuerzas Armadas en la lucha frontal contra este flagelo. En otros casos, ese uso ha sido más esporádico, recurriendo a las Fuerzas Armadas cuando es necesario recuperar un territorio o población controlado por el narcotráfico o el crimen organizado. En otros, finalmente, las Fuerzas Armadas contribuyen al control de las fronteras marítimas, aéreas o terrestres, sin actuar de manera directa contra el crimen al interior de sus países.
Creo que todas estas formas de uso son legítimas y que corresponde a cada país determinar la necesidad de su empleo. Sin embargo, el objetivo debe siempre contar, a mediano plazo, con policías capaces de actuar contra el crimen y dejar a las Fuerzas Armadas en sus funciones naturales. Lo actual es una emergencia, por larga que ella sea. Un buen ejemplo de lo dicho es el caso de México, donde el Gobierno Federal ha debido emplear las Fuerzas Armadas en la lucha directa contra el crimen organizado, pero continúa siendo una prioridad fundamental la formación de una Policía Nacional, cuyo tamaño y capacidad crecen aceleradamente.
Aprovecho, Señor Presidente, las intervenciones ya realizadas por los Señores Ministros y Jefes de Delegación para referirme a dos puntos que me parecen de particular interés. Comparto plenamente la afirmación realizada esta mañana por el Señor Ministro de Defensa de Brasil acerca de la necesidad de que las potencias nucleares contribuyan al fortalecimiento de nuestro Tratado de Tlatelolco, retirando sus reservas a ese Tratado y dando así plena vigencia a América Latina y el Caribe como zonas libres de armas nucleares. Al mismo tiempo, quiero señalar y recordar las decisiones de nuestra Asamblea General reiteradas en torno a la necesidad de un diálogo respecto a la cuestión de la soberanía sobre las Islas Malvinas y adherirme plenamente a la petición de que no se realicen en esa zona ningún tipo de ensayos o ejercicios militares por parte de potencias extra continentales.
Finalmente, no puedo dejar de referirme aquí, Señores y Señoras Ministros, a un debate acerca de la mejor institucionalidad que deberían tener, en nuestro hemisferio, los órganos de coordinación de la Defensa. La reciente resolución de la Asamblea General de la OEA en Cochabamba, que acordó iniciar un diálogo sobre el “sistema interamericano de defensa”, nos dice que ha llegado ese momento, para lo cual ofrezco muy sinceramente el concurso de mi Organización y quiero compartir con ustedes algunas reflexiones.
En realidad, como se ha dicho también, un “sistema” propiamente tal no existe. Las cuatro instituciones que conformarían este “sistema interamericano de defensa” tienen un origen y una realidad diferente y fueron creadas en momentos distintos sin concebirlas como parte de “sistema” alguno.
La Junta Interamericana de Defensa (JID) nació hace 70 años, en 1942, para enfrentar, en tiempos de guerra, las necesidades de la defensa común de un hemisferio que se percibía amenazado. En el 2006, recientemente, fue calificada como Organismo descentralizado de la OEA, pero continúa siendo dirigida por los delegados de los países ante ella.
El Colegio Interamericano de la Defensa, cuya principal tarea es impartir el Curso Superior de Seguridad y Defensa Hemisférica (que ya ha graduado 51 promociones) pero que también realiza otras actividades académicas muy significativas, depende de la Junta, pero es en la práctica, autónomo de ella.
El Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca de 1947 menciona repetidas veces a las Naciones Unidas y a la Unión Panamericana (en ese momento la antecesora de la OEA que sería creada el año siguiente) como depositaria del Tratado, pero este Tratado no menciona a la JID y, además, se encuentra inactivo para todo fin práctico, especialmente desde su fracaso total con ocasión de la Guerra del Atlántico Sur.
La cuarta institución es precisamente esta Reunión de Ministros de Defensa. Como decía al comienzo de mi intervención, esta reunión de naturaleza civil y creada por gobiernos democráticos está orientada a la cooperación en tiempos de paz. Este es el mejor escenario para decidir sobre cualquier nuevo “sistema interamericano”, si se considera que debe existir y a el deberían incorporarse (o no) las instituciones del pasado que en todo caso deberían renovarse.
El tema recién empieza a discutirse en la OEA, donde en las próximas semanas debe presentarse un informe de la JID para conocimiento del Consejo Permanente al cual fue encargada esta discusión. Lo que debo solicitar es que los señores y señoras Ministros instruyan a tiempo y adecuadamente a sus delegados, a fin de que obtengamos decisiones claras acerca del papel de cada institución y de las tareas que cumple, así como sobre la mejor manera de dar seguimiento a estas reuniones de Ministros de Defensa. En todo ello, la contribución de nuestra Organización, ofrecida en varias reuniones anteriores, está siempre disponible.
Señoras y Señores Ministros y Delegados
Grande es la esperanza que se abre en un accionar conjunto por parte de nuestras Fuerzas Armadas a favor de la paz y la democracia. Sabemos que vivimos aceleradamente los inicios de un mundo global, que cada vez son más las materias que sobrepasan nuestras fronteras y que la cooperación es la mejor y única herramienta para sumar esfuerzos en favor de logros comunes imperativos.
Agradezco por ello la oportunidad de dirigirme a ustedes, para compartir las preocupaciones e intereses que convocan a todos los países para hacer efectivas las instancias de cooperación y apoyo multilateral, respetando la soberanía de todos, aprovechando las capacidades de cada uno y creando así mayores sinergias que permita alcanzar nuestros anhelos comunes de paz y desarrollo.
Muchas gracias