Muchas gracias, señor Presidente, y felicitaciones por esta muy buena iniciativa de iniciar este diálogo. Creo que las prisas y problemas que enfrentamos durante el año llevaron a que esta reflexión, que deberíamos haber hecho antes del proceso actual de revisión de nuestro presupuesto, se haya postergado más de lo necesario. Trataré de hacer una presentación muy esquemática porque creo que ya he hablado lo suficiente sobre esto, y es bueno que hablen otros expertos, que han sido de la casa, pero que ya han tomado otro camino.
Lo primero que quiero decir es que el Sistema Interamericano, desde un punto de vista práctico y en términos concretos, tiene ya 102 años; algunos prefieren poner su creación en la primera conferencia Panamericana que fue realizada en 1889-1890. Yo la sitúo siempre en el año de 1910 cuando ocurrieron dos cosas casi al mismo tiempo. Primero, la decisión de instalar una oficina permanente de la Unión Panamericana aquí en Washington, y la segunda, la inauguración del edificio de la Secretaría General en 1910. Por lo tanto, una Organización de tan larga vida tiene que sostener cambios y ciertamente la OEA los ha sostenido.
Lo más notable es que se habla mucho de los cambios que tenemos hacer, que el sistema tiene que cambiar, que no se puede quedar anclado en el pasado, y lo interesante, es que la OEA, no se ha anclado en el pasado lo cual es prueba de su dinamismo y vitalidad. No solamente no se ha anclado en el pasado sino que a lo largo de todos estos años, ha ido construyendo uno de los acervos jurídicos más ricos a nivel mundial. Más de 200 tratados internacionales y más de 6,000 acuerdos bilaterales de cooperación están depositados en la OEA lo que la convierte en el depositario de toda la legalidad importante vigente en el continente y eso es una de sus principales fortalezas.
A fín de no retardarnos mucho en la historia, basta con mencionar los eventos surgidos a partir del mayor cambio que ha habido, que ha sido probablemente la superación de la Unión Panamericana y la creación de la Organización de los Estados Americanos y el Sistema Interamericano, a partir de 1948. Es hasta motivo de orgullo, decir que los pilares del sistema eran más o menos los mismos que ahora, ajustados, por cierto un poco, a la realidad contemporánea.
Si hacemos un recuento en orden cronológico, el primer pilar del sistema fue relativo a la seguridad con la suscripción del Tratado de Río y el Sistema Interamericano de Asistencia Recíproca. Luego se suscribieron tres documentos fundamentales en 1948, uno relacionado con derechos humanos, la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre, que fue la primera declaración en el mundo en esta materia antes de la Declaración Universal de las Naciones Unidas. El Pacto de Bogotá sobre solución pacifica de controversias y la Carta de la OEA que nos habla de temas políticos y también de los temas de desarrollo.
Por consiguiente, uno podría pensar que las labores de la OEA se encuentran enmarcadas en las líneas directrices pactadas en su Carta Fundacional de 1948. La respuesta no es tan evidente ya que el contenido de cada uno de los cuatro pilares ha ido variando sustantivamente. Desde luego, en el área política, si se lee la Carta de la OEA, tiene que ver fundamentalmente con los temas de autodeterminación, de no intervención, de no ingerencia y otros que muchas veces recordamos. Si alguna mención a la democracia había en el texto original, era una mención más bien de una aspiración. Las naciones de América Latina “desean” llegar a la democracia. No se la podía mencionar de otra forma ya que muchos países no gozaban de regímenes democráticos.
Este estado varió sustantivamente en el transcurso de los años y diría que la Carta jugó un papel fundamental para mantener unido a nuestro sistema en el período de la Guerra Fría sobre la base del concepto de soberanía nacional, de la no intervención, la autodeterminación; preceptos elevados en el Pacto de Bogotá, lo que nos permitió resolver un conjunto de controversias que en otras regiones condujeron a conflictos mucho más graves.
América es el continente que no ha sufrido guerras desde la Segunda Guerra Mundial y, que al mismo tiempo, es el continente que más casos ha llevado a la Corte Internacional de Justicia. Esto demuestra que no es que no haya habido problemas, sino que los problemas, los resolvemos jurídicamente, en la Corte Internacional de Justicia, o a través de la negociación, de la mediación, en el estricto seguimiento de las prescripciones del Pacto de Bogotá.
El Pacto de Bogotá, la Declaración Americana, la Carta de la OEA, configuran las relaciones inter-americanas, por un cierto momento, pero eso va cambiando y efectivamente ha permutado. Cambiaría, para empezar, en los años ’60. Siempre destacamos la Alianza para el Progreso como cambio fundamental en materia de desarrollo, pero quiero recordar que el Banco Interamericano del Desarrollo nació tres años antes que la Alianza para el Progreso, por lo tanto, fue creado durante la administración de Eisenhower, poniendo en el sistema un ingrediente que no existía, que había sido más bien explícitamente desechado en 1948 y que pasaba a jugar un papel de primer plano.
Este Banco, que “era más que un banco” tal como lo dijera Felipe Herrera, se extendería posteriormente aún mas, hasta ser la institución que hoy día conocemos. A pesar de las excelentes relaciones con el Banco Interamericano, cada organización va por su respectiva senda, pero no terminan por formar parte de un sistema. El Banco Interamericano del Desarrollo, Alianza para el Progreso, Comité de Sabios de la OEA, posibilitaron engendrar el área de desarrollo con mucha fuerza, a lo mejor por pocos años, ya que posteriormente volvería a reducirse, pero fue, sin duda, un cambio sustantivo en la Organización.
La Organización se ajustó a los tiempos, y también se ajustó en materia de Derechos Humanos. La Comisión de Derechos Humanos, tiene una mención bastante pequeña en la Carta de la OEA. “Promover” y “defender” se puede leer. “Defender” se acordó después. Al principio, el lenguaje original contaba únicamente con la promoción. En medio de las dictaduras, de regimenes de seguridad nacional y de las guerras civiles en Centroamérica en los años ‘70 y ‘80, la Comisión de Derechos Humanos adquirió un rol completamente distinto y nuevamente la OEA se renovó.
Nadie había imaginado que la Comisión de Derechos Humanos iba a ser lo que fue y, seguramente casi nadie había pensado tampoco que iba a existir una Convención Americana de los Derechos Humanos, el Tratado de San José de 1969, el cual iba a ampliar nuestra acción en materia de derechos humanos. El pilar original de derechos humanos permanecía pero éste había cambiado de carácter, el pilar de desarrollo también estaba pero, a su vez, había cambiado de naturaleza.
Posteriormente, la política también sufrió cambios, no para dejar de lado el tema de la solución pacifica de controversias, la autodeterminación, la no intervención, sino para agregar, dentro del pilar político, como tema central de la OEA, la obligación democrática. Ya no era cuestión de una aspiración democrática sino que de obligación; sobre todo a partir de la Resolución 1080 de la Asamblea General llevada a cabo en Santiago de Chile en 1991 y posteriormente -precepto establecido con mucha más fuerza- con la suscripción de la Carta Democrática Interamericana en el 2001.
Ese fue producto de muchos factores, entre ellos, el ingreso a la Organización de un conjunto de naciones nuevas que traían consigo una tradición y una convicción democrática bastante fuertes. El ingreso de Canadá, por otra parte, el fin de la Guerra Fría, la democratización de América del Sur, el fin de las guerras civiles en América Central, todas estos factores contribuyeron a que el concepto democrático, ya no fuera considerado como una aspiración, sino como una obligación. “Los pueblos de América tienen derecho a la democracia y sus gobiernos la obligación de promoverla y defenderla”, dice el primer artículo de la Carta Democrática Interamericana.
Creo que en materia de seguridad también hubo un cambio central, si bien que el sistema nunca jugó un papel real de seguridad colectiva respecto de las amenazas externas. No llegaron tanto las amenazas externas y la primera modificación, ciertamente no es de mi agrado pero la menciono, fue cuando la amenaza externa fue convertida en amenaza interna en el tema del enfrentamiento de la lucha antisubversiva de los años ’60 y ’70. Hubo cierto cambio conceptual, el enemigo no iba a venir a través del Atlántico sino que la amenaza venía del interior mismo de los países.
La verdad es que la OEA no jugó un rol, felizmente, en el sistema interamericano tal como estaba constituido. No tuvo un papel central en este tema, pero con la guerra de 1982, la guerra del Atlántico Sur, desencadenó una crisis que ya nunca más superaría. Los instrumentos sobreviven, pero los temas de la seguridad externa son bastante menos relevantes en la Organización, de lo que fueron al ser concebidos en 1947. El TIAR es anterior a la OEA, parecía más importante tratar este asunto que los temas generales de la Organización.
La Conferencia Especial sobre Seguridad del año 2003, llevada a cabo en México, también salió al paso de este desafío y consiguió cambiar el sistema, y eso es algo que no podemos negar. La creación previa, de la Comisión Interamericana para el Control del Abuso de Drogas (CICAD), del Comité Interamericano contra el Terrorismo (CICTE), y posteriormente la creación de la Secretaría de Seguridad Multidimensional forjaron un camino más acertado para hacer frente a los desafíos actuales.
Entonces donde antes había la Carta de la OEA, Pacto de Bogotá, Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre, hoy día gozamos de una Carta Democrática Interamericana, de la Conferencia de México del 2003, de la Convención Americana de los Derechos Humanos, etc.
Hemos ido transformando la Organización y hoy día exige una nueva transformación por numerosas razones, tiene una justificación y exige una modificación.
Tiene una justificación porque realmente las relaciones al interior del Sistema Interamericano entre los países son fuertes, son vigorosas y son, en general, sanas. No los voy a cansar con cifras de comercio -se encuentran en una publicación que presenté con anterioridad- pero el comercio entre América del Norte y América del Sur sigue siendo tremendamente vigoroso y fuerte. Estados Unidos sigue siendo el primer inversionista extranjero en América Latina de manera absoluta. La balanza comercial, por lo demás, es extraordinariamente equilibrada, y, en general, tenemos un comercio tremendamente sano. Además, somos proveedores esenciales de la mayor parte de los recursos naturales que se requieren en las Américas y tenemos una riqueza mineral y ambiental de todo tipo que nos permite mirar al futuro con gran optimismo.
Ahora, lo que ocurre es que el sistema también ha cambiado. Creo -para hablar con mucha franqueza- no todas las cosas tienen que ser negativas. Indudablemente los Estados Unidos tuvieron un papel fundamental que jugar en el tema de derechos humanos en la década de los ‘70 y los ‘80. Es inimaginable que todas esas dictaduras hubieran aceptado un sistema de derechos humanos si no hubiera habido un país, que de alguna manera llevara el liderazgo en esto, y el cual forzó la presencia de la Comisión de Derechos Humanos en todos nuestros países para el bien de nuestros pueblos. Cabe recordar que las diferencias eran mucho más ostensibles. Hoy día existe una realidad mucho más distinta.
Tenemos democracia, disfrutamos de un crecimiento, gozamos de una gran cantidad de cosas y tenemos una región mucho más diversa que antes. Una región diversa desde el punto de vista del tamaño de sus miembros, desde el punto de vista de su historia, desde el punto de vista de su riqueza y desde el punto de vista de las aspiraciones de sus miembros en el concierto mundial.
Hoy día las organizaciones regionales juegan un papel central que no puede cubrir la Organización hemisférica. Hoy día, la integración económica no se da al interior del conjunto del hemisferio, sino que en distintas subregiones. América Latina y el Caribe crecieron en la década de los 2000 más de lo que había crecido entre la década de los ’80 y ’90 sumadas y, por lo tanto, también aspiran a un lugar en el concierto de las naciones.
Debemos tener efectivamente una agenda, porque los temas de comercio, los temas de derechos humanos, los temas de democracia, los de migración, los temas de criminalidad, siguen siendo hemisféricos por naturaleza, pero no podemos tratarlos de una manera distinta. Diría que tenemos que considerar para ellos cuatro factores que son fundamentales, algunos que yacen dentro de nuestra historia, y otros se han fortalecido en el transcurso del tiempo.
Cuando nació el sistema, la Carta de la OEA dice claramente que son miembros de la OEA todos los países independientes de America que reconozcan su Carta , y eso, por lo tanto, nos da un primer factor que es la inclusividad. Nosotros queremos que todos los países de América, los 35 Estados, sean miembros de la OEA y que se sientan cómodos en su seno, que se sientan dueños de ella. Segundo, a esto le hemos agregado “que todos tienen que ser democráticos” y como recordara algún embajador, la Carta de la OEA sigue siendo vigente, y tienen que ser todos soberanos, y autodeterminados y no puede existir ingerencia alguna dentro de la política de los países.
Diría hoy, más que nunca, todos quieren jugar un papel en el concierto mundial. No quieren ser simplemente miembros de un sólo sistema, sino quieren ser parte de todos los sistemas internacionales que conforman la complejidad de las relaciones internacionales contemporáneas. La existencia ni de la UNASUR, ni del SICA, ni del CARICOM, ni de la voluntad de querer coordinarse entre los países de América Latina y el Caribe, para tener políticas comunes hacia el mundo exterior, la CELAC, ni el surgimiento de muchos organismos de integración, tiene que ser visto como un pecado. Ni tampoco la presencia de China, que todos aluden mucho, parece que algunos latinoamericanos tienen una obsesión de dependencia, entonces dicen “primero el siglo XIX era Europa, el siglo XX Estados Unidos, el siglo XXI es el Asia,”. No, el siglo XXI es el siglo de América Latina y el Caribe, no es el siglo de ningún otro.
Pero el Sistema Interamericano no por eso pierde vigor, tiene que adaptarse nuevamente a los tiempos. Lo que nosotros estamos tratando de proponer es, que de las muchas cosas que estamos haciendo, algunas de las cuales se empezaron a hacer cuando éramos la única organización vigente, seleccionemos aquellas que son fundamentales, que son nuestros pilares. Que nos quedemos con la defensa del proceso democrático y la promoción de la gobernabilidad, que fortalezcamos nuestro Sistema Interamericano de Derechos Humanos, que no tiene competención; que en materia de desarrollo nos atengamos a los temas de desarrollo institucional y humano, que son los mandatos que tenemos de las Cumbres de las Américas; y en materia de seguridad fortalezcamos sustantivamente los temas de seguridad pública.
Dejemos de hacer otras cosas que no son de la naturaleza de la Organización y que no corresponde ya tanto a nuestro tiempo. Si nosotros conseguimos eso y además ejercemos una mejor articulación con los otros integrantes del sistema, probablemente podremos enfrentar adecuadamente estos desafíos del sigo XXI.
Muchas gracias.