Quiero comenzar mis palabras felicitando al Grupo de Trabajo del Consejo Permanente sobre la Visión Estratégica de nuestra Organización por el trabajo realizado.
Espero sinceramente que ese esfuerzo pueda concluir exitosamente el día de hoy con una definición clara y precisa de los principios y objetivos que deben orientar las labores de la OEA, para que ésta se sitúe a la altura de las responsabilidades que la historia le ha impuesto y que todos nosotros tenemos la obligación de cumplir.
La necesidad de definir una visión estratégica de la Organización, acorde con los tiempos actuales y capaz de hacerse cargo de todos los desafíos y condicionantes de la acción multilateral contemporánea en el ámbito hemisférico, ha sido nuestra preocupación constante.
Sin embargo, como lo he manifestado ante el Consejo Permanente, no creo que la necesidad de esa visión estratégica sea motivada por ninguna “crisis” o pérdida de rumbo de esta Organización.
Al contrario, si la OEA sigue existiendo y si, a pesar de aquellas voces que proclaman a cada rato su obsolescencia, sigue siendo el referente internacional principal del debate político y la cooperación entre todos los países de América, es porque ha sabido adaptarse a los cambios enormes que esta región ha vivido.
Los mismos pilares que ahora proclamamos como ejes centrales de la Organización, se han ido forjando a lo largo del tiempo, para enfrentar desafíos muy concretos para nuestros países.
Fueron los crímenes de las dictaduras que proliferaron en nuestra región hace unas décadas las que hicieron imperiosa la instalación de una Comisión Interamericana de Derechos Humanos, la firma posterior de la Convención y instalación de la Corte.
Fue la evidencia de que nuestro hemisferio no tenía los grandes desafíos de seguridad externa común que se pretendía enfrentar y, en cambio era afectado por la violencia que provoca la expansión del narcotráfico y otra serie de delitos comunes, en medio de la acción del crimen organizado, lo que nos llevó hace unas décadas a la Declaración de México sobre Seguridad Multidimensional de 2003 y a la creación de nuestra Secretaría de Seguridad Multidimensional algunos años después durante mi mandato como Secretario General.
El área de desarrollo misma no existía cuando nació la OEA; pero como producto de nuestra experiencia, se hizo indispensable para enfrentar los problemas económicos, sociales y ambientales de este hemisferio, tan rico en recursos como injusto en su distribución.
Fue la lucha denodada de nuestros pueblos por la democracia lo que hizo que esta forma de organización política, cuyo contenido va mucho más allá de lo electoral para incluir el respeto a los derechos humanos, el pluralismo político, la gestión transparente y el estado de derecho, se implantara, desde hace tres décadas, como el principal motivo de unidad de nuestra Organización. Lo que antes era una aspiración retórica de algunos documentos se convirtió, hace ya trece años, en un derecho de todos los pueblos de América, como reza nuestra Carta Democrática Interamericana.
Es necesario, entonces, proyectar hacia el futuro nuestra historia de más de un siglo de convivencia pacífica y esfuerzos colectivos por impulsar el desarrollo económico de los pueblos de las Américas.
El tema que hoy enfrentamos no es primariamente financiero ni organizacional, aunque esos aspectos también estén íntimamente ligados al cumplimiento de nuestros objetivos. Pero para poder resolver esos asuntos, es previo definir las cuestiones sustantivas que le dan sentido y proyección al pacto centenario que nos une.
Fue por eso que propuse abordar, como lo pidieron numerosos miembros del Consejo, como un requerimiento para reorganizar y priorizar los muchísimos mandatos que se han ido acumulando en todos estos años, una discusión sobre los principios fundamentales y las tareas que constituyen la esencia de la Organización de los Estados Americanos de cara al siglo XXI.
Por ello en dos oportunidades me dirigí al Consejo Permanente con ese propósito.
La primera de ellas, en diciembre de 2011, fue discutido algunos meses después por intermedio del documento "Una Visión Estratégica de la OEA".
Luego, en abril de 2013, presente un segundo documento "Una Visión Estratégica de la OEA. Segunda Entrega", en la que busqué profundizar los conceptos y proposiciones que había adelantado en la primera versión.
En esos textos fui franco en señalar que pretendía presentar una propuesta de naturaleza política y buscaba retomar aquello que es fundamental para nuestra Organización, fijando nuestra atención y quehacer en los cuatro pilares en torno de los cuales -es mi convicción- que debemos concentrar nuestra actividad política y de cooperación: fortalecimiento de la democracia, promoción y protección de los derechos humanos, impulso al desarrollo integral y fomento de la seguridad multidimensional.
Al presentar la segunda entrega de mi visión estratégica, al Consejo Permanente señalé que la situación de cambio que vivíamos hacía necesario contar con una Organización inclusiva, de países soberanos, diversos y legitimados por la democracia, que actuaran sobre una misma agenda hemisférica, en plena igualdad. Esa es, a mi juicio la definición de OEA del Siglo XXI.
Pero no construimos desde cero. Nuestra visión estratégica debe fundarse en lo construido en todos estos años. El objeto de este ejercicio no ha sido inventar una nueva OEA dentro de un laboratorio, sino sincerar la relación entre nuestros objetivos estratégicos, aquellos valores que compartimos como organización política hemisférica y la forma de organizar, financiar y controlar nuestras actividades.
Junto con esa orientación general debo advertir nuevamente sobre la necesidad de que los lineamientos políticos, una vez identificados en conjunto por los Estados Miembros y la Secretaria General, sean los que informaran la toma de decisiones financieras y no al revés.
Los pilares esenciales en que se funda la Organización de Estados Americanos son los que define adecuadamente la resolución de la Asamblea General de Asunción y se desarrollan más en el Proyecto de Resolución que está ante esta Asamblea Extraordinaria.
Esos pilares se sustentan en dos bases, en dos riquezas fundamentales, que constituyen la verdadera fuerza de la OEA: ellos son el diálogo y el derecho.
Sobre el diálogo:
Nunca debemos perder de vista que nuestra misión fundamental es servir de foro político y que los Estados de nuestro continente deben tener aquí siempre un lugar para el diálogo constructivo, democrático e igualitario, en el que puedan exponer sus coincidencias y diferencias y organizar ese actuar colectivo. En las condiciones actuales del hemisferio, el diálogo entre iguales es condición esencial.
Para ese propósito fue creada la OEA y en función de él hemos logrado construir la unión de Estados más antigua y prolongada entre todas las formas contemporáneas de asociación política regional.
Esa unión no se logra, como se ha pretendido en algunas épocas, mediante una unanimidad ideológica o de criterios políticos entre nuestros Estados. Se ha logrado porque las diferencias ideológicas y políticas entre ellos han encontrado en la Organización de los Estados Americanos el espacio necesario para ser debatidas y el marco jurídico e institucional que ha permitido su superación en términos pacíficos y de mutua solidaridad y cooperación.
En estos años nuestra capacidad de ofrecer ese foro político se ha acentuado y su Consejo Permanente y su Asamblea General se han convertido en el espacio en el que los países de la región pueden abordar y solucionar sus diferencias y conflictos.
La diversidad de corrientes ideológicas y políticas que hoy día caracterizan a nuestra América se ha manifestado en la OEA y ello, lejos de debilitarla o dividirla, la ha fortalecido.
El foro político que la OEA proporciona a todos los Estados del hemisferio alcanza a prácticamente la totalidad de las áreas principales de interés hemisférico de nuestros Estados.
Por eso, cuando hay un problema que ventilar, todos vienen a este foro a decir su verdad y contrastarla con la de los demás.
Y aquí también, en nuestros cada vez más concurridos foros de la sociedad civil, todas las organizaciones sociales de nuestra región pueden decir lo que piensan y hablar de sus problemas. No hay otra organización internacional en el hemisferio (y pocas en el mundo) que ofrezcan este espacio de manera tan amplia e indiscriminada.
Nuestra segunda riqueza es el derecho. La OEA es la depositaria, la titular, de todo el derecho de las Americas. Ningún acuerdo que se logre a nivel hemisférico deja de tener aquí un referente.
Todas las instituciones hemisféricas se crean por acuerdo de la OEA y cada uno de los pilares a los cuales nos estamos refiriendo en la reciente Asamblea General y nos referimos en la Asamblea Ordinaria tiene su fundamento operativo en alguna Convención o acuerdo de Asamblea de la Organización de los Estados Americanos.
Cuando hablamos de los principios de la Organización no podemos olvidar la Carta de la OEA. ¡Que poco la leemos a veces! Ahí están todos los principios en que siempre se ha fundado – o debería haberse fundado – nuestra unidad: la igualdad jurídica de los estados, la autodeterminación, la no intervención, la solución pacifica de las controversias, además de los fundamentos de nuestra acción en materia de democracia, desarrollo y derechos humanos.
Pero además cada pilar tiene su referente fundamental: nuestra acción política tiene:
En la resolución de conflictos, el Pacto de Bogotá, sobre Solución Pacífica de Controversias,
En la promoción y defensa de la democracia, la Carta Democrática Interamericana
En la defensa de los Derechos Humanos, la Convención Americana de Derechos Humanos
En el desarrollo integral, la Carta Social y el Protocolo de San Salvador
En Seguridad Multidimensional, la ya mencionada Declaración de México de
2003 sobre seguridad Multidimensional
Y un conjunto de otros tratados y acuerdos, como la Convención Interamericana contra la Corrupción, la Convención sobre la Desaparición Forzada de Personas, o las tres Convenciones sobre Discriminación y la Convención Belém do Pará para nombrar sólo algunas.
Tenemos, entonces, los instrumentos necesarios para hacer realidad nuestra visión, sin necesidad de dictar nuevas normas para ello, en la medida en que todos las aceptemos, estemos dispuestos a regirnos por ellas y adoptemos las decisiones políticas que corresponden. En mi Segunda Entrega de la Visión Estratégica enumeré algunas posibles decisiones que podrían orientar el tipo de decisión que a partir de ahora se requiere.
Tres de nuestros cuatro pilares tienen, además, una ventaja adicional: hay un consenso bastante generalizado en cuanto a nuestras competencias comparativas para asumirlos.
Nadie discute el rol que le corresponde a la OEA en materia de observación electoral y promoción y defensa de la democracia; ninguna otra institución tiene la credibilidad y peso de nuestra Comisión y nuestra Corte de Derechos Humanos tienen hoy dentro del Sistema; ni se cuestiona tampoco la presencia que hemos alcanzado en asuntos como drogas y seguridad pública.
Otras instituciones, especialmente las de crédito, pueden apoyar con recursos a los países; pero la OEA es donde se discuten y se fijan las políticas, siempre, repito, que ello se lleve a cabo a nivel hemisférico y no invada las legítimas prerrogativas que, en cada región, corresponden a las entidades regionales.
Si en esas áreas debemos, entonces, encontrar la forma de llevar adelante nuestras competencias de manera más eficiente, no ocurre lo mismo en el área del desarrollo integral, que es aquella en que la institucionalidad hemisférica ha sufrido las mayores transformaciones.
Es aquí donde, desde la fundación de la OEA, se ha agregado, a nivel hemisférico una serie importante de organismos, dotados de más recursos que el nuestro y que trabajan en las mismas áreas. Una mucho mejor coordinación con ellos y la realización conjunta y coordinada de muchas actividades, comenzando por las reuniones ministeriales que todos realizamos en paralelo, debe ser parte integral de nuestro proceso de revisión.
Debo tomar un momento acá para decir que este año en el mes de octubre el Programa de naciones Unidas para el Desarrollo tiene una reunión de Ministros de desarrollo social, en diciembre, tengo entendido, la tiene la CELAC, en marzo lo debía tener la OEA y en abril lo debería tener la Comisión económica para América Latina y el Caribe, porque no es posible una sola reunión de Ministros de Seguridad Pública y después ver que es lo que va a hacer cada una de las organizaciones, en lugar de seguir paralelizando toda la actividad dentro de la región en materia de desarrollo.
La Cumbre de las Américas y, especialmente, el Grupo de Trabajo Conjunto de Cumbres debe ser el espacio apropiado para ello.
Quiero reiterar una vez más, al concluir esta intervención, la importancia que, con un mínimo de realismo, debe darse también a los temas administrativos y financieros. Me dediqué a ello desde el primer día que asumí la Secretaría General en el marco de una aguda crisis financiera, organizacional y, sobre todo, de confianza.
Y cito aquí al Secretario General Interino Luigi Einaudi, quien me entregaba el cargo, a describir a la OEA como un gran barco sin capacidad de mantenimiento para sus máquinas y que tenía por velamen sólo unos paños parchados más propios de un viejo catamarán que de esa gran embarcación que pretendíamos ser.
El esfuerzo dedicado a solucionar esta situación nos permite hoy mostrar un sistema de gestión que ofrece un manejo uniforme de todos los recursos,una información periódica y uniforme de absolutamente todos los rubros de gastos que componen nuestro presupuesto. Nuestra capacidad de rendir cuentas es, hoy día, superior a cualquier momento anterior en la historia de nuestra Organización.
Hoy podemos mostrar, en tiempo real, no sólo el estado de ejercicio de nuestro presupuesto, sino también el de cada uno de nuestros proyectos.
El proceso de planificación y gestión de proyectos y programas nos permite, además, elaborar las propuestas de Presupuesto sobre la base de la identificación, clasificación y costeo de las metas operativas de toda la Secretaría General y de otros organismos de la OEA. Podemos identificar los resultados concretos que cada subprograma prevé alcanzar con los recursos que se le asignen.
Y la rendición de cuentas relativa a cualquiera de nuestras actividades está abierta al examen de todas las misiones, de los contribuyentes externos de nuestra comisión de auditores externos y de cualquier persona o institución responsable que así lo requiera.
Pero nada de eso será suficiente o ni siquiera útil, si se olvida que la OEA vive gracias a las contribuciones de sus Estados Miembros. Que la retórica de nuestros encendidos discursos nunca reemplace la obligación de aportar materialmente al cumplimiento de nuestros objetivos comunes.
Sr. Presidente, Sres. Delegados
Yo creo – quiero creer – que nuestros Estados Miembros están dispuestos a continuar construyendo nuestra alianza sobre la base del aporte de todos y que, tras los esfuerzos de modernización, nadie pretende debilitar el pacto de unidad y cooperación que dio origen al Sistema Interamericano hace ya 125 años.
Estamos aquí para fortalecer ese pacto y lo lograremos en la medida en que todos demostremos nuestra voluntad de ceñirnos a las mismas reglas en condiciones de igualdad y seamos capaces de presentar principios sólidos ya acordados, precisando objetivos claros, planes de trabajo concretos, desarrollando una gestión austera y eficiente y manteniendo una adecuada coordinación con las demás instituciones del Sistema Interamericano.
La fase que sigue, seguramente, es la más difícil: adoptar las decisiones políticas para ajustar el trabajo de la Organización a las prioridades que nosotros mismos hemos determinado.
Muchas gracias.